La excusa: La violación de los Derechos Humanos por parte del gobierno en cuestión. El órgano ejecutivo formal: El club ONU. Bastando una resolución signada por ocho países, y si alguno de los cinco con derecho a vetar la resolución no está de acuerdo, previamente negociará para ”salvar las apariencias” mediante una cobarde abstención, como en este caso lo hicieron China y Rusia, o como Brasil, quien lacayamente negoció su negativa de dignidad a cambio de que le respetasen las inversiones en Libia, tanto así, que ahora es uno de los primeros que salió a reconocer al llamado gobierno de transición (¿Por América Latina? ¿Quién ha criticado tan indigna actitud ? )
La acción es de forajidos, al margen absoluto del Derecho Internacional bombardean a mansalva a ese país. Primero, a supuestos "objetivos militares", luego escalan una ofensiva hacia objetivos civiles, escuelas, hospitales, plazas públicas y hasta zonas residenciales, con la intención de generar terror en la población y un grado extremo de desesperación que los lleve a la condición primaria de sobrevivencia, quebrando la fuerza de los valores y principios humanos, políticos y culturales de las mayorías A la par que congelan todos los bienes y reservas de esa nación libre y soberana, habidos y depositados precisamente en los países agresores, y no bastando con ello, proceden al secuestro y retención de cualquier avión o barco que trate de ingresar al país, todo con la intención de cortar cualquier posibilidad de suministro de alimentos, medicinas y combustibles, para llevar al extremo de la irracionalidad a la población desesperada.
Además, el caso Libia tiene características adicionales muy especiales. Pues el principal enemigo de Gadafi, como los de toda revolución, ha sido el tiempo. Las revoluciones en esencia son situaciones excepcionales de, como decía De Gaulle, restitución de la justicia. Tal cualidad las hace especialmente susceptibles al inevitable transcurrir de la vida social, y con ello, al cambio, amoldamiento o asimilación conceptual de los principios y valores que fundamentaron ese proceso revolucionario, lo que va generando nuevas expectativas sociales, políticas y culturales que deben ser correcta y pertinentemente interpretadas para mantener el sincronismo del espíritu de la revolución que se trate con el ineludible evolucionar de las sociedades.
De allí se plantea el problema del sostenimiento de la autenticidad del concepto Gadafi, es decir, la libertad y la soberanía forjadas al calor de un liderazgo fuertemente caudillezco, que también ha tenido como enemigo al tiempo, pues el líder y caudillo lucha constantemente contra los mismas fuerzas generatrices que lo han conformado, y en esa lucha se producen necesarias tensiones y distensiones que, de no existir reacciones equilibrantes, al final lógicamente se rompen por el sujeto en favor del colectivo, sea quien sea, la historia lo dice así. Eso lo midieron muy bien las potencias y simplemente esperaron su hora, a la vez que, disfrazados de abuelita, fueron horadando el otrora infranqueable espíritu libertario, autónomo y soberano Libio. Regalos, halagos, mieles que en verdad eran hieles, sonrisas y abrazos: te aceptamos, no te preocupes, palmadas en el hombro: te estás portando bien, consejos de advertencia soslayada: vas por buen camino, síguete desarmando, que no lo necesitas... Mientras la daga traidora de Bruto aguardaba tras la solapa.
Por eso, resulta acertado el símil que algunos han hecho del caso Libia con una pelea de perros, es decir, una situación progresiva de quiebre de la institucionalidad, generada desde la creación artificiosa de un enfrentamiento entre connacionales. Pero además, debemos considerar lo que pudiéramos llamar el “síndrome del gallo chongo”, muy bien empleado por las potencias, o sea, convencer a los pueblos guerreros, soberanos y dignos, de lo innecesario del enfrentamiento, de la "inconveniencia para la paz" de una fuerza militar poderosa , de lo retrógrado del enfrentamiento en un mundo globalizado que tiende hacia la paz etc, mientras ellos desarrollan extravagantes tecnologías de muerte, prácticamente "echando" a ese pueblo, igual que el gallo esperando la postura, desnaturalizando la función y acción de su espíritu de lucha, libertad y soberanía.
De tal forma que, literalmente a Gadafi lo "echaron", el grande líder, el símbolo de lucha de los pueblos y de irreverencia ante las grandes potencias, ahora departiendo festines con los verdugos, auxiliando financieramente sus trasnacionales en quiebra, todo siendo felicidad. Hasta la inefable China hizo su jugada, grandes contratos y coqueteos políticos que aparentemente implicaban el resguardo del veto ONU, pero no, la cobardía oportunista del lerdo gigante asiático se manifestó arteramente. Y de Rusia, controlada por ex agentes de la KGB, qué se puede esperar. La lección debe germinar en nuestras conciencias para no pedir más de lo que estas potencias están dispuestas a dar o hacer. El caso Libia ha manifestado el "riesgo de la potencia amiga" en cuanto al juego geopolítico.
Otro elemento a tener en consideración es que, al no existir una declaración de guerra sino la supuesta defensa de los Derechos Humanos de una población indefensa, el conflicto no se rige por las convenciones internacionales que regulan las confrontaciones bélicas, lo que hace todavía más inhumana la invasión, garantizando la impunidad de las fuerzas militares actuantes por los crímenes de lesa humanidad que cometen bajo el manto formal de la decisión de ocho Estados cobardes.
En fin, en Libia, las potencias astutamente echaron los perros al palenque y al Líder al nido, mientras el tiempo hacía lo suyo. Ahora esperan simplemente recoger los frutos que les salven sus economías trastocadas, y a la vez aleccionar al resto de países contestatarios que les antepongan su dignidad y soberanía. Sin considerar que el que siembra hiedra no puede cosechar manzanas.
El problema es que muchos de los que ellos consideran "perros" tienen estirpe milenaria de valientes guerreros, y ya el viejo líder ha resurgido el espíritu irreverente y guerrero de su estirpe, que se hace millones en las conciencias de todos quienes invocamos la justicia, la igualdad y la soberanía de los pueblos. Los frutos del odio y el terror, inevitable y justamente se han de revertir. En este sentido USA tiene una cosecha muy grande, quién sabe hasta dónde seguirá resguardada por su relativo "aislamiento" geopolítico. Y la Europa, con la OTAN, está reiniciando viejas andanzas que les dejaron amargos sabores en sus sociedades, pues al final el terror es un búmeran.
Gadafi ha izado las banderas de lucha, resistencia, soberanía y dignidad, algo con lo que no contaban los invasores, y, ellos lo saben, eso cambia radicalmente sus expectativas. El guerrero ha despertado, y aún muriendo su grito antiimperialista resurge para resonar perennemente en las conciencias de su pueblo y de los pueblos del mundo. Las potencias podrán destrozar edificaciones y quitar vidas, pero jamás destruir las conciencias, la espiritualidad y la dignidad de los pueblos.
Javier A. Rodríguez G.