sábado, 27 de agosto de 2011

Libia. Pelea de Perros o Síndrome del Gallo Chongo.

El caso Libia evidencia una nueva forma de intervención y dominación de los pequeños Estados por las grandes potencias. El fomento de grupos armados internos con el agregado de mercenarios infiltrados progresivamente. Una campaña mediática a nivel mundial unida a un eficaz trabajo diplomático, a los fines de conformar el ámbito de acción internacional desde tres espacios: Antes, durante y después de la invasión. Lo que implica procesos de negociaciones muy complejos tanto para las actuaciones en el " trabajo sucio" como en la repartición del botín, aunque en verdad todas esas acciones son humanamente inmundas y deleznables.

La excusa: La violación de los Derechos Humanos por parte del gobierno en cuestión. El órgano ejecutivo formal: El club ONU. Bastando una resolución signada por ocho países, y si alguno de los cinco con derecho a vetar la resolución no está de acuerdo, previamente negociará para ”salvar las apariencias” mediante una cobarde abstención, como en este caso lo hicieron China y Rusia, o como Brasil, quien lacayamente negoció su negativa de dignidad a cambio de que le respetasen las inversiones en Libia, tanto así, que ahora es uno de los primeros que salió a reconocer al llamado gobierno de transición (¿Por América Latina? ¿Quién ha criticado tan indigna actitud ? )

La acción es de forajidos, al margen absoluto del Derecho Internacional bombardean a mansalva a ese país. Primero, a supuestos "objetivos militares", luego escalan una ofensiva hacia objetivos civiles, escuelas, hospitales, plazas públicas y hasta zonas residenciales, con la intención de generar terror en la población y un grado extremo de desesperación que los lleve a la condición primaria de sobrevivencia, quebrando la fuerza de los valores y principios humanos, políticos y culturales de las mayorías A la par que congelan todos los bienes y reservas de esa nación libre y soberana, habidos y depositados precisamente en los países agresores, y no bastando con ello, proceden al secuestro y retención de cualquier avión o barco que trate de ingresar al país, todo con la intención de cortar cualquier posibilidad de suministro de alimentos, medicinas y combustibles, para llevar al extremo de la irracionalidad a la población desesperada.

Además, el caso Libia tiene características adicionales muy especiales. Pues el principal enemigo de Gadafi, como los de toda revolución, ha sido el tiempo. Las revoluciones en esencia son situaciones excepcionales de, como decía De Gaulle, restitución de la justicia. Tal cualidad las hace especialmente susceptibles al inevitable transcurrir de la vida social, y con ello, al cambio, amoldamiento o asimilación conceptual de los principios y valores que fundamentaron ese proceso revolucionario, lo que va generando nuevas expectativas sociales, políticas y culturales que deben ser correcta y pertinentemente interpretadas para mantener el sincronismo del espíritu de la revolución que se trate con el ineludible evolucionar de las sociedades.

De allí se plantea el problema del sostenimiento de la autenticidad del concepto Gadafi, es decir, la libertad y la soberanía forjadas al calor de un liderazgo fuertemente caudillezco, que también ha tenido como enemigo al tiempo, pues el líder y caudillo lucha constantemente contra los mismas fuerzas generatrices que lo han conformado, y en esa lucha se producen necesarias tensiones y distensiones que, de no existir reacciones equilibrantes, al final lógicamente se rompen por el sujeto en favor del colectivo, sea quien sea, la historia lo dice así. Eso lo midieron muy bien las potencias y simplemente esperaron su hora, a la vez que, disfrazados de abuelita, fueron horadando el otrora infranqueable espíritu libertario, autónomo y soberano Libio. Regalos, halagos, mieles que en verdad eran hieles, sonrisas y abrazos: te aceptamos, no te preocupes, palmadas en el hombro: te estás portando bien, consejos de advertencia soslayada: vas por buen camino, síguete desarmando, que no lo necesitas... Mientras la daga traidora de Bruto aguardaba tras la solapa.

Por eso, resulta acertado el símil que algunos han hecho del caso Libia con una pelea de perros, es decir, una situación progresiva de quiebre de la institucionalidad, generada desde la creación artificiosa de un enfrentamiento entre connacionales. Pero además, debemos considerar lo que pudiéramos llamar el “síndrome del gallo chongo”, muy bien empleado por las potencias, o sea, convencer a los pueblos guerreros, soberanos y dignos, de lo innecesario del enfrentamiento, de la "inconveniencia para la paz" de una fuerza militar poderosa , de lo retrógrado del enfrentamiento en un mundo globalizado que tiende hacia la paz etc, mientras ellos desarrollan extravagantes tecnologías de muerte, prácticamente "echando" a ese pueblo, igual que el gallo esperando la postura, desnaturalizando la función y acción de su espíritu de lucha, libertad y soberanía.

De tal forma que, literalmente a Gadafi lo "echaron", el grande líder, el símbolo de lucha de los pueblos y de irreverencia ante las grandes potencias, ahora departiendo festines con los verdugos, auxiliando financieramente sus trasnacionales en quiebra, todo siendo felicidad. Hasta la inefable China hizo su jugada, grandes contratos y coqueteos políticos que aparentemente implicaban el resguardo del veto ONU, pero no, la cobardía oportunista del lerdo gigante asiático se manifestó arteramente. Y de Rusia, controlada por ex agentes de la KGB, qué se puede esperar. La lección debe germinar en nuestras conciencias para no pedir más de lo que estas potencias están dispuestas a dar o hacer. El caso Libia ha manifestado el  "riesgo de la potencia amiga" en cuanto al  juego geopolítico.

Otro elemento a tener en consideración es que, al no existir una declaración de guerra sino la supuesta defensa de los Derechos Humanos de una población indefensa, el conflicto no se rige por las convenciones internacionales que regulan las confrontaciones bélicas, lo que hace todavía más inhumana la invasión, garantizando la impunidad de las fuerzas militares actuantes por los crímenes de lesa humanidad que cometen bajo el manto formal de la decisión de ocho Estados cobardes.

En fin, en Libia, las potencias astutamente echaron los perros al palenque y al  Líder al nido, mientras el tiempo hacía lo suyo. Ahora esperan simplemente recoger los frutos que les salven sus economías trastocadas, y a la vez aleccionar al resto de países contestatarios que les antepongan su dignidad y soberanía. Sin considerar que el que siembra hiedra no puede cosechar manzanas.

El problema es que muchos de los que ellos consideran "perros" tienen estirpe milenaria de valientes guerreros, y ya el viejo líder ha resurgido el espíritu irreverente y guerrero de su estirpe, que se hace millones en las conciencias de todos quienes invocamos la justicia, la igualdad y la soberanía de los pueblos. Los frutos del odio y el terror, inevitable y justamente se han de revertir. En este sentido USA tiene una cosecha muy grande, quién sabe hasta dónde seguirá resguardada por su relativo "aislamiento" geopolítico. Y la Europa, con la OTAN, está reiniciando viejas andanzas que les dejaron amargos sabores en sus sociedades, pues al final el terror es un búmeran.

Gadafi ha izado las banderas de lucha, resistencia, soberanía y dignidad, algo con lo que no contaban los invasores, y, ellos lo saben, eso cambia radicalmente sus expectativas. El guerrero ha despertado, y aún muriendo su grito antiimperialista resurge para resonar perennemente en las conciencias de su pueblo y de los pueblos del mundo. Las potencias podrán destrozar edificaciones y quitar vidas, pero jamás destruir las conciencias, la espiritualidad y la dignidad de los pueblos. 

Javier A. Rodríguez G.

domingo, 24 de julio de 2011

El Decreto de Guerra a Muerte. Valoración histórica.

Los hechos históricos deben valorarse desde su circunstancia y desde la actualidad, para comprender su alcance y significado en cuanto manifestación evolutiva de la humanidad. De manera que, ciertos hechos aparentemente irrelevantes en su momento, mirados desde la perspectiva histórica resultan realmente trascendentales, o al contrario, acontecimientos supuestamente de gran importancia, magnánimos por las circunstancias y personajes que intervienen, la retrospección histórica objetiva los evidencia en su verdadero significado y valor dentro del contexto al cual otorgan lógica y coherencia. En todo caso, ningún hecho histórico puede ponderarse  aisladamente, ni determinarse solamente por sus aspectos y efectos fácticos, cuando su riqueza conceptual y trasfondo humano responden a complejidades políticas, sociales y culturales que lo originan y lo definen en sus propósitos. 


Ello plantea el problema del estudio científico de la historia; labor hartamente difícil, pues los hechos históricos generalmente oscilan entre tres visiones: La realidad, la conveniencia y el mito. La realidad presenta los hechos en su cualidad humana descarnada. La conveniencia interpreta la historia como un borrador, es decir, resalta u omite hechos y acciones, descontextualizándolos para construir una historia conforme a criterios interesados, tachando de apócrifas todas aquellas evidencias que las contradigan. Los mitos son verdades a la conciencia, sentimientos y aspiraciones del pueblo, independientemente de su origen y de los aspectos discordantes, constituyendo formas de ver, de pensar, de sentir, de querer, de ser y de proyectarse cultural y espiritualmente la sociedad.


Empero, esas visiones no son excluyentes sino que pueden entremezclarse para enriquecer la cultura de los pueblos. Porque, si bien es cierto que el establecimiento y valoración objetiva de los hechos históricos es fundamental para el aprendizaje de las naciones, en cuanto experiencia y conciencia evolutivas; también es verdad que esa enseñanza se interpreta y valora en perspectiva desde otra actualidad existencial, que los simplifica, los poda, dejándole sus notas esenciales, que en lo sucesivo tienden "natualmente" a mitificarse. También existen los mitos "pretaporté", construidos adrede por conveniencias e intereses determinados. Así pues, hay “mitos” e historias “convenientes” y realidades impertinentes.


Todo esto lleva al cuestionamiento del historiador en cuanto investigador y al planteamiento de la dificultad del oficio: La obtención de datos y evidencias históricas, su correlación objetiva, científica, y su valoración política, social y cultural. Lo que supone criterios intelectuales muy amplios y extraordinarios y una metodología casi imposible de seguir individualmente con la objetividad suficiente para dar validez científica y valor cultural cierto al saber histórico. Por lo que el establecimiento objetivo de los hechos históricos, o mejor dicho, la máxima aproximación a la realidad de los acontecimientos pasados y su conciliación justa con los valores y creencias culturales, debe ser labor de un equipo multidisciplinario con una cualidad en común esencial: Criterio científico y espíritu humanista. Algo ciertamente difícil de lograr, pero no imposible.


Dicho esto, trataremos de aproximarnos al "Decreto de Guerra a Muerte", dictado por Simón Bolívar el 15 de junio de 1813 en la ciudad de Trujillo. Sobre los hechos concretos conocidos, intentaremos ubicarlo en la perspectiva histórica del proceso independentista, con sus motivaciones e implicaciones políticas, sociales, culturales.


En los albores de 1813 la situación político social de la recién creada República de Venezuela está en una encrucijada. La declaratoria de su  independencia de España, dada y acelerada por la invasión del reino por otro imperio mayor, el Francés, había pagado con el fracaso su improvisación, su poca profundidad conceptual sincera (rayando en la retórica llana) y su falta de legitimidad, valga decir, de apoyo popular.


Es cierto que en todas estas colonias Españolas existía desde hacía rato un descontento con la España. El problema es que para unos ésta era la "madre patria" y para otros "la madre p...".


De tal forma que los cuatro movimientos previos al 5 de julio de 1811, como lo fueron: La insurrección de José Leonardo Chirinos junto a un grupo de esclavos, en 1796; la conspiración de Gual y España, en 1797, de inspiración liberal Francesa.; las invasiones de Miranda de 1806; y la  junta de gobierno conformada por un grupo de mantuanos de Caracas en 1810, que se arrogaba provisionalmente los poderes de Fernando VII. Aunque todos conforman un mismo proceso, en su expresión político social presentan caracteres diferenciadores que vale tener presentes para la justa comprensión del hecho que pretendemos estudiar.


El más legítimo, auténtico, universal y trascendental de tales sucesos, fue el liderado por José Leonardo Chirinos. Porque, de inspiración libertaria Haitiana, no implicó únicamente la rebelión en contra de España, sino básicamente en contra de sus ejecutores inmediatos: los terratenientes mantuanos criollos; y más que eso, en contra de la esclavitud, lesiva a la dignidad humana y opuesta a la igualdad de los hombres. Su grito de libertad hubo estado ahogado en las conciencias de los esclavos por centurias, estremeciendo, más que a España, a la Oligarquía criolla, que de alguna manera escuchó en él la evidencia de un sistema de sociedad que se agotaba y que ya se percibía imposible de sostener a mediano plazo. También porque la excluyente separación de castas estaba permeando por concesiones reales que relajaban las rígidas normas de emparentamiento y ascenso social; agregado a esto el sentimiento de identidad de algunos de las nuevas generaciones de mantuanos, quienes, influenciados por la independencia norteamericana y la revolución francesa, aunque manteniendo la base de sus privilegios, intuía y buscaba otras formas de orden social.


Resulta irónico que la brutal represión en contra de ese movimiento insurreccional de esclavos, fuese ejecutada por los mantuanos criollos, pues la defensa militar de la Capitanía General se establecía en razón directa de los intereses en juego; es decir, los militares pertenecían a las castas dominantes, ya que por la elemental institucionalidad de la colonia y por razones prácticas de la corona, no podían entregarle las armas a quienes no poseyesen bienes que defender (eso le argumentaron a Boves cuando pretendió incorporarse al ejército de su majestad). De tal forma que en realidad José Leonardo fue descuartizado en "escarmiento" no por los "españoles" sino por los blancos criollos, seguramente regocijados ante su testa en la plaza mayor de Caracas. Irónico, porque fueron los  mismos mantuanos que luego invocarían libertad en 1811.


En cuanto a la llamada conspiración de Gual y España, su matriz conceptual fue la misma de la Revolución Francesa: Burgueses intelectuales y progresistas que pretendían la sustitución del anacrónico y deficiente sistema feudal por criterios modernos de convivencia social, sobretodo de interacciones de intereses; pero, debe quedar claro, manteniendo siempre la relativización de la justicia, libertad e igualdad que los privilegiaba.


Luego, el pobre Miranda inició una nueva, su última égida. Tal vez atávicamente continuando la de su padre, cuando hubo sido discriminado por la burguesía criolla, no obstante haber logrado titulo y rango militar, merced a su fortuna habida del comercio, y pese haber obtenido la pureza de sangre; lo cual nunca fue aceptado por la oligarquía criolla, por considerar indigno que un "pata en el suelo" se les equiparase en privilegios.


En verdad eso fue siempre Miranda para la oligarquía criolla: un "pata en suelo". Por eso no salieron a recibirlo como su "par", en Coro; sino como a un orillero parejero, arribista y filibustero que pretendía desplazarlos del poder con que les privilegiaba el reino español. También fueron ellos quienes, ayudados por el ascendiente religioso de sus sacerdotes, le alejaron de las eventuales simpatías de un pueblo receloso y dado únicamente a medio sobrevivir ante el lujo insultante de las clases dominantes; incluso, con sus "militares criollos", cual intruso lo persiguieron y apresaron a sus acompañantes, a quienes ejecutaron salvajemente en "escarmiento" (hasta Andrés Bello sirvió como traductor en aquellos juicios sumarios).


A estos acontecimientos, cuatro años después, en 1810, ante la circunstancia de la invasión de España por Napoleón Bonaparte, y en vista del nombramiento de un Capitán General al que consideraban ilegal e ilegítimo; a la oligarquía criolla se les presentó la oportunidad de oro para liberarse del reino y principalmente de los impuestos e imposiciones reales limitantes a sus privilegios. Los conflictos generacionales, intelectuales y de casta se manifestaron en todo su esplendor. Atrincherados primero en junta conservadora de los derechos la monarquía, los mantuanos conservadores, neutrales y liberales, contraponiendo sus intereses decidieron finalmente rebelarse en contra del poder de la corona española, en ese momento en manos de Francia. Culminando, el 5 de julio de 1811, con el proceso de firma del acta de Independencia y la conformación de la República de Venezuela en cuanto manifiesto político, pero sin legitimidad social.


Otra gran ironía, es que para la conformación de la nueva república y principalmente para su reconocimiento y ayuda internacional, el mantuanaje criollo requería de un sujeto con la capacidad y prestigio militar e intelectual suficiente, y con los contactos diplomáticos necesarios a empresa de tal envergadura; además de poseer un origen social capaz de hacer más atractiva, que no creíble, dicha acción "libertaria", a la masa blanca de pequeños burgueses y de blancos pobres.


Lo  insólito… el personaje ideal resultó ser el hijo del tintorero, el “pata en el suelo”, el vagabundo mercenario que hubieron echado a sangre y fuego en 1806... Empero, el orgullo había que tragárselo, pues la necesidad imperaba. Así, lo contactaron, y entre lisonjas le ofrecieron el oro y el moro a cambio de que les brindase en bandeja de plata el nuevo feudo: la república. Pero una omisión grave les aguardaba en celada, pues, como casi siempre ocurre con las clases poderosas que se disocian de la realidad por el egoísmo de sus intereses, ellos falsamente extendieron sus deseos y aspiraciones hacia los sectores sociales "inferiores". Es la prepotencia del poderoso: Lo que yo quiero es lo que quieren los demás,


Pronto la realidad le estalló en la faz a Miranda. Los “libertarios” mantuanos resultaron ser opresores para la mayoría de los pobladores. Carecían en absoluto de legitimidad para la empresa de invocar libertad y atraer a las masas hacia el propósito en común.


Los fantasmas se desataron. Los José Leonardo, los Gual y España y los pata en el suelo con Boves, comenzaron a alzar la voz. Resultando que en esa marea de contradicciones la cuerda se rompió por su lado más ilegítimo y falaz: La República de los mantuanos. Lo demás era de esperar. Viéndose perdidos y procurando “escurrir el bulto”, traicionaron la fidelidad que por el compromiso adquirido le debían a Miranda. Toal aquel no era de los suyos. Lo culparon de instigarlos con sus ideas liberales, dado los antecedentes del "hijo del Tintorero", y lo entregaron cobardemente al enemigo a cambio de salvoconductos. Así era el mantuanaje criollo. Así actúan los oligarcas siempre.


Enseguida la realidad social reorientó su cauce. Las diferencias y odios sociales se hicieron patentes. La inmediatez de la interacción y el pasivo social acumulado se impuso a la remota aspiración ideal.


Así todo resulta comprensible y lógico. No podía el blanco de orilla, otrora mancillado, despreciado y sometido por el mantuano en nombre del Rey, estar bajo sus órdenes invocando liberarse del yugo, sin entrar en contradicción, pues, para el orillero el opresor era el criollo mantuano. Ni se diga de los esclavos, que vieron la oportunidad de oro para seguir el ejemplo de José Leonardo, ¿contra quién? ¿Contra el distante español peninsular o contra el opresor criollo que finca el látigo sobre sus espaldas y violenta a sus esposas e hijas, ni se diga a su dignidad?


De esa manera la intentona republicana mantuana se diluyó en la dispersión de intereses y las contradicciones sociales y políticas que subyacían en aquella sociedad colonial del nuevo mundo.


Este es el panorama que pinta el año 1813. El mantuanaje esta deshecho, “la suerte está echada”, no pueden ya dar marcha atrás. Hasta la naturaleza ha hecho suertes, con aquél fatídico terremoto. El pueblo criollo se escinde entre los fieles a la corona, tal vez pensando en pescar en rio revuelto y congraciarse para sustituir a aquellos en el usufructo de los privilegios reales; y los que se pliegan a los mantuanos que aún luchan; unos tal vez agradeciendo favores y otros a lo mejor buscando lograr el ansiado reconocimiento como pares; mientras el resto pretenden un rumbo diferente desde una conciencia de clase incipiente, que luego pretendería capitalizar el mártir pardo Manuel Piar, lo que a la postre le costaría la vida.


Esos hechos son los que precisamente orientan el Decreto de Guerra a Muerte. A los mantuanos conspiradores de 1811 los acontecimientos se les escaparon de las manos. Algunos ya muertos, la mayoría en el exilio y dando lucha el resto, ya sin posibilidad alguna de triunfo. Las facciones sociales que sobreviven buscan imponer sus criterios. Y a todas estas, la beneficiada es la España, que gana tiempo valioso para lanzar un artero y definitivo ataque y ahogar con sangre para siempre las voces de rebelión.


Bolívar, consciente de ello, asume la capitanía del barco que hace aguas y se da a sincretizar, aunque fuere por un tiempo, las posturas en pugna, hacia el propósito en común de independencia, ya con los reacomodos sociales indetenibles. Para ello debe convencer a sus pares mantuanos de la irreversibilidad de los hechos y de la necesidad de mantener la lucha por su espacio social posible. Y a los diversos sectores sociales, en una acción política admirable, los insta a sosegar los odios y diferencias ante la realidad insoslayable que se les impone, prometiendo cambios sociales. Así Bolívar invoca el sentimiento primario de pertenencia, el amor por la tierra, arguyendo que las vivencias, malas o buenas, son propias y expresan una forma de ser que los identifica por sobre otros pueblos, evidenciando como enemigo común a España, y como valor de cohesión y recompensa, la libertad.


Bolívar invoca a la patria y fomenta el sentimiento nacional por un territorio y una cultura en común, el ius soli. Iniciando así la consolidación definitiva de la República y despertando el espíritu soberano del pueblo. Lo que implica el romper definitivamente el cordón umbilical con la "madre patria". De tal forma que el decreto reafirma la nacionalidad, despejando el claroscuro político de la República fallida, o se está o no se está con ella.


Pero la puntilla política magistral es que los nacionales, aún siendo culpables, resultan eximidos de responsabilidad por la patria que los perdona y reconoce como sus hijos, y por la República, dándoles las garantías de ciudadanos. Reafirmándose con esas acciones, a lo interno y ante los pueblos del mundo, la independencia de Venezuela, no ya como simple manifiesto formal e ilegítimo, sino con la fuerza irreductible y autárquica de su soberanía.


Esa fue la acción y significado del Decreto de Guerra a Muerte. Más allá de lo terrible del enunciado, su fundamentación ética  y el propósito efectista tuvieron la eficacia buscada. Ya en adelante la lucha sería entre el reino español y la República de Venezuela, ahora cada vez más ampliada estratégicamente en horizontes hacia pueblos hermanos.


El camino estaba irreductiblemente marcado. Aquel terrateniente caraqueño fue abriendo su mente, su espíritu y su corazón al sentimiento y amor por la libertad de su patria, en una vorágine que lo arrasaba todo. Concluyendo allá en Santa Marta, su vida terrenal, porque la espiritual, con su ejemplo de lucha y de imponerse a la adversidad, apenas iniciaba. Nació inmensamente rico en bienes materiales, pero testó a la posteridad su ejemplo, su lucha, su entrega, su riqueza espiritual y, principalmente, el rumbo delineado por su pensamiento, que verdaderamente comenzó en 1830.


En definitiva. La patria, la nación, la república real y legítima y el bolivarianismo en su concreción como hechos sociales que patentizan la aspiración e ideal de justicia y libertad, iniciaron con la primera prodogiosa acción política de El Libertador: El Decreto de Guerra a Muerte.




 Javier A. Rodríguez G.

domingo, 19 de junio de 2011

La "Afrodescendencia"

La llamada afrodescendencia es un concepto racista. En nuestra sociedad ¿quiénes son descendientes de los africanos?: ¿Los  de color oscuro?  ¿Los que porten en su sangre algunas menudencias fútiles que diferencian evolutivamente su genética del resto? o ¿Los que se hayan enriquecido con los aportes de su cultura?


Los tres criterios resultan racistas, xenofóbicos y discriminatorios. Racistas: Porque pretenden la vieja aspiración de seccionar la especie humana en grupos evolutivamente diferentes, llegando al extremo de existir quienes creen su genética tan diferenciada que prácticamente conforman otra especie de homínidos. Esto ha sido precisamente el germen de la esclavitud, de las monarquías, del holocausto, del imperialismo, de los exterminios masivos y del olvido de sociedades que literalmente mueren de hambre. Todo por la desigualdad esencial evolutiva entre los diversos grupos de seres humanos, que plantea. Son xenofóbicos: Porque tratan de converger valores sociales y culturales en torno a determinadas características físicas, rayando en un seudonacionalismo. Y resultan discriminatorios: Porque intentan la exclusión de los seres humanos que no posean los rasgos fisiológicos que revelen la herencia de los caracteres de la "raza" “negra”. Y si a ver vamos, al final todos los seres humanos tenemos un mismo origen geográfico: África, y un mismo color de piel primigenio: oscura.

En este sentido ¿Dónde quedamos los latinoamericanos, y venezolanos en concreto, que somos una mezcla y fusión de colores y de expresiones culturales que configuran el carácter sui generis de nuestra cultura, de la que todos somos partícipes y herederos, de tal forma que nadie puede sustraerse de ella sin atentar contra la esencia misma de nuestra idiosincrasia, incluyendo a los grupos indígenas que presuman de "puros", ya que también son expresión de esa diversidad e integran un mismo concepto cultural.

Además el concepto de afrodescendiente es atrozmente retrógrado. No considera precisamente los logros evolutivos de nuestra especie en cuanto a la conciencia de si misma, tanto en los aspectos biológicos como en los espirituales. Pues, la lucha por la igualdad también ha significado luchar contra tales criterios racistas, xenofóbicos y discriminatorios. La biogenética ha demostrado irrefutablemente la igualdad  esencial de los todos los seres humanos actuales, pero algunos” siguen aferrándose atávicamente a la diferenciación evolutiva. ¿Será para pretender ser amos o para continuar siendo esclavos?

De otra parte, debemos considerar que la igualdad esencial es válida y determinante para todos los seres humanos. Es decir, si los blancos no pueden discriminar a los negros, tampoco éstos pueden erigirse como una especie diferente. Si el ser humano es bondadoso y malvado, justo e injusto, generoso y egoísta, valiente y cobarde, fiel y traidor etc., somos todos los seres humanos en cuanto especie, no pudiéndose discriminar entre blancos malvados y "negritos" e "indiecitos" bondadosos e inocentes.

Lo que si es dable establecer son valoraciones culturales, sociológicas, de especificidad de caracteres secundarios por adaptación evolutiva al medio ambiente y la menor o mayor inmediatez de determinadas expresiones culturales específicas en cuanto al origen cultural identificable, pero jamás puede usarse el pretexto del color de la piel y otros rasgos fisiológicos para tratar de conformar grupos de ciudadanos diferenciados, sin atentar contra los Derechos Humanos de las demás personas y contra la igualdad que cohesiona a la sociedad.

En definitiva, en nuestra sociedad latinoamericana todos tenemos derecho a vivir, sentir, sufrir y disfrutar la riqueza de nuestra cultura, independientemente del color de piel que nos pinte. Porque: Colores vemos, genética no sabemos.

Javier A. Rodríguez G.

jueves, 16 de junio de 2011

Comentario a sentencia

Saludos. Excelente, en cuanto a eximir de caución al niño, niña y adolescente.. Pero, el mismo fundamento jurídico que aplicó el juzgador para decidir, en mi criterio, hace procedente el amparo: El interés superior del niño y la preeminencia de sus derechos. Así lo comprendió el demandante, accionando correctamente, más aún cuando el reclamo es a consecuencia de un daño objetivamente establecido. Obsérvese que esto no lo considera para nada el sentenciador.

Es más, en circurstancias como estas, aunque no se tratase de los derechos de un adolescente, existe un acción incontrovertiblemente dañosa a la persona, cubierta por una póliza de seguro, lo que evidencia el riesgo del servicio prestado por el demandado.

De tal forma que, según el criterio del juzgador, el extranjero que de cualquier forma se encuentre en el país, más que todo los que llegan a nuestra patria en busca de un mejor futuro para ellos y sus hijos, como seguramente llegaron muchos de los progenitores o abuelos de algunos magistrados, y que por mala fortuna sufra un accidente de tránsito que haga procedente una acción de indemnización civil, caerá en la desgracia de no acceder a la justicia y seguramente pasará a "afear" la ciudad, pidiendo en caridad lo que en justicia le corresponde, menguado en lo único que aún soporta su esperanza, la dignidad, y mancillado en sus derechos humanos.

¿ Y la Constitución? ¿ Y la prevalencia de la justicia y los Derechos Humanos? ¿ Y la no discriminación por condición social o económica? ¿ Y la invocación a Dios todopodero en el preámbulo constitucional, que nos orienta moralmente hacia el respeto a la igualdad y dignidad de los seres humanos ? Todo a la porra.

Pido disculpas en nombre de mi patria, a todos los extranjeros de buena voluntad que con su esfuerzo contribuyen a engrandecer esta tierra, por los desmanes de un sistema de justicia atado a un pasado que no deja que aflore en su esplendor el espíritu humanista de nuestra Constitución. El Derecho sin ética es basura.

Sentencia referida: http://www.tecnoiuris.com/venezuela/jurisprudencia/menores-adolescentes/nueva-jurisprudencia-vinculante-lopnna-sobre-no-necesidad-de-caucion-para-demandar-menores-no-domiciliados-en-el-pais-3933.html

domingo, 22 de mayo de 2011

La Autenticidad y Veracidad de los Mensajes Electrónicos.


Comentario en un foro jurídico: Indudablemente, una de las grandes dificultades de nuestra ciencia jurídica lo constituye la adecuación de la actividad probatoria a los adelantos tecnológicos, la sincronía de lo jurídico con lo técnico. Pues generalmente existe un desfase entre ambos, por los mismos criterios obsoletos predominantes en nuestra ciencia jurídica, que nos llevan al absurdo de medir las tecnologías de vanguardia con parámetros cognoscitivos y culturales de hace dos mil años.... En el caso de esta sentencia, observamos una evolución manifiesta en la conceptualización del mensaje electrónico como medio probatorio. Ya el juzgador distingue entre autenticidad y veracidad, reconociendo los diversos instrumentos y medios de valoración para establecerlos. No obstante existen obstáculos que limitan sobremanera la eficacia real probatoria de los correos electrónicos: La comprobación de la autenticidad depende casi exclusivamente del remitente, tanto por la utilización de firmas y certificados electrónicos como por el reconocimiento expreso que haga de su autoría. La comprobación de la veracidad resulta de ordinario técnicamente confusa, disconexa y compleja, lo que dificulta alcanzar la certeza respecto del contenido. Claro está, tanto la autenticidad como la veracidad se pueden establecer, tal cual lo señala la sentencia de marras, pero la forma, técnicas y procedimientos no resultan cónsonos con la extraordinaria simplicidad y profusión de uso de ese medio comunicacional. Por ello se impone el desarrollo de un sistema estándar y objetivo para establecer la autenticidad y veracidad de los mensajes electrónicos, o sea, por ejemplo, la creación de procedimientos y protocolos que creen un "espejo" "blindado" del correo en el servidor "remitente" a la vez que añada un protocolo especial de verificación al mensaje saliente, de manera que el destinatario en realidad reciba una copia del mensaje junto a un protocolo que le permita dos niveles de autenticación y verificación del mensaje original, uno inmediato y simple, y otro formal y detallado. Esto es ahora posible con las grandes capacidades de almacenamiento que ofrecen los servicios de correo. Sería interesante que desarrolladores independientes o empresas como Google avancen hacia tales prestaciones en sus servicios de correo electrónico. Insisto, la intención es dotar de un mínimo de eficacia jurídica práctica a este medio comunicacional, para el común de los usuarios, más allá de las especialidades tecnológicas de uso más profesional y corporativo. Realmente todavía falta mucho por avanzar en materia de la red comunicacional internet, la realidad reclama una regulación jurídica efectiva, mientras la actividad jurisdiccional requiere la adecuación y o ampliación de los parámetros técnicos a sus formalidades probatorias necesarias. En fin, en la web se generan deberes y derechos que trascienden el simple interés individual o convencional para constituirse en patrimonio social, sometido al resguardo "difuso" Constitucional.

Javier A. Rodríguez G.

EL HUMANISMO SOCIALISTA