viernes, 21 de enero de 2022

EL ÚLTIMO CAMINO



EL ÚLTIMO CAMINO

 


 

La espesura de la selva abrazaba el seco ruido del avanzar del caballo, ella no quería ser testigo de la ignominia, pretendiendo ahogar la cuenta regresiva hacia un destino inefable pero ineludible, marcada por el síncrono golpe de la triste marcha.

Todas las aves y animales guardaban silencio al paso del andante y el viento ya no quiso pasear por allí, yendo en busca de otros rumbos. Parecía que la naturaleza entera quisiese pasar desapercibida y burlar al destino, de faz humana, que aguarda en cualquier recodo.

Sobre el caballo el hombre, mirada lejana, cuerpo distendido, como si viajara rumbo a la nada, como si en cada metro andado avanzara su carne y el alma quedara; era como si aquel viajero fuera regando la vida a lo largo del camino, vida que se agotaba, lo sentía y padecía, dejando el cuerpo vacío.

Atrás el testigo, cual séquito fúnebre el perro, amigo de camino, su llanto imperceptible suena igual a una triste oración, haciendo más lúgubre y premonitoria estampa.
 
Más veloces que los pasos que llevaban su cuerpo, cabalgaban en a mente de aquel andante los recuerdos. Del niño, hecho hombre a destiempo, en vestigio arqueológico todavía en sus neuronas estaba grabada la inocencia, lo maravilloso, lo sublimemente bello y lo potencialmente perfecto de la vida del ser humano. Es que en su mundo de ilusiones aquel niño quiso ser maestro, y dar lumbre a la oscuridad de la ignorancia. También alguna vez deseó ser médico y calmar tantos males físicos, además de los de conciencias, que a su pueblo aquejaban. Y otrora soñaba lo maravilloso que sería ser ingeniero y trazar el desarrollo material, aunque no espiritual, de su patria. Pero a esta pugna de recuerdos se impone decisiva la tajante afirmación con que el infante le respondiera a la niña de los ojos tiernos:
¡¡Quiero ser soldado y liberar a mi patria!! . Soldado el niño fue, valiente, astuto, recto, noble y honesto. Liberar a la patria el hombre intentó, pero a la patria no la redimen ni cinco, ni tres, ni dos sino todos los hermanos de tierra unidos por la causa de su justa y pacifica coexistencia – hubo enunciado aquel viajero antes de partir.

En este momento aparece en sus retinas, cada vez más grande y difuminándole los recuerdos, la figura de una mujer a la orilla del camino; no sabia si avanzaba o era ella que se acercaba, o quizás tan solo una cruda imagen que su memoria le pintaba

Al breve instante de andar tenia la mujer enfrente. Era una hembra color tierra y desolada, que con justa fuerza cargaba en brazo a un robusto niño prendado con los  labios a su generoso pecho, mientras con la otra mano sujetaba en perfecto equilibrio un pesado haz de leña que, amortiguado por algo parecido a un turbante improvisado, descansaba sobre su cabeza.

Tenía aquella fémina la mirada perdida y el rostro inclemente marcado por los años, joven de cuerpo pero antigua el alma, por el sufrimiento, por la desilusión, por la lucha perdida, por la desesperanza. El contraluz trasparentaba el roído vestido, permitiendo entrever las robustas y carnales formas de la hembra, siempre en celo, siempre dispuesta a parirle hijos a la patria. ¡¡ Pero su espíritu, en la triste y vacía mirada no podía contemplarse, era como si íntegro y límpido brotara a borbollones por sus pezones, con los mejores sabores de la esperanza !!

¡Que maravillosa mujer! pensó el viajero. Tal vez tenía la vida tan menguada como el que la observaba, y sin embargo, por el brazo que delicada pero firmemente sostenía y protegía al crío, por la leña que sobre su cabeza más que pesada carga era fuente de calor que al vástago procuraba, y principalmente, por el tibio y mágico fluido que de sus tetas manaba, ¡¡era vida, llena de ilusiones, de potencialidades y de esperanzas, lo que esa noble mujer al niño le insuflaba!!

Así es la mujer continuó diciéndose el conmovido andante prolongación de la tierra, semillero de esperanzas. Esos son los niños, simiente que germina, cosecha del mañana. Reguémoslos con dignidad y libertad, que mientras ellos existan habrá futuro habrá patria.

Hacía mucho rato que la mujer de la mirada perdida y los pezones de esperanzas había desaparecido de las pupilas del viajero, y ya variadas y caprichosas Imágenes retozaban a las puertas de su conciencia, cuando asíncronos pasos con los que ya marcaban el ritmo de su aciaga marcha, le hicieron alzar la mirada.

Venía un caballo de buen porte en ágil y raudo pasitrote, que, no obstante, por la incomodidad de su andar parecía querer lanzar por el aire la pesada carga que aparentaba significarle su montante. Un hombre delgado y muy bien trajeado, de finas manos y botas ajenas a la tierra, par éste de óptimo cuero y en perfecto encaje sendas espuelas de plata, cuyos bellos reflejos resultaban envilecidos por la sangre que bañaba sus aristas como escarcha.

Aquel hombre tenía presencia en apariencia limpia y rostro feliz y rebosante, y aunque un tanto prepotente, parecía agradable. Pero esa mirada, aquella mirada ya la conocía, era el reflejo del aberrado espíritu de los demagogos que depredan los bienes y menoscaban la felicidad de los pueblos, con tal astucia que luego aparecen como héroes.

se dijo el que iba  sin lugar a dudas se trata de uno de los tantos politicuelos que en vez de llorar sobre la sangre de la libertad, danzan cual carroñas peleándose los retazos de la patria destrozada. Así como las espuelas de este hombre es la patria concluyó sus pensamientos el jinete  dinero y riquezas, sangre y sufrimiento, más ¿cuándo felicidad, cuándo entre los hombres concordia y entendimiento?.

Y el ente marchante siguió su camino. Tenía la mirada más triste y era la marcha más sosegada. El caballo, un tanto nervioso, a veces daba hacia un lado y a veces hacia el otro. El perro continuaba a la saga, ya se había tragado los sollozos, ahora le lloraba la mirada. Pero todos seguían estóicamente al encuentro con el destino, que les esperaba.

Andando el tiempo el trío bordeó un grueso tronco atravesado en el camino; y con el jinete delante, la línea del tronco atrás parecía el margen superior de su triste epitafio,

Muchos recuerdos se agolpaban en las pupilas de aquel hombre, fundiéndose con la porción de camino que captaba su mirada baja.
Lánzale la piedra al mango le gritaban sus amigos de infancia. Y él arremetía con andanadas de piedras contra fruto inalcanzable, hasta que al fin caía. Qué ironía, cuánto hubiese dado por contnuar lanzándole a los frutos piedras y no balas a los hombres. Tras condecoraciones, triunfos, victorias y vivas de multitudes frenéticas, ¿qué quedaba?, el desasosiego, el ánimo menguado, la traición a cuestas y la esperanza perdida de dos hombres, él y el otro, que también solo y triste, lejos muy lejos moría. Ojalá que tanta muerte, tanta miseria, tanto crimen y tanto horror, sirvan algún día, como las piedras de aquel niño, para hacer caer sobre estos pueblos el fruto de la paz y de la felicidad.

El hieratismo de la pesada y triste marcha se rompió por la presencia a la vera del camino, de un sujeto en extraña posición.

Hallábase sentado sobre una pequeña piedra Tenía una pierna extendida, la más cercana a la vista del jinete, en línea recta hacia la otra orilla del camino y abarcando buena parte de la angosta vía. La pierna izquierda encogida, el pie descalzo sobre la tierra y la rodilla cerrada al máximo con cierta fuerza. Parecía pretender que la complexión de una escapara por la otra. Entreabría los labios tarareando algo a modo de canción indescifrable y casi inaudible, mientras en la roída bota que sostenía con sus manos parecía auscultar la causa del débil pero persistente y tormentoso malestar de su extremidad.

Al tener la sombra del jinete robándole la claridad que se infiltraba por entre el follaje, el extraño no levantó sus ojos pequeños rapaces, pero sí esbozó una falsa sonrisa que insinuaba grotescos pliegues en su reseco rostro.

¿Para donde va el amigo? entreabriendo un poco más los deslineados, delgados y resquebrajados labios, con voz grave y apagada, sin mover aún la mirada y con la bota todavía en sus manos, preguntó cuasi irónicamente aquel sujeto.

El jinete, ya detenido y sin querer hablar, pues le parecía lo había olvidado, sólo pensaba, mejor dicho, únicamente recordaba, porque el verbo de su ya exigua existencia parecía limitarse al pretérito de sus recuerdos, observó al hombre y un pálido frío navegó por todo su cuerpo, al presentir que aquel era "el judas" que lo entregaba.

Voy en busca de mi destino no obstante alcanzó a replicar, todavía con algunos visos de noble altivez.

Pues sigue adelante que tu destino te espera sentenció con su tono de Ironía soslayada el extraño.

El andante se despidió con un casi imperceptible movimiento de cabeza, mientras buscaba la línea de fuga del camino. El caballo pareció entender la Intención de su montante y automáticamente retomó el ritmo de marcha que hubo traído. Y bajo su sombra, el perro salta sobre la tendida pierna del extraño, que quedaba atrás como queriendo cortar el camino, o tal vez como línea de cierre de un epitafio en blanco, sin letras ni palabras, únicamente lleno de tristezas, quizás para que los andantes graben y diluyan en él los infortunios de sus existencias.

Hacía poco que el viajero había retornado a hurgar en su memoria, deseando encontrar, al fin, aquello que otrora diera plenitud a su ser y ahora parecía le faltaba. Ya que por más que buscaba y buscaba no hallaba dentro del baúl de los recuerdos, entre las glorias y los triunfos y hasta en las cosas menudas y cotidianas, aquello, ese algo, el punto donde convergen todas las aspiraciones y logros y que constituye la aureola que corona a todo hombre y ciudadano pleno.

¿Por qué aquella luz que me hubo acompañado siempre ahora me falta Interrogábase en sus adentros  ¿Será simple ilusión? ¡¡ ¿Por qué hay tanta oscuridad en mi alma? !!.

De pronto se rompen los recuerdos, por vez primera se percata del silente escenario que lo ha venido siguiendo, y de que ya hacía rato del mundo él se estaba yendo.

¡¡¡Y toda la miseria humana estalla sobre aquel grande pero triste hombre !!

El retumbe de la maldad, de la ingratitud y de la traición, cual alarido de dolor lo repitió la selva por todo rincón, mientras el viento, ahora presente y llorando, parecía buscar las conciencias de los hombres cuando llevaba por todos los pueblos el aciago pregón.

El áspero relinchar el caballo se lo había tragado, y el perro los secos ladridos pugnaba por mantener guardados. Ellos, impotentes testigos, querían no herir con sus silencios los últimos pensamientos del gallardo compañero y triste muy triste amigo.

Aquel mártir siente que sus recuerdos se congestionan. Ahora no son uno detrás del otro sino todos a la vez. Su memoria se desparrama sobre su conciencia, enturbiándola y formando un collage de recuerdos: el niño, las guerras, los triunfos, la miseria, la ignorancia, la vida, la muerte, la traición ... y arriba en el centro El General, cuán parecidas fueron sus vidas y que iguales sus destinos.

Y ya el cuerpo en caída libre, mira turbiamente el suelo, ¡¡¡la tierra !!!, y esboza una plácida sonrisa en su ya pálido y lánguido rostro.

Si cual corolario de su vida atinó a pensar precisamente es en esta tierra donde deben converger las realizaciones de los hombres. Pues un hombre sin patria es un miserable. Es esta tierra que nos da la vida y que ahora me reclama, es la gente que en ella habita, es la aureola que a los pueblos une e ilumina, ¡¡ es la patria que bien vale toda una vida !!.

Y aquel ilustre, sabio, valiente y noble guerrero abrazó la tierra.

¡¡Así no se mata a un hombre, únicamente con dolor y lágrimas quitaremos de nuestro porvenir la sangre de este justo !! Gritaba aireado un anciano en una esquina, mientras con el bastón golpeaba enérgicamente la tierra que lo reclamó, por no poder hacerlo al pueblo que lo mató.

Mientras el poeta, guardián de verdades y en premonición de lo que pasaría luego en Santa Marta, recriminaba a las gentes y fustigaba las conciencias de hombres, con un reproche y lamento que resonaría por siempre en la memoria aquellos pueblos:



Por la tierra vertía la sangre
de aquel ilustre guerrero,
como queriendo saciar el hambre
de la ingratitud de su pueblo.

Del cuerpo yacente manaba,
de escarlata se iba la vida.
¿Qué vida) ¿Qué esperanza?
 Esperanza y vida menguadas.

Y tiñose el agreste suelo
de Pichincha y Ayacucho,
de Berruecos,
del que en guerra por irracional,
absurda,
diera libertad a su pueblo .

Mas contra los grillos de
sus conciencias
no pudo el valeroso guerrero.

Vengan todos a Berruecos
a ver correr la sangre
del hombre.
Vengan todos a saciar la sed
con sangre seca de ilusiones,
y esperanzas.
Pues aquel ente marchante,
cargando cuerpo y arrastrando victorias,
¡¡ por dentro llevaba muerta el alma ¡!



Javier A. Rodríguez G.

Nota: Este relato fue hackeado y borrado de sus respectivas publicaciones en este blog y el otro pertenecientes al autor. Se agradece cualquier información al respecto. Unidos podemos detener esas prácticas criminales.



lunes, 17 de enero de 2022

Entre METAVERSO Y META-ANVERSO

 

He aquí otro comentario:

De acuerdo, pero faltan los "reaccionarios": Conservadores rancios erigidos en Cronos deteniendo el tiempo, reinando con Parménides mundos siempre derrumbados por la razón, verdad, justicia, igualdad, libertad y confraternidad. Además de los "revolucionarios": Que en supina incomprensión de Heráclito, allanan atajos para troncar historia y finiquitar evolución, buscando mundos ficticios en la vuelta de la esquina a la que siempre regresan solidariamente acompañados por Sísifo, hasta que el Saturno de sus falacias ideológicas hace lo suyo..Amén de los "auténticos": Aquellos capaces de soñar realidades y realizar sueños; sin márketin ni honores ni premios; como los de los bisontes, que de la inspiración a su genialidad creadora literalmente se nutrían.
 

Por último los "ACTUALES": En quienes recae la responsabilidad histórico evolutiva de mantener la especie  dentro de los linderos de la realidad en abstracción creciente y avanzando hacia una virtualización en la que los cervantes andarían en rocinantes, liados contra los designios de quijotes "cuantificados"; cuyo dominio implicaría el control de las masas desde un poder jamás alcanzado. He allí el problema.
 

Y ya despojado el humano de su ser, buscaría en el "meta-anverso" de su existir, con el pícaro harapiento aquel y su lámpará, ya no solo la honestidad y la virtud, sino la realidad misma y la razón extraviadas, para asi reescribir su historia, en el segundo renacimiento de su humanidad, desde el reencuentro franco con la humilde grandeza del pensamiento clásico..
 

En la sociedad por venir el "metaverso" será "designio cuantificado", alienación y capital, y el "meta-anverso", realidad, racionalidad y libertad. Mientras la vanguardia pensante se entretiene blandiendo espadas contra sus propias sombras, las eficientes estructuras de poder hacen su trabajo.¿Cuál elegir?


Javier A. Rodríguez G

EL HUMANISMO SOCIALISTA