jueves, 26 de abril de 2018

LA POLÍTICA DE LO ABSURDO


El gran salto evolutivo de la humanidad, el cultural, es relativamente  reciente, apenas unos diez mil años, cuando el ser humano, más allá del simple sobrevivir comenzó a preocuparse del vivir, en toda la potencialidad que desconocía, y desconoce, pero que intuye.  Descubriendo de esta forma una expresión integradora y potenciadora de su existencialidad: la cultural; y una dimensión  superior de su ser: la espiritual.

La cultura  funde la existencia humana hacia un acontecimiento que la trasciende, la humanidad; y la proyecta hacia un estatus superior: la espiritualidad. Valga decir, la humanización expresa existencialmente la espiritualización del ser humano, pues a éste, al contrario del animal no racional, quien agota su posibilidad existencial dentro de los linderos evolutivos; lo impulsa la implenitud de ser que lo caracteriza, ese "apetito" por ser cada vez más humano, esa "hambre" espiritual que a la vez de sustanciar su vivir, le da el desasosiego, la incertidumbre, el asombro, que motorizan su conciencia y razón hacia la pasión de un acontecimiento existencial que comenzó recogiéndolo en la religión, continuó tratando de resumirlo en la ciencia, intenta comprenderlo desde la espiritualidad, y siempre estará con él como acto de esperanza y fe.

Paradójicamente la conciencia cultural, en cuanto expresión existencial colectiva, antes que todo y por su esencia, individualiza al ser humano, en toda su unicidad, potencialidad existencial y posibilidad evolutiva; para luego integrarlo holística y sinérgicamente al gran acontecimiento político de su existir, que es la sociedad. Siendo ese precisamente el cambio de paradigma que convulsiona a las sociedades contemporáneas.

Una sociedad tan posible como lo sea el ser humano y tan amplia como lo sea la libertad de sus individuos, implica un vuelto total a los criterios filosóficos, políticos, jurídicos y sociológicos tradicionales, pues supone la consideración del cuerpo social no como la mera suma indiferenciada de voluntades hacia un propósito en común, sino en cuanto manifestación sinérgica de un acto existencial íntimo, exclusivo de un individuo que lo integra holísticamente a un acontecimiento existencial  colectivo que lo trasciende.  

Siendo desde esos criterios que lejos van quedando las posturas tradicionales del Derecho, subsumidos en el foso de la racionalidad descontextualizada del acontecimiento existencial humano y cada vez más distantes de la buena nueva que implican los Derechos Humanos, al anteponer el Derecho a la razón,  pues preexiste a la conciencia que se tenga de él, en cuanto facultad del ser individual, que a la vez que lo posibilita existencialmente por sobre sus propias limitaciones evolutivas, lo integra sinérgicamente a la posibilidad de su concreción evolutiva que le significa la sociedad.

Así, la política fundamentada en criterios maquiavélicos luce trasnochada ante el nuevo paradigma que se abre paso entre chamizal de sofismas y criterios rancios.  En ese sentido, los  conatos jurídicos como el de Hammurabi y la maravillosa obra jurídica romana, no fueron puntos de partida del Derecho, sino inicios referenciales de un descubrimiento que monta y desmonta estructuras "racionales", en busca de verdades evolutiva y probabilísticamente funcionales a su ser individual y social. Quehacer en el cual, desde un Derecho esencialmente formalista ha mutado hacia la consustanciación, sobretodo, con la sinergia que impulsa al cuerpo social; y desde un Derecho como simple producto racional, tal cual la locomotora o el telar  o la licuadora, se ha entrañado hasta  la mismísima cualidad de ser del individuo.  Acontecimientos que han ido desbaratando los criterios clásicos del Estado.

La cultura construyendo al individuo, el individuo fundamentando el Derecho, el Derecho instrumentando la justicia y concretando el Estado, el Estado posibilitando la sociedad;  y la sociedad, el Estado, el Derecho y la justicia, con una sola razón de ser fundamental: el pueblo hecho individuo, el individuo hecho ciudadano y el ciudadano protagonista del acontecimiento social.

Estado de Derecho y de Justicia
Indudablemente, el gran acontecimiento político de la modernidad, es el establecimiento del Estado de Derecho y de justicia, en cuanto razón natural a la convivencia  social humana. Siendo inmenso su valor evolutivo, porque eleva la racionalidad humana hasta los niveles  del existir espiritual, que no se ve, pero que es tan real como la estrella que orbitamos con nuestro planeta.

El Estado de Derecho y de justicia implica la obsolescencia del señor feudal, faraones, zares, reyes, caciques y los caudilluelos y sus formas intelectualmente edulcoradas del "gendarme necesario", para reconocer el poder generatriz de lo del Estado en el ciudadano.

En verdad todo auténtico Estado por antonomasia es de Derecho y de justicia, libertario e igualitario.

Es la Economía, “Mijito”
De la economía ni se diga. La ciencia económica naufraga si se prostituye al contubernio de intereses bastardos y refinamientos intelectualoides., desvinculándose de su epicentro de acción: el ser humano y su buen vivir en sociedad.

Cuando los conceptos y los fines están claros, la acción política es simple. La economía es tanto más compleja, cuanto más se distancie de su razón natural. De manera que el  problema de la política  económica no está en el accionar, sino en la conceptualización que origina la acción.  Por supuesto,  los criterios en materia económica no han escapado de la hilaridad evolutiva, que progresivamente va deshebrando conceptualmente las complejidades de la vida social.

Para Adam Smith el epicentro de la acción económica radicaba en la nación, en cuanto acontecimiento histórico-cultural-político; por lo que el individuo  resulta vasallo de un acontecer histórico cuya gloria, riqueza y esplendor está referenciada a un “todos” etéreo, sin sustancialidad real, concreta, en la sociedad  y el ser humano que la integra. Es un criterio anti ético, por distanciarse del ser humano y así hacerlo presa de su egoísmo y antivalores, mientras pretende una "riqueza" que no alcanza y que además nunca podría ser suya.

Mientras que para Carlos Marx, la acción económica era un proceso social injusto determinado históricamente y, por  ende, revertible mediante la ubicación  y conciencia  del estatus evolutivo del cuerpo social.  Por esa concepción el individuo resulta en protagonista soso de la historia, cuando no espiritualmente miserable. Forzado históricamente a su condición social, basta el enroque revolucionario, ilustrado por los iluminados, para alcanzar el último estatus del proceso evolutivo del cuerpo social. Resulta en una postura anti ética, por negar al ser humano en su ser espiritual y en su potencialidad y libertad evolutiva; prepotente, por pretender imponer la voluntad a la realidad evolutiva; insuficiente, porque enfoca al ser humano desde una sola de sus aristas existenciales; discriminatoria, por imponer un credo a un acontecimiento histórico social cuya diversidad expresa a diferentes individuos que al fin y al cabo resulta en un mismo ser humano y su realidad, que los abarca a todos; y  por eso es torpe, pues al escindir los credos y el obrar humano para conceptualizar la acción política, se infertilizan las ideas y se atrofia la acción.

A todas estas cabe preguntarse ¿Si no es para posibilitar la plenitud existencial, el buen vivir en sociedad; si no es para que la sociedad desarrolle en toda su posibilidad su promedio evolutivo; si no es para que el individuo se desenvuelva en toda su potencialidad; si no es para que la familia disfrute los momentos maravillosos que le regala el existir; si no es para que el hambriento coma y el sediento beba; si no es para que el cantor cante, el pintor pinte, el poeta sueñe, el escritor escriba, el jugador juegue, el deportista compita, el bailarín baile, el productor produzca, el artesano cree; si no es para justificar la racionalidad que corona el instante maravilloso, único e irrepetible, que le regala la existencialidad al ser humano? Entonces  ¡¡¿Para qué carajos es el Estado?!!

Es que sobran, estorban las ideologías cuando la acción política es ética y honesta; cuando se valora el acontecer social desde la intimidad del ser humano y no desde los hechos que lo manifiestan ni de los procesos que los integran; cuando se promedia el cuerpo social a su óptima expresión; cuando la política se desarrolla dentro de un Estado de Derecho, de justicia, de igualdad y de paz.

Por supuesto, es la forma de comprender y conceptualizar el mundo la que pervierte el juicio social a sofisma, y es el sofisma el que inutiliza la acción política. Por eso el principal enemigo del actor político es él mismo, son las falacias de su credo, es la estrechez de su visión política, son los prejuicios políticos que arrastra, es la prepotencia intelectual de plantear su perspectiva política como la verdad del ente social y, por ende, mirar al adversario político como el enemigo a vencer y no como el complemento a integrar. Por eso las sociedades sometidas a esos regímenes políticamente miopes, resultan evolutivamente discapacitadas, ineficaces e ineficientes.

A la luz de lo dicho, el dilema en  las sociedades contemporáneas no es entre el ser rico o pobre, del capitalismo; ni entre el ser proletario o burgués, del socialismo tradicional; y mucho menos entre capitalismo o socialismo. Resulta absurdo que en una actualidad evolutiva en la que el ser humano conoce más que nunca sobre sus orígenes; cuando se sabe pariente muy cercano del chimpancé; conoce que evolutivamente ha compartido la misma ubre que la cebra, y que igual al cují,  genéticamente expresa una versión del mismo acontecimiento maravilloso que los origina: la vida. Cuando las diferencias físicas, culturales y raciales han sido  relegadas a meras manifestaciones patrimoniales de un mismo camino evolutivo, cuya estrechez, biológica genética  en el pasado, y física y cultural en la actualidad, convergen a los seres humanos hacia una única expresión existencial, cuya diversidad no es sino evidencia de su riqueza y posibilidad. Cuando las sociedades humanas no son ya calabozos al libre albedrío, ni predestinaciones históricas que marionetizan al ser humano, ni medios para instrumentar el egoísmo, ni mero contrato de no agresión, ni instrumento de dominación y poder; sino que constituyen expresiones  necesarias, complementarias y sobretodo posibles, de un único ser humano. Cuando, el Apolo 11 le restregó en la cara a la humanidad lo poquita cosa que es, un granito de arena en el océano infinito del universo; pero también  le reveló  como nunca nada a su conciencia, la inmensidad y posibilidad infinita de la maravillosa cualidad existencial que lo privilegia: la vida.

Cuando todo ello, resulta absurdo continuar desperdiciando la política parcelándola en credos tan cortitos de eficacia real como menguada se revela la intelectualidad de sus proponentes. No se trata de "erradicar" la pobreza y menos de "empoderar" a los pobres, sin definir la riqueza; pues entonces cualquier planteamiento resulta falaz. Tampoco  se trata de hacer de la sociedad una gallera; el palenque en el que las "clases sociales"  pretendan destruir recíprocamente en la otra los efectos de los males sociales; en vez de integrarse y complementarse para comprender, corregir o readaptarse a las causas que le impiden mayor eficacia y eficiencia al cuerpo social. Mucho menos se trata de poner al ser humano a orbitar una estructura ideológica que por su esencia es parcializada, incompleta y desechable. Y no se diga de la perversión intelectual de hacer de los criterios políticos de ciertos sujetos históricos, catecismos a seguir a pie de letra, con santiguado y todo.

Sin Excusas
No existe excusa intelectual posible  para semejantes entuertos políticos que padecen las sociedades hoy en día. Las deficiencias y sofismas conceptuales de un Adam Smith o un Carlos Marx, se explican por los "años luz" que distan sus momentos históricos a los exponencialmente acelerados tiempos contemporáneos. No tenían manera esos personajes de mirar al ser humano, a las sociedades y al universo, fuera de la estrecha perspectiva  y retrospectiva que les permitía su ubicación histórica evolutiva. Si hubiesen podido ojear nuestra actualidad, en el conocer mejor, biológica, genética, social, política, cultural y espiritualmente al ser humano, y en el mirar con mayores argumentos el  transcurrir evolutivo de sus sociedades; no habrían desperdiciado tanta tinta, papel, horas de sueño y ginebra, en  los disparates asentados en sus excelentes obras, que los siglos cada vez promedian hacia regulares. Pero el que hoy en día un sujeto con un promedio de capacidad intelectual se aferre a criterios políticos torpes y obsoletos de hace siglos, no tiene excusa posible; o es un incapaz o es un soberano embustero.

No existe excusa para que en un país entre los diez más grandes productores de petróleo y con la más grande reserva petrolera del planeta, además de inmensas riquezas minerales, forestales, ganaderas, agrícolas y pecuarias; sus ciudadanos vivan en condiciones tan miserables. Un país en donde un jabón o una taza de mantequilla valen el salario mínimo. En donde enfermarse es prácticamente sentencia de muerte, por la falta de medicamentos y equipamiento en los hospitales. En donde los neonatos son despojados de la posibilidad de vivir,  por la ineficiencia de la administración de lo público. En donde el parque automotor está paralizado por el exorbitante costo de los repuestos y de los lubricantes que deberían sobrar en una potencia petrolera. En donde la producción está proscrita; limitándose el ciudadano a esperar la eventual dádiva gobiernera, cuando no a  la reventa de dólares, alimentos o dinero; amén del usufructo del privilegio de poseer un "punto de venta". En donde cunde el desasosiego, crece  la desesperanza y día a día aumenta la emigración. En donde la voluntad del Estado ha sido sustituida por voluntad de unos sujetos, y la carta magna ha sido abrogada por una ANC erigida como la fuente misma del poder soberano. En donde prácticamente no existe Estado ni impera el Derecho y la justicia auténtica brilla por su ausencia.

No existe excusa para que las embajadas rebosen de venezolanos queriendo huir de la desesperanza, del vacío de futuro que les asfixia la existencia, de la segregación criminal por un proyecto político que los niega existencialmente, de la fuerza centrípeta de una ideología  falaz de pretensiones hegemónicas, que todo ineluctablemente lo destruye; comenzando por el individuo, su  conciencia y capacidad crítica,  pasando por la familia, la productividad, la creatividad, la libertad y hasta la vida, terminando con el derrumbe estrepitoso de la sociedad misma.

No existe excusa para la desintegración familiar que acontece en la patria de Bolívar, por conseja de unos sujetos que hace siglos propusieron su erradicación como célula fundamental de la sociedad, para sustituirla por un ente comunal cohesionado (faces) por un vínculo político; sin considerar que el aglutinante conceptual fundamental de la familia no es el consanguíneo per se, sino fundamentalmente la necesidad evolutiva de enraizar lazos sociales inmediatos, posibles y eficaces, dentro del marco afectivo y trascendente que implica para el individuo y para la especie la preservación genética.

Más que rabia, da tristeza ver a la otrora altiva y ostentosa juventud venezolana, apesadumbrada buscando en otras patrias lo que le niega la suya. A venezolanos que jamás se habían alejado unas centenas de kilómetros de sus pueblos y barrios, tomando aviones, cuando no balsas y "caminos verdes", dejando atrás, junto a las lágrimas de las madres, el palmazo dolido al hombro, del padre, la melancolía de la familia y el extrañamiento de la comunidad; los sueños y esperanzas que le quedaban de su patria; llevándose, aparte de su mochila, lo único de lo que la ideología imperante no los pudo despojar: su dignidad y su fe.

No existe excusa para el insultante caradurismo de los actuales gobernantes, para la alegría que rebosa sus robustos rostros en medio de la gigantesca crisis económica que azota al país.

La Virtud del Disimulo
Es que en política hasta las apariencias deben guardarse.

Si alguien habiéndose ganado el premio mayor de la lotería le tocase asistir a un funeral, estaría ante el problema de con cuál rostro presentarse a cumplir con ese acto de solidaridad humana: con la alegría, sonrisa y despreocupación del multimillonario reciente, o con la adustez, respeto, consideración y solidaridad del caso. Indudablemente ese sujeto debería mantener la compostura  y pertinencia de su actitud, para al menos no insultar a  los dolientes y asistentes al evento mortuorio.

Al menos igual actitud se espera de los actuales gobernantes, quienes deberían evitar insultar al ciudadano venezolano, al presentarse con la frescura y despreocupación de quienes disfrutan las mieles encumbradas del poder, en el escenario de  padecimiento por la hambruna generalizada; de horror por la falta de medicamentos y la precariedad de los servicios de salud; de terror por la inseguridad imperante y por la inexistencia del Estado de Derecho; y desolación, por el derrumbe de la institucionalidad, la desintegración del núcleo familiar y el desmantelamiento de las bases históricas que asientan la venezolanidad. Al menos mantener las apariencias.

Al respecto decía un miembro de la cúpula del partido gobernante; el mismo que se ocupa de todos los cargos públicos habidos y por haber, el mismo que permutó la delgadez forzada por la robustez generosa al estilo "Quaker", el mismo que tiene gran parte de su árbol genealógico enraizado en la administración pública, el mismo que ha sido sacado por derrotas estruendosas de todos los cargos de elección popular que ha ejercido. Ese actor político aseguró recién entre carcajadas, que él “jamás se había sentido tan feliz”. Así cualquiera... La cuestión no  es lo que sienta o no, que es asunto de su exclusiva incumbencia; el problema es el contexto en el que lo dice. Al menos debería haber el mínimo respeto y apariencia de consideración y solidaridad ante el duelo de la sociedad venezolana.

Son los absurdos de la política vasalla de una ideología y desvinculada del ser humano. Resulta criminal que quien ejerce el poder y tiene la facultad para iniciar a terminar el padecimiento de la sociedad venezolana al día siguiente, si así lo quisiese, no lo haga por no contradecir los postulados de su ideología. No tiene perdón de Dios -al menos- el preferir que fallezcan neonatos por docenas por la falta de asepsia  en los hospitales, que padezcan penurias los adultos mayores y que mueran los ciudadanos por la falta de medicamentos y atención médica.  No admite absolución moral alienarse tan miserablemente a una ideología, solamente por el orgullo de no aceptar los errores, por la prepotencia de no evidenciar las ignorancias,  por el orgullo de no reconocer el sin sentido racional de muchas de las luchas históricas, por simplemente no querer o no poder mirar al ser humano desde una perspectiva  más amplia que la de la ranura de su ideología.

No tiene sentido un Estado en el que el trágico drama de la potencia petrolera mundial pinte escenas como estas: A un joven enfermo de apendicitis, lo ruletearon por tres hospitales hasta que murió por  indisponibilidad de quirófanos aptos. O esta otra: Un chofer que se ganaba la vida "ruleteando" con su  viejo Ford, ante la ausencia de clientes y por la imposibilidad de siquiera sostenerlo en el servicio básico del cambio del lubricante, lo vendió al precio irrisorio que le pudieron pagar, para adquirir medicinas y  alimentos hasta donde le alcance...; así, sin por ahora y sin después; en una desesperanza en la que no  existe más porvenir que la muerte. O este otro: El ciudadano enfermo que debe trasladarse semanalmente desde su pequeña población hasta la ciudad para su tratamiento médico –privado, porque público no hay- debe cancelar por transporte dos millones de bolívares; es decir, ocho millones mensuales gasta ese ciudadano solamente para trasladarse hasta el sitio médico; situación ante la cual, junto a su esposa y con un desasosiego escalofriante, optaron por ir vendiendo todos sus bienes hasta que, igual que ya la esperanza, se les agoten; y luego… la nada...

¡¡ Por Dios!!
Que esta élite gobernante tome conciencia de la gravedad de situación que padece el ciudadano, y en actitud fundamentalmente ética, sopesen el costo humano, social y político de  preservar los sofismas de una ideología, por sobre el sufrimiento de la sociedad entera. 

Es que es tan simple posibilitar el buen vivir de la sociedad, que no existe  escusa válida para no hacerlo. Por supuesto, ello implica un proceso que,  por ser toda posibilidad, no se concretará nunca a plenitud; pues es la implenitud, la insatisfacción existencial, lo que  impulsa la evolución social. Es decir, las sociedades humanas no llegan nunca a nada, no tienen un hasta aquí o hasta allá, pues ellas simplemente evolucionan, en una determinación probabilística que las impulsa. De manera que todo momento y toda circunstancia  será el momento y la circunstancia del ente social, no existen otros.

Por eso la política debe ser histórica, evolutiva y humanamente realista. La mejor ideología es la que no existe como tal, sino hecha fundamentales preceptos de vida. 

Así, la lucha no debe ser contra el capitalismo sino por el correcto uso del capital. No contra los ricos ni por los pobres, sino por la justa conceptualización y cualificación de la riqueza. No contra los molinos de viento de imperios que expían las culpas ajenas, sino contra las propias carencias conceptuales, vicios  y antivalores que pervierten la acción política.

La justicia a la "gruesa" puede ser desastrosamente injusta; mientras que la justicia auténtica o concreta, la equidad, como la llamaron los griegos y desarrollaron jurídica y políticamente los romanos, constituye un valor social, porque trasciende la igualdad formal, asentando en la realidad la acción política, pero también a la vez representa un estorbo a las facciones ideológicas, que por su naturaleza le huyen a la realidad que las encuentra y complementa con las demás. Valga decir, la auténtica justicia es por su esencia  democrática, libertaria y posibilitadora de lo social.

Ciertamente, la equidad desmonta cualquiera de esos mamotretos ideológicos  que se tejen desde las visiones parcializadas de la realidad, pues el primer acto auténticamente justo es el reconocer la existencia y validez relativa de las otras posturas ideológicas, ya que de lo contrario, relativamente se negaría también la suya  y se pondría a contramarcha de la democracia. La justicia auténtica determina la equidistancia entre las diversas ideologías o propuestas políticas referidas a la realidad histórico evolutiva de la sociedad, merced al instrumento  político que lo posibilita: la institucionalidad.

De manera que la convergencia democrática de diversas ideologías hacia el mismo propósito del Estado, atiende a una racionalidad superior, por realista y sensata, a las parcialidades que expresa y cuya suma excede. Es la inmensa virtud de las democracias, conciliar al ser humano y a las sociedades consigo mismos.

Por eso las sociedades con gobiernos de tendencia hegemonista resultan peligrosamente inestables. También por eso es que el "capitalismo", que absorbe sincréticamente los valores de otras ideologías, que ha demostrado capacidad incluso para vestir sus hábitos, y que, casos más, casos menos, ha demostrado pertinente y conveniente capacidad de tolerancia; ha logrado establecer sociedades más estables y posibles que los gobiernos de corte socialista tradicional, quienes por su naturaleza ideológica políticamente hegemónica y social y culturalmente excluyente, como la moda simplemente transcurren, sin gloria y generalmente con muchas penas acuestas.

La Terquedad Tiene Nombre y Apellido
A todas estas ¿Habrán reflexionado sobre ello los sujetos que nos gobiernan? ¿Estarán enterados de que es una reverendísima torpeza política el absurdo de pretender imponer los criterios de una parcialidad política a todo un país,  exterminando cualquier contrapeso ideológico? ¿No se habrán visto en el espejo de Cuba, que comenzó comunista  enseñoreada por la calle del medio, y está terminando puteando en la esquina con el capitalismo? ¿En verdad serán tan incapaces de lograr las sinapsis suficientes para  comprender y aceptar  al ser humano y a las sociedades en  todas sus dimensiones existenciales?

Algo anda mal en los predios neuronales de esos sujetos. No pueden estar juntas tanta ignorancia y torpeza. Si no entienden, que pregunten; y si se empecinan en proceder, que las voces sensatas de los suyos les adviertan. Pero nooo, todos agarraditos de las manos autómatamente cantando al unísono: A la víbora de la mar, por aquí podrán pasar, los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán...

¡Ahh, el poder! Cuando está en las buenas le sobran taitas, pero cuando cae en desgracia, resulta huérfano.

Abolición del Billete
En esos desatinos. Ante la escases drástica de billetes por la descomunal pérdida de valor de la moneda, que obliga a disponer de más billetes para comprar lo mismo; en vez de proceder ipsofacto a corregirlo, negaron esa realidad matemática y optaron por culpar al "imperio", aprovechando para suprimir el uso del papel moneda, ese instrumento del "demonio capitalista"  causante de tantos males sociales bla bla bla.  Todo ello sin considerar  que la sustitución total del papel moneda por transacciones digitales implica un proceso tecnológico, político, jurídico y sobretodo cultural.

De tal forma que ese empecinamiento del gobernante de sepultar vivos los billetes lo ha pagado caro la sociedad venezolana, por el incremento bestial en la ola inflacionaria, que ha generado. Hay que reconocer al gobernante el haber creado una fuente de negocios y lucro: la venta de dinero, la conformación de un círculo vicioso de la moneda, que depreda el sudor  de los muchos para en cada peaje ponerlo en las manos de unos pocos. Solamente se vieron forzados a desistir de semejante locura,  cuando la propuesta del nuevo cono comenzó a sonar como oferta electoral desde los predios opositores.

Igualmente, el permitir el encarecimiento exorbitante de los lubricantes y repuestos básicos para los vehículos, ha contribuido sobremanera al proceso inflacionario, por el incremento de los costos de trasporte de las mercancías y por influir en la oferta y la demanda, ya que, al restringirse considerablemente la movilización de las personas y los bienes, los mercados se estrechan, reduciendo la disponibilidad de productos, y por ello de opciones para el comprador.

El Dólar ¿La Alternativa?
Hace algunos años, pensar en el dólar como moneda de curso legal, era una locura; por la fortaleza histórica del Bolívar y por el sentido natural hacia la preservación de todo aquello que exprese la identidad nacional; más aún cuando la moneda tiene el nombre de El Libertador. Empero, actualmente la visión es otra. Un Bolívar devaluado en su valor y prostituido en su significado por sobre los extremos inimaginables, el cambio incipiente en el comercio y las transacciones financieras por medios electrónicos, y el auge de las monedas virtuales, lento pero ineluctable; generan otra visión estratégica respecto de esa divisa. 

Aunque suene duro; abandonar el aferramiento terco al Bolívar, es el primer paso para el cambio financiero definitivo de Venezuela. La globalización ha fortalecido inmensamente el dólar y debilitado considerablemente la gran mayoría de las otras divisas. Europa escapó de esto renunciando a sus monedas regionales para crear una en común. Latino América no tiene la madurez política ni la solidez económica ni la estabilidad social para emular a la Europa; por eso la opción para Venezuela no debe ser de enfrentarse al dólar, sino de unírsele; mejor dicho, aprovechar su fortaleza y estabilidad para ir cimentando todos los tipos, conocidos y por conocer, de transacciones comerciales y financieras electrónicas; a la par de apostar por las monedas virtuales; incluso avanzando hacia la creación del Bolívar virtual.

La dolarización implica disciplina monetaria y sinceridad administrativa: Se tendrían y se gastarían los dólares que se producen; con la ventaja de que al ser Venezuela un país fundamentalmente de exportación petrolera y minera, pues obviamente tendría parte del trabajo hecho. La dolarización también permitiría una economía más justa; por el acceso abierto a la divisa, sin los antros de privilegiación y corrupción en que se constituyen los controles de cambio.

En definitiva. El abrirse sin prejuicios pendejos al dólar, constituiría la excusa y el instrumento para la consolidación de otra forma de concebir y plantear la economía, el orientarse conceptualmente hacia la perspectiva existencial de las sociedades humanas que clarea el tercer milenio. Cuando el dólar pierda su hegemonía, seguramente nadie lo notará, porque habrá sido un proceso gradual y porque entonces la preocupación de los países sería otra: La hegemonía de una o varias monedas virtuales; tal vez el Washington o quizás  un Trump.

Sin Parangón
Para que el lector  de otros países referencien sus “crisis”  respecto de la espantosa que padece Venezuela: Sería como que si una taza de 500 gr de margarina costase en Argentina 7.000 pesos, en Colombia 560.000 pesos y en España  524 euros. O un neumático nro. 14, en Argentina: 600.000 pesos, en Colombia: 47 millones de pesos y en España: 42.000 Euros. O un litro de aceite lubricante mineral para automotores: en Argentina: 28.000 pesos, en Colombia: 2.200.000 pesos y en España: 2.000 euros. 

Contrástense las condiciones de penurias que padece la mayoría de la sociedad venezolana, con la frescura, despreocupación y felicidad de la élite gobernante...

Definitivamente a estos políticos gobernantes el opio ideológico los ha alejado de la realidad. ¿Qué les pasará a esos directores económicos por la cabeza? ¿Tendrán las redes neuronales suficientes para entender y comprender las verdaderas causas de esta atroz crisis, y para actuar en consecuencia? ¿O será que los muy… se hacen los “pistolos” y saben muy bien lo que están haciendo: destruir el país para fundar el suyo, en versión bolivariana de la Unión Soviética?

Sin Conocimiento la Voluntad Naufraga
Es que resulta tan fácil iniciar el vuelco  para bien de este estado de cosas criminal que padece Venezuela. Solo hace falta un poquito de conocimiento, un poquito de sensatez, un poquito de voluntad, un poquito de humildad y un poquito de ética. Asentarse en la institucionalidad para posibilitar que la sociedad inicie por sí sola su transformación.

El problema es que el restituirle el poder al Estado y su institucionalidad, implica renunciar a su control y manipulación en función del credo, y sin ello la hegemonía ideológica no es posible,  y por tanto, tampoco la concreción del proyecto histórico socialista, tal cual ellos lo conciben.

Es decir, estos gobiernos de corte socialista tradicional terminan arrastrados hacia los mismos sofismas que orbitan, antes que desprenderse de ellos para buscar otras realidades y posibilidades respecto de las cuales gravitar.

Ese precisamente es el quid del asunto. Si estos sujetos proceden a los cambios que deben hacer, necesariamente entrarían en contradicción con gran parte de los postulados de la ideología que profesan; prefiriendo hundir el barco antes que cometer semejante sacrilegio.

Para iniciar  el gran viraje político que exige el país, se deben establecer algunos puntos de acción: Garantizar el respeto equitativo de la propiedad privada.  Hacerle caso a Adam Smith; es decir, comprender la verdadera naturaleza del mecanismo de la oferta y la demanda y del libre mercado, para aprovecharlos al bienestar social. Entender que al Estado le importa un pito la humana intencionalidad del actor económico; o sea, si lo hace por altruismo, amor a la patria, conciencia y solidaridad social, egoísmo, el sólo desarrollo tecnológico, puro enriquecimiento, ánimo de explotación capitalista etc.; simplemente porque resulta inoficioso ocuparse de ello, en desmedro de su verdadera preocupación: converger todas esas voluntades productivas en un solo hecho económico, posibilitado gracias a la institucionalidad, la justicia, la igualdad, la libertad y a la autoridad de la ley. Aceptar que  los bienes y servicios tienen un costo, que se deben pagar a precio lo más  justo posible, pero se deben pagar. Abandonar de una vez por todas el criterio estúpido de la lucha de clases, que siempre termina en un quítate tú para ponerme yo; apostando más bien por el reencuentro social en un mismo propósito: la mayor plenitud posible en el buen vivir. Aceptar la evidencia histórica y la realidad evolutiva, de que las sociedades humanas siempre, en mayor  o menor grado y por diversos factores, terminan estratificándose socialmente; lo cual al contrario de ser un problema, constituye una ventaja que expresa la riqueza existencial del ser humano y, por ende, su potencial de desarrollo, estabilidad y paz.

También se debe echar al albañal esa intención absurda de derrotar al imperio para iniciar el reino de los países libres... , y dedicarse más bien a  que reine en el país el buen vivir, que es la mejor manera de que el mundo cambie.

Porque el problema no son los imperios sino el fundamento político sociológico que los legitima. 

En el sur estadounidense, veinte "blancos" controlaban a quinientos esclavos "negros", no porque tuvieran el poder físico para ello, sino porque los "negros" tenían encadenadas sus conciencias. Igualmente, una sola "potencia"  no podría contra ciento ochenta países que lo superan en disponibilidad de armamento, recursos humanos y estratégicos; a no ser que éstos lo permitan. El actual gobernante denuncia cuasi histéricamente los crímenes de los marines y la posibilidad de que invadan a Venezuela; pero a la vez les regala el combustible, asfalto, gas y alimentos a las familias de esos marines, en gran parte de origen “afrodescendiente” y latinoamericano; procreando los hijos y sobrinos que sustituirán a sus consanguíneos en las huestes imperialistas… Es decir, los imperios expresan la conformación política, sociológica, cultural que los posibilita y sustenta.

El Cambio del Cambio
El primer gran cambio que debe hacer un socialista tradicional, es el de sus falacias ideológicas. La casi totalidad se niega a ello; luego entonces son cambiados, cuando no  extirpados socialmente. Otro, como Cuba,  no da brazo a torcer y simplemente agoniza, mientras recula ideológicamente, con la anti ética de no aceptar sus yerros, que objetivamente sopesados con sus logros y contextualizados histórica y culturalmente, legitimarían sus luchas de cara al porvenir y harían del aprendizaje del fracaso, el  basamento de la nueva sociedad cubana. Otro,  como China, ha mutado desde el comunismo radical hasta un socialismo duro, enyuntando la dictadura institucionalizada de un partido, con los criterios capitalistas más salvajes; ello merced a la configuración cultural de la sociedad china, históricamente sometida a dinastías y, por ende, con un criterio  tan relativizado de la libertad, que toca incluso los linderos del vasallaje.

Si esta gente que nos gobierna tuviese alguna forma de sacar avante eficazmente al país con los criterios y acciones que exponen; en honor a la objetividad habría que reconocerlo. Pero es que pensando como piensan, creyendo en lo que creen y actuando como actúan, no tienen  posibilidad alguna de éxito.  Todavía, si tuvieran el 95% del apoyo social, al menos la violencia social probabilísticamente estaría  más distante; pero con el país seccionado en dos partes, los augurios de la paz social no son buenos.

La realidad es que el “proceso bolivariano está agotado”. No da más. Han intentado y experimentado socialmente con todo; y luego de 20 años lo que pueden exhibir es la crisis económica más gigantesca de la historia del país y una las más atroces que tenga registro la humanidad.

Es criminal permitir el encarecimiento de los productos alimentarios básicos hasta niveles inaccesibles por la mayoría de los ciudadanos. También es inmoral limitarse a lanzar, cual caramelo en carnaval, un “beneficio” que a la sociedad le resulta en maleficio, pues, aparte de que apenas le alcanza para el paquetico de arroz, es pólvora para la inflación, por incrementar la brecha entre demanda y oferta, y porque, desde la inacción e irresponsabilidad social que expresa, quiebra definitivamente la conciencia, voluntad y goce del esfuerzo productivo, a favor del envite y del azar a la riqueza fácil;  además de revelar la disponibilidad de recursos y su torpe administración, por las taras conceptuales de los actores políticos del momento.  

Tarea pendiente es revelar toda la estructura comunicacional de manipulación sicológica que delata la actuación del gobernante; amén de la intencionalidad real oculta tras la indolencia y desidia ante los padecimientos sociales y ante la emigración desbordada, que pudieran responder a criterios eugenésicos muy elaborados de prevalencia del más apto para conformar la sociedad revolucionaria “perfecta”… Cuidado con eso. Los judíos se dieron cuenta muy tarde del verdadero propósito tras la “bien intencionada”  hegemonía nacional socialista...

El cambio es la premisa. Otro modo de hacer política se requiere. Otra forma de plantear la sociedad, el Estado, la institucionalidad, la economía y las leyes, es necesaria. Otra  perspectiva ontológica, filosófica, epistemológica, política, jurídica,  sociológica, histórica y evolutiva del ser humano y de su ser social, se exige.

Otra manera más lógica, racional y espiritual de plantear la política y de concebir y posibilitar el Estado de Derecho y de justicia.

Otra forma de amar al ser humano.

Javier A. Rodríguez G.

sábado, 9 de diciembre de 2017

De la Odiosa Ley Contra el Odio





Inicia la ley enunciando hermosamente dos propósitos: a) Contribuir a generar las condiciones necesarias para promover y garantizar el reconocimiento de la diversidad, la tolerancia y el respeto recíproco…b) Prevenir y erradicar toda forma de odio, desprecio, hostigamiento, discriminación y violencia…

Antes de establecer los valores y principios, ha debido delimitar  los conceptos señalados, a los propósitos de la ley; en preservación del principio de legalidad y de la seguridad jurídica.

Tal omisión enseguida da al traste con la presunta intencionalidad de concientización ciudadana y pacificación social, pues dejar a la libre interpretación conceptos de  significados tan subjetivos y amplios, al contrario de la pretensión enunciada, genera en el ciudadano enorme incertidumbre, tanto respecto de los alcances y consecuencias de sus actos y sentimientos, como de los límites de sus derechos, que en contrapartida se pudieren desbordar.

Porque el odio, el desprecio, el hostigamiento, la discriminación y la violencia expresan existencial y culturalmente al ser humano y a la sociedad, es decir, tienen un fundamento sicosocial, con todos los matices, claroscuros y difuminados de  las acciones conductuales del ser social humano.

De tal forma que  alguien pudiera “odiar” a los “negros” simplemente porque así lo “aprendió” de la sociedad; siendo que si bien su actuación pudiere encuadrarse dentro de los supuestos de hecho de esta ley, más allá de su persona expresa la responsabilidad integral del cuerpo social. Siendo desde allí, desde la corresponsabilidad de todos los ciudadanos dentro de un marco histórico-cultural, donde ha debido iniciar y desarrollarse la ley.

También pudiese ser que el que se siente “odiado” sea el “negro”; viendo odio, desprecio, discriminación, hostigamiento y violencia donde no los hay, sino simplemente relaciones conflictivas interhumanos normales en cualquier sociedad.

Es que los criterios  son tan diversos. Así como a la piel negra le dicen  “mohína”, la muy blanca es “pan de leche” o “piel de rana”, y si tiene pecas, es “camburito”. Los ojos grandes, de rana platanera; los muy cerrados, chinos. El pelo lacio, “indio” o “lambío de vaca”; el crespo, “pelo malo”. La piel blanca se broncea, la achocolatada se blanquea. El pelo liso se encrespa y el crespo se plancha para alisarlo. En el Zulia el gordo es “papiao” y el esbelto “majunche”. En los andes pedirle el “bollo” a una dama es llamar a compartir el alimento; mientras que en tierras zulianas es violencia contra la mujer. Criterios, benditos criterios. 

A todas estas cabe preguntarse ¿Dónde empiezan y hasta dónde alcanzan los conceptos de odio, desprecio, discriminación, hostigamiento y violencia? ¿Cuáles son los supuestos de hecho para la eficaz aplicación de la ley y para que se configuren los delitos que establece? ¿No se pudiere generar discriminación o ventaja extorsiva desde los grupos sociales llamados “vulnerables” hacia el resto de la sociedad, dadas las prerrogativas desbordadas que la ley les concede?

Porque el asunto central de este tipo de leyes es la educación, concientización y revalorización de la sociedad; partiendo del principio de  la victimización y culpa integral de todo el cuerpo social. Por eso el espíritu de la ley ha de ser sobre todo conciliatorio, y las sanciones deben tender hacia a la retribución social y concientización ciudadana.

Derecho a la paz, convivencia pacífica y tranquilidad pública, son fines de toda sociedad que así enunciados nada dicen, pues precisamente toda la historia de  las sociedades humanas se ha desarrollado hacia esos propósitos, y los más probable es que no le alcance tiempo evolutivo al ser humano para verlos concretados siquiera a media plenitud, si es que no se auto extingue antes.

De manera que es la justicia, la igualdad y  libertad de ser los que posibilitan espacios de paz, convivencia pacífica y tranquilidad pública. Espacios que, siguiendo la imponderabilidad de la dinámica evolutiva de las sociedades, mutan hacia otros, creando la sensación, dependiendo de la perspectiva político histórica, o de que la guerra, la conflictividad  social y la intranquilidad pública no dan tregua, o de que relativamente existen ámbitos evolutivos dentro del cual se generan las escaramuzas existenciales del ser humano, luchando principalmente contra sí mismo, contra sus vicios, torpezas, antivalores y sobre todo incapacidades.

Así, mientras algunos opinan que el mundo actual es más conflictivo, injusto, desigual y con más guerras que siempre. Otros al contrario, creen que jamás fue tan justa, igualitaria, pacífica, racional y espiritual la existencia del ser humano en este trozo de roca que levita en el infinito.


LA VIOLENCIA
Establece la ley como “…contrarios al derecho humano a la paz cualquier forma de violencia política, odio, discriminaciones e intolerancias.”

Aquí  la primera referencia a la “violencia política”. ¿Acaso la violencia social no afecta la paz ciudadana? ¿Será que los miles de homicidios, hurtos, robos, secuestros, extorsiones, violaciones y las arbitrariedades de los cuerpos de seguridad, no afectan la paz de la ciudadanía? ¿Por qué limitarse únicamente a la “violencia política? ¿Será que por “violencia política” también se entiende la ineficacia e ineficiencia del gobernante para dar respuesta a los problemas sociales?

Comienza a revelarse el problema de origen de la ley, concebida por el gobernante, a su gusto, criterio y conveniencia, y “aprobada” sin criticidad alguna por sus subalternos políticos.


LOS “AFRODESCENDIENTES”
La ley habla impropia y contradictoriamente de “afrodescendientes”; término incompleto, discriminatorio y segregacionista. Pues si los venezolanos no somos ni negros ni blancos ni indios, sino un nuevo grupo humano; por lo cual nuestra sangre, nuestra herencia genética se presume cruzada en el ser venezolano; presunción que traspasa lo biológico para constituirse en una categoría jurídica, política cultural.

¿El “afrodescendiente” por qué lo es? ¿Por su color de piel o por su genética? ¿Y el resto de los venezolanos no tiene igualmente facultad biológica y derecho legal para ser “afrodescendientes”? ¿Por qué no conformar entonces también grupos de “eurodescendientes”, puros, impuros y rancios?

El concepto del “afrodescendiente” constituye ejemplo arquetípico de la auto discriminación y del auto segregacionismo. Terminología o criterio importado de otras sociedades que no han evolucionado hasta el sincretismo biológico y cultural de la patria de Bolívar.


LA DUDA NO OFENDE, ENREDA.
Establece la ley que: “En caso de dudas en la interpretación o aplicación (…) se adoptará aquella alternativa que brinde mayor protección a los derechos humanos, la paz y la convivencia pacífica.

Esta disposición evidencia la contradicción criminalmente concebida por el redactor.  La ley en su contexto violenta los Derechos Humanos,  la paz y la convivencia pacífica; por eso, lo que debería ser una ventana hacia el perfeccionamiento de la ley, en función de la progresividad de los Derechos humanos y la preservación de la paz y convivencia pacífica, degenera hacia prácticamente la coexistencia de dos dispositivos legales, uno legal formal,  discriminatorio, insuficiente, parcializado, perversamente conceptualizado,  draconianamente persecutorio, sancionador y violador de Derechos Humanos fundamentales; y otro jurisprudencial, modelado a las conveniencia e intereses políticos del momento.


ACCIÓN EDUCATIVA.
Como siempre, niños en guerra en la calle y en “paz” en la escuela. El problema es que la calle lo mata antes de que la escuela lo cambie. 


¿Y DEL GOBIERNO QUÉ?
Es de resaltar que esta ley no registra, no existe para ella el término “gobierno”. Es cierto que establece la responsabilidad en el Estado, pero dentro de éste la acción del Poder Ejecutivo Nacional es fundamental para la paz social; tanto así que ha debido contener la ley un capítulo dedicado a fijar los deberes y responsabilidades del gobernante hacia la paz social y sobre todo la responsabilidad de los funcionarios policiales y militares en cuanto factores generadores de violencia y anarquía social; fundamentalmente con una Constitución vigente tan garantista de los Derechos Humanos.

El problema, debe insistirse, radica en los criterios y del redactor de la ley; quien configuró la norma conforme a sus intereses y conveniencias. Es decir, el proponente de la ley, el gobernante, obviamente pretende en todo momento “escurrirle el bulto” a su responsabilidad.

Hasta fecha para fiesta por la paz establece la ley. 364 días de guerra y un día de “paz”.


NUEVOS TÉRMINOS, MAYOR ENREDO.
Prohibición y sanción a los partidos políticos que promuevan el fascismo, la intolerancia o el odio nacional, racial, étnico, religioso, político, social, ideológico, de género, orientación sexual, identidad de género, expresión de género y de cualquier otra naturaleza que constituya incitación a la discriminación y la violencia…

Más tela que cortar. ¿Qué es el fascismo? ¿A qué se parece más el fascismo, a los partidos democráticos de “derecha” o a los movimientos políticos populistas, nacionalistas y mesiánicos de la izquierda tradicional?

¿Qué pasará entonces con el “anti capitalismo”, la “lucha” contra la “burguesía”, la “lucha de clases”, la “patria socialista o la muerte”, los descalificativos escatológicos contra el alto clero, los ataques en contra de los políticos opuestos al gobernante, culpándolos por acontecimientos muy en el pasado, incluso hasta de siglos, en los que obviamente no tuvieron nada que ver; descalificándolos por su ideología, edad, condiciones físicas, orientaciones sexuales, gustos y  modos de vida y posturas políticas, generalizando las acciones de algunos de ellos; imputándoles delitos y responsabilizándolos por crímenes sin que medie sentencia definitivamente firme etc.

Si esta disposición se cumpliese, VTV quedaría sin programación y con la mayoría de sus conductores enchilorados, comenzando por su presidente.

El mandato a que los Partidos excluyan a sus miembros incursos en violación de la ley, so pena de la revocatoria de su inscripción ante el Consejo Nacional Electoral, constituye uno de los objetivos reales, tras toda la gran parafernalia altruista de la ley.

Pues volvemos a lo mismo: ¿Bajo cuáles criterios se establecería la violación de la ley? En realidad lo que se pretende es ahogar todo tipo de manifestación política dura, fuerte y auténticamente democrática, como corresponde en un país con semejante crisis político social. Si a ver vamos, desde el mismo día de la publicación de la ley en la Gaceta Oficial, ha debido aplicársele esta disposición al vicepresidente del partido en gobierno, quien violenta la ley de todas las formas posibles, aprovechando la inmunidad absoluta de su cargo de constituyentista; actuando al contrario de lo que manda el sabio proceder: Mientras más poder, mayor respeto y humildad.

Ahora se entiende la imprecisión deliberada de la terminología, camuflada por el follaje de las aspiraciones bonitas. La intención es esperar, entre actos, conferencias y juegos, para ¡zas!, darle el zarpazo a la presa de esta ley: los partidos, grupos y sectores opositores al gobierno. Neutralizar la disidencia, en base al terror de caer en las garras de ley.

Ha debido incluirse en este artículo, además de los partidos políticos, a todas las organizaciones sociales de cualquier tipo.

Primer gran objetivo de la ley: Neutralizar y proscribir a discreción los partidos políticos opositores.


PROHIBICIÓN A LOS MEDIOS DE TODA  PROPAGANDA DE GUERRA Y MENSAJES DE ODIO E INTOLERANCIA.
O sea, si en cualquier canal de televisión un político señala que hay que sacar del poder, electoralmente, a “este gobierno para que nunca más se instaure en nuestro país un régimen dictatorial comunista” ¿Estaría ejerciendo su derecho a la libre expresión de su pensamiento, a disentir del gobierno en ejercicio, a enunciar la categorización teórico conceptual de su postura ideológica? O al contrario ¿Debería ser enjuiciado por incitar al odio, a la discriminación y a la violencia; el partido revocado y al medio revocada su concesión?

Por ahí van los tiros…

Esta ley tan “hermosa” es la excusa perfecta para neutralizar a los medios y proscribir a los partidos sin macular el “Estado de Derecho”. Al final lo mismo que hacía Pérez Jiménez pero con mayor refinamiento jurídico.

Segundo gran objetivo de la ley: Neutralizar y a discreción los medios de comunicación no sumisos o bajo el control del gobernante.


COMISIÓN PARA LA PROMOCIÓN Y GARANTÍA DE LA CONVIVENCIA PACÍFICA
Espacio interinstitucional encargado de diagnosticar, organizar y formular las directrices de la política pública… Circunscribe su actuación a la interinstitucionalidad. Establece las atribuciones y enumera sus 15 integrantes, tres de los cuales únicamente  representan a las organizaciones sociales, los 13 restantes son funcionarios públicos.

¿Se asigna el desarrollo y control de los fines de la ley a los entes del Estado en vez de a la sociedad? ¿Por qué así?  ¿Será para preservar el espíritu represivo subyacente de la ley? o ¿será que esas atribuciones de los titulares de los entes públicos enumerados constituyen más bien patente de corso para las represiones y violaciones a las garantías y derechos humanos que eventualmente pudieren cometer; y además, servir de salvo conducto ante las seguras retaliaciones en el caso de perder el control del ejecutivo nacional, resguardándose con las sanciones penales extralimitadas de la ley, de los coscorrones políticos que inevitablemente se producen siempre en estos casos cuando un gobierno que irrespeta al adversario es sustituido del ejercicio del poder?


DE LAS RESPONSABILIDADES, DELITOS Y SANCIONES
Este capítulo da al traste con cualquier sano propósito de la ley, revelando su verdadero espíritu represivo y arbitrario.

Establecer  “prisión de diez a veinte años, sin perjuicio de la responsabilidad civil y disciplinaria por los daños causados”, es una barbaridad digna de trogloditas políticos, cavernícolas intelectualoides y mercenarios del derecho.

¡¡La vida vale menos que un insulto!! Si cualquier persona, presa de una  molestia o calentera, justa o injusta, se dispone a insultar a otra; “pena” a “pena” le sale más “barato” tragarse el insulto y quitarle la vida. ¡¡Insólito!!

El DRAE define el odio como. “Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea.”

Es decir, si un ciudadano en un momento dado en cualquier evento y por  motivos que si bien en términos estrictos no justifican su actitud, si la explican sociológicamente; como por ejemplo: El que presa de celos construye un insulto desde los defectos físicos o intelectuales, y desde los criterios socio culturales asentados en su subconsciente, gritando con toda su rabia: “Negro mohíno tarado, asqueroso, lárgate de este lugar, monos como tú no deben estar con la gente decente”, ojalá desaparezcan los de tu raza de la faz de la tierra…”

Pues sucede y acontece, que por un hecho social que no pasa del bochorno social circunstancial, del evidente problema intrafamiliar que ameritaría la respectiva terapia y de la posterior apenada contextualización de las expresiones del ciudadano de marras, para disculparse ante su familia, sus amigos, su entorno laboral y ante la sociedad.

En fin, ese ciudadano, de un día para otro se vería separado definitivamente de su familia, sus hijos sin padre, perdida toda una vida de estudios y honradez, despojado de su futuro, convertido en criminal y purgando por veinte años en la prisión infernal su “mal de amor”, que son los celos, y el aprendizaje subconsciente de los antivalores enraizados en la sociedad; algo que cualquier terapia familiar y una buena política educativa hubiesen podido prevenir.

Y el “bribón” “faldero” que pretendía adornarle la frente con relucientes astas; además de lograr,  con su “denuncia”, deshacerse del obstáculo para sus pretensiones amorosas, se percata del “poder” del color de su piel, reforzándose en él, además de la conciencia del inmenso privilegio  social y jurídico que sus caracteres biológicos le otorgan, la actitud hacia su diferenciación social, la cual entra a usufructuar.


EDUCACIÓN vs REPRESIÓN
Es de insistir, este tipo de leyes deben ser esencialmente educativas, preventivas, de concientización, de revalorización de la sociedad y del ciudadano. Siendo el reproche social el mejor y más eficaz aleccionamiento al sujeto transgresor, más que de una tipología penal, de una actividad revalorizante de la sociedad. Valga decir, la transgresión no activaría la ley, sino que evidenciaría su estatus de eficacia, ponderada en relación a la actitud del cuerpo social ante el acto transgresor. Las vías legales serían esencialmente conciliatorias, entre ciudadanos y  entre ciudadano-sociedad, buscando preservar ante todo la unidad y armonía de la sociedad, y no dividirla y anarquizarla bajo criterios jurídicos trogloditas.

Las penas serían primordialmente de resarcimiento a la sociedad dentro de un marco de pedagogía social. Las condenas a prisión estarían exhaustivamente y  pertinentemente restringidas y delimitadas, para  no dar al traste con el auténtico espíritu, propósito y razón de la ley.

Veamos este otro ejemplo: Pudiere ocurrir que un padre “desprecie”, “insulte”, “humille” y manifieste odio y violencia hacia el asesino de su hija, un “indiecito despreciable”, tanto directamente a su persona como por uso de los medios comunicacionales; ocurriendo, conforme al enunciado de la ley, que ante la denuncia del reo, el padre debería ser enjuiciado y condenado por sus acciones, incluso ¡¡a penas superiores a la del criminal!! Ahora, supongamos que ambos logran sustraerse de la acción de ley; pues ocurriría que el asesino podría regresar al cabo de quince años campante y sonante e invocar el “olvido”, cuando no el “perdón” de la sociedad, mientras que el padre quedaría sujeto de por vida a  purgar su horrendo crimen.


EL TRASFONDO ES IDEOLÓGICO
Ahora, cabe preguntarse, luego entonces ¿Por qué todo esto? ¿Por qué la contradicción tan flagrante entre los propósitos manifiestos de la ley y las disposiciones sancionatorias? ¿Por qué el mismo día en que aparecía la ley promulgada en gaceta, en los programas del principal canal televisivo de Estado se violentaban descaradamente sus disposiciones? ¿Qué propósitos velados pudiesen haber tras la aparente torpeza jurídica de establecer una ley cuyos supuestos de hecho derivan de valoraciones indefinidas e ilimitadas de conceptos tan amplios y subjetivos como odio, desprecio, hostigamiento, discriminación, violencia física y sicológica, intolerancia, xenofobia, fascismo...?

Para comprender y responder tales interrogantes hay que ir más allá de los mamotretos jurídicos de los mercenarios del caso, para ponderar el trasfondo ideológico subyacente.

El socialismo tradicional desprecia la institucionalidad, en cuanto expresión de la verdad histórica cultural de la sociedad, a favor de la nueva verdad social,  revelada históricamente a líderes iluminados llamados por la providencia a establecer nada más y nada menos que el último estatus evolutivo de la evolución humana: la sociedad comunista.

De esos criterios, surgidos muchos al estribo de copas en cualquier cantina, se derivan, mutatis mutandis, las actuaciones de la izquierda tradicional.

El problema no es que lo aspiren, ni que lo crean ni que lo propongan como tema de discusión y enriquecimiento intelectual. La calamidad ha sido la pretensión de implementar su ideología en las sociedades humanas a sangre y fuego y a los costos que sean.

Y es desde esos criterios trasnochados y desde esa torpe intencionalidad histórica de construir a troche y moche la “nueva sociedad”, en una concepción personalista del poder, fundamentada en la verdad histórica “revelada”, que se deshilan las actuaciones de las diversas facciones de la izquierda tradicional, desde las ultra radicales hasta más sensatas y moderadas, cuyos enredijos políticos sociales jurídicos y culturales terminan por implosionar una sociedad forzada a más de lo que su estatus evolutivo  le permite, y por ello negada en su existencialidad concreta tanto como se desprecia al individuo que la expresa.

Siendo por ello que, mientras la institucionalidad democrática elige como Presidente de la República a un sujeto político que se compromete a asumir sus deberes hacia la sociedad como un “buen padre de familia”, amén de la responsabilidad civil, administrativa y penal por sus actos; la izquierda ortodoxa elige al “pater familiae” en persona, es decir, al “padre” cuya bondad de acción y propósitos resulta incuestionable; cuya infalibilidad, aún ante catastróficos yerros, está fundamentada y justificada desde la verdad histórica, y a cuya voluntad se ha de someter la conciencia.la dignidad y hasta la vida, pues ambos conforman un mismo ser sujeto a un mismo destino…

Y es también desde esa personalización del ejercicio del poder político y de su uso como instrumento de dominación y control del individuo, que se explican y comprenden las acciones antidemocráticas de tales gobiernos. Les aterra la liberación del ciudadano por acción de la institucionalidad, pues el “pueblo” maniatado a la voluntad del líder y su camarilla revolucionaria es objeto fácil de manipulación ideológica.

De manera que todo el accionar de gobierno va dirigido al sometimiento de la voluntad del sujeto para hacerlo objeto ideológico. Si se analizan las medidas en materia social, económica, cultural, deportiva… en todas se halla el factor común de la dependencia del “pater fámiliae”, de la voluntad del gobernante.

Específicamente en materia jurídica esa intencionalidad hacia la generación de dependencia a algo más allá del Estado, a un cuerpo ideológico encarnado por el líder y su camarilla, es de detallar con suma cautela, por lo peligroso que resulta para la estabilidad y paz del país.

Al final la razón de lo del Estado es sustituida por la razón de la verdad ideológica; por ende, la autoridad de la ley se pervierte hasta desvincularse del poder del Estado para responder a la verdad de la ideología que la cualifica y valida. De manera que poco importa que la declaratoria del “Estado de emergencia” se haga contrariando las disposiciones constitucionales que imponen en control político sobre los actos del poder ejecutivo, por parte de la Asamblea Nacional; pues al actuar con fundamento a la “verdad”, que es la única, la “nuestra”, el control es innecesario y hasta estorba. La garantía del correcto y justo proceder del gobernante se fundamenta no en la institucionalidad, a la cual debería estar sujeto, sino en la cualidad revolucionaria, valga decir, en el compromiso con un proyecto histórico, que por verdadero es único, por único es infalible, por infalible los yerros eventuales resultan excusables, el dolo inconcebible, la corrupción justificada y la diversidad ideológica y el control institucional innecesarios.

Específicamente en la ley que se trata, se delatan las resultas de esa visión parcializada y torpe del ser humano y de la sociedad.

En primer lugar, el gobernante de la izquierda ortodoxa, desde su verdad dogmática ideológica, con esta ley juega a colocarse por sobre el bien y el mal; garantizándole la impunidad a sus adeptos y “perdonando” a los que se le opongan, por lo tanto, funge así como el gran benefactor, que teniendo a disposición una ley draconiana, tanto en sus penas como por lo aberrantemente subjetivo de sus criterios; no obstante por su justa voluntad la ley se mantiene dentro de los márgenes de las garantías democráticas.

El efecto buscado con este primer punto, sería parecido al síndrome de Estocolmo: Te puedo hacer daño, afectar tus derechos humanos, garantías constitucionales y tu propia libertad personal, pero no lo hago en toda la expresión de mí poder sino hasta donde las circunstancias me obliguen. Siendo la intención que el ciudadano termine agradeciendo la “bondad” del gobernante por no excederse en su poder; quebrar el libre albedrío del ciudadano para hacerlo patológicamente dependiente de la voluntad del sujeto gobernante.

Otro efecto es escindir entre los “míos”, a los cuales la ley no los toca en absoluto, y los otros, cuya punibilidad está en stand by, sometida a condicionantes: siempre que, hasta que.

En otros términos, esta ley busca la paz mediante un terrorismo bondadoso, bien intencionado y justo. Algo que sólo puede ser engendrado por el Goebbels de la revolución…

Otro propósito de la ley, es el de poder controlar a discreción el disenso político y neutralizar a los medios de comunicación no sometidos a los dictámenes del gobernante, mediante la espada de Damocles que implican las penas desproporcionadas y los criterios arbitrariamente desbordados.

Empero existe una intencionalidad velada que es de suma relevancia: la preservación del proyecto “revolucionario”” en el caso de la pérdida del poder político, protegiendo a los cuadros partidistas del pase de factura o cobro de deudas o  del ojo por ojo, inevitable en la caída de regímenes de propósitos hegemónicos, cuando en verdad saldría a relucir el filo de la cuchilla de la guillotina que no vemos pero que está ahí, aguardando, para preservar el proyecto como sea.

En fin, la paradoja de la ley es que no es lo que pretende ser, ni pretende ser lo que aparenta, ni aparenta lo que es, pues su intencionalidad fundamental es clara: establecer la paz mediante el miedo y el terror  asimilados como gratitud. Es el efecto de la paz, trabajo y bienestar de las dictaduras. Es la paz de las loas desbordadas o la del silencio cómplice que delatan su hipocresía. Es la fachada de paz tras la que los odios y venganzas reprimidas crecen tanto que estallan en atroz violencia social.

Es que con miedo y terror estas leyes poco o nada logran verdaderamente al final. Tras el “inocente” “sacalapatalajá” se expresaba, además de la burla mordaz por la condición física, el profundo odio y desprecio por el dictador, que la  “sagrada” acendraba con cada peinillazo, con cada grillo que encajaban en las canillas de la disidencia, y más aún con los aires de prepotencia y perdonavidas con que se paseaban orondos mientras el poder les sonreía.

Lo mismo ocurría con el  “General”, por delante, y “Cochinito” por detrás. La maquinaria destrozada de “El Heraldo” y los funcionaros pro dictadura escapando cual ratas,  evidenciaban lo etéreo e hipócrita de la paz social forzada desde el miedo y el terror.        

Así que el asunto no es de terminología sino de sentimientos; de la auténtica sustanciación de los conceptos.

Al contrario de reprimir los sentimientos, a la paz social le beneficia la  pertinente y justa expresión de los sentires de la sociedad con toda sus crudezas, valga decir, que sea ella, real, auténtica, descarnada, para desde el sinceramiento de la sociedad con su momento histórico, con su realidad evolutiva, con el ser humano y su circunstancia material, intelectual, espiritual, que la define, y con ella misma, en asunción de sus culpas, omisiones, obras, vicios, virtudes, defectos, antivalores y valores, desde y hacia la concreción de sus posibilidades, que es lo fundamental para la paz social, la acción progresiva hacia la posibilitación  justa, igualitaria y libre del ser humano. Por supuesto, generando el mecanismo institucional para que la misma sociedad progresivamente se vaya autoregulando y reorientando a sus propósitos.

Ese precisamente es el reto de la democracia, posibilitar en la plenitud  evolutiva  la libertad, la justicia, la igualdad, el crecimiento económico, el desarrollo intelectual y el crecimiento espiritual de la sociedad, en la mayor armonía y paz concretables. Valga decir, la paz es como la obra musical, existe como inspiración y aspiración intelectual y espiritual, pero se concreta mediante la ejecución armoniosa, pertinente, integral y sinérgica de todas sus partes. Por eso la suma complejidad de la acción política para desarrollar la paz auténtica en democracia. Y por eso la paz de los regímenes no democráticos es tan falsa y vacía de contenido real, solamente sustentada en leyes y decretos que levantan con el polvo cuando caen estrepitosamente sus fachadas políticas.

Las leyes sin espíritu son cascarones sin eficacia real posible.

Así, cuatro son los requisitos para desarrollar la paz social: la despersonalización del ejercicio del poder político, es decir, prevalecer la institucionalidad y la objetividad de sus fines y propósitos por sobre la subjetividad e intereses parcializados de los individuos. La expresión política de toda la sociedad, en su más amplio sentido. La integración de todos los factores sociales hacia mismo propósito existencial como nación. La existencia de un marco jurídico institucional que posibilite real y efectivamente todo ello dentro de un accionar hacia la justicia, la igualdad y fundamentalmente hacia la libertad.  

Porque la justicia, la igualdad, la libertad y la paz social, no son resultados sino acciones perennes hacia el vivir racional y espiritualmente. La paz, al igual que la felicidad, siempre expresa una apreciación existencial relativa y circunstancial; momentos que suman hacia el saldo evolutivo de una lucha del pequeño e indefenso homínido que en la medida en que evolutivamente se le facilita el pensar le pesan más los pensamientos. Es decir, si cuando se le dificultaba el pensar era feliz, pudiendo razonar mejor debería alcanzar mayor felicidad; sin embargo, el mayor raciocinio lo angustia como nunca, haciéndolo infeliz, mejor dicho, relativizando la felicidad. Porque la paz y la felicidad, como la justicia, la igualdad y la libertad las ha cargado y las cargará por siempre el ser humano consigo; el problema es que el hallarlas supone el desbaratar y reconstruir su existencialidad. Reconstrucción que acarrea el extrañamiento de lo que ha sido y por ende la negación de su ser sido y la consustanciación con su ser posible, que ineluctablemente también quedará como lo sido; terminando así el ser humano en la paradoja de su existir, pretender del devenir lo que tuvo en el pasado, pues ese pasado también fue producto de un devenir. Luego entonces ¿hasta cuándo, hasta cuánto y  hasta dónde la paz y la felicidad? La respuesta no puede ser otra sino, hasta siempre. Un hasta siempre que por infinitamente posible se resume en un solo concepto: Dios.

Un hasta siempre que revela una paz inalcanzable y vacía sin la sustancia de la existencialidad, es decir, sin justicia, igualdad, libertad, la paz es solamente cascarón; y con ellas no es nada, sino nuevamente aspiración de lo inalcanzable.

Un hasta siempre que define la acción política: ¿cómo concretar una paz que es inalcanzable e infinitamente posible? Precisamente posibilitándola en el día a día, para aprehenderla espiritualmente. Radicando allí la humildad, responsabilidad y eficacia de la actuación política por la paz: concretarla en su mayor suma en el hoy, actualizar el hecho existencial de la paz mediante acciones políticas materialmente posibles, evolutivamente pertinentes, racionalmente ciertas y espiritualmente vivibles.

Por eso la lucha por la sola paz no afana, porque cansa y no llega a nada. Es el buen vivir, la justa, igualitaria y libre convivencia de los seres humanos lo que se expresa como paz. Por eso el actuar no debe ser contra el odio sino por el amor y la paz como hechos concretos de vida. Es decir, el odio social no atenta contra la paz, sino que es la ausencia de efectiva sustanciación de la paz, la que engendra el odio social.

Es que cambiando los criterios valorativos, cambia radicalmente la naturaleza, espíritu y propósito de la ley.

Criterios. Dios nuestro. Sin criterios acertados es imposible concretar políticas justas y sancionar leyes eficaces.

En fin, tarea pendiente: derogar la odiosa ley contra el odio, draconiana represiva, torpe e ineficaz;  haciendo una por el amor y  la paz, conciliatoria, pedagógica, socialmente eficiente y de enriquecimiento espiritual. 


Javier A. Rodriguez G.


EL HUMANISMO SOCIALISTA