miércoles, 16 de mayo de 2018

La Evolución. Reflexiones III



“El Origen de las Especies”, la prodigiosa obra de Charles Darwin, no deja de asombrar cada vez que se aborda el tema; empero también cada vez el enfoque debe ser más punzante, la crítica afilada y la valoración intelectualmente más desprejuiciada e  irreverente.

Lo mejor de ese tipo de teorías con tantos vacios, absurdos y contradicciones, es que permiten cualquier  tipo de conjeturas, sin poder contradecirlas válidamente, a riesgo de negarse a sí mismas. Siendo así, tratemos pues.

La primera gran virtud de “El Origen de las Especies”, es haber afirmado el evolucionismo en el momento y lugar apropiado, y con un basamento científico suficientemente sólido; pues unos 50 años atrás, el planteamiento evolucionista innovador del Francés Juan Bautista Lamarck  fue despreciado y ridiculizado. Otro punto afirmativo fundamental es la exhaustiva investigación de campo que soporta a la obra. Destacando también el carácter de que, constituyendo de por sí un criterio científica, religiosa, sociológica y culturalmente revolucionario, las circunstancias de modo, lugar y tiempo le permitieron engranarse  a la gran égida del conocimiento científico que sacudía la mitad del siglo XIX.

Los puntos en contra de la obra son los propios de los vacios de conocimiento existentes en la época. Uno de ellos es la flagrante ignorancia en materia de la herencia, asunto que le tocaría resolver  luego a Gregor Mendel.

Empero el “talón de Aquiles” de la teoría de Darwin, es abrir la posibilidad a la transmisión genética de los caracteres adquiridos, con su “pangénesis”, que lo aleja de los  neodarwinistas y lo separa definitivamente de la Teoría Evolucionista Sintética, y que décadas después sería negado de plano por la “barrera de Weismann”, la cual, no se sabe bajo qué argumento comprobado, sostiene la imposibilidad de la transmisión de información genética en “reversa, es decir, de la línea somática a la germinal. Aceptándose actualmente, por tanto, la evolución de las especies por selección natural mediante dos vías: la combinación y la mutación genética.

Aquí precisamente es donde entra a escena el personaje precitado Lamarck, pues él sufrió en carne propia el haber planteado la posibilidad de la transmisión de los caracteres adquiridos, hasta el punto de que sus valiosos aportes a la ciencia han sido subvalorados y sus criterios tergiversados y ridiculizados.

Lamarck, en esencia sostenía que en determinadas circunstancias evolutivas ocurría la transmisión -o inscripción genética, visto desde la actualidad- de las características adquiridas por las especies conforme a sus necesidades adaptativas.

Mutatis mutandis es lo que plantea décadas después Darwin, con el resalte de que su teoría traspasa la evolución hasta el origen de las especies, llegando incluso hasta los predios del origen mismo de la vida en un único ser, del que derivan todas sus expresiones; criterio que luego, con la sepultura de la tesis de la “generación espontánea” por Pasteur, se afianzaría definitivamente.

Ante tales hechos cabe preguntarse ¿Qué hace tan absurda la posibilidad de la transmisión genética de los caracteres adquiridos? ¿Qué implicancias acarrea la aceptación de tal posibilidad? ¿Qué pasaría si en estos momentos se anunciara la validez del criterio de Lamarck?

Ciertamente, vista desde la inmediatez de la existencia humana, además de absurda luce ridícula. Son célebres los ejemplos con los que se mofaban del planteamiento de Lamarck; como aquel del herrero que veía en los brazos de sus nietos la fortaleza adquirida merced a la exigencia de su dura faena. O del sujeto que habiendo perdido un brazo en su oficio, tiene descendencia igualmente sin ese miembro.

El problema radica en la forma que se plantee la transmisión de los caracteres adquiridos. En primer lugar  el nombre es irrelevante, pues bien puede llamarse “registro genético de la adaptación evolutiva”, por ejemplo.

Porque al final el código genético de una especie, y en particular del ser humano, no es sino un capítulo más del gran libro evolutivo. La misma célula, en su esencia, que originó a todos los seres vivos; la misma columna del primer vertebrado, el mismo cerebro del primer animal, las mismas ubres del primer mamífero, los mismos instintos básicos y el mismo horror a la ineluctable extinción. Todos inscritos en la fórmula genética que lo actualiza evolutivamente. Siendo ese el karma del ser humano: Ser maravillosa novedad evolutiva y a la vez estar construido por primitivismos, que le pesan, que a veces lo avasallan, que hasta le estorban, pero que irremediablemente le dan su identidad existencial.

Y es precisamente esa identidad evolutiva, ese ser siendo que caracteriza al proceso evolutivo, lo que llama Lamarck a registrarse como patrimonio evolutivo de la especie. 

Comparemos, ahora sí,  la moderna y mayoritariamente aceptada Teoría Sintética. Para ellos la evolución se produce o por la fortuidad de la mutación genética o por oficio de “errores” en la recombinación genética por vía reproductiva, determinantes ciegos, aleatorios, del mecanismo de selección natural del más apto, o más afortunado. Es decir, conforme a sus postulados, la evolución, perfectamente instrumentada, no es nada más que una tómbola.

Veamos la lógica supuestamente irrefutable de tales criterios.
La recombinación genética por vía reproductiva: Ciertamente, constituye un factor impulsor fundamental del cambio evolutivo, pero el rol que se le asigna no engrana con lo que debería ser el mecanismo que origina las especies y la complejidad intrínseca del proceso evolutivo.

Evolución por el azar de la mutación genética: En los casos más simples sería como ganarse a la vez varias centenas de loterías a nivel mundial, el hecho de que un ave que requiera un pico más largo y curvo deba “cruzar las garras” para que ocurra el milagro aleatorio de una mutación en sus genes precisamente para lo que le exige la sobrevivencia de su especie. O que al contrario, de pronto inicie a surgir un pico que para nada le sirve, entonces desesperado busca la forma de darle algún uso, y si no lo logra, perece. Además, la selección aleatoria absoluta por vía reproductiva luce flagrantemente insuficiente para explicar los complejísimos fenómenos evolutivos.

Al respecto aplican estas palabras del astrónomo Fred Hoyle: “En una chatarrería se encuentran todos los fragmentos y las piezas de un Boeing 747, sueltos y desordenados. Ocurre que un tifón se abate sobre la chatarrería. ¿Cuál es la probabilidad de que después encontremos un 747 totalmente ensamblado y listo para volar? Es tan pequeña que resulta despreciable, incluso en el caso de que el tifón soplara en tantas chatarrerías que llenasen por completo el Universo”.

Entre tantos ejemplos que se han dado y que se pueden dar, consideremos este: La complejidad del órgano visual es tan grande que ha debido haber un rosario de mutaciones milagrosamente ocurridas no solamente cuando se han necesitado sino precisamente para lo que se necesitaban. Que si el globo ocular, que si la retina, que si el cristalino y su complejo mecanismo de enfoque, que si los conos y los bastoncitos, que si su ramal de interconexión al cerebro, que si las áreas cerebrales de procesamiento de la imagen y su interconexión con los centros cerebrales, amén de las complejidades intrínsecas de cada uno de esos factores. Obviamente, si todas esas mutaciones han ocurrido  justo cuando y para lo que se han necesitado; luego entonces no pueden ser aleatorias, y, por lo tanto, responden a algún requerimiento evolutivo; y siendo así ¿cómo se informa el código genético de la “novedad” evolutiva?

Por supuesto, se pudiere alegar que ese fue un proceso gradual, una sumatoria de pasos evolutivos que concluyó en el ojo evolucionado del ser humano, por ejemplo. Pero aún así, resulta imposible que su razón de ser derive de una expresión absolutamente aleatoria. Porque una cosa es el ser evolutivo, que ineluctablemente está sometido a la probabilística de ser todo lo que la aleatoriedad le permita; que no son solamente las recombinaciones, mutaciones o transferencias genéticas, sino todo el condicionamiento medio ambiental que implica; y otra cosa es la razón existencial de ese ser, es decir, la funcionabilidad esperada del ser. El ojo humano y el de la vaca y el del pez, están diseñados para ver; no para caminar o digerir alimentos; como sí lo están las extremidades y los estómagos.

Porque, igual que una obra de arte, lo maravilloso y sublime de la evolución, no es el proceso técnico material que la expresa, sino el concepto que la genera, la razón que la motoriza y le da sentido.

Es obvio que el ser humano, en su significado, no es un producto evolutivo fortuito, pues al carecer de razón evolutiva él, también lo carecerían sus partes, y siendo que aún así conforman al ser humano, entonces no podrían ser producto de la aleatoriedad, pues probabilísticamente sería imposible, y absurdo, pensar que la evolución construya tan complejísimas partes para nada y de esa nada surja la maravillosa máquina pensante humana.

Claro, se pudiere argüir que todos los componentes del ser humano devienen de un proceso evolutivo de ensayo y error, por lo que su funcionalidad ha sido comprobada y perfeccionada; pues, por supuesto, por eso es evolución, y por eso también, por responder a un historial evolutivo es que necesariamente debe tender a alguna razón que le dé sentido, que la dote de historicidad.

La evolución es aleatoria pero no ciega, y menos tonta. Todas sus expresiones constituyen posibilidades del ser evolutivo; y por ende, razones para ser, para tener sentido histórico; valga decir, para producirse en todo su espectro de aleatoriedad en tiempo, lugar y modo.

Consideremos una reproducción por la técnica de inyección de tinta, que descompone estocásticamente la imagen en pequeñísimos puntos, para imprimirlos a cuatro tintas y reconstruir así la imagen sobre el sustrato de que se trate. Ahora imaginemos que enfocamos un lente de gran aumento sobre una zona específica de la imagen. Veríamos una cantidad de puntos cians, magentas, amarillos y negros, pero sin interrelación ni significado alguno... Luego, si disminuyéramos el aumento, veríamos os puntos configurarse en un ojo de animal perfectamente definido, tal vez reflejando el más cruel instinto de sobrevivencia, pero sin decir nada más. Y así pasaría si hiciéramos lo mismo con cada área similar de la reproducción. Ahora, si alejásemos progresivamente el lente, se configuraría la cabeza dolorida, aterrorizada e implacable de un animal de lidia, volcado en su instinto hacia sus verdugos; bajo él, el caballo yacente expiando la miseria humana; aquí y allá los bufones en faena de verdugos en desgracia; y arriba los espectadores, pendientes de otro acontecimiento ajeno al centro de atención de la obra, les falta terror, asombro, expectación, lujuria, y les sobra goce e indiferencia ante el circo del sufrimiento, sangre y el desprecio por la vida; imperdonable omisión para el artista creador, pero magistral desatención para el espectador cuya visión es la obra. Veríamos entonces la excepcional pintura de Arturo Michelena: La Vara Rota.

De esa la misma forma ocurre para la aleatoriedad evolutiva. Vista desde el texto de cada circunstancia parece depender exclusivamente del azar y aparenta no tener más sentido que el que se da ella misma; empero, si se amplía la perspectiva hacia su contexto, adquiere sentido y se evidencia su razón de ser.

Tal vez es la búsqueda de esa razón la que  jalonaba la Teoría de la evolución ya desde los planteamientos de Lamarck, lo que la prodigiosidad de Darwin intuyó,  y a lo que la están llevando a rastras los descubrimientos biogenéticos, paleontológicos, astronómicos y científicos en general.

Es que la misma evolución no es sino  instrumento para la expresión existencial del universo. De la vida en concreto y de la vida racional en específico.

Se observa ahora cómo la Teoría Sintética de la Evolución no solamente cojea, sino que no puede andar, si no es por el sustento del bagaje intelectual de sus defensores. En otras palabras, la evolución no es posible en toda la capacidad y potencialidad que evidencia, con los criterios de la moderna Teoría Sintética.

Ya Darwin se planteó ese problema y salió del paso con su pangénesis, sustentada en, otra vez es necesario mentar al desprestigiado Lamarck.

En nuestro tiempo, la Dra. Lynn Margulis  partió de su aceptada “Teoría de la Endosimbiosis” para plantear, en su “Teoría Simbiogenética”, la posibilidad de la modificación de la información genética  mediante factores como bacterias y los retrovirus, considerando la simbiogénesis el verdadero motor de la evolución.

Ahora tratemos algunos ejemplos desde los criterios de Lamar, ponderados desde nuestra actualidad. El ave que requiere el pico largo y curvo está sometida a un estrés de sobrevivencia que pudiera ser registrado de alguna forma como data pre-genética, la cual, acumulada bajo las circunstancias apropiadas, duración suficiente del estrés, coexistencia de otro factor colateral de subsistencia, la generalización e integración del estrés; puede, por acción de algún factor desencadenante, interno o externo, sobrepasar el umbral de la barrera de Weismann, y de esa forma actualizar evolutivamente al ser vivo de que se trate.

Lo mismo ocurriría con el ave que llegada a una isla en donde teniendo suficiente alimentos a baja altura y sin el estrés de depredadores, se le atrofian las alas y pierde la capacidad de volar. Obviamente pudiera ser, como lo postula la Teoría Sintética, por la aleatoriedad de una mutación, pero entonces no respondería a una adaptación propiamente dicha, referenciada a un espacio y un tiempo evolutivo determinado, sino a un hecho fortuito que pudo ocurrir en cualquier momento; convirtiéndose en factor que coarta las posibilidades adaptativas y evolutivas.

Imaginemos que todos los habitantes de una población deciden un día andar por siempre en sillas de ruedas. Y así cada generación, fiel a la tradición, desde el nacimiento inutilizan los miembros inferiores. Con normas estrictas de procreación garantizan la copulación muy “democrática” en función de conservar el promedio del genotipo. Y considerando que no ocurre ninguna mutación que beneficiara al colectivo y menos en cuanto a la especificidad de las piernas. Ahora, al cabo de cien mil años ¿cuál sería la morfología de los habitantes?  ¿Será la misma la información genética de la constitución de  los miembros inferiores, respecto de la de los antepasados fundadores?

También, supongamos que un insecto  se topa con un depredador nuevo, del cual logra escapar escondiéndose tras alguna hoja. Luego ese insecto desarrolla evolutivamente en su lomo, a manera de camuflaje, una réplica de la hoja “salvadora”, La pregunta es ¿Cómo se produce la modificación genotípica en este caso?

Conforme a la Teoría Sintética ello solo pudo ocurrir por un proceso aleatorio de recombinación o mutación genética motorizado por el mecanismo de selección.  Ahora, el insecto, ante ese  estrés específico de sobrevivencia, ¿será que por azar nació un día con la novedad evolutiva de desarrollar una frondosa hoja en su lomo, o acaso también el “azar selectivo” le fue esculpiendo paso a paso el apéndice de símil vegetal?

Es decir, o fue el premio mayor de este y todos los universos que existan y puedan existir, si el azar configuró en el código genético del insecto la frondosa hoja, precisamente de la variedad de su entorno y justamente cuando la necesitaba, con envés, nervaduras y todo. Ni se diga si la modificación genotípica ocurrió por “cuotas” para ese caso, porque entonces el criterio de la aleatoriedad pasaría de increíble a ridículo.

Ahora, consideremos que, ante el cambio de las condiciones ambientales, al insecto le resulte en desventaja cargar con su hoja a cuestas. Entonces, conforme a la Teoría Sintética, no le quedaría otra que rogar porque al azar se le ocurra borrar precisamente ese inserto en su codificación genética.

¿Será que en verdad ocurre así; o será que los seres vivos participan de alguna forma de la sinergia que impulsa la evolución?

¿Será el marco circunstancial medioambiental, biológico y genético, el que fuerza y posibilita la adaptación?

¿Será que es precisamente el estrés biológico y medioambiental positivo o negativo, lo que acelera o desencadena los mecanismos evolutivos?

Supongamos a una especie de luciérnagas en la que todas las hembras en determinado momento empiecen a preferir las luces de los machos que tiendan a determinada longitud de onda... Ante tal situación se pudieren presentar varias posibilidades: 
1- Que la preferencia sea excluyente y suficiente para que los machos no privilegiados se vean ante su lenta pero inexorable extinción genética, por una selección natural que no tiene dificultad para imponer su ley. 
2- Que tal preferencia no sea excluyente y no ejerza un estrés irremediable sobre los machos cuya configuración genética no les permita emitir la luz dentro de la longitud preferida por las hembras, como para acortarles el espacio evolutivo tanto que les impida el reajuste o reacomodo evolutivo, por lo que, aparte del mecanismo selectivo básico o primario; entre las machos de la especie se produce una verdadera lid por poseer la mejor luminiscencia de la tan apreciada por las hembras. Ocurriendo que mientras más mayoritario sea el estrés, mayor relevancia y oportunidad evolutiva tendrá. Así, dentro de los machos se produce un proceso evolutivo específico, cada individuo comenzará, merced al estrés, a registrar de alguna forma data a nivel genético no codificante, sin significado propio, pero que al irse ensamblando tras generaciones, como quien arma un rompecabezas, siempre dentro del marco de condiciones y circunstancias, termina en el tintero de la mutación codificando el ADN de la especie en un conjunto de mutaciones, o expresiones diversas del mismo cambio evolutivo, predestinadas  a  su vez a  cruzarse, escindirse o excluirse.

De tal forma que el nivel del estrés y su amplitud poblacional, el espacio evolutivo y las condiciones medioambientales, son determinantes para la configuración genética de los caracteres adquiridos.

Ese proceso pudo haber dado origen a las diversas expresiones de homínidos. Mecanismo que configura subprocesos que concluyen con la atomización dentro de las poblaciones de variaciones aleatorias de la misma respuesta a una necesidad evolutiva específica, inscrita dentro del patrimonio genético de la especie de que se trate, merced a mutaciones genéticas que constituyen conclusiones evolutivamente no necesarias, pero si esperadas.

De esa forma, dentro de la aparente aleatoriedad pura del mecanismo de selección natural, se producen procesos específicos o subprocesos que, desde su aleatoriedad específica -como los puntos de aquel impreso-, integran protagónicamente la circunstancialidad evolutiva al gran acontecimiento evolutivo, dándole sentido, coherencia y razón existencial a la  evolución.

Así, la gran variedad observable de mutaciones negativas son expresiones del proceso adaptativo de las poblaciones ante el estrés por diversas causas. Por ejemplo, los casos por muerte por cáncer de pulmón, serían expresión probabilística de los otros tantos que sobreviven a los efectos al estrés fisiológico autoinducido del tabaquismo, en caso concreto; desde quienes, dentro de las condiciones ya mencionadas, se va realizando un proceso que pudiere concluir en mutaciones fundamentales del código genético, que activen o impulsen el proceso de selección natural. Conformándose así un mecanismo evolutivo de acción-reacción, de convergencia-divergencia, de integración-exclusión, de competencia- cooperación; que dentro de una dinámica autosustentable maravillosa, posibilite, exprese e integre protagónicamente las circunstancias y manifestaciones evolutivas al gran acontecimiento evolutivo, sin que éste pierda la imponderabilidad e infinitud de su razón de ser.

Cabe destacar que el estrés puede ser tanto aquel cuya causa adversa a una población, especie o biosistema, estrés negativo; como el que responde a imperativos existenciales proactivos, estrés positivo, a lo que son proclives los seres conforme a su inteligencia y capacidad para razonar.

De esa forma también pudo haberse desarrollado el proceso evolutivo que desde aquel originario primate concluyó con la maravillosa máquina pensante humana. Bastó que en determinado momento y en las circunstancias y condiciones debidas, se iniciara el complejo mecanismo hacia la inscripción genética de la respuesta adaptativa –algo cercano a la “radiación adaptativa”- específica al estrés del entendimiento y comprensión de la realidad, para que se explayara en toda la variedad aleatoria de posibilidades del homo sapiens, cuya concreción, el ser con la capacidad de entendimiento y comprensión de su verdad existencial, la patentiza la única especie humana actual. Proceso que bien pudo -y puede- ser de enésima formas, incluyendo la conclusión del subproceso en cualquiera de sus etapas, con la consecuente extinción de todas las expresiones del homo sapiens; pasando por la coexistencia de varias especies de humanos; lo cual todavía es posible gracias a la manipulación del genoma humano.

Porque el movimiento natural de cada célula derivada de aquella primera eucariota, ha sido la vida en todas sus manifestaciones y posibilidades, y desde ello, la vida racional. Tanteando probabilísticamente la racionalidad, la evolución ha configurado, desde esa primera célula, toda una estructura viviente que expresa la racionalidad que pretende, y un ente concreto capaz de contemplarla, entenderla, comprenderla y poseerla, desde una entidad que trasciende la materialidad de la célula y participa de un plano existencial superior: el ser humano.

Cuando el ser humano adquiera suficiente autoestima y deje de creerse fruto de una quiniela y se mire en la hermosa, sublime y maravillosa concreción evolutiva que evidencia; seguramente su actitud ante el medio ambiente, su proceder ante la ciencia, su visión de la religión, su conducta existencial, su condición espiritual y su perspectiva evolutiva; cambiarán drásticamente.    

Una Forma de Mirar la Evolución
En la figura 1 se divisa el proceso evolutivo no en forma de lucha por adaptarse y sobrevivir al medio ambiente, sino en acción existencial de integrase a él, pues el ser vivo participa sinérgica y holísticamente de un maravilloso biosistema que lo crea y posibilita. Fuera de él esa vida concreta  y su evolución carecen de sentido.


A aquella primera célula (A), punto de convergencia de un acontecer que establece la característica fundamental y la potencialidad del proceso evolutivo a desarrollar, se le configura un proceso de estrés medioambiental que en condiciones de tiempo, modo y lugar, la escinden en versiones o posibilidades adaptativas evolutivas (B). Seguidamente ocurre un otro proceso de integración, equilibrio y descarte, que progresivamente concluye en la diferenciación definitiva de esas posibilidades evolutivas en un hecho evolutivo concreto: La especie (C); con dos fines principales: Estabilizar, ordenar y fundamentar eficazmente el proceso productivo; y sostener el equilibrio logrado del biosistema. Empero luego el estrés, tanto el medioambiental como el existencial, propio del ente, que lo obliga a ser; progresivamente puede ir forzando a cada especie o conjunto de especies, a un nuevo estatus evolutivo, o reajuste genético, expresadas en todas la variaciones posibles de su aptitud adaptativa (D), quienes de suyo, sin perder el impulso vital que las caracteriza, tenderán a su estabilidad y armonización con el biosistema.

Porque la vida se desarrolla en dos ámbitos: el del ser y el del biosistema que lo posibilita. Siendo que la expresión sinérgica de ambos conforma la evolución. Es decir,  el ser vivo, por sobre cualquier cosa, es y será posibilidad de lo posible; pero siempre debido a una circunstancialidad que lo caracteriza. En ese sentido, la combinación genética no puede ser considerada como un proceso “cerrado” de cuyos “errores” se nutre el cambio evolutivo; no, pues conforme a lo expuesto, es necesario agregar el factor del estrés, el propio del ser y el del biosistema, como la variable que desencadena y motoriza la evolución, conformándose así una unidad evolutiva (fig. 2), que constituye otra forma de plantear la evolución. Ya que no sólo se transmite al hijo (H) la data genética “estable”, “blindada” y codificante, padre (P) madre (M), sino también la acumulada del estrés existencial, venida de un proceso propio especialísimo (E).  De manera que cada ser vivo, cada especie o subespecie, constituyen unidades evolutivas que expresan y posibilitan el biosistema. Siendo la preservación de esa unidad evolutiva, lo que pretende la barrera a los cruzamientos genéticos entre las especies, y lo que la transmisión de la herencia considera, pues al heredarse unidades con un desarrollo evolutivo particularizado, la media, adaptativamente es desventajosa; resultando lógico lo que hace la evolución: considera la predominancia del factor de estrés para expresar en la descendencia las opciones de sobrevivencia ante la novedad del cruce de dos líneas con diferentes estrés existencial.

Ahora analizamos las figuras respecto de la evolución del ser humano (fig.1): Partiendo desde aquél primer homínido (A), surgen las diversas expresiones evolutivas (B); que terminan por conformar las diversas especies de homo (C); de las que por varias causas sobrevive solamente el homo sapiens; la cual entra en un nuevo ciclo de  escisión adaptativa que llevaría irremediablemente al descarte de algunas de sus expresiones y a la conformación de otras especies humanas. Y hacia allá se dirigía el destino probabilístico del ser humano, de no ser por un elemento del factor de estrés que cambió su camino evolutivo y amenaza con cambiar irremediablemente el de la mismísima evolución: la cultura; que acorta distancias e integra estreses y nichos evolutivos, aportando el factor contrario a la especiación: la sociabilidad.

Al respecto cabe mencionar que los registros históricos hablan de la extinción de la especie humana Neanderthal hace apenas unos 30 mil años; ocupante durante más de 150.000 años de la actual Europa. Lo más probable es que haya sido por el descarte entre especies que compiten por el mismo nicho ecológico; pero al parecer hubo otro factor que coadyuvó a su extinción, como también de las demás especies humanas extintas: su estrecho sentido de socialización.

De manera que el Cromañón, además de su violencia explícita, traía y trae consigo tres cosas que le han permitido no solo sobrevivir, sino alcanzar la primacía evolutiva entre las especies, hasta el punto de entrever los secretos mismos de la evolución: la racionalidad, la cultura y el alto sentido de sociabilización.     

Otro aspecto a considerar es: Si la evolución es aleatoria ¿por qué los simios han permanecido varados evolutivamente desde hace unos 5 millones de años sin cambios significativos; mientras que el homo se explayó en diversas posibilidades que terminaron con la maravillosa máquina pensante del humano actual? ¿No sería probabilísticamente más posible, y creíble, conforme a la Teoría Sintética, que se hubiesen producido cambios más o menos tanto en uno y como en otro? ¿No será que la estabilidad es la tendencia y el cambio el medio? Es decir, el cambio expresa un propósito evolutivo; por lo que el grado de estabilidad evolutiva implica la mayor o menor necesidad de cambio ante el estrés existencial. De esa forma, los monos no han evolucionado mayormente desde allá, simplemente porque no lo han requerido, y porque ellos expresan probabilísticamente la posibilidad concretada del ser humano. O sea, dentro del género homínido, tanto los monos como el homo constituyen posibilidades evolutivas, o, dicho de otra forma, el ser humano existe porque los monos y los homo existieron y o existen. 

Consideremos esto: Cuantitativamente los monos triunfaron sobre sus primos, los homos, pues en 5 millones de años han permanecido estables al estrés existencial, mientras sus parientes genéticos han sufrido los embates de la extinción y de ellos solamente sobrevive una especie; ni se diga respecto de los cocodrilos o puercoespines. Empero cualitativamente, el ser humano, aún extinguiéndose en este instante, o incluso, habiéndolo hecho hace 10.000 años, por ejemplo, constituye un triunfo evolutivo prodigioso; que al final no es solamente de él, sino de todo el biosistema que lo posibilitó.

De manera que el cambio evolutivo expresa una aptitud ante el estrés existencial. La diferencia fundamental entre el mono y el ser humano, es el estrés hacia la racionalidad que se desató en éste. Mientras el mono no ha necesitado mayor inteligencia que la que ha tenido; el ser humano cayó en el “círculo virtuoso” del raciocinio, que ha ido conformando necesidades trascendentes y teológicas más allá de la inmediatez del sobrevivir, revelándole un nuevo plano existencial: el espiritual.

Por ejemplo: Por ese estrés hacia la racionalidad, o estrés racional, se hizo hábil, y en desarrollo de esa habilidad se ha hecho más inteligente. También, seguramente por ese estrés cognitivo, como aseguran algunos, buscó la alta calidad de las proteínas y nutrientes de origen animal y los minerales y oligoelementos de la variedad vegetal, los que a su vez le posibilitaron un mayor desarrollo de su racionalidad. Considerando también que el estrés adicional de obtener esos nutrientes de forma segura y suficiente, lo llevó a todo el desarrollo tecnológico de la caza y la pesca, y al hito en su desarrollo evolutivo: la agricultura; cuando el ser humano se inició  a jalonear las riendas del estrés medioambiental.
      
Luego es estas reflexiones cabe volver a cuestionarse:

¿Por qué en la evolución existen etapas de cambios drásticos, tal como la “explosión del Cámbrico”, dentro de un amplio abanico de opciones, para luego estrecharse y ralentizarse? ¿Acaso es nuestra existencia evidencia del fracaso del intento de la creación del reino de los homínidos pensantes; en la pretensión de emular el éxito de los dinosaurios? Luego entonces ¿Cuáles son los factores que posibilitan y motorizan esos virajes evolutivos? ¿Por qué la existencia de las especies? ¿Cuál es la razón que mueve a la evolución? ¿La evolución, lato sensu, es la mera suma de cambios adaptativos ciegos y de mutaciones azarosas; o será que responde a una razón superior que mueve la vida y cuya aleatoriedad no es sino consecuencia de su infinita posibilidad? ¿No será que de la evolución nos empeñamos en leer el texto de la data paleontológica y biogenética y no el contexto existencial que expresan?

Evolución del Universo
Resulta imposible y torpe  enfocar la evolución de las especies sin considerar la evolución del universo; probablemente venido de un único acontecimiento inicial, y capaz, desde cierto estadio evolutivo, de fabricar a cada rato los componentes esenciales para la vida; atomizada desde una célula en maravillosa expresión de posibilidades, cuya corona es la racionalidad, que cuestionando su origen, hila la evolución hasta aquella célula madre nacida de la explosión de la estrella fuente de su materia orgánica, y que está aquí  en el universo, origen de su ser físico, intelectual y espiritual.

Es decir, el universo tiene una expresión: su materialidad histórica; un motor: la evolución; un propósito: la vida; y un fin: la racionalidad. Todo dentro de un abanico de probabilidades y posibilidades que desde la simpleza de un origen común, diverge en complejidades que convergidas en simplezas que se explayan en nuevas complejidades, y así sucesivamente.

Y es en el punto de inflexión de aquella primera célula, en el que debe ubicarse el estudio de la evolución, para en perspectiva y retrospectiva tener mayores argumentos para ponderar su data científica específica, y así no naufragar tratando de comprender el fenómeno evolutivo desde determinada vicisitud o circunstancia y no desde los predios de su razón de ser.

Porque la historia  evolutiva del universo pareciera responder a la atomización de fenómenos de construcción y reconstrucción de trasformación de la materia, que al final sería el big bang, y cuya razón se justifica y manifiesta en su amplitud probabilística.

Tal vez  radique allí el problema del estudio de la evolución, considerarla desde su contingencia y no en cuanto expresión de un mismo acontecimiento universal. La diferencia es fundamental: Los prioridad de los sucesos es el cambio; mientras que la del acontecimiento evolutivo universal necesariamente debe ser la estabilidad de esos cambios en todo su abanico probabilístico.

Desde esa óptica,  la cualidad esencial de la evolución no es el su acción de cambio, que la expresa, sino su tendencia irrevocable a la estabilidad que la posibilita. No se evoluciona para cambiar o adaptarse, sino que se cambia y se adapta para posibilitar la evolución, en cuanto acontecimiento universal que está por sobre cualquier circunstancia determinada; se evoluciona para manifestar la vida en toda su potencialidad y posibilidad.

Por eso es que la evolución se cierra a determinaciones circunstanciales, como sostienen neodawinistas. Empero también, la evolución debe posibilitar, por algún mecanismo "simplemente complejo", la expresión de las circunstancias que la manifiestan, dentro de la lógica  de la razón evolutiva, conforme al postulado de Lamarck. Porque ambos criterios  no son excluyentes sino complementarios.

La propia especiación, no es sino instrumento para mantener a la evolución su aleatoriedad dentro de la razón que la impulsa y de la lógica mecánica material que la caracteriza, evitando su desbocamiento del propósito, lato sensu, del acontecimiento evolutivo. Las especies expresan el orden y la estabilidad de la dinámica evolutiva.

Definitivamente, la probabilística evolutiva, como la estocástica de aquel impreso, está determinada en toda su posibilidad por un propósito existencial que la delinea, le da sentido, coherencia y estabilidad, y fundamentalmente la enmarca y posibilita dentro de cada circunstancia.

Tal vez sea esa característica la “piedra rosetta” de la evolución. Lo que en cierta forma planteaba Lamarck. Pues conocer el verdadero mecanismo evolutivo de las especies sería un gigantesco paso hacia el entendimiento del fenómeno evolutivo  y un importantísimo “pinino” en la comprensión de la razón existencial del universo.

La evolución huye del desbocamiento azaroso de su probabilística. Ello es la razón de ser la especiación: un mecanismo de control, direccionamiento, pertinencia y eficacia de la probabilística evolutiva en toda su amplitud y posibilidad, en función de la razón existencial que la fundamenta.

Por eso  es que el ser humano no puede ser simplemente un simple error evolutivo, pues él  responde a un propósito evolutivo: la vida racional.

Por supuesto, ello no implica desconocer la recombinación genética ni la mutación, y sus roles fundamentales a la maravillosa mecánica que se vislumbra de los procesos evolutivos.  Es más, no sería de extrañar que genialidades tan precoces y asombrosas como la de Mozart, se deban a alguno de esos factores tal como la Teoría Sintética lo plantea. Y sin lugar a dudas, la “unicidad” de los seres vivos, principio fundamental de la evolución, por su esencia es un evento aleatorio. Luego entonces, de lo que se trata es de ubicarlos en sus justos lugares contextuales respecto del gran acontecimiento evolutivo del universo. Porque si bien la evolución debe necesariamente tener una razón de ser; también su infinita posibilidad le impone un mecanismo que concrete existencialmente esa razón en los infinitos caminos evolutivos que la expresan.  

Si a algo está llevando la investigación científica al plantear la igualdad de toda la materia del universo -conocida hasta ahora-, es a colocar la vida racional en la cresta probabilística de la evolución. Valga decir, la racionalidad, o facultad para comprenderse en el proceso evolutivo, expresa el momento en que la evolución se vuelca hacia sí misma, hacia su auto comprensión y posibilitación.

Luego entonces he aquí la pregunta ¿Será acaso el descubrimiento del código genético y la manipulación biogenética producto de un “error”, por llevar a la evolución a atentar contra sí misma; o, por el contrario, será un camino evolutivo más allá de los planteados por Darwin, Lamarck y Wallace?

¿Será la biogenética la puerta por la que la evolución se abre a otras posibilidades? Posibilidades que aunque puedan resultar catastróficas a la especie; para la evolución en cualquier caso serán siempre posibilidades.

El  definir la bondad de ese camino evolutivo es asunto esencialmente ético. Constituyendo una posibilidad sublime que ofrece la evolución: El direccionamiento ético racional de la mecanicidad evolutiva. La convergencia de dos planos de un mismo acontecimiento existencial: el material y el espiritual. El reencuentro inevitable de la ciencia con Dios, o el tropiezo ineludible de la religión con el saber científico.

Porque el ser humano tiene otra evolución más inmediata, o subproceso evolutivo, que lo expresa y posibilita desde su “estrés racional”, y a la que crea y transforma directamente desde su circunstancialidad: la evolución cultural.

De tal forma que el reto ético racional espiritual del ser humano es inmenso: Qué hacer con el roll protagónico en este espacio evolutivo que le otorga la evolución.

Muy lejos se queda cualquier mecanismo de inscripción genética de los caracteres adquiridos, la selección adaptativa y la  tómbola de las mutaciones aleatorias. Ahora es el ser humano quien tiene en sus manos la capacidad de leer y descifrar el código genético, la “fórmula de la vida”, el secreto de la evolución de los seres vivos. Ya está afanado en parcharlo y sin duda alguna avanzará hasta reescribirlo; en procura del ser humano “perfecto”, de su eternidad existencial, de su supervivencia evolutiva o de lo que sea, pero siempre tejiendo de la complejísima urdimbre de la evolución, hasta que, coronado por el triunfo o víctima de su torpeza, de cualquier forma y en todo caso, comprenda que su tan maravillosa aventura evolutiva, tan solo fue simple expresión probabilística de un acontecimiento, ahora sí, para él en ese momento, cuando divise el fin de su ciclo evolutivo, definitivamente eterno. Entonces se acordará nuevamente de Dios.

El problema de la Teoría de la Evolución no ha sido técnico. La piedra de tranca para un planteamiento más coherente y lógico ha sido el trasfondo ético espiritual que insinúa, encallejonado por los “mal paridos” y peor “criados”,  criterios positivistas del siglo XIX. En ese sentido, el criterio de Lamarck fue tan contundentemente rechazado, y la barrera de Weismann tan unánimemente aceptada, más que por criterios técnicos, por prejuicios científicos.

Empero ello no es negativo, pues ese divorcio ciencia-espiritualidad expresa un proceso evolutivo que está elevando la racionalidad hasta niveles inalcanzables para ambas manifestaciones de un mismo ser y de una misma realidad. La ciencia, huyéndole a la espiritualidad, la revela a cada rato y la cubre con la alfombra de los prejuicios. Mientras que la espiritualidad, sin el conocimiento científico pierde contacto con la realidad, y por ello se despoja de cualidad existencial real, haciéndose inútil existencialmente.

Lógicamente lo sensato es mantener ambas expresiones existenciales, separadas lo justo para no pierdan su identidad y no se inutilicen mutuamente; y  comunicadas lo suficiente para que se asienten en la realidad evolutiva que las manifiesta, y no renieguen de la racionalidad que las legitima e integra en una misma expresión existencial.

Sin lugar a dudas, este momento histórico de la ciencia  es crucial, sobretodo específicamente en materia de biogenética. Ya el problema no es solamente el hacerse de un arsenal teórico tecnológico, sino de cómo instrumentar el conocimiento y desarrollo de la tecnología hacia el bien existencial de la especie.

Porque el verdadero reto para el ser humano no es evitar la extinción, que haga lo que haga tarde o temprano ocurrirá. Su reto es sustanciar su racionalidad para desarrollar su existencia en toda su plenitud posible en cada circunstancia evolutiva; su reto es descubrir y participar de otro plano de realidad intangible pero tan real como el que ve y siente: el ético espiritual. Su reto es comprender y comprenderse sinérgica y holísticamente en el gran acontecimiento existencial del universo.


Su reto, ahorita, en este instante, en resumidas cuentas, es aprender a existir; en paz consigo mismo, en equilibrio con el medio ambiente y en armonía con la evolución detrás de cuyos secretos anda.


Javier A. Rodríguez G.

jueves, 26 de abril de 2018

LA POLÍTICA DE LO ABSURDO


El gran salto evolutivo de la humanidad, el cultural, es relativamente  reciente, apenas unos diez mil años, cuando el ser humano, más allá del simple sobrevivir comenzó a preocuparse del vivir, en toda la potencialidad que desconocía, y desconoce, pero que intuye.  Descubriendo de esta forma una expresión integradora y potenciadora de su existencialidad: la cultural; y una dimensión  superior de su ser: la espiritual.

La cultura  funde la existencia humana hacia un acontecimiento que la trasciende, la humanidad; y la proyecta hacia un estatus superior: la espiritualidad. Valga decir, la humanización expresa existencialmente la espiritualización del ser humano, pues a éste, al contrario del animal no racional, quien agota su posibilidad existencial dentro de los linderos evolutivos; lo impulsa la implenitud de ser que lo caracteriza, ese "apetito" por ser cada vez más humano, esa "hambre" espiritual que a la vez de sustanciar su vivir, le da el desasosiego, la incertidumbre, el asombro, que motorizan su conciencia y razón hacia la pasión de un acontecimiento existencial que comenzó recogiéndolo en la religión, continuó tratando de resumirlo en la ciencia, intenta comprenderlo desde la espiritualidad, y siempre estará con él como acto de esperanza y fe.

Paradójicamente la conciencia cultural, en cuanto expresión existencial colectiva, antes que todo y por su esencia, individualiza al ser humano, en toda su unicidad, potencialidad existencial y posibilidad evolutiva; para luego integrarlo holística y sinérgicamente al gran acontecimiento político de su existir, que es la sociedad. Siendo ese precisamente el cambio de paradigma que convulsiona a las sociedades contemporáneas.

Una sociedad tan posible como lo sea el ser humano y tan amplia como lo sea la libertad de sus individuos, implica un vuelto total a los criterios filosóficos, políticos, jurídicos y sociológicos tradicionales, pues supone la consideración del cuerpo social no como la mera suma indiferenciada de voluntades hacia un propósito en común, sino en cuanto manifestación sinérgica de un acto existencial íntimo, exclusivo de un individuo que lo integra holísticamente a un acontecimiento existencial  colectivo que lo trasciende.  

Siendo desde esos criterios que lejos van quedando las posturas tradicionales del Derecho, subsumidos en el foso de la racionalidad descontextualizada del acontecimiento existencial humano y cada vez más distantes de la buena nueva que implican los Derechos Humanos, al anteponer el Derecho a la razón,  pues preexiste a la conciencia que se tenga de él, en cuanto facultad del ser individual, que a la vez que lo posibilita existencialmente por sobre sus propias limitaciones evolutivas, lo integra sinérgicamente a la posibilidad de su concreción evolutiva que le significa la sociedad.

Así, la política fundamentada en criterios maquiavélicos luce trasnochada ante el nuevo paradigma que se abre paso entre chamizal de sofismas y criterios rancios.  En ese sentido, los  conatos jurídicos como el de Hammurabi y la maravillosa obra jurídica romana, no fueron puntos de partida del Derecho, sino inicios referenciales de un descubrimiento que monta y desmonta estructuras "racionales", en busca de verdades evolutiva y probabilísticamente funcionales a su ser individual y social. Quehacer en el cual, desde un Derecho esencialmente formalista ha mutado hacia la consustanciación, sobretodo, con la sinergia que impulsa al cuerpo social; y desde un Derecho como simple producto racional, tal cual la locomotora o el telar  o la licuadora, se ha entrañado hasta  la mismísima cualidad de ser del individuo.  Acontecimientos que han ido desbaratando los criterios clásicos del Estado.

La cultura construyendo al individuo, el individuo fundamentando el Derecho, el Derecho instrumentando la justicia y concretando el Estado, el Estado posibilitando la sociedad;  y la sociedad, el Estado, el Derecho y la justicia, con una sola razón de ser fundamental: el pueblo hecho individuo, el individuo hecho ciudadano y el ciudadano protagonista del acontecimiento social.

Estado de Derecho y de Justicia
Indudablemente, el gran acontecimiento político de la modernidad, es el establecimiento del Estado de Derecho y de justicia, en cuanto razón natural a la convivencia  social humana. Siendo inmenso su valor evolutivo, porque eleva la racionalidad humana hasta los niveles  del existir espiritual, que no se ve, pero que es tan real como la estrella que orbitamos con nuestro planeta.

El Estado de Derecho y de justicia implica la obsolescencia del señor feudal, faraones, zares, reyes, caciques y los caudilluelos y sus formas intelectualmente edulcoradas del "gendarme necesario", para reconocer el poder generatriz de lo del Estado en el ciudadano.

En verdad todo auténtico Estado por antonomasia es de Derecho y de justicia, libertario e igualitario.

Es la Economía, “Mijito”
De la economía ni se diga. La ciencia económica naufraga si se prostituye al contubernio de intereses bastardos y refinamientos intelectualoides., desvinculándose de su epicentro de acción: el ser humano y su buen vivir en sociedad.

Cuando los conceptos y los fines están claros, la acción política es simple. La economía es tanto más compleja, cuanto más se distancie de su razón natural. De manera que el  problema de la política  económica no está en el accionar, sino en la conceptualización que origina la acción.  Por supuesto,  los criterios en materia económica no han escapado de la hilaridad evolutiva, que progresivamente va deshebrando conceptualmente las complejidades de la vida social.

Para Adam Smith el epicentro de la acción económica radicaba en la nación, en cuanto acontecimiento histórico-cultural-político; por lo que el individuo  resulta vasallo de un acontecer histórico cuya gloria, riqueza y esplendor está referenciada a un “todos” etéreo, sin sustancialidad real, concreta, en la sociedad  y el ser humano que la integra. Es un criterio anti ético, por distanciarse del ser humano y así hacerlo presa de su egoísmo y antivalores, mientras pretende una "riqueza" que no alcanza y que además nunca podría ser suya.

Mientras que para Carlos Marx, la acción económica era un proceso social injusto determinado históricamente y, por  ende, revertible mediante la ubicación  y conciencia  del estatus evolutivo del cuerpo social.  Por esa concepción el individuo resulta en protagonista soso de la historia, cuando no espiritualmente miserable. Forzado históricamente a su condición social, basta el enroque revolucionario, ilustrado por los iluminados, para alcanzar el último estatus del proceso evolutivo del cuerpo social. Resulta en una postura anti ética, por negar al ser humano en su ser espiritual y en su potencialidad y libertad evolutiva; prepotente, por pretender imponer la voluntad a la realidad evolutiva; insuficiente, porque enfoca al ser humano desde una sola de sus aristas existenciales; discriminatoria, por imponer un credo a un acontecimiento histórico social cuya diversidad expresa a diferentes individuos que al fin y al cabo resulta en un mismo ser humano y su realidad, que los abarca a todos; y  por eso es torpe, pues al escindir los credos y el obrar humano para conceptualizar la acción política, se infertilizan las ideas y se atrofia la acción.

A todas estas cabe preguntarse ¿Si no es para posibilitar la plenitud existencial, el buen vivir en sociedad; si no es para que la sociedad desarrolle en toda su posibilidad su promedio evolutivo; si no es para que el individuo se desenvuelva en toda su potencialidad; si no es para que la familia disfrute los momentos maravillosos que le regala el existir; si no es para que el hambriento coma y el sediento beba; si no es para que el cantor cante, el pintor pinte, el poeta sueñe, el escritor escriba, el jugador juegue, el deportista compita, el bailarín baile, el productor produzca, el artesano cree; si no es para justificar la racionalidad que corona el instante maravilloso, único e irrepetible, que le regala la existencialidad al ser humano? Entonces  ¡¡¿Para qué carajos es el Estado?!!

Es que sobran, estorban las ideologías cuando la acción política es ética y honesta; cuando se valora el acontecer social desde la intimidad del ser humano y no desde los hechos que lo manifiestan ni de los procesos que los integran; cuando se promedia el cuerpo social a su óptima expresión; cuando la política se desarrolla dentro de un Estado de Derecho, de justicia, de igualdad y de paz.

Por supuesto, es la forma de comprender y conceptualizar el mundo la que pervierte el juicio social a sofisma, y es el sofisma el que inutiliza la acción política. Por eso el principal enemigo del actor político es él mismo, son las falacias de su credo, es la estrechez de su visión política, son los prejuicios políticos que arrastra, es la prepotencia intelectual de plantear su perspectiva política como la verdad del ente social y, por ende, mirar al adversario político como el enemigo a vencer y no como el complemento a integrar. Por eso las sociedades sometidas a esos regímenes políticamente miopes, resultan evolutivamente discapacitadas, ineficaces e ineficientes.

A la luz de lo dicho, el dilema en  las sociedades contemporáneas no es entre el ser rico o pobre, del capitalismo; ni entre el ser proletario o burgués, del socialismo tradicional; y mucho menos entre capitalismo o socialismo. Resulta absurdo que en una actualidad evolutiva en la que el ser humano conoce más que nunca sobre sus orígenes; cuando se sabe pariente muy cercano del chimpancé; conoce que evolutivamente ha compartido la misma ubre que la cebra, y que igual al cují,  genéticamente expresa una versión del mismo acontecimiento maravilloso que los origina: la vida. Cuando las diferencias físicas, culturales y raciales han sido  relegadas a meras manifestaciones patrimoniales de un mismo camino evolutivo, cuya estrechez, biológica genética  en el pasado, y física y cultural en la actualidad, convergen a los seres humanos hacia una única expresión existencial, cuya diversidad no es sino evidencia de su riqueza y posibilidad. Cuando las sociedades humanas no son ya calabozos al libre albedrío, ni predestinaciones históricas que marionetizan al ser humano, ni medios para instrumentar el egoísmo, ni mero contrato de no agresión, ni instrumento de dominación y poder; sino que constituyen expresiones  necesarias, complementarias y sobretodo posibles, de un único ser humano. Cuando, el Apolo 11 le restregó en la cara a la humanidad lo poquita cosa que es, un granito de arena en el océano infinito del universo; pero también  le reveló  como nunca nada a su conciencia, la inmensidad y posibilidad infinita de la maravillosa cualidad existencial que lo privilegia: la vida.

Cuando todo ello, resulta absurdo continuar desperdiciando la política parcelándola en credos tan cortitos de eficacia real como menguada se revela la intelectualidad de sus proponentes. No se trata de "erradicar" la pobreza y menos de "empoderar" a los pobres, sin definir la riqueza; pues entonces cualquier planteamiento resulta falaz. Tampoco  se trata de hacer de la sociedad una gallera; el palenque en el que las "clases sociales"  pretendan destruir recíprocamente en la otra los efectos de los males sociales; en vez de integrarse y complementarse para comprender, corregir o readaptarse a las causas que le impiden mayor eficacia y eficiencia al cuerpo social. Mucho menos se trata de poner al ser humano a orbitar una estructura ideológica que por su esencia es parcializada, incompleta y desechable. Y no se diga de la perversión intelectual de hacer de los criterios políticos de ciertos sujetos históricos, catecismos a seguir a pie de letra, con santiguado y todo.

Sin Excusas
No existe excusa intelectual posible  para semejantes entuertos políticos que padecen las sociedades hoy en día. Las deficiencias y sofismas conceptuales de un Adam Smith o un Carlos Marx, se explican por los "años luz" que distan sus momentos históricos a los exponencialmente acelerados tiempos contemporáneos. No tenían manera esos personajes de mirar al ser humano, a las sociedades y al universo, fuera de la estrecha perspectiva  y retrospectiva que les permitía su ubicación histórica evolutiva. Si hubiesen podido ojear nuestra actualidad, en el conocer mejor, biológica, genética, social, política, cultural y espiritualmente al ser humano, y en el mirar con mayores argumentos el  transcurrir evolutivo de sus sociedades; no habrían desperdiciado tanta tinta, papel, horas de sueño y ginebra, en  los disparates asentados en sus excelentes obras, que los siglos cada vez promedian hacia regulares. Pero el que hoy en día un sujeto con un promedio de capacidad intelectual se aferre a criterios políticos torpes y obsoletos de hace siglos, no tiene excusa posible; o es un incapaz o es un soberano embustero.

No existe excusa para que en un país entre los diez más grandes productores de petróleo y con la más grande reserva petrolera del planeta, además de inmensas riquezas minerales, forestales, ganaderas, agrícolas y pecuarias; sus ciudadanos vivan en condiciones tan miserables. Un país en donde un jabón o una taza de mantequilla valen el salario mínimo. En donde enfermarse es prácticamente sentencia de muerte, por la falta de medicamentos y equipamiento en los hospitales. En donde los neonatos son despojados de la posibilidad de vivir,  por la ineficiencia de la administración de lo público. En donde el parque automotor está paralizado por el exorbitante costo de los repuestos y de los lubricantes que deberían sobrar en una potencia petrolera. En donde la producción está proscrita; limitándose el ciudadano a esperar la eventual dádiva gobiernera, cuando no a  la reventa de dólares, alimentos o dinero; amén del usufructo del privilegio de poseer un "punto de venta". En donde cunde el desasosiego, crece  la desesperanza y día a día aumenta la emigración. En donde la voluntad del Estado ha sido sustituida por voluntad de unos sujetos, y la carta magna ha sido abrogada por una ANC erigida como la fuente misma del poder soberano. En donde prácticamente no existe Estado ni impera el Derecho y la justicia auténtica brilla por su ausencia.

No existe excusa para que las embajadas rebosen de venezolanos queriendo huir de la desesperanza, del vacío de futuro que les asfixia la existencia, de la segregación criminal por un proyecto político que los niega existencialmente, de la fuerza centrípeta de una ideología  falaz de pretensiones hegemónicas, que todo ineluctablemente lo destruye; comenzando por el individuo, su  conciencia y capacidad crítica,  pasando por la familia, la productividad, la creatividad, la libertad y hasta la vida, terminando con el derrumbe estrepitoso de la sociedad misma.

No existe excusa para la desintegración familiar que acontece en la patria de Bolívar, por conseja de unos sujetos que hace siglos propusieron su erradicación como célula fundamental de la sociedad, para sustituirla por un ente comunal cohesionado (faces) por un vínculo político; sin considerar que el aglutinante conceptual fundamental de la familia no es el consanguíneo per se, sino fundamentalmente la necesidad evolutiva de enraizar lazos sociales inmediatos, posibles y eficaces, dentro del marco afectivo y trascendente que implica para el individuo y para la especie la preservación genética.

Más que rabia, da tristeza ver a la otrora altiva y ostentosa juventud venezolana, apesadumbrada buscando en otras patrias lo que le niega la suya. A venezolanos que jamás se habían alejado unas centenas de kilómetros de sus pueblos y barrios, tomando aviones, cuando no balsas y "caminos verdes", dejando atrás, junto a las lágrimas de las madres, el palmazo dolido al hombro, del padre, la melancolía de la familia y el extrañamiento de la comunidad; los sueños y esperanzas que le quedaban de su patria; llevándose, aparte de su mochila, lo único de lo que la ideología imperante no los pudo despojar: su dignidad y su fe.

No existe excusa para el insultante caradurismo de los actuales gobernantes, para la alegría que rebosa sus robustos rostros en medio de la gigantesca crisis económica que azota al país.

La Virtud del Disimulo
Es que en política hasta las apariencias deben guardarse.

Si alguien habiéndose ganado el premio mayor de la lotería le tocase asistir a un funeral, estaría ante el problema de con cuál rostro presentarse a cumplir con ese acto de solidaridad humana: con la alegría, sonrisa y despreocupación del multimillonario reciente, o con la adustez, respeto, consideración y solidaridad del caso. Indudablemente ese sujeto debería mantener la compostura  y pertinencia de su actitud, para al menos no insultar a  los dolientes y asistentes al evento mortuorio.

Al menos igual actitud se espera de los actuales gobernantes, quienes deberían evitar insultar al ciudadano venezolano, al presentarse con la frescura y despreocupación de quienes disfrutan las mieles encumbradas del poder, en el escenario de  padecimiento por la hambruna generalizada; de horror por la falta de medicamentos y la precariedad de los servicios de salud; de terror por la inseguridad imperante y por la inexistencia del Estado de Derecho; y desolación, por el derrumbe de la institucionalidad, la desintegración del núcleo familiar y el desmantelamiento de las bases históricas que asientan la venezolanidad. Al menos mantener las apariencias.

Al respecto decía un miembro de la cúpula del partido gobernante; el mismo que se ocupa de todos los cargos públicos habidos y por haber, el mismo que permutó la delgadez forzada por la robustez generosa al estilo "Quaker", el mismo que tiene gran parte de su árbol genealógico enraizado en la administración pública, el mismo que ha sido sacado por derrotas estruendosas de todos los cargos de elección popular que ha ejercido. Ese actor político aseguró recién entre carcajadas, que él “jamás se había sentido tan feliz”. Así cualquiera... La cuestión no  es lo que sienta o no, que es asunto de su exclusiva incumbencia; el problema es el contexto en el que lo dice. Al menos debería haber el mínimo respeto y apariencia de consideración y solidaridad ante el duelo de la sociedad venezolana.

Son los absurdos de la política vasalla de una ideología y desvinculada del ser humano. Resulta criminal que quien ejerce el poder y tiene la facultad para iniciar a terminar el padecimiento de la sociedad venezolana al día siguiente, si así lo quisiese, no lo haga por no contradecir los postulados de su ideología. No tiene perdón de Dios -al menos- el preferir que fallezcan neonatos por docenas por la falta de asepsia  en los hospitales, que padezcan penurias los adultos mayores y que mueran los ciudadanos por la falta de medicamentos y atención médica.  No admite absolución moral alienarse tan miserablemente a una ideología, solamente por el orgullo de no aceptar los errores, por la prepotencia de no evidenciar las ignorancias,  por el orgullo de no reconocer el sin sentido racional de muchas de las luchas históricas, por simplemente no querer o no poder mirar al ser humano desde una perspectiva  más amplia que la de la ranura de su ideología.

No tiene sentido un Estado en el que el trágico drama de la potencia petrolera mundial pinte escenas como estas: A un joven enfermo de apendicitis, lo ruletearon por tres hospitales hasta que murió por  indisponibilidad de quirófanos aptos. O esta otra: Un chofer que se ganaba la vida "ruleteando" con su  viejo Ford, ante la ausencia de clientes y por la imposibilidad de siquiera sostenerlo en el servicio básico del cambio del lubricante, lo vendió al precio irrisorio que le pudieron pagar, para adquirir medicinas y  alimentos hasta donde le alcance...; así, sin por ahora y sin después; en una desesperanza en la que no  existe más porvenir que la muerte. O este otro: El ciudadano enfermo que debe trasladarse semanalmente desde su pequeña población hasta la ciudad para su tratamiento médico –privado, porque público no hay- debe cancelar por transporte dos millones de bolívares; es decir, ocho millones mensuales gasta ese ciudadano solamente para trasladarse hasta el sitio médico; situación ante la cual, junto a su esposa y con un desasosiego escalofriante, optaron por ir vendiendo todos sus bienes hasta que, igual que ya la esperanza, se les agoten; y luego… la nada...

¡¡ Por Dios!!
Que esta élite gobernante tome conciencia de la gravedad de situación que padece el ciudadano, y en actitud fundamentalmente ética, sopesen el costo humano, social y político de  preservar los sofismas de una ideología, por sobre el sufrimiento de la sociedad entera. 

Es que es tan simple posibilitar el buen vivir de la sociedad, que no existe  escusa válida para no hacerlo. Por supuesto, ello implica un proceso que,  por ser toda posibilidad, no se concretará nunca a plenitud; pues es la implenitud, la insatisfacción existencial, lo que  impulsa la evolución social. Es decir, las sociedades humanas no llegan nunca a nada, no tienen un hasta aquí o hasta allá, pues ellas simplemente evolucionan, en una determinación probabilística que las impulsa. De manera que todo momento y toda circunstancia  será el momento y la circunstancia del ente social, no existen otros.

Por eso la política debe ser histórica, evolutiva y humanamente realista. La mejor ideología es la que no existe como tal, sino hecha fundamentales preceptos de vida. 

Así, la lucha no debe ser contra el capitalismo sino por el correcto uso del capital. No contra los ricos ni por los pobres, sino por la justa conceptualización y cualificación de la riqueza. No contra los molinos de viento de imperios que expían las culpas ajenas, sino contra las propias carencias conceptuales, vicios  y antivalores que pervierten la acción política.

La justicia a la "gruesa" puede ser desastrosamente injusta; mientras que la justicia auténtica o concreta, la equidad, como la llamaron los griegos y desarrollaron jurídica y políticamente los romanos, constituye un valor social, porque trasciende la igualdad formal, asentando en la realidad la acción política, pero también a la vez representa un estorbo a las facciones ideológicas, que por su naturaleza le huyen a la realidad que las encuentra y complementa con las demás. Valga decir, la auténtica justicia es por su esencia  democrática, libertaria y posibilitadora de lo social.

Ciertamente, la equidad desmonta cualquiera de esos mamotretos ideológicos  que se tejen desde las visiones parcializadas de la realidad, pues el primer acto auténticamente justo es el reconocer la existencia y validez relativa de las otras posturas ideológicas, ya que de lo contrario, relativamente se negaría también la suya  y se pondría a contramarcha de la democracia. La justicia auténtica determina la equidistancia entre las diversas ideologías o propuestas políticas referidas a la realidad histórico evolutiva de la sociedad, merced al instrumento  político que lo posibilita: la institucionalidad.

De manera que la convergencia democrática de diversas ideologías hacia el mismo propósito del Estado, atiende a una racionalidad superior, por realista y sensata, a las parcialidades que expresa y cuya suma excede. Es la inmensa virtud de las democracias, conciliar al ser humano y a las sociedades consigo mismos.

Por eso las sociedades con gobiernos de tendencia hegemonista resultan peligrosamente inestables. También por eso es que el "capitalismo", que absorbe sincréticamente los valores de otras ideologías, que ha demostrado capacidad incluso para vestir sus hábitos, y que, casos más, casos menos, ha demostrado pertinente y conveniente capacidad de tolerancia; ha logrado establecer sociedades más estables y posibles que los gobiernos de corte socialista tradicional, quienes por su naturaleza ideológica políticamente hegemónica y social y culturalmente excluyente, como la moda simplemente transcurren, sin gloria y generalmente con muchas penas acuestas.

La Terquedad Tiene Nombre y Apellido
A todas estas ¿Habrán reflexionado sobre ello los sujetos que nos gobiernan? ¿Estarán enterados de que es una reverendísima torpeza política el absurdo de pretender imponer los criterios de una parcialidad política a todo un país,  exterminando cualquier contrapeso ideológico? ¿No se habrán visto en el espejo de Cuba, que comenzó comunista  enseñoreada por la calle del medio, y está terminando puteando en la esquina con el capitalismo? ¿En verdad serán tan incapaces de lograr las sinapsis suficientes para  comprender y aceptar  al ser humano y a las sociedades en  todas sus dimensiones existenciales?

Algo anda mal en los predios neuronales de esos sujetos. No pueden estar juntas tanta ignorancia y torpeza. Si no entienden, que pregunten; y si se empecinan en proceder, que las voces sensatas de los suyos les adviertan. Pero nooo, todos agarraditos de las manos autómatamente cantando al unísono: A la víbora de la mar, por aquí podrán pasar, los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán...

¡Ahh, el poder! Cuando está en las buenas le sobran taitas, pero cuando cae en desgracia, resulta huérfano.

Abolición del Billete
En esos desatinos. Ante la escases drástica de billetes por la descomunal pérdida de valor de la moneda, que obliga a disponer de más billetes para comprar lo mismo; en vez de proceder ipsofacto a corregirlo, negaron esa realidad matemática y optaron por culpar al "imperio", aprovechando para suprimir el uso del papel moneda, ese instrumento del "demonio capitalista"  causante de tantos males sociales bla bla bla.  Todo ello sin considerar  que la sustitución total del papel moneda por transacciones digitales implica un proceso tecnológico, político, jurídico y sobretodo cultural.

De tal forma que ese empecinamiento del gobernante de sepultar vivos los billetes lo ha pagado caro la sociedad venezolana, por el incremento bestial en la ola inflacionaria, que ha generado. Hay que reconocer al gobernante el haber creado una fuente de negocios y lucro: la venta de dinero, la conformación de un círculo vicioso de la moneda, que depreda el sudor  de los muchos para en cada peaje ponerlo en las manos de unos pocos. Solamente se vieron forzados a desistir de semejante locura,  cuando la propuesta del nuevo cono comenzó a sonar como oferta electoral desde los predios opositores.

Igualmente, el permitir el encarecimiento exorbitante de los lubricantes y repuestos básicos para los vehículos, ha contribuido sobremanera al proceso inflacionario, por el incremento de los costos de trasporte de las mercancías y por influir en la oferta y la demanda, ya que, al restringirse considerablemente la movilización de las personas y los bienes, los mercados se estrechan, reduciendo la disponibilidad de productos, y por ello de opciones para el comprador.

El Dólar ¿La Alternativa?
Hace algunos años, pensar en el dólar como moneda de curso legal, era una locura; por la fortaleza histórica del Bolívar y por el sentido natural hacia la preservación de todo aquello que exprese la identidad nacional; más aún cuando la moneda tiene el nombre de El Libertador. Empero, actualmente la visión es otra. Un Bolívar devaluado en su valor y prostituido en su significado por sobre los extremos inimaginables, el cambio incipiente en el comercio y las transacciones financieras por medios electrónicos, y el auge de las monedas virtuales, lento pero ineluctable; generan otra visión estratégica respecto de esa divisa. 

Aunque suene duro; abandonar el aferramiento terco al Bolívar, es el primer paso para el cambio financiero definitivo de Venezuela. La globalización ha fortalecido inmensamente el dólar y debilitado considerablemente la gran mayoría de las otras divisas. Europa escapó de esto renunciando a sus monedas regionales para crear una en común. Latino América no tiene la madurez política ni la solidez económica ni la estabilidad social para emular a la Europa; por eso la opción para Venezuela no debe ser de enfrentarse al dólar, sino de unírsele; mejor dicho, aprovechar su fortaleza y estabilidad para ir cimentando todos los tipos, conocidos y por conocer, de transacciones comerciales y financieras electrónicas; a la par de apostar por las monedas virtuales; incluso avanzando hacia la creación del Bolívar virtual.

La dolarización implica disciplina monetaria y sinceridad administrativa: Se tendrían y se gastarían los dólares que se producen; con la ventaja de que al ser Venezuela un país fundamentalmente de exportación petrolera y minera, pues obviamente tendría parte del trabajo hecho. La dolarización también permitiría una economía más justa; por el acceso abierto a la divisa, sin los antros de privilegiación y corrupción en que se constituyen los controles de cambio.

En definitiva. El abrirse sin prejuicios pendejos al dólar, constituiría la excusa y el instrumento para la consolidación de otra forma de concebir y plantear la economía, el orientarse conceptualmente hacia la perspectiva existencial de las sociedades humanas que clarea el tercer milenio. Cuando el dólar pierda su hegemonía, seguramente nadie lo notará, porque habrá sido un proceso gradual y porque entonces la preocupación de los países sería otra: La hegemonía de una o varias monedas virtuales; tal vez el Washington o quizás  un Trump.

Sin Parangón
Para que el lector  de otros países referencien sus “crisis”  respecto de la espantosa que padece Venezuela: Sería como que si una taza de 500 gr de margarina costase en Argentina 7.000 pesos, en Colombia 560.000 pesos y en España  524 euros. O un neumático nro. 14, en Argentina: 600.000 pesos, en Colombia: 47 millones de pesos y en España: 42.000 Euros. O un litro de aceite lubricante mineral para automotores: en Argentina: 28.000 pesos, en Colombia: 2.200.000 pesos y en España: 2.000 euros. 

Contrástense las condiciones de penurias que padece la mayoría de la sociedad venezolana, con la frescura, despreocupación y felicidad de la élite gobernante...

Definitivamente a estos políticos gobernantes el opio ideológico los ha alejado de la realidad. ¿Qué les pasará a esos directores económicos por la cabeza? ¿Tendrán las redes neuronales suficientes para entender y comprender las verdaderas causas de esta atroz crisis, y para actuar en consecuencia? ¿O será que los muy… se hacen los “pistolos” y saben muy bien lo que están haciendo: destruir el país para fundar el suyo, en versión bolivariana de la Unión Soviética?

Sin Conocimiento la Voluntad Naufraga
Es que resulta tan fácil iniciar el vuelco  para bien de este estado de cosas criminal que padece Venezuela. Solo hace falta un poquito de conocimiento, un poquito de sensatez, un poquito de voluntad, un poquito de humildad y un poquito de ética. Asentarse en la institucionalidad para posibilitar que la sociedad inicie por sí sola su transformación.

El problema es que el restituirle el poder al Estado y su institucionalidad, implica renunciar a su control y manipulación en función del credo, y sin ello la hegemonía ideológica no es posible,  y por tanto, tampoco la concreción del proyecto histórico socialista, tal cual ellos lo conciben.

Es decir, estos gobiernos de corte socialista tradicional terminan arrastrados hacia los mismos sofismas que orbitan, antes que desprenderse de ellos para buscar otras realidades y posibilidades respecto de las cuales gravitar.

Ese precisamente es el quid del asunto. Si estos sujetos proceden a los cambios que deben hacer, necesariamente entrarían en contradicción con gran parte de los postulados de la ideología que profesan; prefiriendo hundir el barco antes que cometer semejante sacrilegio.

Para iniciar  el gran viraje político que exige el país, se deben establecer algunos puntos de acción: Garantizar el respeto equitativo de la propiedad privada.  Hacerle caso a Adam Smith; es decir, comprender la verdadera naturaleza del mecanismo de la oferta y la demanda y del libre mercado, para aprovecharlos al bienestar social. Entender que al Estado le importa un pito la humana intencionalidad del actor económico; o sea, si lo hace por altruismo, amor a la patria, conciencia y solidaridad social, egoísmo, el sólo desarrollo tecnológico, puro enriquecimiento, ánimo de explotación capitalista etc.; simplemente porque resulta inoficioso ocuparse de ello, en desmedro de su verdadera preocupación: converger todas esas voluntades productivas en un solo hecho económico, posibilitado gracias a la institucionalidad, la justicia, la igualdad, la libertad y a la autoridad de la ley. Aceptar que  los bienes y servicios tienen un costo, que se deben pagar a precio lo más  justo posible, pero se deben pagar. Abandonar de una vez por todas el criterio estúpido de la lucha de clases, que siempre termina en un quítate tú para ponerme yo; apostando más bien por el reencuentro social en un mismo propósito: la mayor plenitud posible en el buen vivir. Aceptar la evidencia histórica y la realidad evolutiva, de que las sociedades humanas siempre, en mayor  o menor grado y por diversos factores, terminan estratificándose socialmente; lo cual al contrario de ser un problema, constituye una ventaja que expresa la riqueza existencial del ser humano y, por ende, su potencial de desarrollo, estabilidad y paz.

También se debe echar al albañal esa intención absurda de derrotar al imperio para iniciar el reino de los países libres... , y dedicarse más bien a  que reine en el país el buen vivir, que es la mejor manera de que el mundo cambie.

Porque el problema no son los imperios sino el fundamento político sociológico que los legitima. 

En el sur estadounidense, veinte "blancos" controlaban a quinientos esclavos "negros", no porque tuvieran el poder físico para ello, sino porque los "negros" tenían encadenadas sus conciencias. Igualmente, una sola "potencia"  no podría contra ciento ochenta países que lo superan en disponibilidad de armamento, recursos humanos y estratégicos; a no ser que éstos lo permitan. El actual gobernante denuncia cuasi histéricamente los crímenes de los marines y la posibilidad de que invadan a Venezuela; pero a la vez les regala el combustible, asfalto, gas y alimentos a las familias de esos marines, en gran parte de origen “afrodescendiente” y latinoamericano; procreando los hijos y sobrinos que sustituirán a sus consanguíneos en las huestes imperialistas… Es decir, los imperios expresan la conformación política, sociológica, cultural que los posibilita y sustenta.

El Cambio del Cambio
El primer gran cambio que debe hacer un socialista tradicional, es el de sus falacias ideológicas. La casi totalidad se niega a ello; luego entonces son cambiados, cuando no  extirpados socialmente. Otro, como Cuba,  no da brazo a torcer y simplemente agoniza, mientras recula ideológicamente, con la anti ética de no aceptar sus yerros, que objetivamente sopesados con sus logros y contextualizados histórica y culturalmente, legitimarían sus luchas de cara al porvenir y harían del aprendizaje del fracaso, el  basamento de la nueva sociedad cubana. Otro,  como China, ha mutado desde el comunismo radical hasta un socialismo duro, enyuntando la dictadura institucionalizada de un partido, con los criterios capitalistas más salvajes; ello merced a la configuración cultural de la sociedad china, históricamente sometida a dinastías y, por ende, con un criterio  tan relativizado de la libertad, que toca incluso los linderos del vasallaje.

Si esta gente que nos gobierna tuviese alguna forma de sacar avante eficazmente al país con los criterios y acciones que exponen; en honor a la objetividad habría que reconocerlo. Pero es que pensando como piensan, creyendo en lo que creen y actuando como actúan, no tienen  posibilidad alguna de éxito.  Todavía, si tuvieran el 95% del apoyo social, al menos la violencia social probabilísticamente estaría  más distante; pero con el país seccionado en dos partes, los augurios de la paz social no son buenos.

La realidad es que el “proceso bolivariano está agotado”. No da más. Han intentado y experimentado socialmente con todo; y luego de 20 años lo que pueden exhibir es la crisis económica más gigantesca de la historia del país y una las más atroces que tenga registro la humanidad.

Es criminal permitir el encarecimiento de los productos alimentarios básicos hasta niveles inaccesibles por la mayoría de los ciudadanos. También es inmoral limitarse a lanzar, cual caramelo en carnaval, un “beneficio” que a la sociedad le resulta en maleficio, pues, aparte de que apenas le alcanza para el paquetico de arroz, es pólvora para la inflación, por incrementar la brecha entre demanda y oferta, y porque, desde la inacción e irresponsabilidad social que expresa, quiebra definitivamente la conciencia, voluntad y goce del esfuerzo productivo, a favor del envite y del azar a la riqueza fácil;  además de revelar la disponibilidad de recursos y su torpe administración, por las taras conceptuales de los actores políticos del momento.  

Tarea pendiente es revelar toda la estructura comunicacional de manipulación sicológica que delata la actuación del gobernante; amén de la intencionalidad real oculta tras la indolencia y desidia ante los padecimientos sociales y ante la emigración desbordada, que pudieran responder a criterios eugenésicos muy elaborados de prevalencia del más apto para conformar la sociedad revolucionaria “perfecta”… Cuidado con eso. Los judíos se dieron cuenta muy tarde del verdadero propósito tras la “bien intencionada”  hegemonía nacional socialista...

El cambio es la premisa. Otro modo de hacer política se requiere. Otra forma de plantear la sociedad, el Estado, la institucionalidad, la economía y las leyes, es necesaria. Otra  perspectiva ontológica, filosófica, epistemológica, política, jurídica,  sociológica, histórica y evolutiva del ser humano y de su ser social, se exige.

Otra manera más lógica, racional y espiritual de plantear la política y de concebir y posibilitar el Estado de Derecho y de justicia.

Otra forma de amar al ser humano.

Javier A. Rodríguez G.

EL HUMANISMO SOCIALISTA