domingo, 1 de febrero de 2015

Ante la Crisis: ¿Qué Hacer con el Presidente?


Cuando Luis XIV "enunciaba" jactancioso “el Estado soy yo”, estaba de hecho reconociendo un poder transcendentalmente superior al suyo, a un entrejido de intereses, privilegios, necesidades, carencias y sobretodo de esperanzas, capaces de sustentar estructuras políticas pervertidas, pero también de demolerlas y arrasarlas a su paso.

Es que en los esbozos del concepto de Estado del mismísimo Richelieu se evidenciaba el carácter espurio del poder real, pues tras la tosca y tanteada “razón de Estado”, se sustentaba una fuerza política trascendente a la mera voluntad del rey, de la cual el propio Richelieu era expresión y cuyos linderos  se ampliarían hasta tocar la afirmación política más íntima del ser humano: su poder soberano. Siendo todo ello pura manifestación del acontecimiento revolucionario contra el cual no pueden ni teorías, ni doctrinas, ni dogmas, ni religiones: la revolución del conocimiento, que manipulada, negada o perseguida siempre se impone.

Porque el logro político de nuestros tiempos ha sido plantear y reconocer al ser humano como razón de ser del Estado, como su fundamento ontológico y posibilidad de su fuerza y capacidad perfeccionadora, pero también como posibilitador de toda su expresión evolutiva. Es decir, el ser humano en cuanto sujeto pasivo y activo del poder del Estado.

Y es desde esa racionalidad evolucionada del Estado en cuanto expresión política necesaria superior del ser humano social, espiritual y trascendente, que hoy cada ciudadano está facultado para valorar la gestión del gobernante mandatario, no solamente como manifestación meramente  gratificatoria o sancionatoria cada x números de años, sino en cuanto valoración propositiva en todo momento y en cualquier tiempo, cuestionándole desde cualquier ángulo o arista técnica o ética su gestión, y hasta solicitándole la renuncia, si así desde su conciencia lo creyere pertinente.


RESPONSABILIDAD ULTRATERRENAL

En la actualidad en nuestro país políticamente tenemos una situación sui generis. Un Presidente de la República prácticamente impuesto en artículo mortis por el gran líder del llamado proceso revolucionario bolivariano.  Cierto es que el Presidente fue electo según el procedimiento constitucional en elecciones libres y democráticas, pero también no es menos cierta la carga emotiva de la mayoría seguidora del Presidente fallecido, al cumplir sus deseos por sobre cualesquiera ponderaciones políticas lógicas y racionales.

 Así los hechos, se da la circunstancia política de un nuevo Presidente de la República electo constitucionalmente pero que de hecho se asume como continuador de la persona del presidente anterior, en una especie de constitucionalismo místico religioso que pretende extender más allá de su vida terrenal el mandato de un Presidente de la República fallecido.

Esto no tendría mayores consecuencias políticas y jurídicas, es más, hasta es buena y sana la intención de preservar y trascender los valores y principios de los líderes políticos hacia las nuevas generaciones… El problema se presenta cuando se pretende soslayar la responsabilidad del Presidente actual bajo el manto de expresar la voluntad del Presidente fallecido, y en consecuencia, descalificar cualquier crítica respecto de la gestión del gobierno so pretexto de que así se critica injustamente y se contradice la voluntad extraterrenal del mandatario fallecido.

Por supuesto que en todo esto debemos presumir la buena fe. Pero políticamente no basta con el sano propósito si no está consustanciada con la lógica y racionalidad de lo del Estado, es decir, si no se escinde la voluntad particular grupal hacia el deber ser institucional trascendente.

Y precisamente es ahí donde radica el quid de asunto político en su expresión más prístina: desprendernos del yo quiero, del gobierno y el Estado soy yo; al todos queremos y debemos, al gobierno y Estado somos todos. Porque, mientras el ciudadano piense y actúe hacia la sociedad y el Estado teniendo como fin su predio de intereses particulares, por muy bien intencionados que éstos sean, su coexistencia no será sino la sobrevivencia en una selva cruel de resguardos de privilegios salvajes o de búsquedas de salidas laberínticas que siempre al final terminan en la misma realidad de miopía política y de pobre conciencia espiritual de nuestros pueblos. 


EFICACIA…  ¿DÓNDE ESTÁS?

Ahora, deben existir formas, maneras o directrices que permitan reorientar lo político hacia los predios de su auténtica eficacia. La primera sería, sin lugar a dudas, el reencauzamiento del conocimiento hacia el replanteamiento del Estado, el “reconocimiento” del Estado como una razón que trasciende nuestra voluntad hacia un “querer” y “poder” holístico y sinérgico, cuyas exigencias específicas determinan insoslayablemente la eficacia de cualquier proyecto político.

En segundo lugar debe sustentarse el proyecto político que se trate en tres premisas fundamentales: Novedad, atemporalidad y transcendentabilidad.  La novedad llama al compromiso vigente con la verdad, con el conocimiento aplicado al bienestar humano, a ese redescubrirse permanentemente en sus posibilidades, a la siempre buena nueva del saber reorientado a la plena coexistencia en sociedad; pero no como simple enunciado teórico sino como un compromiso ético de acción.

La atemporalidad implica abandonar el criterio tradicional de pretender sintetizar las acciones políticas hacia demarcaciones de tiempo etéreas, que nunca llegan, o que cuando al fin se alcanzan nada significan, pues están ya integradas a otra realidad social que a su vez las expresa en otras acciones, cayendo así la intencionalidad política de hecho en un eterno despropósito de propuestas , cuya eficacia merma tanto como altas sean las expectativas y largos los tiempos “estimados” para su concreciones. Empero esto no implica contradicción con los fundamentales y clásicos planes a corto, mediano y largo plazo, no, la “atemporalidad” solamente supone el propósito y acción plenos en y desde el ahora, considerando que el futuro es una construcción incierta posible sí solo sí se hace lo debido en el presente. Por ejemplo, la construcción de la gran muralla china tomó cientos de años, pero su concreción como obra monumental sólo fue posible desde cada segundo, desde cada pisón, desde cada gota de sudor que la hacían realidad; ella, como toda obra humana, es un producto histórico, es decir, conformada y posibilitada desde cada instante existencial. Por supuesto, todo esto sin desmeritar en forma alguna la facultad maravillosa del ser humano de proyectar su existencia sublimemente hacia el porvenir, pero entendiendo y comprendiendo que los sueños no se “alcanzan”, se viven.

En tanto la trascendentabilidad exige primordialmente un compromiso ético con la verdad, y por tanto, el desprendimiento de intereses egoístas personales o grupales en aras del ser humano, en la plenitud de su acepción, como expresión de una existencialidad que va más allá de su espacio tiempo físico.

En tercer lugar, la eficacia de todo proyecto político se mide, valora y retroalimenta de hechos concretos, de acciones ciertas, diferenciadas, integradas y proporcionadas que lo expresan en toda la bondad y certeza de su verdadera magnitud política, y no debe ponderase sólo en expectativas falseadas conforme a una realidad social discordante con discursos políticos que, más allá de las buenas intenciones, en todo caso lucen torpes y realistamente hipócritas. Significando ello la conjugación perfecta de la necesidad, el querer, el poder y el deber, comprendiendo que la eficacia no se mide por “triunfos” sino por el deber cumplido.

La evolución, la historia y la humanidad no convergen en un destino preconcebido, sino que divergen en un abanico probabilístico maravilloso.  Nuestra independencia del reino de España, sólo fue la concreción de una posibilidad que pudo ser miles de formas diferente, peor, igual o mejor;  pero que, siendo lo que fue, posibilitó otras “posibilidades” que hoy expresan nuestra venezolanidad. Bajo esta premisa Bolívar no podía liderar nuestra independencia, conformar una unión perfecta de repúblicas, con paz, amor, justicia, libertad e igualdad, valgan las redundancias, y luego retirarse a mecer chinchorro en el valle de Aroa…  No, su obra política humana, con sus aciertos, errores, virtudes y vicios, ya culminaba para 1829, en adelante todo era el desencadenamiento de los acontecimientos crudos de la realidad, en donde ya los sueños y aspiraciones nada pueden hacer sin la preexistencia del hecho vivencial que los valide, justifique y posibilite.

La conciencia de lo anterior nos lleva a replantear lo político en términos concretos, ciertos, inmediatos y “vivibles” de su eficacia. En donde el resultado se mida en función no de lo que todos aspiren o digan, sino por lo que cada uno haga. Pero cuidado, no se trata del quehacer individualista ni del raso despersonalizado pretendidamente comunitario, no, se trata de la justa, proporcionada, diferenciada e integrada acción hacia el propósito político social común.


“ZAPATERO A SUS ZAPATOS”

Si por sobre las críticas validas algún aporte se le reconoce a Taylor, es el haber evidenciado el rendimiento en la eficacia de los propósitos humanos cuando cada actor se centra en lo concreto de su responsabilidad, excediendo los resultados a las posibilidades de cada uno por separado…

Así como en la vida social no es necesario que un panadero sea un denunciante o actor político de banderín y pito, no, con sólo ser un buen panadero, vivir honestamente, no hacer daño a nadie y cumplir con la ley, su cuota de responsabilidad política estará satisfecha. Lo mismo sería por ejemplo para el heladero, taxista, médico, abogado o la “ama de casa”. Por una razón elementalmente simple: para encargarse de lo público, fomentar y permitir la justicia, la libertad, la igualdad y el bien común, posibilitando la sana coexistencia social ¡está el Estado!

Por tal motivo deben revalorizarse cuantitativa y cualitativamente la responsabilidad del actor político, además de especificarse según su ámbito de acción. Cuantitativamente no es la misma la responsabilidad política, administrativa, civil o penal de un Magistrado del TSJ, por ejemplo, que la de un panadero, aunque a los primeros generalmente “se les queman los panes”. Ni tampoco puede pretenderse equivalencia de responsabilidad política entre un diputado o ministro y un heladero, médico o abogado. Ahora, desde la óptica de su cualidad ética las responsabilidades de todos  esos actores sociales es idéntica: El cumplimiento del deber.

Y así como el obrero, el médico o el transportista no pueden abandonar sus labores, pues entonces no habría obras ni transporte y morirían los enfermos; la dejación o relajación de las responsabilidades del magistrado, ministro o diputado, promueve la injusticia, desigualdad, ineficacia y anarquismo del Estado.

Por eso luce torpe la intención de convertir la sociedad en un pugilato político, en donde los políticos no cumplen con su responsabilidad y los ciudadanos deben descuidar las suyas para suplirlos, conformándose de esta forma una disfuncionalidad estructural de la sociedad y del Estado a todas luces imposible de sostener en el tiempo.

Y es esa misma inercia rutinaria de trasfondo que sustenta la dinámica de las sociedades, la que fundamentalmente sostenía a aquellos reyezuelos. Porque el ser humano en sociedad al final lo que desea es expresar su existir de la mejor forma posible, como quiera y en lo que pueda, pero siempre en el hoy, en el instante del milagro de la vida, abandonando, por lastre natural, lo político a la costumbre. Algo que le funciona, en tanto sea la tradición la que valide el estatus quo de los actores sociales. El problema es que la costumbre  expresa al hecho vivencial cambiante y perfectible, que inevitablemente dinamiza las relaciones de poder dentro del ente social, creando exigencias y expectativas que desestabilizando en apariencia al ente social, en realidad manifiestan una tendencia dinámica evolutiva natural.

Ahora, esa linealidad evolutiva insoslayable se pervierte cuando los grupos privilegiados pretenden despojarla del carácter fáctico inmediato existencial que la valida, para sustentarla y justificarla por los sofismas teóricos del “destino”, es decir, el ser humano sometido políticamente a un querer y poder más allá de su conciencia, voluntad y acción; situación que lo avasalla y crea un represamiento evolutivo de lo social que inevitablemente ha de estallar de alguna forma.

Por eso la Constitución de una nación expresa sublimemente el querer, poder  y voluntad del ser humano vivencial y la proyección de su voluntad. La Constitución no manifiesta un destino sino que expresa la posibilidad cierta de un grado conciencia histórica proyectada objetivamente desde el hecho vivencial real y concreto. Por eso a los gobernantes, bien intencionados, se les esfuman sus pretensiones políticas como agua entre los dedos, por ver a la constitución a lo lejos, como punto de fuga de un existir de tropiezos hasta que se le alcance. Sin entender que ese punto apenas es la concreción de cada realidad, del día a día que lo construye ladrillo a ladrillo, pero que al  alcanzarlo se divisa otro punto y así sucesivamente. Siendo precisamente ese el quid de la eficacia de la acción política, construir grandes proyectos desde el existir real menudo y cotidiano.


ECONO... ¿MÍA? ¿TUYA? ¿O DE TODOS?

Y es desde esa eficacia que debe plantearse políticamente la economía, mirada desde abajito y no de soslayo y en lo alto. Pues la acción económica debe ver luz, proyectarse conceptual y realísticamente desde el ser humano hacia el ente social, y no ser producto de suposiciones, conveniencia o vanidades académicas de un trío de tecnócratas, quienes deben limitarse a su función técnica específica, modesta y subordinada a las directrices de un proyecto político racional, lógica, sensata, honesta, humanista y socialistamente planteado, meticulosamente ejecutado y pertinentemente  reformulado y corregido. Porque el Gobierno es del proyecto político que expresa y no de un grupo de sujetos, sea Presidente de la República, gobernador o alcalde.

Por eso resulta obvia la calificación de la acción económica del actual gobierno: Prepotente, pretenciosa, jactanciosa, inconveniente, insensata, irracional, ilógica, inhumana, elitista, torpe y antisocialista. Lo que no desmerita para nada las “buenas intenciones”.


LA POLÍTICA AL TIN MARIN…

Es que no se trata solamente del sano propósito de hacer sino de tener la conciencia espiritual, la voluntad y valerse de los instrumentos conceptuales,  ideológicos y metodológicos, expresados en acciones concretas para lograrlo, cumpliendo con el deber legal, ético, epistemológico, ontológico, histórico, humanista, socialista.

Ahora, ciertamente que el cumplimiento del deber implica el riesgo de “perder” la dirección del poder político institucional, que es inherente a toda acción política por la misma dinámica social que la justifica. No el poder en su más pura acepción, que al ser una cualidad y expresión políticamente ética, honesta ante el ser humano, ante la sociedad y ante el Estado, traspasa cualquier circunstancia institucional (Por ejemplo, el poder político de Luther King fue inmensamente mayor que el que puede ostentar el actual presidente de los Estados Unidos).

 Esto último es algo que la izquierda socialista jamás ha comprendido, pues resulta que inmersos en un mar de contradicciones, dudas, errores conceptuales y prepotencias, esperan “alcanzar el poder” para luego preguntarse qué hacer, al tin marín…, cuando ya deberían haber accedido a la dirección institucional del Estado con auténtico poder político y con los  lineamientos conceptuales y procedimentales básicos definidos, desarrollados e irrevocables.

Por favor, que nadie diga que el triunfo electoral corona el poder político, pues generalmente, por no decir siempre, no es así. Ganar una elección evidencia fuerza electoral, que es distinto al auténtico poder político. Mandela tuvo más poder político estando en prisión que luego como mandatario, ya con las vicisitudes, errores y “negociados” de la política concreta.

Ahora, obviamente que el acceso a la dirección institucional del Estado implica la posibilidad de proyectar en todo el cuerpo social el proyecto político que se trate (Léase bien, proyecto político, el de todos, los que existieron y los que están, no los criterios de fulano, zutano o merengano). Es decir, el acceso a la dirección del poder institucional del Estado, cuando responde a un poder político auténtico, genera un compromiso histórico de voluntad y acción hacia el cumplimiento del deber, que se concreta por la eficacia. Luego entonces, ser eficaz implica saberse manejar entre el marco conceptual espiritual del deber histórico, las exigencias fácticas del poder político y las vicisitudes, pertinencias y limitaciones estructurales y coyunturales del poder político institucional. En todo caso, el saldo debe ser positivo, increscendo y siempre bajo la premisa, estando claros respecto al auténtico significado del poder político y el deber que implica, de que es  ética y estratégicamente correcto perder el control del poder institucional cumpliendo con el deber y no renegando con hechos, por acción u omisión, de los fundamentos del poder político que lo expresó electoralmente.

Mutatis mutandis eso es lo que le ocurre en la actualidad al “proceso revolucionario bolivariano”, pues ha caído en una sinrazón que lo tiene ostentando “triunfos” mientras da tumbos entre el tímidos enunciados socialistas y bacanales de salvaje capitalismo. Más contradicciones en un proyecto político es imposible de lograr, aun poniendo en ello todo el propósito.


 EL AÑO DE “GRACIAS”  Y LAS SINRAZONES

Un año de gracia tuvo el gobierno para redefinir el rumbo ante las circunstancias políticas acaecidas. Por eso, comenzando el segundo tenía el deber de iniciar con las 20, por decir una cifra, medidas económicas y sociales  que fundamentaran ciertamente su acción política. Sin embargo eso no fue así. La ola especulativa e inflacionaria se ha venido incrementando cuasi exponencialmente ante la inacción insólita del gobierno. El año 2014 resultó en un término prescriptivo clave para el proceso bolivariano; tanto así que el presente año 2015 se inició con fuertes nubarrones de desesperanza, desasosiego y frustración social, desatados, más allá de la acción desestabilizadora persistente de la oposición, por el aderezo de un año de acciones ineficaces, de promesas “rayadas” cada dos días en cadena nacional de un paraíso para el dos mil cincuenta, cuando la atroz realidad ahoga al ciudadano ahorita, ya. Agregando los anuncios de medidas correctivas “radicales” que tienen más bulla que cabuya. Y amén del viaje alrededor del mundo del Presidente de la República buscando desesperadamente auxilio financiero para una economía ahogada por la baja de los precios del petróleo, cuando unos dos meses atrás el gobierno anunciaba en cadena nacional, en otra sin razón, que la baja de los precios en nada afectaban las rentas del Estado, aún devaluándose a un dólar por barril (¿?).

En esos y estos momentos es cuando cabe preguntarse ¿hacia quién va dirigido el discurso del gobierno?, mejor dicho ¿cuál es su verdadera intencionalidad al anunciar a los cuatro vientos esas irracionalidades?... Sea a quien sea, la acción de negar lo obvio resulta insultante al sano juicio de la colectividad; además de peligroso, pues pudiere resultar en el detonante de situaciones sociales difíciles.

Actualmente el gobierno ha anunciado ciertas medidas económicas escuetamente concebidas y torpemente implementadas. Algunas han debido tomarlas hace un año, otras nunca, y el resto no son sino paliativos, meros apósitos al mal de trasfondo del actual gobierno: su incoherencia  procedimental respecto del socialismo que presume.

Por ejemplo, la medida del establecimiento y marcaje del precio máximo de venta al público (PMVP) la gran mayoría de los venezolanos la solicitábamos desde hacía años y las esperábamos vigente para marzo del año pasado a más tardar. Pero le tomó un año al reloj revolucionario del gobierno comprender la necesidad de tal medida. Por supuesto que para los del gobierno ese lapso no es significante, pues su calendario de acción política está marcado en medio siglo, luego así, un año es nada dirán los gobierneros. (Mañana, lunes 02 de febrero, ningún producto debería ser facturado a precio superior del marcado por el importador o productor según las directrices del Estado, so pena de prisión y las sanciones administrativas y mercantiles que correspondan para los responsables. Luego de un año de espera y tres meses de prórroga, es lo menos de esperar. Aunque, por los paseos de los “imputados” por Miraflores, el gobierno como que reculó…).


O CAMBIAS O TE VAS O TE CAMBIO

Presumiendo la buena fe, el problema del gobernante es la incomprensión  del acontecimiento económico en su más justa, precisa, legítima y fundamental expresión, todo producto de las aberraciones, prejuicios y falaces dogmas conceptuales que conspiran contra la eficacia de cualquier acción política de sana intención; siendo expresión de ello el desconocimiento adrede (para no “descuadrar” las teorías marxistas leninistas y su cohorte) del ser humano en toda su magnitud existencial, y con él de la sociedad y del Estado y su institucionalidad.

Empero, vayamos por algunos ejemplos de los tantos miles que enriquecen nuestra interminable colección de torpezas políticas. Dicha medida del  establecimiento del PMVP ha debido estar enmarcada dentro una acción integral jurídica, mercantil, económica y sobre todo comunicacional y educativa. No es con el simple anuncio gobiernero, egoísta y chucuto que se debe proceder, no, es con la integral y eficaz acción comunicacional mediante una campaña de enseñanza crítica ética, jurídica, mercantil, de sano juicio y máximas de experiencia, que racionalicen, concienticen y eduquen respecto de su acontecer existencial al ciudadano. Empero aquí volvemos a la pregunta ¿hacia quién va dirigido el discurso y acción del gobierno?

Bueno, en verdad ya lo sabemos: al pueblo. El asunto es que el consabido pueblo, hermoso concepto en que su acepción auténtica expresa una historia, una cultura, un modo de ser, una manera de luchar, de afrontar la realidad y de mirar al futuro; cuando se concreta históricamente, cuando se hace de carne y hueso, cuando se especifica en cada ser humano, en cada hombre, en cada mujer, en cada niño y niña, pasa a llamarse ciudadano, es decir, el pueblo sujeto de derechos, deberes y principalmente de la conciencia de ser rector de su propio destino. Siendo precisamente esa la cualidad que separa al pueblo de súbditos del pueblo de ciudadanos.

Y en ello radica primordialmente el milagro de la política desde los tiempos del “rey sol”. El Estado no secuestrado por cualquier reyezuelo papanatas sino surgiendo desde la intimidad existencial de cada ser humano, volcados jurídica, institucional, humanística, axiológica y espiritualmente el propósito, necesidad y destino del convivir en sociedad.

Y es desde esa cualidad jurídica y existencial que recoge y reconoce nuestra constitución, que hoy podemos plantearnos qué hacer con el Presidente y su gobierno sin temor ni inhibición alguna. Constitucionalmente se le puede solicitar pacíficamente la renuncia, estando en sus facultades acceder o negarse a ello conforme a sus criterios y el de quienes lo apoyen, pues constitucionalmente es su derecho concluir el período por el cual fue electo. También es posible revocar su mandato, aunque la experiencia ha evidenciado la inconveniencia del referendo revocatorio para los grupos políticos opuestos al gobierno de turno, pues más bien pareciera servir  como vehículo de legitimación en vez de revocación, al menos en los casos en que el gobierno cuenta con suficiente respaldo electoral. La opción más obvia y natural es la de esperar a que el gobernante concluya el período para el cual fue electo, siempre y cuando la ineficacia no desate los fantasmas de la conflictividad social…, algo que nadie quiere pero tampoco puede evitar, pues su génesis expresa el extremo radical del poder soberano y derecho humano político por excelencia: El derecho a la rebelión.

Luego entonces las alternativas reales y eficaces ante el cuestionamiento de tal o cual gobierno son de carácter eminentemente político. En realidad nada nuevo. La oposición a relucir hasta el mínimo detalle los errores del gobierno, a “darle en el huesito del codo” con cualquier acción política pacífica que revele las incoherencias, errores, contradicciones y falsedades del gobernante, utilizando para ello todos los medios de comunicación, publicidad y propaganda que dispongan, sin caer en la trampa y mucho menos ceder al chantaje de que deben publicitar las obras del gobierno, no, que cada quien cuide lo suyo. El gobierno cuenta con toda la maquinaria y recursos del Estado para anunciar y promover sus obras, aunque la mejor publicidad es la eficacia, pues ésta supone una acción integral que aún en pequeñas escalas o niveles significa cambios notables en la vida social. De esto se infiere que un proyecto social grande inconexo pudiere ser menos relevante que varias pequeñas acciones ligadas estratégica y metodológicamente a una cadena de acontecimientos proporcional, diferencial e integralmente controlados.


AUTO-SEGREGACIÓN COMUNICACIONAL

Así, luce peregrina la consecuente queja del gobierno de que está aislado comunicacionalmente, cuando lo correcto sería decir “autosegregado”, cuando no lisiado estratégicamente. Si luego de 15 años en el poder, de emisoras televisivas fuera del aire (y del “cable”),  otras “compradas” misteriosamente por grupos económicos afines al gobierno que las “silencian” hasta neutralizarlas casi totalmente. Si todavía se queja el gobierno por no tener voz luego de haber posibilitado la creación de cientos de emisoras comunitarias de nuevo cuño ético y legitimidad comunicacional social. Si teniendo al aire casi una docena de televisoras nacionales, multiplicadas en cada estado y municipio; más la red de Radio Racional en tres versiones y frecuencias en todo el territorio nacional, amén de la televisora internacional latinoamericana Telesur. Si a pesar de tener dos satélites “revolucionarios” orbitando al planeta y trasmitiendo servicio televisivo a cientos de miles de hogares venezolanos, mención aparte de las cadenas nacionales cada dos días. Si a pesar de todo ello y de los cientos de miles de millones gastados en folletos, pitos y pancartas para los actos de masas, el gobierno se siente aislado comunicacionalmente, entonces estamos ente un grave caso de baja autoestima y de incapacidad comunicacional crónica.

Es que el proceder político sano y conveniente es tener a una oposición seria, sí, pacífica, sí, proactiva, sí, pero también restregándole en la cara todos los días, a cada hora minuto segundo, sus yerros u omisiones, en buena lid y sin “salidas” violentas. El gobierno por su parte debe hacer lo suyo, para eso es gobierno.

Otra alternativa política necesaria, lógica, racional y fundamental, debe surgir desde las propias instancias del proceso revolucionario. Siendo pertinente que una dirección calificada y legítima tome el control político del gobierno, a los fines de reorientarlo por el cauce socialista, y en todo caso, para asumir la responsabilidad histórica por el triunfo o fracaso del proyecto, teniendo en cuenta que éste no pertenece a ninguna persona o grupúsculo.

Tal vez ese sea uno de los grandes vuelcos que deba dar la acción política de nuestra patria, más aún bajo la óptica socialista: El compromiso ético y el sometimiento del gobernante a las directrices del proyecto político al cual debe su elección y asunción del cargo que ostenta. Bajo esta premisa cuántos alcaldes, diputados y gobernadores estarían políticamente de “patitas en la calle”, bajo el criterio de que es más sano y conveniente un pillo y su pequeño séquito fuera del partido, que carcomiéndolo desde adentro.


AMARGA y TRISTE Y REALIDAD. IMPUNIDAD, BENDITA IMPUNIDAD

Ahora, volviendo a nuestra realidad, no existe explicación, lógica, racional, coherente, sensata y hasta del más elemental sentido común, para el extraño contubernio entre el Gobierno y los sectores económicos importadores y distribuidores. Es que esa relación ya raya en el sadomasoquismo. Insultos, gritos, dolor, llanto, “guerras”, allanamientos, detenciones…, para luego terminar abrazados en el Palacio, firma que te firma acuerdos y más acuerdos. Cada vez que se plantea un reajuste económico los susodichos se presentan a Miraflores con carpetica y lápiz mongol nuevecitos… ¡¡ buscando dólares!! Lo insólito es que el gobierno, triste, dolido, compungido, “bravo” y queja que te queja por la “guerra” de los tales sujetos; al final, entre  “guisquesitos” y las consecuentes carcajadas, les aprueban cientos de millones de dólares ¡¡sin control alguno!! Bueno, uno que otro allanamiento y alguna denuncia histérica del “golpe económico”. Cosa que no es de temer, pues todo es asunto de padrinos. Al final, luego de imputarles en cadena nacional al menos seis delitos de diversa tipología, los vemos muy frescos en el Palacio con el Vicepresidente, a quien ya tildan de “Alibabá”, pues recibe en su despacho a todos los peces gordos imputados de especulación y acaparamiento que les manda la Superintendencia de Precios Justos… Sería interesante saber cómo le hacen para sustraerse de la acción de la justicia y además recibir en premio la distribución de “mi casa bien equipada”.  El mundo al revés, como diría Galeano.

Precisamente es la impunidad institucionaliza y reforzada por criterios “socialistas” pervertidos la que está destrozando a este nuestro país. Ya no vale un comino amenazar al delincuente de que se va a “pudrir en la cárcel”, pues el sujeto bien sabe que con el padrinazgo político, el rosario de “beneficios” procesales, la “vista gorda” de los cuerpos policiales, la  voluntad blanda de fiscales y jueces, amén del encompinchamiento de la “ministra de los choros”…, la sentencia, en un lejanísimo supuesto, no significaría más que un retiro espiritual…

En este país las cosas comenzarán a cambiar el día en un Presidente de la República anuncie al país la destitución y sometimiento a la acción judicial de un ministro o alto funcionario de su más profunda confianza y afecto personal, en vez de la tradición cuartorepublicana continuada al caletre por los bolivarianos: La solicitud disimulada del cargo y la remisión del responsable a un puesto diplomático, para que recapacite, según ellos.

Impunidad, bendita impunidad. Todo gobernante o funcionario bolivariano es inocente y libre de cualquier atisbo de sospecha hasta que se corra políticamente de bando, pareciera ser la premisa del gobierno actual. Pruebas fehacientes en los señalamientos de corrupción en contra de los funcionarios del gobierno, exigen los diputados en el congreso; es decir, no basta que el ciudadano tenga “fundados indicios” para ejercer su control soberano sobre la administración pública, sino que debe hacer de fiscal del ministerio público y de los cuerpos de investigación policiales… El mundo al revés.

Cuanta falta nos hacen los ejemplos... De Bolívar existen docenas. Pero recordemos el reseñado por Cicerón, de aquel General que habiendo prohibido la toma de botín, tuvo que ejecutar a su propio hijo por haber desobedecido su mandato... Las auténticas revoluciones son esencialmente éticas y culturales.


GUERRA AVISADA…

Ya son dignas de los mejores teledramas las repetitivas llorantinas del gobierno por la perengana “guerra económica”, mientras prácticamente no  hace nada para solucionarlo. Aparte de sosa es de lugar común esa argumentación, pues de suyo el capitalismo está en permanente guerra con cualquier modelo político económico que se le contraponga y hasta consigo mismo. Siendo este precisamente el principalísimo factor estructural desestabilizador del sistema político económico capitalista: su tendencia naturalmente irremediable al monopolio y la consecuente eliminación de la competencia, atentando contra uno de sus fundamentos ideológicos: el libre mercado. De tal forma que sorprenderse porque la mapanare sea venenosa no tiene gracia.

El sistema capitalista es genéticamente perverso y pervertido. Eso ningún pensamiento sensato puede hoy en día refutarlo. La gran depresión mundial de los años treinta lo evidenció descarnadamente. De allá para acá toda la acción política ha rondado respecto a la morigeración o replanteamiento de las ecuaciones económicas y de las políticas liberales. Empero, una cosa es el capitalismo como sistema y otra el capital, en cuanto expresión política, social, cultural, histórica evolutiva y sobretodo humana. Por eso también ya nadie con dos dedos de frente se atreve a plantear su abolición de la sociedad, junto al Derecho, a las instituciones y al Estado mismo, amén de la “opiácea” religión.

Sabido esto, resulta un tanto inocente y hasta hipócrita el asombro del gobierno porque el cochino en el sartén resulte en chicharrón. Esta “crisis” o “ataque económico “era de esperar tanto como el Relámpago del Catatumbo. La cuestión está en el cómo enfrentarla.

Una opción es lo que está haciendo el gobierno: someterse masoquistamente a ella y cobardonamente tratar de “sobrellevarla”, con unas reunioncitas y acuerditos por aquí, jaladitas a los poderosos grupos económicos por allá, manteniéndolos contentos con su inmensa tajada de dólares mientras procura paliar en algo la molestia popular con aumentos de salario insignificantes, “ferias” de alimentos subsidiados y algunas loterías de bienes… La otra opción es lo que no se ha hecho ni se hará: el aprovechar la crisis para introducir cambios radicales en la estructura económica con el menor trauma posible. Esa es la paradoja de las crisis.

La bondad de de las crisis es que abren veredas para los cambios. Pero no el cambio torpe, radicalizado y ciego a troche y moche. No. Es la transformación sosegada, pertinente, racional, realista, espiritual, humanísticamente conceptualizada y estratégicamente implementada. Sin prejuicio alguno. No protegiendo ni persiguiendo ni “sancionando” a lo pretoriano, pues eso, aún dando resultados pírricos en lo momentáneo, a la final lo que hace es correr la arruga del problema, además de evidenciar la debilidad del gobierno ante la desestructura económica social. Es con la seguridad y contundencia del que está claro en su proceder, y la cordial severidad del que actúa en términos estrictos de justicia, que se debe trasformar el modelo económico ¡¡Con las mismas armas del contendor!! verbigracia ¡¡Participar a la buena del juego capitalista!! A los jugadores de naipes no se derrota persiguiéndolos ni allanado sus garitos, sino ganándoles a los naipes.

Acción conceptualmente clara y estratégicamente eficaz es lo que se requiere. Pero mientras el gobierno siga con esa quejadera adolorida artrítica, y la Fiscalía y el TSJ en ese mundo de maravillas con Alicia pasando las de Caín; mientras el defensor del pueblo se empecine en la tradición de los activistas de los derechos humanos de proteger primeramente a los victimarios y no a las víctimas; y mientras el presidente de la Asamblea  Nacional, en vez de estar controlando al poder ciudadano y judicial, estudiando, planteando y aprobando leyes estratégicas para salir de la crisis e impulsar al país, haga las veces de aquella articulista de farándula “Chepa Candela, revelando a viva voz los informes confidenciales de los cuerpos de inteligencia del Estado, desde hechos de gravedad hasta las más triviales menudencia: que si lo que comió fulano , que si el color de la corbata etc. Sin entender que al resaltar mas allá de lo pertinente, obsesivamente, las carencias del adversario, evidencia sus propias debilidades; además de que el relajamiento de las garantías ciudadanas a la privacidad causa inseguridad, pues el traspaso de los límites de la arbitrariedad, sea por los fines que sea, afecta subconscientemente a todos los ciudadanos en las expectativas de su libertad; una vez abierto el grifo de la arbitrariedad, es prácticamente imposible contenerlo “aguas abajo” (Los cuatorrepublicanos saben mucho al respecto). Mientras todo eso siga en ese estado de cosas, mantener la revolución es tan posible como contener agua en un manare.


EL ESTADO DE DERECHO

He aquí el elemento clave para la sustentación de cualquier modelo político de buena voluntad: el sometimiento irrestricto al Estado de derecho (que en términos prácticos políticos implica no hacer hoy lo que no quieres que te hagan mañana). El Estado de derecho limita las prerrogativas circunstanciales de unos en función de una razón social histórica evolutiva superior común: El Estado. Es algo tan simple pero a la vez tan difícil de comprender e implementar dentro de la estrategia política, siendo el camino fácil hacerlo a un lado en aras de propósitos políticos “superiores” (cuando media siquiera la buena intención). Craso error, pues el Estado es el único camino de la sociedad y del ciudadano posible. Entiéndase, la facultad del individuo del pueblo a la reivindicación histórica de sus derechos implica no solamente el pedazo de tierra, o la vivienda o a la pensión, sino principalmente el ser ciudadano, en toda la extensión de su significado, con derechos progresivos en lo material e inmaterial.

Y es esa progresividad en los derechos lo que determina la dinámica evolutiva de las sociedades, del Derecho y del Estado y su institucionalidad. Y fue ese status evolutivo de conciencia jurídica y política la que en su momento y circunstancia le voló de un tajo la testa al tataranieto del rey que se creía el Estado; la que gestó la libertad de nuestras cinco naciones y la que estalló en febrero de 1989. Pero también la que hoy, en los albores de este año deja entrever algunos fantasmas de la rebelión popular del 89… Todas  situaciones políticas diferentes pero dentro de la misma línea evolutiva política jurídica: la progresividad de los derechos, que siempre, de la forma que sea, deja en la saga la inercia anquilosante de los proyectos políticos.

Ese estatus de conciencia progresivo hacia sus derechos del ser humano y de la sociedad, está determinado por diversos factores que lo modelan históricamente: el conocimiento, la conveniencia, la conformidad y sobretodo la necesidad de vivir. Sí, de vivir, en cuanto única posibilidad actual de la humanidad, que dota al ser humano de ese animus evolutivo instintivo de existir a plenitud, de allanar caminos y de pasar por sobre lo que sea, teorías políticas, hechos de fuerza o chantajes económicos. Por eso la  dominación y el avasallamiento político, siembra la ignorancia, apela a la necesidad y promueve el conformismo.

La ignorancia se puede también cultivar con libros, si éstos no están abiertos en contenido e interpretación al más auténtico y libre espíritu crítico, arrastrando al individuo hacia la conveniencia y el conformismo. Por tanto,  las ideologías cerradas, hasta la actualidad todas, ahogan el espíritu crítico pretendiendo perpetuarse irracional y antihistóricamente. Pero los “pueblos”, ahora sí, ¡pueblos! en su significado histórico, siempre allanan caminos y los dejan atrás.

Por eso es un contrasentido invocar y promover la conciencia y derechos del “pueblo” y a la vez pretender maniatarlos a los criterios políticos de unos cuatro sujetos. La torpeza y la ineficacia hacen trizas las” buenas intenciones”  políticas junto al proyecto que las pretenda. La historia de las sociedades lo evidencia, y en tanto seamos “humanos” continuará siendo así.

Y es ese “desconocimiento” del ser humano el que no permite plantear modelos políticos económicos justos, sensatos y factibles. Así, el poder del ciudadano llevado a instancias institucionales deviene en poder político, y por tanto, en carroña partidista. También, el ánimo de especulación y de enriquecimiento fácil no respeta ideologías ni credos ni clases sociales, si se rompen los hilos sociales y del Estado de derecho que los mantienen dentro de sus márgenes mínimos para la sana convivencia social.

Ello explica porque la inoperancia y aberración del cacareado “poder popular”, porque al final son instancias partidistas, por ende sometidas a “disciplina”, por ende no libres y plurales, por ende pervertidas y pervertidoras del orden social. Sin desmeritar que al principio luzcan el frescor y esplendor de la novedad. Pero luego que se asientan y reacomodan los intereses se le comienzan a ver las costuras a esas instancias sociales. “Consejos Comunales” que legal y solidariamente gestionan viviendas o cualquier otro beneficio social para personas ciertas en estado de necesidad, pero una vez obtenidos los recursos los subastan al mejor postor. Por supuesto que existen algunos grupos comunales que funcionan, y seguramente muchísimos. El problema es que la perversidad subyacente de esos galimatías que pretenden conformar fuerzas sociales apolíticas desde instancias políticas para tengan poder político libre, resulta en el error garrafal de partidización de la sociedad.


LA VENTANA DE OBERTON

Al final, más allá de cualquier planteamiento teórico, siempre lo que nos acompaña es la ineludible cruda realidad. Ante ella podemos resignarnos estoicamente, amoldarnos convenientemente o enfrentarla incómodamente. Sea lo que sea, siempre cada ciudadano, expresando históricamente su conciencia política como pueblo, es quien decide. Cuatro décadas tardó para lanzar por la borda a un sistema “democrático” de relativamente buen y esperanzador comienzo, pero de creciente corrupción ética, moral y estructural. Oportunidades tuvieron aquellos para rectificar. Mesas de acuerdos iban y venían, pero la estructura del Estado estaba deshecha, y el recomponerla implicaba inevitablemente el replanteamiento de los privilegios, y antes de perder los privilegios, que quiebre el Estado.

Hoy el actual gobierno juega políticamente con fuego, apostando a que el enorme liderazgo heredado del presidente Chávez lo hace ignífugo a los problemas sociales. Hasta cierto alto grado tal expectativa es válida, pero como en toda acción humana existe un punto de quiebre, en el cual lo inmediato existencial, la pura intención de sobrevivencia y la necesidad ontológica intuida de buscar y construir la existencialidad plena, lanza a los pueblos en busca de caminos de sosiego, ciertos o errados pero son sus caminos.

“Tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe”. El primer año de este gobierno fue de gracia. El segundo se les pasó completico sin hacer práctica y eficazmente nada. Ahora, en el tercero, jura por un puñado de cruces que  hará al fin algo. Aunque las medidas anunciadas no son muy halagüeñas, pues mientras no se dé un vuelco conceptual y en consecuencia procedimental a la acción de gobierno, su corrosión interna será inevitable. Es que aún “estabilizando” precariamente esta grave crisis con los actuales criterios y procederes, el gobierno quedaría en una condición de debilidad política manifiesta.

La solución, no salida, a la crisis la hay, más aún cuando la llamada “Ventana de Oberton” es para el verdadero socialismo un inmenso portal a capricho y gusto del ser humano y no del capital. El asunto es usarlo.


EL  MILAGRO: ¡LA MULTIPLICACIÓN DE LA POBREZA!

Empero, en todo caso el aprendizaje político social y jurídico que nos deja esta crisis es invaluable. Resulta asombroso ver cómo los ciudadanos de un país en cuestión de un mes reducen a la mitad su capacidad de compra, duplicando su “pobreza”; cómo cada semana al ir al mercado o a la panadería  el tamaño de la bolsa se reduce a la mitad; cómo en todas las páginas de venta web del mundo se ofrecen artículos que en nuestro país son vendidos hasta en cien veces su precio etc. etc. etc.  Y no obstante ¡¡¡el gobierno permanece indolente!!! ante semejante aberración económica y perversión moral generalizada en el país.

Gracias a las omisiones del actual gobierno en Venezuela no existen motivos para no acaparar y especular. El acaparamiento y la especulación  constituyen el gran negocio en nuestra patria. Los cientos de nuevos establecimientos comerciales que se aperturan únicamente con las expectativas del sobreprecio, generan perturbaciones al sistema económico muy difíciles y socialmente costosas de erradicar. Si a eso se le suman los aumentos pírricos consecutivos de salario tratando de “compensar” tal aberración económica, se va conformando paulatinamente un punto de no retorno a la crisis, que pareciera ser la intención del gobierno, dejar las cosas tal como están, con el añadido de algunos paliativos más o menos acentuados según la proximidad de alguna elección.

Lo insólito es que el mismísimo gobierno participa de esa carroña. La prueba la tenemos en los plácemes del gobierno por la altísima recaudación del impuesto sobre la renta y al valor agregado, sin mencionar que en gran parte ese dinero es producto de la sobrefacturación especulativa, y por ende de procedencia ilícita. O sea, el gobierno “reparte” “equitativamente” los recursos del petróleo y luego los retorna merced a la actividad especulativa de los entes privados. Además, la mayor especulación se da con las divisas del Estado que gerencia el gobierno… Más aberración imposible.

Las instituciones controladoras del gobierno y el Ministerio Publico solamente actuando de oficio tendrían trabajo de sobra. Por ejemplo, si se tomasen las medidas pertinentes, las facturas legales deberían servir de plena prueba del delito de especulación, ni se diga de las publicidades y promociones pública y descaradamente especulativas.


MEA CULPA

Definitivamente las acciones del gobierno ante esta grave crisis han fracaso y fracasarán en tanto el gobernante no acepte su responsabilidad en la generación y sustentación de la crisis, y mientras se empecine en actuar a la defensiva típica de la izquierda históricamente quejosa y llorona, y no en la acción segura y contundente de quien ejerce el gobierno para ¡¡gobernar!!

 Si pone al Indepabis (o como se llame esta semana) y al ejército a controlar los establecimientos de la arremetida acaparadora y especuladora privada, al poco tiempo le surge un monstruo tricéfalo de complicidades tres veces más difícil de erradicar. Si lanza a la calle a cientos de militantes partidistas a “fiscalizar” los establecimientos comerciales, el average a lo sumo le resulta de 7- 3, siete extorsiones o sobornos y tres sanciones. Cabe repetirlo hasta mil veces: otro proceder conceptual y estratégico es necesario.

Es en estos momentos de crisis cuando los prejuicios pesan. Pues pareciera que al actual gobierno solamente le concierne el suministro precariamente periódico de la canasta básica y alguno que otro “beneficio “de los recursos que sobren de la rapiña cambiaria. Sin contar con la otra Venezuela, la que desea participar de las artes, ciencia, tecnología y cultura a nivel mundial, pero que no puede porque el gobierno le entregó el país a los designios, caprichos e intereses de cuatro burgueses rancios. Un software o cualquier componente o kit electrónico, expresión de la maravillosa democratización en el acceso a la creación, manejo y control de la tecnología, en el resto del planeta son vendidos a precios bajísimos como misceláneas de  entretenimiento y formación tecnológica; mientras en nuestro país constituyen productos exóticos de imposible adquisición por todos los sectores de la sociedad exponencialmente empobrecidos, que dejan los riñones, y restos de su dignidad, en larguísimas colas al sol inclemente, que les pudiese traer también algún melanoma, para completar.

Es que el ánimo especulativo pareciera no tener límites, pues responde a una irracionalidad egoísta primaria, que sin la atemperación natural y eficaz por la sociedad y por el Estado, se podría desbordar hasta los linderos de la  conflictividad social. Ofrecer por 12.000 Bs un simple buje para motor, que por ser de “marca” a lo sumo debería costar 200 Bs, constituye la aberración de las aberraciones. O el teléfono celular de “último modelo” que en Europa o en los Estado Unidos cuesta al cambio 8.000 Bs., en tanto aquí es  facturado por 150.000 Bs. ¿Verdad que resulta increíble? amigos lectores de otras naciones. Pues eso constituye apenas un botón de la gravedad de la crisis que padecemos. Con lo que se compran cuatro kilos de la mejor carne Uruguaya en cualquier país europeo tradicionalmente “costosos”, nosotros apenas compramos un kilito de hueso blanco.

Es más. Venezuela es el único país del mundo en el que no se cumple la llamada ley de Moore, o disminución del precio en función de la reducción del costo de producción de los equipos tecnológicos. Es decir, un televisor de plasma, que en todos los países de la tierra ha bajado paulatinamente su precio, en Venezuela se multiplica trimestralmente. Inclusive, se ha llegado al colmo de revertir el abaratamiento propio de la integración de los llamados circuitos integrados electrónicos, vendiéndolos ya por el desglose especulativo de cada uno de sus componentes internos. Da tristeza ver a los compradores de los Estados Unidos o de los países más pudientes de  Europa, todos salvajes capitalistas, quejarse por el costo “rapiña capitalista” de una miscelánea electrónica de unos 20 $ (o su equivalente en euros); y no saben los inocentes que aquí, en tierra  “socialista” los pagamos hasta en 700 dólares… Todo gracias a una estructura económica concebida para control y retraso manipulado de la tecnología, que les permita su usufructo monopólico; siempre y cuando sean alcahueteados por el gobierno de turno.

  
¿PÁJARO EN MANO?  TULLIDO ¡¡NO!!

En fin, ¿Cuándo entenderán los gobernantes que más allá de las teorías, promesas  y esperanzas, los pueblos en general y los ciudadanos en específico, lo que quieren es vivir? y vivir bien. Que no deseamos pasarnos nuestra existencia con banderín y pito aplaudiendo esperanzas sino viviendo hechos. Que no queremos pedirle permiso ni el visto bueno de nuestros actos a los políticos de la esquina (en lo que han devenido los grupos comunales) sino desarrollarnos en lo queramos dentro del sometimiento al  Estado de derecho. Que el obrero debe ir a su oficio, el panadero a su pan, el zapatero a sus zapatos y el político a la política. Que la estabilidad social se logrará cuando cada venezolano nos dediquemos a lo nuestro, verbigracia, a lo que nos venga en gana, y dejemos los enfrentamientos absurdos, las hipocresías, las alcahueterías y medias verdades para los gajes del oficio del político.

Cuatro décadas vivió nuestra patria del amamantamiento, infancia, pubertad, desarrollo y muerte de la corrupción y degradación moral del modelo liberal capitalista. Y hoy ya llevamos 15 años de un “socialismo" que no termina de “prender”, cuajado de errores que engendran más errores. Las promesas ahora no se sustentan tanto en la novedad y esperanza sino en el terror a la pérdida de los logros sociales. La “venta” del modelo político ya no se dirige al mejor sino al menos malo, forzando al ciudadano a aferrarse al “pájaro en mano”, aunque éste no cante ni vuele y esté tullido.

Tras década y media del proceso, y con todos los acontecimientos que lo merecen y desmeritan por delante, ya es posible hacer un balance político. En primer lugar se ha patentizado históricamente que “no hay mal que dure 100 años ni pueblo que lo resista”, cuando vemos a los todopoderosos  “cuartorepublicanos” arrastrando las suelas cual ciudadano común y corriente. También se demostró irrefutable e irrevocablemente que es posible la repartición, mejor dicho, el disfrute equitativo de los recursos comunes de la nación (que sería creciente y no se estancaría si las cosas se hicieran eficazmente bien). Tampoco queda duda de que el modelo capitalista defenestrado popularmente hace 15 años ya no es siquiera pronunciable; así que los venezolanos de sana voluntad que comulguen con los lineamientos políticos liberales de derecha deberán replantear en buena lid sus ofertas políticas.

Empero también se ha evidenciado, sin opinión válida en contrario, que las hermosas ofertas teóricas posibles, ciertas y justas de la izquierda socialista son tergiversadas, frenadas, pervertidas y anquilosadas por ciertos “grupúsculos” de seres humanos , que pregonan la comunidad pero ellos son los menos “comunes”; que luchan por la igualdad pero “secuestran” cargos públicos por décadas, sin el relevo estratégico fundamental; que se dicen de palabra radicalmente socialistas pero que de hecho se comportan como “buenos” capitalistas con sentido de “justicia social”, o en todo caso son socialistas en lo “social” y terriblemente capitalistas salvajes en lo económico.


LO QUE NO PUDO EL SOCIALISMO

Igualmente ya sería hora de enumerar lo que no pudo hacer el socialismo: No pudo hacer funcionar a sus cooperativas, merced a criterios tan torpes y pervertidos como los de la cuarta o el de los mejicanos. No pudo crear un sistema de mensajería y transporte de mercancías moderno y eficiente en el país (aunque Chávez lo anunció y lo dispuso, los recursos se esfumaron junto con la lógica y sana intención). Tampoco pudo este proceso conformar un movimiento político amplio, abierto, democrático y libre sentado estrictamente sobre principios éticos y humanistas, creando, al contrario, un partido donde se atrincheran los buenos y los malos, los honestos y deshonestos, en un mutualismo que anquilosa las buenas intenciones, pero que no se atreven a romper por no afectar sus estatus quo egoístas. No pudo tampoco hacer de los centrales azucareros, ni de las cementeras, ni de los emporios de telecomunicaciones empresas socialistas, aún con control absoluto sobre ellas. No pudo en 15 años crear un sistema de distribución eficiente de primer orden del gas para uso doméstico, teniendo el gobierno el monopolio absoluto de la fabricación, envasado y distribución. No pudo crear una estructura productiva eficaz, por culpa del mismo yerro elemental cuartorrepublicano: su politización y partidización. No pudo crear una estructura educativa de primerísima calidad y de estrictísimo control… Estando el país anegado entre el modelo obsoleto, ineficaz e ineficiente tradicional y la improvisada y la académicamente relajada “misión” educativa, pelándose ambas por el puesto de la menos mala. Y ni se diga de la negación política que significan los hospitales, que continúan siendo dignos de un país de mineros preocupados más por su riqueza personal que por el bien común; feos, sucios, menguando más que de los equipos e insumos, del criterio moderno, gerencial, técnico, humanista, ético y sobretodo socialista.  Argumentarán los gobierneros que es muy poco tiempo para tales cambios…; el problema es que ni siquiera han comenzado. Con puro “mentol” no se cura la tuberculosis.

Pero lo que en verdad le descose el camisón al gobierno es el fracaso de cacareado “poder popular”. Por una razón muy sencilla, ese poder devino, deviene y devendrá en politiquería. Es que no se pueden contar esas nuevas instancias institucionales como “populares” cuando de una ya son controladas por fracciones políticas; vitoreadas por unos hoy y mañana por otros, pero cada vez más alejada de su origen, el poder popular. Poder que a todas estas cabe preguntarse ¿dónde está, en qué consiste y cómo se expresa y ejerce?

En fin, estas notas, nacidas de la más pulcra intención y de la más libérrima conciencia intelectual y espiritual, no pretenden más que ser testimonio de un momento histórico que ha de ser juzgado por el porvenir, sin verdades absolutas ni mentiras piadosas, solamente siendo expresión del pensamiento libre de todo aquél que siendo ciudadano con plena conciencia espiritual, histórica y social, y de sus derechos y garantías constitucionales, que al individualizarlo lo hacen verdaderamente comunitario; no es considerado sino uno más del túmulo confuso, acrítico y manejable del “pueblo”, del mismo “pueblo” que dicen los gobernantes es suyo. ¿Suyo?, suyos los errores, la prepotencia, lo timorato, lo complaciente y la ineficacia.

Tres siglos han trascurrido desde que el “rey velita” se creyera el Estado. Y a pesar de los prodigiosos avances de la humanidad en lo social, político y jurídico, aún la razón de Estado sigue respondiendo a criterios de pequeños grupúsculos. Hoy, bajo la misma luna y el mismo sol pero a luz del evolucionar histórico, nos preguntamos de nuevo ¿Será humanamente posible un modelo político mejor que el anterior y que el actual? ¿Podrá la mente y la voluntad humana gestar y desarrollar una estructura política social sensatamente posible? ¿Existirá manera de concebir una economía socialista con ecuaciones de planteamiento y resolución social, político y humanista y no meramente matemático? ¿Será que podrán haber gobernantes que actúen y procuren la razón de Estado y no tener ellos la razón? ¿Será que es posible hacer un Estado de derecho y no pretender tener derechos sin Estado?


¿TODOPODEROSOS?  ¡ABSOLUTAMENTE NADIE!

Trescientos años desde que aquellos “tipos” y “tipas” al afirmarse de “sangre azul” negaban en sí el oxígeno y la vida de sus glóbulos rojos. Creíanse  dueños de las tierras y de los seres humanos y ni lo eran de sus actos y mucho menos de sus conciencias. Retahíla de ineptos, malvados, ególatras, miserables, locos, prostitutas y otras cosas, que pretendían regir a su voluntad los destinos de los pueblos. “Majestades” que creyéndose todopoderosos a veces ni sus esfínteres podían contener.

Dos mil catorce años del nacimiento de aquél cuyo padre (como lo ha reseñado magistralmente un sacerdote español) no puede ser todopoderoso porque entonces de él serían las guerras y las calamidades. Es decir hasta la voluntad de Dios está sujeta a la magia sublime de la probabilística evolutiva que nos posibilita un abanico infinito de oportunidades, siempre convergiendo en el indescifrable maravilloso que él representa.

Sin embargo todavía nos empecinamos en la complacencia y adulancia vasalla y miserable del gobernante de turno, en ser capirotes de una estructura política que nos depreda.

El cumplimiento del deber debe ser el lema, sin hipocresías ni medias tintas ni chantajes ni amenazas. Quien no la debe no teme, y quien lo quiere lo promueve y lo defiende. Los cubanos están pagando hoy el precio de no haberse dicho las verdades a tiempo.

Y no se trata del simplismo gobierno vs oposición sino de la sociedad y del Estado. La conflictividad política y social solamente puede superarse con el sometimiento irrestricto al Estado de derecho. Que el funcionario corrupto,  que el desestabilizador de la paz social, que el acaparador y especulador  sean condenados a 30 años de presidio sin opción a beneficios, ni a alcahueterías procesales.
  
Así las cosas, mientras el gobernante deshoja la margarita entre hacer y no hacer, entre capitalismo y socialismo, entre alcahuetear a los choros de smoking o imponer el Estado de derecho, el “pueblo” suma tristezas, frustraciones, malestar y sobretodo necesidades; en tanto clarea en su conciencia el qué hacer con el gobernante. Ojalá que bajo esos parámetros tan negativos prive la cordura y la sensatez y no se pretenda resolver esa ecuación por vía de hechos y no de Derecho, porque ya sabemos el resultado.


Javier A. Rodríguez  G.

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