sábado, 27 de abril de 2024

De la Relatividad a la Eficacia Política.


La genialidad tras las teorías como la de la “Relatividad Especial" radica, más que en los formalismos racionales respecto de los precedentes o fundamentos teóricos experimentales, en la concreción extraordinaria de una forma radicalmente diferente de concebir la realidad, derruyendo así el universo "definitivamente comprendido" de Newton, al despojar su espacio del fundamento temporal absoluto, para concebirlo desde una perspectiva temporal-espacial que funde los tiempos en las distancias y confunde las distancias en los tiempos, dentro de la expresión energética que los posibilita, en referencia y linderos determinados por la luz. Valga decir, el universo de Heráclito hoy cambia más que nunca, mientras que el de Parménides nunca fue tan inmutable en sus primarios fundamentos.

Se hilan moralejas de tan genial teoría: La conservación y el cambio son expresiones de un mismo propósito evolutivo. Lo definitivo y lo perfecto niegan la dinámica evolutiva. Cada realidad, al constituir una expresión espacio-temporal única, es la mejor del mundo posible, y condición de otras posibilidades. El ser humano existe en una realidad que lo construye desde la probabilística que lo posibilita en una misma expresión existencial, en un mismo privilegio, la vida, y en la facultad sublime de participar, en sumo grado, de la lógica y racionalidad que hacen al universo, pero no en tanto fin, sino en cuanto medio para la concreción de una posibilidad evolutiva siempre plena y eternamente posible.

Serían esas algunas de las razones suficientes para la transformación radical de las concepciones políticas y jurídicas, desde una mejor comprensión del ser humano y sus complejidades evolutivas; pero no obstante, el cambio tan drástico que significa, excusa el aferramiento a un paradigma que aún explica funcionalmente las sociedades humanas a una racionalidad tensionada desde sus extremos hasta el punto de disrupción política, jurídica, económica, sociológica, moral y ética, que caracteriza a la sociedad contemporánea. 

Los problema y las soluciones de las sociedades humanas, de una u otra forma y en mayor o menor grado, suelen evidenciarse desde la formalidad lógico racional, pero el proceso de su comprensión, aceptación y concreción en una realidad existencial radicalmente diferente, en auténtico nuevo paradigma, depende de una amplitud de factores biológicos, históricos evolutivos, epistemológicos y axiológicos, desde la ponderación moral, la actitud ética y la vivencia espiritual, que determinan la diferenciación existencial de lo humano. Resultando en un ser humano menos torpe de lo que aparenta, menos inteligente de lo que presume y más capaz de lo que asume; conformándose la paradoja de su existir: Cuando la virtud hace la imperfección y la conciencia de la imperfección se hace virtud, es cuando el ser humano, al querer libertad, resulta opresor, al pretender justicia, se hace injusto, al buscar igualdad, se asume diferente, al tratar la bondad, se hace de maldad, al sentir el amar, descubre el odio, al pretender la paz, se entera que desde siempre ha existido en guerra.

De ahí que el auténtico problema de las sociedades humanas ya no es de razón y lógica, sino de moral, ética y espiritualidad, en mala hora escindidas contradictoriamente, y enhorabuena justamente conciliadas desde el reconocimiento de los Derechos Humanos y los diversos planteamientos políticos, jurídicos, económicos, ambientales, científicos y tecnológicos que pretenden respuestas más eficientes ante las exigencias amenazantes de la sobrevivencia evolutiva y los retos planteados por el “ metaverso” y la “inteligencia artificial”, que inician a someter al ser humano al reto extremo de la comprensión de su existir, del retomar el “conócete a ti mismo” de Delfos, bajo la amenaza del autoaniquilamiento existencial.

Hubo tiempos en los que la política aventajaba a la comprensión de la realidad. En nuestro mundo contemporáneo, la comprensión de la realidad ha dejado en la zaga de la obsolescencia e ineficiencia a una política incapacitada para la respuesta eficaz a la complejidad abrumadora de la problemática social.

Ya lo político no se trata del “salvaje capitalismo”, ni del absurdo inhumano socialismo, ni del distopismo comunista, ni de la irracional luchas de clases, ni del incomprendido libre mercado; sino de la sensata eficiencia existencial, de la suficiente conciliación del ser humano consigo mismo, para no perecer por propia acción. Para ello esencial es la sustanciación moral, ética y espiritual del quehacer político, jurídico, social, científico y tecnológico del ser humano, hacia el ejercicio de una racionalidad auténticamente plena y eficaz; dentro de un concepto político amplio y esencialmente humanista.

Mientras tanto, la contemporaneidad padece las escuetas opciones políticas que evolutivamente es capaz de asumir. Con el comunismo marxista falseado históricamente y con el socialismo anquilosado en el dilema del salto al vacío comunista o la prosecución de un sendero político extraviado de la racionalidad y la eficiencia, hacia lo anti humano y anti social; no más queda la tesis liberal capitalista y sus amalgamas con propuestas del socialismo sensato, racional y democrático; que al final ha demostrado, aunque de traspiés en traspiés, poder, al menos, sobrellevarse con la humanidad; al contrario del comunismo, que la niega, y del socialismo de corte marxista, que si no la aniquila, la castra existencialmente.


Javier Rodríguez G.


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EL HUMANISMO SOCIALISTA