LOS MATICES ENTRE EL TRIUNFO Y LA DERROTA
El evento electoral del pasado 28 de julio constituye el punto de inflexión en la lucha por el rescate de la democracia; el heroico triunfo de la racionalidad, libertad, justicia, dignidad, moralidad, ética y espiritualidad; el cóctel que desde siempre y por siempre ha de romper las cadenas de la opresión.
Es que el triunfo es de tal magnitud y significado político, que los demócratas debemos estar de júbilo, felicitándonos en las calles, agradeciendo en los templos, entrelazándonos en las familias y sembrando y regando en la sociedad esperanza, fe y, sobre todo, la razón omnipresente de la justicia.
Ahora, por supuesto que ningún triunfo por sobre cualquier régimen socialista marxista es fácil ni se produce por algún corte providencial al tajo; pues la naturaleza ideológica de esos regímenes les permite nutrirse de los desbordes emocionales de los grupos que los confrontan políticamente; desborde que ellos propician. Todo por una diferencia primaria entre ambos: Para los factores democráticos la confrontación social converge integradoramente en un equilibrio que la mantiene dentro de los parámetros de la utilidad a la posibilitación del desarrollo de la dinámica evolutiva. En cambio, para el socialismo marxista la confrontación social es esencial a su naturaleza ideológica, y por ende, es divergente, desintegradora, desequilibrante e imposibilitadora de la evolución social; de ahí, el recurrente fracaso de los regímenes socialistas.
Precisamente, esa es otra obviedad evidenciada por el 28 de julio: El estrepitoso fracaso del llamado "Socialismo del siglo XXI"; es más, el florecimiento de los movimientos políticos de "derecha" en el mundo, en gran parte es consecuencia del fracaso de la égida izquierdista latinoamericana del año 2000, resultando en una izquierda que ha perdido la ventaja de la novedad: el “lo podemos hacer mejor”; la autoridad moral: el “jamás haríamos lo que ellos hacen”; la inversión de los factores de las ecuaciones sociales: la “prevalencia del ser humano por sobre el capital” y la “riqueza para todos en vez de para algunos”. Con esa engañosa oferta política, sin respaldo racional posible, pero embriagantes a sociedades que atravesaban coyunturas evolutivas críticas, y que terminaron libándolas en un festín "socialista" que dos décadas después concluye en el absoluto fracaso; por la causa generatriz de los males, ineficiencia y "maldad" del socialismo marxista: La incomprensión supina del ser humano y, por ende, de los fenómenos sociales.
RESULTADO NECESARIO
Consideremos esto: Un país gobernado por un régimen socialista de aspiración ideológica hegemónica;, con millones de los más radicales opositores al régimen, o emigrados o exiliados; con los grupos de opositores internos amedrentados por las fuerzas de choque o “colectivos” defensores de la "revolución" y del régimen; con los políticos auténticamente opositores, que a todo riesgo desafían la hegemonía del régimen, inhabilitados políticamente, asediados y neutralizados en el ejercicio de los poquísimos cargos de elección a los que se les permite acceder, criminalizados por su pensamientos e ideologías políticas, y, en todo caso, coartados en el ejercicio de sus derechos y garantías políticas constitucionales; con los partidos políticos expropiados de facto, mediante intervenciones judiciales que derivan en la desnaturalización y , por ende, en la inutilización política de esos partidos; con negaciones y restricciones inconstitucionales a la libre posibilidad de optar a cargos de elección popular; con la hegemonía comunicacional cuasi absoluta de la facción política gobernante; con la violación flagrante de la normativa electoral, al permitirse, por ejemplo, la aberración de que el Presidente de la República sea, a su vez, presidente en ejercicio de un partido político; o que funciones y bienes públicos sean asumidas y usados por proselitistas del partido político cuyo presidente es el Presidente de la República... Todo ello dentro de un país derruido, con un salario mínimo de 5 $, servicios públicos cuasi inexistentes, sin salud, sin educación, sin poder adquisitivo, sin carreteras, sin gas, sin gasolina, sin eficiencia ni pulcritud en la administración pública, sin el elemental respeto ciudadano, sin democracia ni Estado de Derecho.
En fin, consideremos el portentoso resultado del 28 de julio, pues a pesar, mejor dicho, en virtud de todo ello, él régimen, en nuestra convicción, sufrió una derrota políticamente catastrófica y definitiva.
Empero, necesario es prevalecer la racionalidad y ponderar los hechos desde sus justos valores y significados, pues la verdad sea dicha, corresponde al régimen parte del mérito por la gigantesca victoria de los factores democráticos; valga decir, el régimen es, en porcentaje importante, responsable directo de su derrota; que no podía serlo menos. La conciencia de esa realidad posibilita la justa y prudente actitud dosificadora de la victoria, y, principalmente, la eficacia en la concreción del fin político.
LAS VERDADES
De manera que, verdades ha descubierto el 28 de julio: Las facciones políticas afectas al régimen son minoría decreciente. El régimen resulta, paradójicamente, en aliado de la oposición, hacia el logro de sus objetivos políticos. La unión política es el talón de Aquiles del régimen. La sociedad venezolana mayoritaria, en vez de migajas de un poder socialista, quiere restituir el poder democrático al Estado de Derecho. El grado, consolidación y eficacia de los liderazgos democráticos emergentes, son razón directa de la consustanciación con la realidad evolutiva de este proceso político; explicándose así, el fenómeno político del liderazgo contundente de MCM, forjado desde una actitud política honesta, coherente y consustanciada con la realidad, necesidades y aspiraciones manifiestas desde el proceso evolutivo político social; concluyente en la acción política que a los delirios hegemonistas y guerreristas del régimen, le causa terror: la unión pacífica y democrática.
Los liderazgos políticos son engendrados por las circunstancias históricas, a las cuales queda sujeta la eficacia de la actuación del líder. De ahí la humildad, la responsabilidad y el compromiso histórico del liderazgo auténtico: Asumirse como producto y necesidad de un proceso evolutivo social, que a pesar de unos y de otros, soterradamente siempre avanza, descontando el tiempo de vigencia de los regímenes injustos, opresores y autoritarios.
“ACATA” LA VOLUNTAD, NO LA CONCIENCIA
Ahora corresponde ponderar las nuevas condiciones impuestas por esta realidad histórica, toda vez que existe un dictamen del órgano electoral dando como triunfador al candidato del régimen, en contradicción con la convicción legítima de triunfo de los factores democráticos; además, ese dictamen ha sido ratificado por el TSJ, en inobservancia, en nuestro criterio jurídico, de derechos electorales y garantías procesales.
En nuestros primitivos Estados latinoamericanos, quien tiene el control de las armas, controla el poder del Estado e impone el acatamiento de sus mandatos, aún a costa de la inutilización de la acción equilibrante de la institucionalidad social. Por su parte, las sentencias judiciales constituyen instrumentos de convencimiento de la justicia, no solo respecto de las partes, sino, fundamentalmente, de la sociedad; valga decir, las sentencias no solo deben invocar la justicia y proceder conforme a ella, sino que deben demostrarlo indubitablemente. De esa forma, las sentencias justas, conforme a derecho, constituyen el fundamento de la justicia, libertad, seguridad, orden y paz en la sociedad.
De tal forma que las sentencias jurídicamente eficaces imponen su acatamiento desde el poder del convencimiento de la justicia por la sociedad, o, en su defecto, como mero hecho de fuerza. Por supuesto que para los fines funcionales prácticos de un ente administrador de justicia meramente formal, suele importar poco la cualidad jurídica, política y social de la fuerza coaccionante al acatamiento. Siendo ese pragmatismo anarquista y, hasta, antijurídicamente supremacista, lo que anega en la ineficiencia a la administración de justicia, e inviabiliza Estados eficientes y sociedades estables. Una sentencia injusta podrá doblegar la voluntad, pero jamás doblegará la conciencia ni la dignidad.
Por la fuerza acata la voluntad, no la conciencia.
QUÉ HACER Y CÓMO PROCEDER
Conforme a lo expuesto, el proceder resulta simple: Metodizar lo que ha venido ocurriendo de forma natural e intuitiva, conformando un gran movimiento nacional de resistencia pacífica, bajo, precisamente, la premisa de que la injusticia doblega la voluntad, pero no la conciencia ni la dignidad. Ello impone hacer, ante el Estado, ni más ni menos de lo que éste obliga, en un “a juro” que no dé motivos a la represión violenta, ni a despidos injustificados, ni a detenciones arbitrarias, ni a imputaciones draconianas, ni a las otras cosas que han padecido miles de venezolanos por el solo hecho de pensar, razonar, querer y aspirar algo política y socialmente diferente; eso sí, sin olvidarlo y anotándolo en las cuentas por cobrar electoralmente, pues las compuertas al caudal del poder soberano, jamás nadie ha podido cerrarlas permanentemente, y quienes lo han intentado, han terminado arrasados por las resultas de su represamiento. Siempre la invocación de la justicia, aunque sea al aire, en cuanto afirmación existencial, nunca sobrará.
Así, ante el insulto, la humillación, desprecio y represión de ciertos voceros violentos, palangristas y funcionarios afectos al régimen; no toca sino resistir, tragarlo, no hacerle el juego de justificar las agresiones con que descargan sus frustraciones, complejos, traumas e ignorancias; pues ellos detentan el poder absoluto del Estado y así lo usan y abusan, en el aquelarre de la impunidad total. Mirarlos desde arriba, ignorarlos desde la razón, la moral y la ética, es la solución. No sumirse en sus pantanos existenciales, considerándolos objetos de lástima, por sus ignorancias, y de piedad, por sus abyectas acciones, allanando senderos para sus arrepentimientos, y ayudando así, más que a ellos, a nosotros mismos, al fortalecimiento de la lucha moral, ética y espiritual que esgrimimos.
Recordando que el régimen es el principal aliado en nuestra lucha. Desconectado esquizofrénicamente de la realidad, con el país en ruinas y sumido en la más atroz miseria, se limita a bailar y a crear con sus bufones, un país paralelo ficticiamente rico y pujante, que insulta y lacera la conciencia y dignidad de una sociedad disminuida institucionalmente a la nada, en burda pretensión de ocultar el fracaso del proyecto político socialista, producto del defecto irremediable y trágico del socialismo: la ineficiencia política absoluta, por genética ideológica. Es que nada, absolutamente nada de lo que hizo, hace o hará el régimen, fue, es ni será socialmente eficiente; pues la eficiencia social es contradictoria con las falacias del credo político del socialismo marxista.
La lucha armada queda para los trogloditas marxistas del milenio pasado (siempre y cuando no se justifique la legítima defensa). Las luchas democráticas de hoy son de conciencias y conocimiento, por la eficiencia en la posibilitación cierta de la plenitud existencial del individuo, en comunión sublime hacia el acontecimiento social cultural que lo posibilita. Ese es el gigantesco logro político del mundo contemporáneo: darle nombres y apellidos al "pueblo" hecho ciudadanos, desde cuyas íntimas expresiones existenciales, aspiraciones y potencialidades, se constituya sinérgicamente la sociedad que los posibilita. Ya basta de ideologías falaces, es tiempo de la realidad evolutiva, de la verdad, de la racionalidad y de la eficacia y eficiencia existencial.
El movimiento de conciencias en resistencia pacífica, en cuanto fundamento de todo proceder político, ha de estar presente en cada hogar, en cada espacio público, en cada oficina, en cada fábrica, en cada país en el que exista un venezolano con convicción democrática, haciendo cada cual lo poco o mucho que puedan hacer por el rescate de la democracia en la sufrida tierra de Bolívar, en otra épica gesta libertadora de millones de guerreros sin más armas que, en sus manos, la Constitución y las leyes; en sus conciencias, la democracia, la justicia, libertad, dignidad y honor; y en sus almas, en sus almas armados con Dios.
Javier A. Rodríguez Gil
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