jueves, 30 de agosto de 2018

ACERCA DEL CAMBIO SOCIAL


En las sociedades el cambio evolutivo se gesta entre tres fuerzas: La que pretende llevarlo más allá de sus posibilidades reales, la que por inercia trata de mantenerlo anclado al paradigma que la sustenta, y la que equilibra las fuerzas contrapuestas, fincándolas en la realidad, que jaloneada a uno u otro extremo siempre, siempre, termina por imponerse.

Porque el cambio es fundamentalmente un estado de conciencia. Pero no se trata solamente de la conciencia de la necesidad y ni siquiera de la acción hacia el cambio, sino de la conciencia de su cualidad evolutiva y amplitud política y sociológica. Es decir, un estatus que trasciende la voluntad para constituirse en ubicación sinérgica y holística respecto a un todo en fluir perenne, en cambio constante pero inmutable en su ser esencial. Un todo en continua transformación desde la amplitud y plenitud probabilística de lo posible, y por ende, para cada objeto, para cada acontecimiento no existe novedad respecto a los demás, ya que sus actualidades carecen de referencialidad que las ubique respecto del otro; valga decir, para ellos el cambio no existe, permaneciendo sumidos en un presente efímero que es la única realidad posible.

Siendo precisamente la ubicación respecto del presente huidizo, cuasi intangible pero cierto, referenciado hacia un pasado inexistente pero expresado casuísticamente en cada actualidad, y un futuro cuya incertidumbre expresa la proyección probabilística de cada presente, lo que cualifica el cambio, lo que le da volumen existencial y sentido, coherencia , pertinencia y proporcionalidad evolutivas.

Considerando el cambio de esa manera, lucen profundamente torpes los criterios políticos que se ubican en uno u otro extremo de las fuerzas, aún en la equilibrante del centro, pues la acción política eficaz debe responder a una fórmula cuyo resultado las integre a todas, en sus variables fácticas, en un valor evolutivamente acertado, y por ende eficaz.

Empero, como el actual estadio evolutivo no le alcanza al ser humano para comprender ni actuar frente al cambio en toda su magnitud existencial, limitándose a planteamientos teóricos sesgados hacia un aspecto del cambio, entonces su ser social evolutivamente ha dado en el clavo, conformando una razón natural institucionalizada, a partir de la cual el abordaje del cambio se hace desde un acontecimiento colectivo, mejor dicho, colectivizado hacia un propósito en común: el buen vivir en sociedad.

De esa manera se armonizan e integran todas las tendencias ideológicas de la sociedad desde sus perspectivas particulares respecto del cambio, hacia el acontecimiento sinérgico que impulsa evolutivamente al cuerpo social; el cual, forzado ya sea a los extremos contrapuestos o al centro equilibrante -pero también a veces anquilosante- siempre tiende a su punto de mayor equilibrio, que no necesariamente es el centro, porque ese centro o punto equilibrante es tan relativo como lo son sus extremos. Es decir, el ser "conservador"," liberal" o "moderado", se va correlacionando en cada circunstancia evolutiva; de manera que el hoy "conservador" pudo haber sido otrora fanático "liberal ", así como el más "convencido" revolucionario actual, generalmente deviene en rancio "conservador" de su estatus quo.

Contrario a lo que generalmente se plantea, lo que impulsa la evolución social no es la confrontación de esos factores, sino su integración, pues al final todo resulta en el mismo ser humano y en la misma sociedad. Porque, si el "liberal" le es "útil" a la sociedad por propiciar el cambio, por pretender lo aspirado; no lo es menos el "conservador", por "defender" lo logrado, lo tangiblemente cierto, y por ello, la única verdad socialmente válida. O, visto de otra forma, cabría plantearse, si el cambio responde sólo al impulso de los "liberales", como ellos propugnan, entonces las sociedades solamente deberían existir  "liberales", siendo ellos el factor motorizante del cambio, y además ¿de dónde salieron los "conservadores y qué fuerza los sustenta socialmente? El control del poder, dirán algunos; pero aún bajo ese falso supuesto, si en algún momento ese poder resultase controlado por el factor "liberal", entonces  sería obvio que nunca más volverían a existir en esa sociedad las fuerzas "conservadoras", pues siendo éstas opuestas al cambio, a la evolución social, entonces por elemental inercia les estaría negado siquiera el resurgir en la sociedad. Empero, la historia de la humanidad y de las sociedades humanas enseña todo lo contrario: Conservadores, liberales y revolucionarios al final expresan al mismo ser humano.

Ese es precisamente el grandísimo problema para quienes se plantean el cambio evolutivo social únicamente desde su perspectiva ideológica, pretendiendo extirpar las fuerzas sociales contrapuestas, que aún en giros de 180 grados, al final siempre se regeneran, terminando esas ideologías con el destino de Sísifo.

La francesa es el ejemplo arquetípico del destino de las "revoluciones" o cambios desbocados en las sociedades. Junto con las testas del Monarca y su cohorte, se cortaba también de tajo una forma de organización social, de estructuración política, un paradigma de existencia en sociedad. La igualdad, libertad y confraternidad pronto evidenciaron la ausencia de la justicia y de lo principal: de la racionalidad, de la auténtica conciencia del cambio. Así, más luego que tarde el propio "proceso revolucionario" en lo interno se vio enfrentado a las mismas fuerzas sociales que hubieron troncado al tajo de la guillotina, terminando literalmente matándose los unos a los otros; desbrozando así el camino para la ascensión al poder de un orate ególatra y el establecimiento de un imperio más absolutista que el decadente que enfrentaron. No obstante el cambio social, replanteado luego de la lección histórica, resulto inmenso para la sociedad gala, pudiéndose decir que a partir de allí todo el acontecer político no fue sino la transición hacia el establecimiento de la república francesa, que no expresaría ni a unos ni a otros, pero sí a todos.

Y de la rusa ni se diga. Revolución burguesa campesina antimonárquica forzada a revolución obrera comunista. Un poco más de sesenta años bastaron para se derrumbara todo el mamotreto burocrático privilegiador  con el que pretendieron aniquilar las fuerzas que motorizan el cambio social, negando la evolución misma. 

En cuanto a nuestra revolución independentista. Hija bastarda de la francesa. Burguesa de origen y degenerada en guerra civil, en tregua convenida en gesta libertaria, concluye en la regeneración o el simple reacomodo de las fuerzas del cambio social. Retahíla de caudilluelos o "monarquitas" locales que expresaban la herida a muerte de sistema político y el inminente parto de la república venezolana.

Otro caso patético es el de la revolución cubana. Movimiento liberador independentista mutado manu militari a revolución comunista "marxista-leninista". Aniquiladas las fuerzas conservadoras y moderadas, merced a proscripciones y fusilamientos como arroz, expatriaciones a diestra y siniestra y encarcelamientos en cambote; proscripta la propiedad privada, expatriado el capital, muerto el libre comercio, engrillada la libertad de prensa, de culto y hasta la de pensar; no había obstáculo para el establecimiento del Estado comunista cubano. Medio siglo después la historia les restriega en las faces su craso error: pretender imponer un sesgo ideológico a la realidad evolutiva; que no absuelve ni condena, pero siempre termina imponiendo su verdad.

En cuanto a la triste y trágica actualidad de nuestro país; mejor ejemplo imposible del errado abordaje del cambio social por parte de los actores políticos, y de las consecuencias de destruir la estructura institucional que lo  posibilita en sus justas dimensiones y sensata pertinencia.

Para el año 1998 indudablemente el país exigía un cambio de rumbo político, una nueva ética de su existir institucional, la revalorización moral de toda la estructura social, la reespiritualización de sus seres humanos, el reencuentro del ciudadano con su identidad cultural, que lo aglutinase en un proyecto de común de existencia, alejando así los fantasmas acechantes de la confrontación civil.

Con el sistema político en degeneración progresiva hasta los límites de lo intolerable y con la dirigencia política incapaz de reaccionar ante ese estado de cosas, de comprender el cambio y la circunstancia evolutiva, la mesa estaba servida para que los ciudadanos sometiesen cuasi incondicionalmente su voluntad a la de quien les ofreciese salir de ese atolladero histórico en el cual se encontraban. Y efectivamente resultó así. Un gobierno con amplia y consistente mayoría sirvió para pasar los temporales que presagiaban la confrontación civil definitiva.

El problema se presentó cuando el gobernante evidenció no comprender a cabalidad su circunstancia histórica y las nuevas exigencias de la dinámica del cambio social.

Así pues, para el 2007 ya la sociedad venezolana exigía el fortalecimiento institucional que restituyera a sus justas y eficaces expresiones las fuerzas sociales del cambio, que la librase de la hegemonía del caudillo o "gendarme" político, necesario y útil para la etapa recién pasada, pero ya torpe y anquilosante a la eficacia política de la sociedad. Cuestión entendida perfectamente por el gobernante, al proponer la renovación, rectificación y reimpulso del proceso político que lo sustentaba; empero sin comprender que la principal renovación que rectificaría y reimpulsaría definitivamente la vida social del país, pasaba por su distanciamiento discreto de las riendas del poder, para abrir paso a una forma conceptualmente más evolucionada y eficaz de la institucionalidad, reequilibrante de las fuerzas del cambio social a una posibilidad más pertinente, justa, pacífica y viable. 

Lógicamente resultó imposible semejante grado de desprendimiento y comprensión del fenómeno del cambio social, en un gobernante, como todos, adicto al ejercicio del poder político. Resultando al final en simples cambios cosméticos tendentes a sustentar un sistema político ya en mora con la realidad y exigencias evolutivas de la sociedad.

Pero como las desgracias suelen implicar oportunidades evolutivas; la desaparición física del gobernante significó en ese momento un punto de inflexión del proceso político y una oportunidad de oro para reinstitucionalizar el país. Lamentablemente no fue así, pues los continuadores incurrieron en el error de pretender iniciar una saga de gobernantes calcados al carbón del líder fundador; aspiración y acción de lugar común tras el finiquito histórico de gobiernos fuertes personalistas de corte caudillezco.

Lo demás lo hemos sufrido todos los venezolanos. Una parcialidad política cada vez más reducida asumiendo para sí el cambio social, y el resto mayoritario de la sociedad desguarnecido políticamente, sin dirigencia política capaz de comprender y adecuarse a la dimensión y exigencias del cambio social. Unos factores políticos de la oposición totalmente  desfasados de la realidad social, que bien pudieron, con unión, coherencia y sensatez, cortar por lo sano en las elecciones del 2013 las pretensiones continuistas de los legatarios del caudillo fallecido.

Hoy nuestra sufrida patria padece los embates de una ideología falaz. Tomadas manu militari todas las instancias institucionales sobrevivientes, el venezolano se encuentra acorralado en su propia patria. Disgregadas las familias, mellado en su dignidad el ser humano y cundido de desasosiego el ciudadano, los augurios para la patria de Bolívar son malos, muy malos.

Todo debido a la falta de comprensión del complejo mecanismo del cambio social. Lo cual es tan fundamental, que se puede decir que los países "desarrollados" lo son por el grado de de acierto de su acción política respecto de ese mecanismo. Dicho de otra forma, lo que posibilita el desarrollo eficaz y sustentable de un país es su capacidad para conciliar las fuerzas sociales del cambio en función de un proceso histórico en común.

El Mega-Paquete… ¿Chileno?
En sus desatinos respecto del cambio, el actual gobierno continuista acaba de anunciar uno de esos mega-paquetes económicos populistas con los que se pretenden corregir las deudas acumuladas de eficacia gerencial, con "soluciones" providenciales que en el tris tras de dos años coloquen a Venezuela al nivel de potencias económicas como Alemania... conforme lo anunciado por el gobernante. ¡¡Qué barbaridad!! En su debido momento abordaremos el asunto en este blog . Aunque ya comienzan a verse hilachas de los descosidos ideológicos, esperemos a que terminen de ponerse las cartas marcadas sobre la mesa.

Por lo pronto, se vislumbra otro gran error político. No por una u otra medida, que de por sí pudieran ser necesarias y hasta beneficiosas, sino por el contexto conceptual ideológico subyacente, discriminatorio, segregacionista, indignante, parcializado y torpe, que no le permite eficacia posible a la acción del gobernante.

Lamentablemente el actual gobernante presentó como suyas las ideas de sus asesores, quienes permanecen en el más absoluto anonimato, dejando huérfanas semejantes barrabasadas intelectuales; por ahora, porque en los momentos de dificultades, cuando se les comiencen a ver las costuras al programa económico, sus nombres empezarán a relucir como padres de la creatura. Así es la política, la mala política.

Es que no comprende el gobernante que el cambio social es en esencia un acontecimiento cultural, y por ende, amplio, cohesionador, integrador, pertinente y fundamentalmente colectivo; es decir, expresante de todo, todo, el ser social actual e histórico.

Algunos aspectos del paquetazo económico son necesarios y correctos, y evidencian intentos de corrección de algunas cuentas del rosario de disparates comunistoides que arrastran, pero lamentablemente no pasarán de ser islotes en un océano de desaciertos. Porque el problema es el contexto marxista-leninista que enmortecina la acción política del gobierno y le estampa fecha de caducidad.

De esa forma el fracaso de dicho paquete económico está más que cantado; no tanto por las medidas en sí, sino por el precario soporte político. La cuestión radica en el cómo se asumirá socialmente y en el cuánto dejará de aporte a los procesos venideros de reconstrucción nacional. Ojalá que su declive sea lo menos traumático posible y el aporte lo mayor que se pueda.  Ojalá ocurra el santísimo milagro de que una minoría imponga sus criterios a toda la sociedad, sin las consecuencias dramáticas que enseña la historia.

El problema de estas facciones políticas neocomunistas, es que arrastran en su genética ideológica los resabios del idealismo alemán, heredados de Marx: la primacía de la razón y la voluntad por sobre la realidad, a la que configuran, revierten y transforman merced al estado superior de conciencia. En consecuencia, los individuos, las sociedades y las naciones se diferencian por el grado o nivel de esa conciencia suprema, que cualifica más o menos sus voluntades para gestar las transformaciones sociales que determinen definitivamente el destino evolutivo del ser humano, de las sociedades y de la humanidad, hacia estadios transcendentales espirituales racionales o más inmediatos materialistas fácticos. Ello lleva a la conformación de naciones y de individuos privilegiados evolutivamente a tales propósitos, concluyendo, o en "razas" predestinadas o en castas políticas cualificadas históricamente para la transformación definitiva de las sociedades y la humanidad.

De manera que estos grupos neocomunistas se mueven fundamentalmente entre las dos vertientes ideológicas de Marx: La concepción positivista materialista de la evolución de las sociedades humanas, hasta el estadio de la toma de conciencia, en el cual entra la razón y la conciencia y la voluntad a volcar, o re-volcar, la evolución hacia un estatus de "perfección" existencial, el cual, por contradecir las causas generatrices de la razón, conciencia y voluntad, niega al ser humano y por ello se hace imposible, quimera, sueño, pura esperanza y nuevamente en fe, y con ella otra vez en el mismo Dios, cuya negación volverá a ser excusa para que la prepotencia intelectual de los nuevos iluminados privilegiados vuelva a pretender encontrar en la vuelta de la esquina lo que la evolución no logrará en los 5 mil millones de años que le restan de vida al sol, si es que antes al ser humano no lo visita un asteroide o lo sorprende un súper volcán o lo rostiza el calentamiento global o le llega cualquier otra sorpresita, o se autoaniquila.

Así, el destino de esas facciones es tropezar una y otra vez con la misma piedra. No es para menos, si se hacen dogmas semejantes falacias. Al final, los "camaradas" que terminan distanciándose de esas "verdades reveladas" y cuestionando su poder para troncar de tajo y revertir la evolución de la humanidad, ni el beneficio de la duda le conceden y terminan siendo "traidores" de las causas revolucionarias.

La política debe ser trascendentalmente realista. Realista, no sólo por conocer la circunstancia social, sino por fundamentar su acción en la realidad evolutiva del ser humano y de sus grupos sociales. Y transcendental, por fincarse en la realidad evolutiva para proyectarla desde su conciencia, voluntad, conocimientos, ignorancias, valores, antivalores, virtudes, carencias, sentimientos y necesidades, desde su cultura, integralmente concebida, hacia nuevas probabilidades existenciales, que, por eso mismo, por devenir de realidades, siempre podrán ser mejores.

Actualmente, por fin el gobernante a fuerza de porrazos aparenta estar asimilando algunas, muy pocas, de las verdades evolutivas que rigen el convivir humano en las sociedades contemporáneas. Lamentablemente "alegría de tísico" es lo que causan esos anuncios de rectificación, pues pronto el desasosiego vuelve a invadir al ciudadano cuando comienza a padecer los efectos de la ponzoña social neocomunista que contienen. 

Trataron de eliminar a golpe y porrazo la moneda física, y no pudieron. Pretendieron decretar el uso masivo de una nueva moneda virtual, que terminó relegada por la realidad al justo lugar que la circunstancia evolutiva de la economía mundial y la realidad cultural del país le conceden. Han tratado de engrillar la libertad de comercio, para conformar una estructura partido-gobierno-pueblo, que mediante el control y manipulación criminal del acceso a los bienes y servicios, fuerce las conciencias hacia la hegemonía de la ideología; y a cada rato se caen de c...contra el suelo, destino ineludible de alienados vuelos ideológicos. Han intentado por todas las formas posibles erradicar el Estado democrático de Derecho y de justicia -por antonomasia contrario a los criterios fundamentales del marxismo-leninismo- para sustituirlo por el Estado revolucionario, especie de esas "dictaduras del proletariado" que siempre devienen en dictaduras de los privilegiados; siendo ese su más grave error, pues el Estado democrático de Derecho y de justicia es esencialmente revolucionario y constituye una verdad evolutiva al existir de la sociedad, y como tal, siempre termina por prevalecer .

Llama la atención la contradicción entre aquellos gobiernos hegemónicos en países con la institucionalidad casi toda tomada por una facción política, con ostentoso “apoyo popular” masivo y supuesta "prosperidad económica”; y la forma en que terminan sus líderes mesiánicos, escupidos y apaleados en las calles. Porque al final es el saldo en la mella de la dignidad de los ciudadanos y la represión de la justa expresión de las fuerzas del cambio social, lo que se cobra.

Valga el dicho: "Jaula es jaula, aunque sea de oro". Porque la libertad es en sí el mayor tesoro, cuestión que no comprenden los neocomunistas. La conceptualización de la libertad es el talón de Aquiles del marxismo-leninismo, porque desde ella se develan sus sofismas y desmonta el mamotreto ideológico, obtuso evolutivamente, que lo sustentan.

Y hablando de cambio...

¡Me quieren matar, me quieren matar!
Vociferaba el actual Presidente de la República en cadena nacional; y al instante y sin término por la distancia, se contaban por docenas los imputados, acusados y condenados en un solo acto en cadena nacional, extendiendo la responsabilidad penal a familiares, relacionados y amigos, y sin consideración alguna de la relación de causalidad entre las acciones de los sujetos y el hecho. Un verdadero aquelarre jurídico.

Privilegios y eficacia institucional con los que no cuenta el “soberano”, a quien desde hace muuuchooo tiempo lo están matando impunemente, cuando no las balas de la delincuencia y de los cuerpos policiales, la precariedad criminal del sistema de salud, y el hambre, debido a las políticas económicas desacertadas. Amén de su dignidad, que se la tienen ya muy toteadita.

El hecho en cuestión es de suma gravedad, por atentar contra la vida de seres humanos, pero también por el desequilibrio social que expresa. Los ciudadanos defecando en frente de la autoridad y la violencia manifiesta de sectores sociales tradicionalmente pacíficos y de comportamiento cívico, evidencian la falta de canales institucionales para la expresión política democrática de esos grupos. Porque, en política se cosecha lo que se siembra.

Tanto odio plantado en contra de los conciudadanos, de los orígenes de la nación, de otros países, de la cultura occidental, del conocimiento, de absolutamente todo lo que contradiga sus  dogmas, no puede dar buenos frutos.

No puede segregarse impunemente a sectores tan amplios y diversos de la sociedad, solamente por no compartir el proyecto político hegemónico del gobernante. Rociados con lacrimógenas si manifiestan. Perseguidos y o encarcelados los alcaldes y funcionarios públicos que eligen. Anulado institucionalmente su control político del poder legislativo. Insultados, tratados de criminales y apátridas y sometidos por todas las formas al escarnio público, por el solo hecho de disentir y querer expresarse políticamente. Todo ello constituye un sustrato muy fértil de germinación del terror como argumento de lucha, y de allí a su instrumentación sistemática en la sociedad, hay un paso.

Por fortuna para todos el hecho no se concretó. Empero esto apenas comienza, pues ese tipo de sucesos, por sobre sus propósitos inmediatos pretenden rompen una forma de ser y de actuar en política, y fundamentalmente quebrar el precario equilibrio sicológico de los grupos sociales de que se trate, instituyendo el paradigma del mal necesario, del sacrificio por la patria, del héroe o la heroína que se ofrenda a la causa en común. A partir de ahora, los y las Carlota Corday pueden estar en cualquier lugar.

Al final no son sino efectos de la errada conceptualización del cambio social.

Entre disparates te veas.
Y hablando de desatinos; he aquí dos perlitas que denuncian el naufragio conceptual ideológico de quienes hoy gobiernan la patria de Bolívar: El fulano "advenimiento del socialismo" y la mengana “suprema felicidad”; a un término inminente que nunca se concreta, como si se tratara de ponerle un “The end” a la historia, y en adelante todos felices y a comer perdices…

No, el “socialismo” no se concretará jamás de los jamases, así como el capitalismo no alcanzó los linderos y el epílogo que predijera Marx. Es más, en el futuro podrán haber sociedades que de una manera u otra hayan concretado la mayoría de los postulados “socialistas” de la actualidad, y sin embargo mutatis mutandis tendrán también problemas sociales de todo tipo, y en ellas la tirantez del cambio social activará las fuerzas sociales y habrá ideologías y habrá liberales y conservadores y habrá el capital y lo social y sus “ismos”. Empero seguramente habrá también estructuras institucionales más eficaces capaces de un mayor y mejor equilibrio social y de mantener al margen de la vida social los fantasmas de la alienación y radicalismos ideológicos, que tanto padecimientos le han causado a las sociedades humanas en el siglo pasado y en lo que cursa del presente.

Porque las sociedades humanas andan tras de todo pero nunca llegan nada. Es la gran lección de la historia; cada actualidad evolutiva expresa la máxima plenitud posible del cuerpo social, la cual se proyecta hacia el devenir integrando un abanico de probabilidades que constituyen otras realidades. Siendo esa proyección integral de su ser siendo, lo que exponencia la evolución de las sociedades humanas e imposibilita la “cuadratura” a conveniencia de su destino. Valga decir, el actual capitalismo, en comparación con los tiempos de Marx luciría como la utopía socialista, sin embargo hoy se le achacan todo tipo de “perversiones”, mismas que para aquellos no serían más que necedades de solterona insatisfecha, por decir algo. Igualmente, las sociedades del porvenir expresarán nuestra actualidad apenas como un destello de su luz propia, a tal punto que, aunque ineluctablemente estaremos integrados a ella, no nos reconoceríamos en su actualidad, que no sería la nuestra ni la que proyectamos y ni siquiera la que quisimos, sino la que evolutivamente habrán de tener.

En cuanto a la felicidad, ella expresa la magnitud relativa de la conformidad existencial del sujeto, la cual lógicamente es circunstancial; pues es la inconformidad con su existir y la necesidad de ir tras lo posible, lo que impulsa el cambio social y la evolución de las sociedades humanas. De ahí la paradoja de la felicidad: gestada desde el cambio, es en la estabilidad engendrada por la conciencia de permanencia subyacente a su variabilidad, en donde puede manifestarse, encontrársele, hacerse de ella. De manera que el ser feliz es fundamentalmente una condición espiritual, de mirarse integrado sinérgica y holísticamente a un acontecimiento evolutivo maravilloso, y, por ende, de valorar las expresiones sublimes de ser de la vida y del universo, por sobre las contingencias de la dinámica del cambio. Así, puede consumirse miserablemente toda una vida para al final brindar con caviar y faisán; en vez de enriquecer cada día el existir para al final no necesitar ni faisán ni caviar para ser feliz.

Es que si se ponderase el maravilloso acontecimiento de la vida, el ser humano tendría motivos para ser feliz por sobre todas las demás cosas; sin embargo, no solo se sume en desasosiegos absurdos, sino que incluso atenta contra su privilegio de existir. Si se valorasen mejor los gestos de afecto, solidaridad, amistad y las buenas acciones de los otros, se tendrían muchísimas más razones para creer y amar al ser humano, en vez sumirlo en un mercantilismo desaforado o de embaucarlo en “revoluciones” absurdas, que pretendiendo extirparle sus “males” terminan por aniquilarle su ser; que por “humano” no es “perfecto” pero es todo él, y si se lo disecciona, merced a ideologías torpes, se desnaturaliza, perdiendo esa capacidad maravillosa de promediar el impulso existencial que lo perfecciona evolutivamente. Si se mirase a la naturaleza, en vez del entorno al cual dominar y vencer, como el ámbito existencial al cual integrarse y compartir; y si se considerase desde otra perspectiva el significado del estatus evolutivo actual de las sociedades humanas, su grado de organización política y el modus existencial promedio de los seres humanos que comparten este pequeño planeta, entonces se tendrían miles de millones de razones para maravillarse ante semejante milagro evolutivo, ponderando no lo malo que es sino lo mejor que puede ser, y así las acciones políticas hacia el cambio social serían más lógicas, racionales, sensatas, pertinentes, integrales, eficaces y justas.

Porque el punto supremo de convergencia de la felicidad de la humanidad no está al alcance del ser humano desde la plenitud posible de su circunstancia existencial, sino que él es expresión de Dios; por supuesto, quien reniega de él y endiosa la voluntad omnipotente del todopoderoso súper yo, no puede evadir la tentación de sustituirlo, acarreando todos los desatinos que padecen las desafortunadas sociedades bajo el yugo de esas ideologías.   

Las ideologías con sangre entran.
Por todo eso y mucho más, la lección que deja a nuestra patria el marxismo-leninismo es horrenda. Dios guarde a los ciudadanos de otras naciones de caer en manos de su fanatismo delirante. Porque, estemos claros, la izquierda generalmente es muy buena como oposición, pero como gobierno, si se le deja rienda suelta a su fanatismo, resulta pésima administrando lo público, por determinista, finalista, reduccionista, dogmática, prepotente, excluyente, segregacionista, hegemónica, ineficiente y torpe.

La solución para preservar el Estado democrático de Derecho y de justicia de los delirios ideológicos de estos grupos políticos, sin coartar sus derechos a participar en la gestión del Estado, es mantenerlos a raya en estricto respeto de la institucionalidad, porque de otra forma la desmantelan, sumiendo a los países en la peor de sus desgracias. Ello ocurre no por maldad sino porque la destrucción de todo el aparato institucional, de la libertad de producción, de comercio, de prensa, de pensamiento, de credo, de religión etc. es ínsita a la ideología que profesan, pues su estructura funcional es más parecida a la de una secta religiosa que a la de un partido político de un Estado democrático. La trampa, es que todo lo hacen por “amor” y la “suprema felicidad” de un "pueblo " muy abstracto, cuasi esotérico, sin cantidad ni cualidad institucional, pues es lo que ellos dicen que es, hasta donde es y lo que quieren que sea. (Aparte de la alienación ideológica, seguramente influyen en ese comportamiento, las tragedias personales que arrastran esos personajes, de cuando ellos o sus familiares más cercanos se alzaron en armas en contra de la república. Motivo por el cual, muchos  de ellos manifiestan en sus actitudes visos de algún estrés post- traumático muy agudo)

De ahí la necesidad de una segunda vuelta electoral en las elecciones presidenciales; para que los gobiernos se formen con el mayor consenso posible y así evitar que facciones pretendan imponer sus criterios a toda la sociedad, subvirtiendo los valores democráticos y culturales más caros a las naciones. Haciendo de esa forma el cambio social más pertinente, sensato, amplio, eficaz y estable.

Aún más, ya sería hora de avanzar hacia el fortalecimiento del parlamento, con expresiones políticas de todas las minorías del país, con el voto público nominal de sus miembros, con mayores prerrogativas de control de la administración pública, despojando al gobernante de suficientes facultades  como para que ningún mandatario pretenda erigirse en reyezuelo y se limite a ejercer su función gerencial de lo público conforme a los postulados ideológicos que profesa, pero dentro de los linderos institucionales de la nación. Despojar al titular del ejecutivo del control de los cuerpos de investigación criminal, pues es inmoral y contrario al debido proceso, que el presidente de una organización política ordene y tenga injerencia en las investigaciones en contra de sus adversarios políticos. También la Defensoría del Pueblo requiere otra configuración jurídica y la elección por voto popular de su titular, para que" defienda" al pueblo y no a sus mecenas políticos.

No hay bien que por mal no venga
Después de este huracán neocomunista quedará mucho por hacer. Un gran gobierno de reconstrucción nacional es necesario, junto a una Asamblea Nacional Constituyente convocada de forma auténticamente soberana, democrática, sin coacción alguna y limitada a su función, ofrecer a la nación una Constitución que recoja el aprendizaje político social cultural de dos décadas, en una reconfiguración institucional, política, jurídica, sociológica y cultural del país, que exprese con la mayor pertinencia, eficacia y trascendencia posibles, el cambio social que exige la patria nuestra y de Bolívar.

Una gran égida de rescate institucional, ético y cultural de la nación y la patria, que redimirá también a los actores del actual gobierno; porque en torno de ellos se entreteje toda una estructura político social que se nutre de sus disparates, llegando incluso a impedirles cualquier intención real de rectificación.

En definitiva. La realidad social es un acontecimiento cultural y por ende expresión histórica de todo el cuerpo social. Debiendo ser ese acontecer auténticamente colectivo, el asiento de la acción del cambio político justo, pertinente, eficaz y sustentable.



Javier A. Rodríguez G.

miércoles, 16 de mayo de 2018

La Evolución. Reflexiones III



“El Origen de las Especies”, la prodigiosa obra de Charles Darwin, no deja de asombrar cada vez que se aborda el tema; empero también cada vez el enfoque debe ser más punzante, la crítica afilada y la valoración intelectualmente más desprejuiciada e  irreverente.

Lo mejor de ese tipo de teorías con tantos vacios, absurdos y contradicciones, es que permiten cualquier  tipo de conjeturas, sin poder contradecirlas válidamente, a riesgo de negarse a sí mismas. Siendo así, tratemos pues.

La primera gran virtud de “El Origen de las Especies”, es haber afirmado el evolucionismo en el momento y lugar apropiado, y con un basamento científico suficientemente sólido; pues unos 50 años atrás, el planteamiento evolucionista innovador del Francés Juan Bautista Lamarck  fue despreciado y ridiculizado. Otro punto afirmativo fundamental es la exhaustiva investigación de campo que soporta a la obra. Destacando también el carácter de que, constituyendo de por sí un criterio científica, religiosa, sociológica y culturalmente revolucionario, las circunstancias de modo, lugar y tiempo le permitieron engranarse  a la gran égida del conocimiento científico que sacudía la mitad del siglo XIX.

Los puntos en contra de la obra son los propios de los vacios de conocimiento existentes en la época. Uno de ellos es la flagrante ignorancia en materia de la herencia, asunto que le tocaría resolver  luego a Gregor Mendel.

Empero el “talón de Aquiles” de la teoría de Darwin, es abrir la posibilidad a la transmisión genética de los caracteres adquiridos, con su “pangénesis”, que lo aleja de los  neodarwinistas y lo separa definitivamente de la Teoría Evolucionista Sintética, y que décadas después sería negado de plano por la “barrera de Weismann”, la cual, no se sabe bajo qué argumento comprobado, sostiene la imposibilidad de la transmisión de información genética en “reversa, es decir, de la línea somática a la germinal. Aceptándose actualmente, por tanto, la evolución de las especies por selección natural mediante dos vías: la combinación y la mutación genética.

Aquí precisamente es donde entra a escena el personaje precitado Lamarck, pues él sufrió en carne propia el haber planteado la posibilidad de la transmisión de los caracteres adquiridos, hasta el punto de que sus valiosos aportes a la ciencia han sido subvalorados y sus criterios tergiversados y ridiculizados.

Lamarck, en esencia sostenía que en determinadas circunstancias evolutivas ocurría la transmisión -o inscripción genética, visto desde la actualidad- de las características adquiridas por las especies conforme a sus necesidades adaptativas.

Mutatis mutandis es lo que plantea décadas después Darwin, con el resalte de que su teoría traspasa la evolución hasta el origen de las especies, llegando incluso hasta los predios del origen mismo de la vida en un único ser, del que derivan todas sus expresiones; criterio que luego, con la sepultura de la tesis de la “generación espontánea” por Pasteur, se afianzaría definitivamente.

Ante tales hechos cabe preguntarse ¿Qué hace tan absurda la posibilidad de la transmisión genética de los caracteres adquiridos? ¿Qué implicancias acarrea la aceptación de tal posibilidad? ¿Qué pasaría si en estos momentos se anunciara la validez del criterio de Lamarck?

Ciertamente, vista desde la inmediatez de la existencia humana, además de absurda luce ridícula. Son célebres los ejemplos con los que se mofaban del planteamiento de Lamarck; como aquel del herrero que veía en los brazos de sus nietos la fortaleza adquirida merced a la exigencia de su dura faena. O del sujeto que habiendo perdido un brazo en su oficio, tiene descendencia igualmente sin ese miembro.

El problema radica en la forma que se plantee la transmisión de los caracteres adquiridos. En primer lugar  el nombre es irrelevante, pues bien puede llamarse “registro genético de la adaptación evolutiva”, por ejemplo.

Porque al final el código genético de una especie, y en particular del ser humano, no es sino un capítulo más del gran libro evolutivo. La misma célula, en su esencia, que originó a todos los seres vivos; la misma columna del primer vertebrado, el mismo cerebro del primer animal, las mismas ubres del primer mamífero, los mismos instintos básicos y el mismo horror a la ineluctable extinción. Todos inscritos en la fórmula genética que lo actualiza evolutivamente. Siendo ese el karma del ser humano: Ser maravillosa novedad evolutiva y a la vez estar construido por primitivismos, que le pesan, que a veces lo avasallan, que hasta le estorban, pero que irremediablemente le dan su identidad existencial.

Y es precisamente esa identidad evolutiva, ese ser siendo que caracteriza al proceso evolutivo, lo que llama Lamarck a registrarse como patrimonio evolutivo de la especie. 

Comparemos, ahora sí,  la moderna y mayoritariamente aceptada Teoría Sintética. Para ellos la evolución se produce o por la fortuidad de la mutación genética o por oficio de “errores” en la recombinación genética por vía reproductiva, determinantes ciegos, aleatorios, del mecanismo de selección natural del más apto, o más afortunado. Es decir, conforme a sus postulados, la evolución, perfectamente instrumentada, no es nada más que una tómbola.

Veamos la lógica supuestamente irrefutable de tales criterios.
La recombinación genética por vía reproductiva: Ciertamente, constituye un factor impulsor fundamental del cambio evolutivo, pero el rol que se le asigna no engrana con lo que debería ser el mecanismo que origina las especies y la complejidad intrínseca del proceso evolutivo.

Evolución por el azar de la mutación genética: En los casos más simples sería como ganarse a la vez varias centenas de loterías a nivel mundial, el hecho de que un ave que requiera un pico más largo y curvo deba “cruzar las garras” para que ocurra el milagro aleatorio de una mutación en sus genes precisamente para lo que le exige la sobrevivencia de su especie. O que al contrario, de pronto inicie a surgir un pico que para nada le sirve, entonces desesperado busca la forma de darle algún uso, y si no lo logra, perece. Además, la selección aleatoria absoluta por vía reproductiva luce flagrantemente insuficiente para explicar los complejísimos fenómenos evolutivos.

Al respecto aplican estas palabras del astrónomo Fred Hoyle: “En una chatarrería se encuentran todos los fragmentos y las piezas de un Boeing 747, sueltos y desordenados. Ocurre que un tifón se abate sobre la chatarrería. ¿Cuál es la probabilidad de que después encontremos un 747 totalmente ensamblado y listo para volar? Es tan pequeña que resulta despreciable, incluso en el caso de que el tifón soplara en tantas chatarrerías que llenasen por completo el Universo”.

Entre tantos ejemplos que se han dado y que se pueden dar, consideremos este: La complejidad del órgano visual es tan grande que ha debido haber un rosario de mutaciones milagrosamente ocurridas no solamente cuando se han necesitado sino precisamente para lo que se necesitaban. Que si el globo ocular, que si la retina, que si el cristalino y su complejo mecanismo de enfoque, que si los conos y los bastoncitos, que si su ramal de interconexión al cerebro, que si las áreas cerebrales de procesamiento de la imagen y su interconexión con los centros cerebrales, amén de las complejidades intrínsecas de cada uno de esos factores. Obviamente, si todas esas mutaciones han ocurrido  justo cuando y para lo que se han necesitado; luego entonces no pueden ser aleatorias, y, por lo tanto, responden a algún requerimiento evolutivo; y siendo así ¿cómo se informa el código genético de la “novedad” evolutiva?

Por supuesto, se pudiere alegar que ese fue un proceso gradual, una sumatoria de pasos evolutivos que concluyó en el ojo evolucionado del ser humano, por ejemplo. Pero aún así, resulta imposible que su razón de ser derive de una expresión absolutamente aleatoria. Porque una cosa es el ser evolutivo, que ineluctablemente está sometido a la probabilística de ser todo lo que la aleatoriedad le permita; que no son solamente las recombinaciones, mutaciones o transferencias genéticas, sino todo el condicionamiento medio ambiental que implica; y otra cosa es la razón existencial de ese ser, es decir, la funcionabilidad esperada del ser. El ojo humano y el de la vaca y el del pez, están diseñados para ver; no para caminar o digerir alimentos; como sí lo están las extremidades y los estómagos.

Porque, igual que una obra de arte, lo maravilloso y sublime de la evolución, no es el proceso técnico material que la expresa, sino el concepto que la genera, la razón que la motoriza y le da sentido.

Es obvio que el ser humano, en su significado, no es un producto evolutivo fortuito, pues al carecer de razón evolutiva él, también lo carecerían sus partes, y siendo que aún así conforman al ser humano, entonces no podrían ser producto de la aleatoriedad, pues probabilísticamente sería imposible, y absurdo, pensar que la evolución construya tan complejísimas partes para nada y de esa nada surja la maravillosa máquina pensante humana.

Claro, se pudiere argüir que todos los componentes del ser humano devienen de un proceso evolutivo de ensayo y error, por lo que su funcionalidad ha sido comprobada y perfeccionada; pues, por supuesto, por eso es evolución, y por eso también, por responder a un historial evolutivo es que necesariamente debe tender a alguna razón que le dé sentido, que la dote de historicidad.

La evolución es aleatoria pero no ciega, y menos tonta. Todas sus expresiones constituyen posibilidades del ser evolutivo; y por ende, razones para ser, para tener sentido histórico; valga decir, para producirse en todo su espectro de aleatoriedad en tiempo, lugar y modo.

Consideremos una reproducción por la técnica de inyección de tinta, que descompone estocásticamente la imagen en pequeñísimos puntos, para imprimirlos a cuatro tintas y reconstruir así la imagen sobre el sustrato de que se trate. Ahora imaginemos que enfocamos un lente de gran aumento sobre una zona específica de la imagen. Veríamos una cantidad de puntos cians, magentas, amarillos y negros, pero sin interrelación ni significado alguno... Luego, si disminuyéramos el aumento, veríamos os puntos configurarse en un ojo de animal perfectamente definido, tal vez reflejando el más cruel instinto de sobrevivencia, pero sin decir nada más. Y así pasaría si hiciéramos lo mismo con cada área similar de la reproducción. Ahora, si alejásemos progresivamente el lente, se configuraría la cabeza dolorida, aterrorizada e implacable de un animal de lidia, volcado en su instinto hacia sus verdugos; bajo él, el caballo yacente expiando la miseria humana; aquí y allá los bufones en faena de verdugos en desgracia; y arriba los espectadores, pendientes de otro acontecimiento ajeno al centro de atención de la obra, les falta terror, asombro, expectación, lujuria, y les sobra goce e indiferencia ante el circo del sufrimiento, sangre y el desprecio por la vida; imperdonable omisión para el artista creador, pero magistral desatención para el espectador cuya visión es la obra. Veríamos entonces la excepcional pintura de Arturo Michelena: La Vara Rota.

De esa la misma forma ocurre para la aleatoriedad evolutiva. Vista desde el texto de cada circunstancia parece depender exclusivamente del azar y aparenta no tener más sentido que el que se da ella misma; empero, si se amplía la perspectiva hacia su contexto, adquiere sentido y se evidencia su razón de ser.

Tal vez es la búsqueda de esa razón la que  jalonaba la Teoría de la evolución ya desde los planteamientos de Lamarck, lo que la prodigiosidad de Darwin intuyó,  y a lo que la están llevando a rastras los descubrimientos biogenéticos, paleontológicos, astronómicos y científicos en general.

Es que la misma evolución no es sino  instrumento para la expresión existencial del universo. De la vida en concreto y de la vida racional en específico.

Se observa ahora cómo la Teoría Sintética de la Evolución no solamente cojea, sino que no puede andar, si no es por el sustento del bagaje intelectual de sus defensores. En otras palabras, la evolución no es posible en toda la capacidad y potencialidad que evidencia, con los criterios de la moderna Teoría Sintética.

Ya Darwin se planteó ese problema y salió del paso con su pangénesis, sustentada en, otra vez es necesario mentar al desprestigiado Lamarck.

En nuestro tiempo, la Dra. Lynn Margulis  partió de su aceptada “Teoría de la Endosimbiosis” para plantear, en su “Teoría Simbiogenética”, la posibilidad de la modificación de la información genética  mediante factores como bacterias y los retrovirus, considerando la simbiogénesis el verdadero motor de la evolución.

Ahora tratemos algunos ejemplos desde los criterios de Lamar, ponderados desde nuestra actualidad. El ave que requiere el pico largo y curvo está sometida a un estrés de sobrevivencia que pudiera ser registrado de alguna forma como data pre-genética, la cual, acumulada bajo las circunstancias apropiadas, duración suficiente del estrés, coexistencia de otro factor colateral de subsistencia, la generalización e integración del estrés; puede, por acción de algún factor desencadenante, interno o externo, sobrepasar el umbral de la barrera de Weismann, y de esa forma actualizar evolutivamente al ser vivo de que se trate.

Lo mismo ocurriría con el ave que llegada a una isla en donde teniendo suficiente alimentos a baja altura y sin el estrés de depredadores, se le atrofian las alas y pierde la capacidad de volar. Obviamente pudiera ser, como lo postula la Teoría Sintética, por la aleatoriedad de una mutación, pero entonces no respondería a una adaptación propiamente dicha, referenciada a un espacio y un tiempo evolutivo determinado, sino a un hecho fortuito que pudo ocurrir en cualquier momento; convirtiéndose en factor que coarta las posibilidades adaptativas y evolutivas.

Imaginemos que todos los habitantes de una población deciden un día andar por siempre en sillas de ruedas. Y así cada generación, fiel a la tradición, desde el nacimiento inutilizan los miembros inferiores. Con normas estrictas de procreación garantizan la copulación muy “democrática” en función de conservar el promedio del genotipo. Y considerando que no ocurre ninguna mutación que beneficiara al colectivo y menos en cuanto a la especificidad de las piernas. Ahora, al cabo de cien mil años ¿cuál sería la morfología de los habitantes?  ¿Será la misma la información genética de la constitución de  los miembros inferiores, respecto de la de los antepasados fundadores?

También, supongamos que un insecto  se topa con un depredador nuevo, del cual logra escapar escondiéndose tras alguna hoja. Luego ese insecto desarrolla evolutivamente en su lomo, a manera de camuflaje, una réplica de la hoja “salvadora”, La pregunta es ¿Cómo se produce la modificación genotípica en este caso?

Conforme a la Teoría Sintética ello solo pudo ocurrir por un proceso aleatorio de recombinación o mutación genética motorizado por el mecanismo de selección.  Ahora, el insecto, ante ese  estrés específico de sobrevivencia, ¿será que por azar nació un día con la novedad evolutiva de desarrollar una frondosa hoja en su lomo, o acaso también el “azar selectivo” le fue esculpiendo paso a paso el apéndice de símil vegetal?

Es decir, o fue el premio mayor de este y todos los universos que existan y puedan existir, si el azar configuró en el código genético del insecto la frondosa hoja, precisamente de la variedad de su entorno y justamente cuando la necesitaba, con envés, nervaduras y todo. Ni se diga si la modificación genotípica ocurrió por “cuotas” para ese caso, porque entonces el criterio de la aleatoriedad pasaría de increíble a ridículo.

Ahora, consideremos que, ante el cambio de las condiciones ambientales, al insecto le resulte en desventaja cargar con su hoja a cuestas. Entonces, conforme a la Teoría Sintética, no le quedaría otra que rogar porque al azar se le ocurra borrar precisamente ese inserto en su codificación genética.

¿Será que en verdad ocurre así; o será que los seres vivos participan de alguna forma de la sinergia que impulsa la evolución?

¿Será el marco circunstancial medioambiental, biológico y genético, el que fuerza y posibilita la adaptación?

¿Será que es precisamente el estrés biológico y medioambiental positivo o negativo, lo que acelera o desencadena los mecanismos evolutivos?

Supongamos a una especie de luciérnagas en la que todas las hembras en determinado momento empiecen a preferir las luces de los machos que tiendan a determinada longitud de onda... Ante tal situación se pudieren presentar varias posibilidades: 
1- Que la preferencia sea excluyente y suficiente para que los machos no privilegiados se vean ante su lenta pero inexorable extinción genética, por una selección natural que no tiene dificultad para imponer su ley. 
2- Que tal preferencia no sea excluyente y no ejerza un estrés irremediable sobre los machos cuya configuración genética no les permita emitir la luz dentro de la longitud preferida por las hembras, como para acortarles el espacio evolutivo tanto que les impida el reajuste o reacomodo evolutivo, por lo que, aparte del mecanismo selectivo básico o primario; entre las machos de la especie se produce una verdadera lid por poseer la mejor luminiscencia de la tan apreciada por las hembras. Ocurriendo que mientras más mayoritario sea el estrés, mayor relevancia y oportunidad evolutiva tendrá. Así, dentro de los machos se produce un proceso evolutivo específico, cada individuo comenzará, merced al estrés, a registrar de alguna forma data a nivel genético no codificante, sin significado propio, pero que al irse ensamblando tras generaciones, como quien arma un rompecabezas, siempre dentro del marco de condiciones y circunstancias, termina en el tintero de la mutación codificando el ADN de la especie en un conjunto de mutaciones, o expresiones diversas del mismo cambio evolutivo, predestinadas  a  su vez a  cruzarse, escindirse o excluirse.

De tal forma que el nivel del estrés y su amplitud poblacional, el espacio evolutivo y las condiciones medioambientales, son determinantes para la configuración genética de los caracteres adquiridos.

Ese proceso pudo haber dado origen a las diversas expresiones de homínidos. Mecanismo que configura subprocesos que concluyen con la atomización dentro de las poblaciones de variaciones aleatorias de la misma respuesta a una necesidad evolutiva específica, inscrita dentro del patrimonio genético de la especie de que se trate, merced a mutaciones genéticas que constituyen conclusiones evolutivamente no necesarias, pero si esperadas.

De esa forma, dentro de la aparente aleatoriedad pura del mecanismo de selección natural, se producen procesos específicos o subprocesos que, desde su aleatoriedad específica -como los puntos de aquel impreso-, integran protagónicamente la circunstancialidad evolutiva al gran acontecimiento evolutivo, dándole sentido, coherencia y razón existencial a la  evolución.

Así, la gran variedad observable de mutaciones negativas son expresiones del proceso adaptativo de las poblaciones ante el estrés por diversas causas. Por ejemplo, los casos por muerte por cáncer de pulmón, serían expresión probabilística de los otros tantos que sobreviven a los efectos al estrés fisiológico autoinducido del tabaquismo, en caso concreto; desde quienes, dentro de las condiciones ya mencionadas, se va realizando un proceso que pudiere concluir en mutaciones fundamentales del código genético, que activen o impulsen el proceso de selección natural. Conformándose así un mecanismo evolutivo de acción-reacción, de convergencia-divergencia, de integración-exclusión, de competencia- cooperación; que dentro de una dinámica autosustentable maravillosa, posibilite, exprese e integre protagónicamente las circunstancias y manifestaciones evolutivas al gran acontecimiento evolutivo, sin que éste pierda la imponderabilidad e infinitud de su razón de ser.

Cabe destacar que el estrés puede ser tanto aquel cuya causa adversa a una población, especie o biosistema, estrés negativo; como el que responde a imperativos existenciales proactivos, estrés positivo, a lo que son proclives los seres conforme a su inteligencia y capacidad para razonar.

De esa forma también pudo haberse desarrollado el proceso evolutivo que desde aquel originario primate concluyó con la maravillosa máquina pensante humana. Bastó que en determinado momento y en las circunstancias y condiciones debidas, se iniciara el complejo mecanismo hacia la inscripción genética de la respuesta adaptativa –algo cercano a la “radiación adaptativa”- específica al estrés del entendimiento y comprensión de la realidad, para que se explayara en toda la variedad aleatoria de posibilidades del homo sapiens, cuya concreción, el ser con la capacidad de entendimiento y comprensión de su verdad existencial, la patentiza la única especie humana actual. Proceso que bien pudo -y puede- ser de enésima formas, incluyendo la conclusión del subproceso en cualquiera de sus etapas, con la consecuente extinción de todas las expresiones del homo sapiens; pasando por la coexistencia de varias especies de humanos; lo cual todavía es posible gracias a la manipulación del genoma humano.

Porque el movimiento natural de cada célula derivada de aquella primera eucariota, ha sido la vida en todas sus manifestaciones y posibilidades, y desde ello, la vida racional. Tanteando probabilísticamente la racionalidad, la evolución ha configurado, desde esa primera célula, toda una estructura viviente que expresa la racionalidad que pretende, y un ente concreto capaz de contemplarla, entenderla, comprenderla y poseerla, desde una entidad que trasciende la materialidad de la célula y participa de un plano existencial superior: el ser humano.

Cuando el ser humano adquiera suficiente autoestima y deje de creerse fruto de una quiniela y se mire en la hermosa, sublime y maravillosa concreción evolutiva que evidencia; seguramente su actitud ante el medio ambiente, su proceder ante la ciencia, su visión de la religión, su conducta existencial, su condición espiritual y su perspectiva evolutiva; cambiarán drásticamente.    

Una Forma de Mirar la Evolución
En la figura 1 se divisa el proceso evolutivo no en forma de lucha por adaptarse y sobrevivir al medio ambiente, sino en acción existencial de integrase a él, pues el ser vivo participa sinérgica y holísticamente de un maravilloso biosistema que lo crea y posibilita. Fuera de él esa vida concreta  y su evolución carecen de sentido.


A aquella primera célula (A), punto de convergencia de un acontecer que establece la característica fundamental y la potencialidad del proceso evolutivo a desarrollar, se le configura un proceso de estrés medioambiental que en condiciones de tiempo, modo y lugar, la escinden en versiones o posibilidades adaptativas evolutivas (B). Seguidamente ocurre un otro proceso de integración, equilibrio y descarte, que progresivamente concluye en la diferenciación definitiva de esas posibilidades evolutivas en un hecho evolutivo concreto: La especie (C); con dos fines principales: Estabilizar, ordenar y fundamentar eficazmente el proceso productivo; y sostener el equilibrio logrado del biosistema. Empero luego el estrés, tanto el medioambiental como el existencial, propio del ente, que lo obliga a ser; progresivamente puede ir forzando a cada especie o conjunto de especies, a un nuevo estatus evolutivo, o reajuste genético, expresadas en todas la variaciones posibles de su aptitud adaptativa (D), quienes de suyo, sin perder el impulso vital que las caracteriza, tenderán a su estabilidad y armonización con el biosistema.

Porque la vida se desarrolla en dos ámbitos: el del ser y el del biosistema que lo posibilita. Siendo que la expresión sinérgica de ambos conforma la evolución. Es decir,  el ser vivo, por sobre cualquier cosa, es y será posibilidad de lo posible; pero siempre debido a una circunstancialidad que lo caracteriza. En ese sentido, la combinación genética no puede ser considerada como un proceso “cerrado” de cuyos “errores” se nutre el cambio evolutivo; no, pues conforme a lo expuesto, es necesario agregar el factor del estrés, el propio del ser y el del biosistema, como la variable que desencadena y motoriza la evolución, conformándose así una unidad evolutiva (fig. 2), que constituye otra forma de plantear la evolución. Ya que no sólo se transmite al hijo (H) la data genética “estable”, “blindada” y codificante, padre (P) madre (M), sino también la acumulada del estrés existencial, venida de un proceso propio especialísimo (E).  De manera que cada ser vivo, cada especie o subespecie, constituyen unidades evolutivas que expresan y posibilitan el biosistema. Siendo la preservación de esa unidad evolutiva, lo que pretende la barrera a los cruzamientos genéticos entre las especies, y lo que la transmisión de la herencia considera, pues al heredarse unidades con un desarrollo evolutivo particularizado, la media, adaptativamente es desventajosa; resultando lógico lo que hace la evolución: considera la predominancia del factor de estrés para expresar en la descendencia las opciones de sobrevivencia ante la novedad del cruce de dos líneas con diferentes estrés existencial.

Ahora analizamos las figuras respecto de la evolución del ser humano (fig.1): Partiendo desde aquél primer homínido (A), surgen las diversas expresiones evolutivas (B); que terminan por conformar las diversas especies de homo (C); de las que por varias causas sobrevive solamente el homo sapiens; la cual entra en un nuevo ciclo de  escisión adaptativa que llevaría irremediablemente al descarte de algunas de sus expresiones y a la conformación de otras especies humanas. Y hacia allá se dirigía el destino probabilístico del ser humano, de no ser por un elemento del factor de estrés que cambió su camino evolutivo y amenaza con cambiar irremediablemente el de la mismísima evolución: la cultura; que acorta distancias e integra estreses y nichos evolutivos, aportando el factor contrario a la especiación: la sociabilidad.

Al respecto cabe mencionar que los registros históricos hablan de la extinción de la especie humana Neanderthal hace apenas unos 30 mil años; ocupante durante más de 150.000 años de la actual Europa. Lo más probable es que haya sido por el descarte entre especies que compiten por el mismo nicho ecológico; pero al parecer hubo otro factor que coadyuvó a su extinción, como también de las demás especies humanas extintas: su estrecho sentido de socialización.

De manera que el Cromañón, además de su violencia explícita, traía y trae consigo tres cosas que le han permitido no solo sobrevivir, sino alcanzar la primacía evolutiva entre las especies, hasta el punto de entrever los secretos mismos de la evolución: la racionalidad, la cultura y el alto sentido de sociabilización.     

Otro aspecto a considerar es: Si la evolución es aleatoria ¿por qué los simios han permanecido varados evolutivamente desde hace unos 5 millones de años sin cambios significativos; mientras que el homo se explayó en diversas posibilidades que terminaron con la maravillosa máquina pensante del humano actual? ¿No sería probabilísticamente más posible, y creíble, conforme a la Teoría Sintética, que se hubiesen producido cambios más o menos tanto en uno y como en otro? ¿No será que la estabilidad es la tendencia y el cambio el medio? Es decir, el cambio expresa un propósito evolutivo; por lo que el grado de estabilidad evolutiva implica la mayor o menor necesidad de cambio ante el estrés existencial. De esa forma, los monos no han evolucionado mayormente desde allá, simplemente porque no lo han requerido, y porque ellos expresan probabilísticamente la posibilidad concretada del ser humano. O sea, dentro del género homínido, tanto los monos como el homo constituyen posibilidades evolutivas, o, dicho de otra forma, el ser humano existe porque los monos y los homo existieron y o existen. 

Consideremos esto: Cuantitativamente los monos triunfaron sobre sus primos, los homos, pues en 5 millones de años han permanecido estables al estrés existencial, mientras sus parientes genéticos han sufrido los embates de la extinción y de ellos solamente sobrevive una especie; ni se diga respecto de los cocodrilos o puercoespines. Empero cualitativamente, el ser humano, aún extinguiéndose en este instante, o incluso, habiéndolo hecho hace 10.000 años, por ejemplo, constituye un triunfo evolutivo prodigioso; que al final no es solamente de él, sino de todo el biosistema que lo posibilitó.

De manera que el cambio evolutivo expresa una aptitud ante el estrés existencial. La diferencia fundamental entre el mono y el ser humano, es el estrés hacia la racionalidad que se desató en éste. Mientras el mono no ha necesitado mayor inteligencia que la que ha tenido; el ser humano cayó en el “círculo virtuoso” del raciocinio, que ha ido conformando necesidades trascendentes y teológicas más allá de la inmediatez del sobrevivir, revelándole un nuevo plano existencial: el espiritual.

Por ejemplo: Por ese estrés hacia la racionalidad, o estrés racional, se hizo hábil, y en desarrollo de esa habilidad se ha hecho más inteligente. También, seguramente por ese estrés cognitivo, como aseguran algunos, buscó la alta calidad de las proteínas y nutrientes de origen animal y los minerales y oligoelementos de la variedad vegetal, los que a su vez le posibilitaron un mayor desarrollo de su racionalidad. Considerando también que el estrés adicional de obtener esos nutrientes de forma segura y suficiente, lo llevó a todo el desarrollo tecnológico de la caza y la pesca, y al hito en su desarrollo evolutivo: la agricultura; cuando el ser humano se inició  a jalonear las riendas del estrés medioambiental.
      
Luego es estas reflexiones cabe volver a cuestionarse:

¿Por qué en la evolución existen etapas de cambios drásticos, tal como la “explosión del Cámbrico”, dentro de un amplio abanico de opciones, para luego estrecharse y ralentizarse? ¿Acaso es nuestra existencia evidencia del fracaso del intento de la creación del reino de los homínidos pensantes; en la pretensión de emular el éxito de los dinosaurios? Luego entonces ¿Cuáles son los factores que posibilitan y motorizan esos virajes evolutivos? ¿Por qué la existencia de las especies? ¿Cuál es la razón que mueve a la evolución? ¿La evolución, lato sensu, es la mera suma de cambios adaptativos ciegos y de mutaciones azarosas; o será que responde a una razón superior que mueve la vida y cuya aleatoriedad no es sino consecuencia de su infinita posibilidad? ¿No será que de la evolución nos empeñamos en leer el texto de la data paleontológica y biogenética y no el contexto existencial que expresan?

Evolución del Universo
Resulta imposible y torpe  enfocar la evolución de las especies sin considerar la evolución del universo; probablemente venido de un único acontecimiento inicial, y capaz, desde cierto estadio evolutivo, de fabricar a cada rato los componentes esenciales para la vida; atomizada desde una célula en maravillosa expresión de posibilidades, cuya corona es la racionalidad, que cuestionando su origen, hila la evolución hasta aquella célula madre nacida de la explosión de la estrella fuente de su materia orgánica, y que está aquí  en el universo, origen de su ser físico, intelectual y espiritual.

Es decir, el universo tiene una expresión: su materialidad histórica; un motor: la evolución; un propósito: la vida; y un fin: la racionalidad. Todo dentro de un abanico de probabilidades y posibilidades que desde la simpleza de un origen común, diverge en complejidades que convergidas en simplezas que se explayan en nuevas complejidades, y así sucesivamente.

Y es en el punto de inflexión de aquella primera célula, en el que debe ubicarse el estudio de la evolución, para en perspectiva y retrospectiva tener mayores argumentos para ponderar su data científica específica, y así no naufragar tratando de comprender el fenómeno evolutivo desde determinada vicisitud o circunstancia y no desde los predios de su razón de ser.

Porque la historia  evolutiva del universo pareciera responder a la atomización de fenómenos de construcción y reconstrucción de trasformación de la materia, que al final sería el big bang, y cuya razón se justifica y manifiesta en su amplitud probabilística.

Tal vez  radique allí el problema del estudio de la evolución, considerarla desde su contingencia y no en cuanto expresión de un mismo acontecimiento universal. La diferencia es fundamental: Los prioridad de los sucesos es el cambio; mientras que la del acontecimiento evolutivo universal necesariamente debe ser la estabilidad de esos cambios en todo su abanico probabilístico.

Desde esa óptica,  la cualidad esencial de la evolución no es el su acción de cambio, que la expresa, sino su tendencia irrevocable a la estabilidad que la posibilita. No se evoluciona para cambiar o adaptarse, sino que se cambia y se adapta para posibilitar la evolución, en cuanto acontecimiento universal que está por sobre cualquier circunstancia determinada; se evoluciona para manifestar la vida en toda su potencialidad y posibilidad.

Por eso es que la evolución se cierra a determinaciones circunstanciales, como sostienen neodawinistas. Empero también, la evolución debe posibilitar, por algún mecanismo "simplemente complejo", la expresión de las circunstancias que la manifiestan, dentro de la lógica  de la razón evolutiva, conforme al postulado de Lamarck. Porque ambos criterios  no son excluyentes sino complementarios.

La propia especiación, no es sino instrumento para mantener a la evolución su aleatoriedad dentro de la razón que la impulsa y de la lógica mecánica material que la caracteriza, evitando su desbocamiento del propósito, lato sensu, del acontecimiento evolutivo. Las especies expresan el orden y la estabilidad de la dinámica evolutiva.

Definitivamente, la probabilística evolutiva, como la estocástica de aquel impreso, está determinada en toda su posibilidad por un propósito existencial que la delinea, le da sentido, coherencia y estabilidad, y fundamentalmente la enmarca y posibilita dentro de cada circunstancia.

Tal vez sea esa característica la “piedra rosetta” de la evolución. Lo que en cierta forma planteaba Lamarck. Pues conocer el verdadero mecanismo evolutivo de las especies sería un gigantesco paso hacia el entendimiento del fenómeno evolutivo  y un importantísimo “pinino” en la comprensión de la razón existencial del universo.

La evolución huye del desbocamiento azaroso de su probabilística. Ello es la razón de ser la especiación: un mecanismo de control, direccionamiento, pertinencia y eficacia de la probabilística evolutiva en toda su amplitud y posibilidad, en función de la razón existencial que la fundamenta.

Por eso  es que el ser humano no puede ser simplemente un simple error evolutivo, pues él  responde a un propósito evolutivo: la vida racional.

Por supuesto, ello no implica desconocer la recombinación genética ni la mutación, y sus roles fundamentales a la maravillosa mecánica que se vislumbra de los procesos evolutivos.  Es más, no sería de extrañar que genialidades tan precoces y asombrosas como la de Mozart, se deban a alguno de esos factores tal como la Teoría Sintética lo plantea. Y sin lugar a dudas, la “unicidad” de los seres vivos, principio fundamental de la evolución, por su esencia es un evento aleatorio. Luego entonces, de lo que se trata es de ubicarlos en sus justos lugares contextuales respecto del gran acontecimiento evolutivo del universo. Porque si bien la evolución debe necesariamente tener una razón de ser; también su infinita posibilidad le impone un mecanismo que concrete existencialmente esa razón en los infinitos caminos evolutivos que la expresan.  

Si a algo está llevando la investigación científica al plantear la igualdad de toda la materia del universo -conocida hasta ahora-, es a colocar la vida racional en la cresta probabilística de la evolución. Valga decir, la racionalidad, o facultad para comprenderse en el proceso evolutivo, expresa el momento en que la evolución se vuelca hacia sí misma, hacia su auto comprensión y posibilitación.

Luego entonces he aquí la pregunta ¿Será acaso el descubrimiento del código genético y la manipulación biogenética producto de un “error”, por llevar a la evolución a atentar contra sí misma; o, por el contrario, será un camino evolutivo más allá de los planteados por Darwin, Lamarck y Wallace?

¿Será la biogenética la puerta por la que la evolución se abre a otras posibilidades? Posibilidades que aunque puedan resultar catastróficas a la especie; para la evolución en cualquier caso serán siempre posibilidades.

El  definir la bondad de ese camino evolutivo es asunto esencialmente ético. Constituyendo una posibilidad sublime que ofrece la evolución: El direccionamiento ético racional de la mecanicidad evolutiva. La convergencia de dos planos de un mismo acontecimiento existencial: el material y el espiritual. El reencuentro inevitable de la ciencia con Dios, o el tropiezo ineludible de la religión con el saber científico.

Porque el ser humano tiene otra evolución más inmediata, o subproceso evolutivo, que lo expresa y posibilita desde su “estrés racional”, y a la que crea y transforma directamente desde su circunstancialidad: la evolución cultural.

De tal forma que el reto ético racional espiritual del ser humano es inmenso: Qué hacer con el roll protagónico en este espacio evolutivo que le otorga la evolución.

Muy lejos se queda cualquier mecanismo de inscripción genética de los caracteres adquiridos, la selección adaptativa y la  tómbola de las mutaciones aleatorias. Ahora es el ser humano quien tiene en sus manos la capacidad de leer y descifrar el código genético, la “fórmula de la vida”, el secreto de la evolución de los seres vivos. Ya está afanado en parcharlo y sin duda alguna avanzará hasta reescribirlo; en procura del ser humano “perfecto”, de su eternidad existencial, de su supervivencia evolutiva o de lo que sea, pero siempre tejiendo de la complejísima urdimbre de la evolución, hasta que, coronado por el triunfo o víctima de su torpeza, de cualquier forma y en todo caso, comprenda que su tan maravillosa aventura evolutiva, tan solo fue simple expresión probabilística de un acontecimiento, ahora sí, para él en ese momento, cuando divise el fin de su ciclo evolutivo, definitivamente eterno. Entonces se acordará nuevamente de Dios.

El problema de la Teoría de la Evolución no ha sido técnico. La piedra de tranca para un planteamiento más coherente y lógico ha sido el trasfondo ético espiritual que insinúa, encallejonado por los “mal paridos” y peor “criados”,  criterios positivistas del siglo XIX. En ese sentido, el criterio de Lamarck fue tan contundentemente rechazado, y la barrera de Weismann tan unánimemente aceptada, más que por criterios técnicos, por prejuicios científicos.

Empero ello no es negativo, pues ese divorcio ciencia-espiritualidad expresa un proceso evolutivo que está elevando la racionalidad hasta niveles inalcanzables para ambas manifestaciones de un mismo ser y de una misma realidad. La ciencia, huyéndole a la espiritualidad, la revela a cada rato y la cubre con la alfombra de los prejuicios. Mientras que la espiritualidad, sin el conocimiento científico pierde contacto con la realidad, y por ello se despoja de cualidad existencial real, haciéndose inútil existencialmente.

Lógicamente lo sensato es mantener ambas expresiones existenciales, separadas lo justo para no pierdan su identidad y no se inutilicen mutuamente; y  comunicadas lo suficiente para que se asienten en la realidad evolutiva que las manifiesta, y no renieguen de la racionalidad que las legitima e integra en una misma expresión existencial.

Sin lugar a dudas, este momento histórico de la ciencia  es crucial, sobretodo específicamente en materia de biogenética. Ya el problema no es solamente el hacerse de un arsenal teórico tecnológico, sino de cómo instrumentar el conocimiento y desarrollo de la tecnología hacia el bien existencial de la especie.

Porque el verdadero reto para el ser humano no es evitar la extinción, que haga lo que haga tarde o temprano ocurrirá. Su reto es sustanciar su racionalidad para desarrollar su existencia en toda su plenitud posible en cada circunstancia evolutiva; su reto es descubrir y participar de otro plano de realidad intangible pero tan real como el que ve y siente: el ético espiritual. Su reto es comprender y comprenderse sinérgica y holísticamente en el gran acontecimiento existencial del universo.


Su reto, ahorita, en este instante, en resumidas cuentas, es aprender a existir; en paz consigo mismo, en equilibrio con el medio ambiente y en armonía con la evolución detrás de cuyos secretos anda.


Javier A. Rodríguez G.

EL HUMANISMO SOCIALISTA