Cuando Luis XIV "enunciaba" jactancioso “el
Estado soy yo”, estaba de hecho reconociendo un poder transcendentalmente
superior al suyo, a un entrejido de intereses, privilegios, necesidades,
carencias y sobretodo de esperanzas, capaces de sustentar estructuras políticas
pervertidas, pero también de demolerlas y arrasarlas a su paso.
Es que en los esbozos del concepto de Estado del
mismísimo Richelieu se evidenciaba el carácter espurio del poder real, pues
tras la tosca y tanteada “razón de Estado”, se sustentaba una fuerza política
trascendente a la mera voluntad del rey, de la cual el propio Richelieu era
expresión y cuyos linderos se ampliarían hasta tocar la afirmación
política más íntima del ser humano: su poder soberano. Siendo todo ello pura
manifestación del acontecimiento revolucionario contra el cual no pueden ni
teorías, ni doctrinas, ni dogmas, ni religiones: la revolución del
conocimiento, que manipulada, negada o perseguida siempre se impone.
Porque el logro político de nuestros tiempos ha sido
plantear y reconocer al ser humano como razón de ser del Estado, como su
fundamento ontológico y posibilidad de su fuerza y capacidad perfeccionadora,
pero también como posibilitador de toda su expresión evolutiva. Es decir, el
ser humano en cuanto sujeto pasivo y activo del poder del Estado.
Y es desde esa racionalidad evolucionada del Estado en
cuanto expresión política necesaria superior del ser humano social, espiritual
y trascendente, que hoy cada ciudadano está facultado para valorar la gestión
del gobernante mandatario, no solamente como manifestación meramente
gratificatoria o sancionatoria cada x números de años, sino en cuanto
valoración propositiva en todo momento y en cualquier tiempo, cuestionándole
desde cualquier ángulo o arista técnica o ética su gestión, y hasta
solicitándole la renuncia, si así desde su conciencia lo creyere pertinente.
RESPONSABILIDAD ULTRATERRENAL
En la actualidad en nuestro país políticamente tenemos
una situación sui generis. Un Presidente de la República prácticamente impuesto
en artículo mortis por el gran líder del llamado proceso revolucionario
bolivariano. Cierto es que el Presidente fue electo según el
procedimiento constitucional en elecciones libres y democráticas, pero también
no es menos cierta la carga emotiva de la mayoría seguidora del Presidente
fallecido, al cumplir sus deseos por sobre cualesquiera ponderaciones políticas
lógicas y racionales.
Así los hechos, se da la circunstancia política
de un nuevo Presidente de la República electo constitucionalmente pero que de
hecho se asume como continuador de la persona del presidente anterior, en una
especie de constitucionalismo místico religioso que pretende extender más allá
de su vida terrenal el mandato de un Presidente de la República fallecido.
Esto no tendría mayores consecuencias políticas y
jurídicas, es más, hasta es buena y sana la intención de preservar y trascender
los valores y principios de los líderes políticos hacia las nuevas
generaciones… El problema se presenta cuando se pretende soslayar la
responsabilidad del Presidente actual bajo el manto de expresar la voluntad del
Presidente fallecido, y en consecuencia, descalificar cualquier crítica
respecto de la gestión del gobierno so pretexto de que así se critica
injustamente y se contradice la voluntad extraterrenal del mandatario
fallecido.
Por supuesto que en todo esto debemos presumir la
buena fe. Pero políticamente no basta con el sano propósito si no está
consustanciada con la lógica y racionalidad de lo del Estado, es decir, si no
se escinde la voluntad particular grupal hacia el deber ser institucional
trascendente.
Y precisamente es ahí donde radica el quid de asunto
político en su expresión más prístina: desprendernos del yo quiero, del
gobierno y el Estado soy yo; al todos queremos y debemos, al gobierno y Estado
somos todos. Porque, mientras el ciudadano piense y actúe hacia la sociedad y
el Estado teniendo como fin su predio de intereses particulares, por muy bien
intencionados que éstos sean, su coexistencia no será sino la sobrevivencia en
una selva cruel de resguardos de privilegios salvajes o de búsquedas de salidas
laberínticas que siempre al final terminan en la misma realidad de miopía
política y de pobre conciencia espiritual de nuestros pueblos.
EFICACIA… ¿DÓNDE ESTÁS?
Ahora, deben existir formas, maneras o directrices que
permitan reorientar lo político hacia los predios de su auténtica eficacia. La
primera sería, sin lugar a dudas, el reencauzamiento del conocimiento hacia el
replanteamiento del Estado, el “reconocimiento” del Estado como una razón que
trasciende nuestra voluntad hacia un “querer” y “poder” holístico y sinérgico,
cuyas exigencias específicas determinan insoslayablemente la eficacia de
cualquier proyecto político.
En segundo lugar debe sustentarse el proyecto político
que se trate en tres premisas fundamentales: Novedad, atemporalidad y
transcendentabilidad. La novedad llama al compromiso vigente con la
verdad, con el conocimiento aplicado al bienestar humano, a ese redescubrirse permanentemente
en sus posibilidades, a la siempre buena nueva del saber reorientado a la plena
coexistencia en sociedad; pero no como simple enunciado teórico sino como un
compromiso ético de acción.
La atemporalidad implica abandonar el criterio tradicional
de pretender sintetizar las acciones políticas hacia demarcaciones de tiempo
etéreas, que nunca llegan, o que cuando al fin se alcanzan nada significan,
pues están ya integradas a otra realidad social que a su vez las expresa en
otras acciones, cayendo así la intencionalidad política de hecho en un eterno
despropósito de propuestas , cuya eficacia merma tanto como altas sean las
expectativas y largos los tiempos “estimados” para su concreciones. Empero esto
no implica contradicción con los fundamentales y clásicos planes a corto,
mediano y largo plazo, no, la “atemporalidad” solamente supone el propósito y
acción plenos en y desde el ahora, considerando que el futuro es una
construcción incierta posible sí solo sí se hace lo debido en el presente. Por ejemplo,
la construcción de la gran muralla china tomó cientos de años, pero su
concreción como obra monumental sólo fue posible desde cada segundo, desde cada
pisón, desde cada gota de sudor que la hacían realidad; ella, como toda obra
humana, es un producto histórico, es decir, conformada y posibilitada desde
cada instante existencial. Por supuesto, todo esto sin desmeritar en forma
alguna la facultad maravillosa del ser humano de proyectar su existencia
sublimemente hacia el porvenir, pero entendiendo y comprendiendo que los sueños
no se “alcanzan”, se viven.
En tanto la trascendentabilidad exige primordialmente
un compromiso ético con la verdad, y por tanto, el desprendimiento de intereses
egoístas personales o grupales en aras del ser humano, en la plenitud de su
acepción, como expresión de una existencialidad que va más allá de su espacio
tiempo físico.
En tercer lugar, la eficacia de todo proyecto político
se mide, valora y retroalimenta de hechos concretos, de acciones ciertas,
diferenciadas, integradas y proporcionadas que lo expresan en toda la bondad y
certeza de su verdadera magnitud política, y no debe ponderase sólo en
expectativas falseadas conforme a una realidad social discordante con discursos
políticos que, más allá de las buenas intenciones, en todo caso lucen torpes y
realistamente hipócritas. Significando ello la conjugación perfecta de la
necesidad, el querer, el poder y el deber, comprendiendo que la eficacia no se
mide por “triunfos” sino por el deber cumplido.
La evolución, la historia y la humanidad no convergen
en un destino preconcebido, sino que divergen en un abanico probabilístico
maravilloso. Nuestra independencia del reino de España, sólo fue la
concreción de una posibilidad que pudo ser miles de formas diferente, peor,
igual o mejor; pero que, siendo lo que fue, posibilitó otras
“posibilidades” que hoy expresan nuestra venezolanidad. Bajo esta premisa
Bolívar no podía liderar nuestra independencia, conformar una unión perfecta de
repúblicas, con paz, amor, justicia, libertad e igualdad, valgan las
redundancias, y luego retirarse a mecer chinchorro en el valle de Aroa…
No, su obra política humana, con sus aciertos, errores, virtudes y vicios, ya
culminaba para 1829, en adelante todo era el desencadenamiento de los
acontecimientos crudos de la realidad, en donde ya los sueños y aspiraciones
nada pueden hacer sin la preexistencia del hecho vivencial que los valide,
justifique y posibilite.
La conciencia de lo anterior nos lleva a replantear lo
político en términos concretos, ciertos, inmediatos y “vivibles” de su
eficacia. En donde el resultado se mida en función no de lo que todos aspiren o
digan, sino por lo que cada uno haga. Pero cuidado, no se trata del quehacer
individualista ni del raso despersonalizado pretendidamente comunitario, no, se
trata de la justa, proporcionada, diferenciada e integrada acción hacia el
propósito político social común.
“ZAPATERO A SUS ZAPATOS”
Si por sobre las críticas validas algún aporte se le
reconoce a Taylor, es el haber evidenciado el rendimiento en la eficacia de los
propósitos humanos cuando cada actor se centra en lo concreto de su
responsabilidad, excediendo los resultados a las posibilidades de cada uno por
separado…
Así como en la vida social no es necesario que un
panadero sea un denunciante o actor político de banderín y pito, no, con sólo
ser un buen panadero, vivir honestamente, no hacer daño a nadie y cumplir con
la ley, su cuota de responsabilidad política estará satisfecha. Lo mismo sería
por ejemplo para el heladero, taxista, médico, abogado o la “ama de casa”. Por
una razón elementalmente simple: para encargarse de lo público, fomentar y
permitir la justicia, la libertad, la igualdad y el bien común, posibilitando
la sana coexistencia social ¡está el Estado!
Por tal motivo deben revalorizarse cuantitativa y
cualitativamente la responsabilidad del actor político, además de especificarse
según su ámbito de acción. Cuantitativamente no es la misma la responsabilidad
política, administrativa, civil o penal de un Magistrado del TSJ, por ejemplo,
que la de un panadero, aunque a los primeros generalmente “se les queman los
panes”. Ni tampoco puede pretenderse equivalencia de responsabilidad política
entre un diputado o ministro y un heladero, médico o abogado. Ahora, desde la
óptica de su cualidad ética las responsabilidades de todos esos actores
sociales es idéntica: El cumplimiento del deber.
Y así como el obrero, el médico o el transportista no
pueden abandonar sus labores, pues entonces no habría obras ni transporte y
morirían los enfermos; la dejación o relajación de las responsabilidades del
magistrado, ministro o diputado, promueve la injusticia, desigualdad,
ineficacia y anarquismo del Estado.
Por eso luce torpe la intención de convertir la
sociedad en un pugilato político, en donde los políticos no cumplen con su
responsabilidad y los ciudadanos deben descuidar las suyas para suplirlos,
conformándose de esta forma una disfuncionalidad estructural de la sociedad y
del Estado a todas luces imposible de sostener en el tiempo.
Y es esa misma inercia rutinaria de trasfondo que
sustenta la dinámica de las sociedades, la que fundamentalmente sostenía a
aquellos reyezuelos. Porque el ser humano en sociedad al final lo que desea es expresar
su existir de la mejor forma posible, como quiera y en lo que pueda, pero
siempre en el hoy, en el instante del milagro de la vida, abandonando, por
lastre natural, lo político a la costumbre. Algo que le funciona, en tanto sea
la tradición la que valide el estatus quo de los actores sociales. El problema
es que la costumbre expresa al hecho vivencial cambiante y perfectible,
que inevitablemente dinamiza las relaciones de poder dentro del ente social,
creando exigencias y expectativas que desestabilizando en apariencia al ente
social, en realidad manifiestan una tendencia dinámica evolutiva natural.
Ahora, esa linealidad evolutiva insoslayable se
pervierte cuando los grupos privilegiados pretenden despojarla del carácter
fáctico inmediato existencial que la valida, para sustentarla y justificarla
por los sofismas teóricos del “destino”, es decir, el ser humano sometido
políticamente a un querer y poder más allá de su conciencia, voluntad y acción;
situación que lo avasalla y crea un represamiento evolutivo de lo social que
inevitablemente ha de estallar de alguna forma.
Por eso la Constitución de una nación expresa
sublimemente el querer, poder y voluntad del ser humano vivencial y la
proyección de su voluntad. La Constitución no manifiesta un destino sino que
expresa la posibilidad cierta de un grado conciencia histórica proyectada
objetivamente desde el hecho vivencial real y concreto. Por eso a los
gobernantes, bien intencionados, se les esfuman sus pretensiones políticas como
agua entre los dedos, por ver a la constitución a lo lejos, como punto de fuga
de un existir de tropiezos hasta que se le alcance. Sin entender que ese punto
apenas es la concreción de cada realidad, del día a día que lo construye
ladrillo a ladrillo, pero que al alcanzarlo se divisa otro punto y así
sucesivamente. Siendo precisamente ese el quid de la eficacia de la acción
política, construir grandes proyectos desde el existir real menudo y cotidiano.
ECONO... ¿MÍA? ¿TUYA? ¿O DE TODOS?
Y es desde esa eficacia que debe plantearse
políticamente la economía, mirada desde abajito y no de soslayo y en lo alto.
Pues la acción económica debe ver luz, proyectarse conceptual y realísticamente
desde el ser humano hacia el ente social, y no ser producto de suposiciones,
conveniencia o vanidades académicas de un trío de tecnócratas, quienes deben
limitarse a su función técnica específica, modesta y subordinada a las
directrices de un proyecto político racional, lógica, sensata, honesta,
humanista y socialistamente planteado, meticulosamente ejecutado y
pertinentemente reformulado y corregido. Porque el Gobierno es del
proyecto político que expresa y no de un grupo de sujetos, sea Presidente de la
República, gobernador o alcalde.
Por eso resulta obvia la calificación de la acción
económica del actual gobierno: Prepotente, pretenciosa, jactanciosa,
inconveniente, insensata, irracional, ilógica, inhumana, elitista, torpe y
antisocialista. Lo que no desmerita para nada las “buenas intenciones”.
LA POLÍTICA AL TIN MARIN…
Es que no se trata solamente del sano propósito de
hacer sino de tener la conciencia espiritual, la voluntad y valerse de los
instrumentos conceptuales, ideológicos y metodológicos, expresados en
acciones concretas para lograrlo, cumpliendo con el deber legal, ético,
epistemológico, ontológico, histórico, humanista, socialista.
Ahora, ciertamente que el cumplimiento del deber
implica el riesgo de “perder” la dirección del poder político institucional,
que es inherente a toda acción política por la misma dinámica social que la
justifica. No el poder en su más pura acepción, que al ser una cualidad y
expresión políticamente ética, honesta ante el ser humano, ante la sociedad y
ante el Estado, traspasa cualquier circunstancia institucional (Por ejemplo, el
poder político de Luther King fue inmensamente mayor que el que puede ostentar
el actual presidente de los Estados Unidos).
Esto último es algo que la izquierda socialista
jamás ha comprendido, pues resulta que inmersos en un mar de contradicciones,
dudas, errores conceptuales y prepotencias, esperan “alcanzar el poder” para
luego preguntarse qué hacer, al tin marín…, cuando ya deberían haber accedido a
la dirección institucional del Estado con auténtico poder político y con los
lineamientos conceptuales y procedimentales básicos definidos, desarrollados e
irrevocables.
Por favor, que nadie diga que el triunfo electoral
corona el poder político, pues generalmente, por no decir siempre, no es así.
Ganar una elección evidencia fuerza electoral, que es distinto al auténtico
poder político. Mandela tuvo más poder político estando en prisión que luego
como mandatario, ya con las vicisitudes, errores y “negociados” de la política
concreta.
Ahora, obviamente que el acceso a la dirección
institucional del Estado implica la posibilidad de proyectar en todo el cuerpo
social el proyecto político que se trate (Léase bien, proyecto político, el de
todos, los que existieron y los que están, no los criterios de fulano, zutano o
merengano). Es decir, el acceso a la dirección del poder institucional del
Estado, cuando responde a un poder político auténtico, genera un compromiso
histórico de voluntad y acción hacia el cumplimiento del deber, que se concreta
por la eficacia. Luego entonces, ser eficaz implica saberse manejar entre el
marco conceptual espiritual del deber histórico, las exigencias fácticas del
poder político y las vicisitudes, pertinencias y limitaciones estructurales y
coyunturales del poder político institucional. En todo caso, el saldo debe ser
positivo, increscendo y siempre bajo la premisa, estando claros respecto al
auténtico significado del poder político y el deber que implica, de que
es ética y estratégicamente correcto perder el control del poder
institucional cumpliendo con el deber y no renegando con hechos, por acción u
omisión, de los fundamentos del poder político que lo expresó electoralmente.
Mutatis mutandis eso es lo que le ocurre en la
actualidad al “proceso revolucionario bolivariano”, pues ha caído en una
sinrazón que lo tiene ostentando “triunfos” mientras da tumbos entre el tímidos
enunciados socialistas y bacanales de salvaje capitalismo. Más contradicciones
en un proyecto político es imposible de lograr, aun poniendo en ello todo el
propósito.
EL AÑO DE “GRACIAS” Y LAS SINRAZONES
Un año de gracia tuvo el gobierno para redefinir el
rumbo ante las circunstancias políticas acaecidas. Por eso, comenzando el
segundo tenía el deber de iniciar con las 20, por decir una cifra, medidas económicas
y sociales que fundamentaran ciertamente su acción política. Sin embargo
eso no fue así. La ola especulativa e inflacionaria se ha venido incrementando
cuasi exponencialmente ante la inacción insólita del gobierno. El año 2014
resultó en un término prescriptivo clave para el proceso bolivariano; tanto así
que el presente año 2015 se inició con fuertes nubarrones de desesperanza,
desasosiego y frustración social, desatados, más allá de la acción
desestabilizadora persistente de la oposición, por el aderezo de un año de
acciones ineficaces, de promesas “rayadas” cada dos días en cadena nacional de
un paraíso para el dos mil cincuenta, cuando la atroz realidad ahoga al
ciudadano ahorita, ya. Agregando los anuncios de medidas correctivas
“radicales” que tienen más bulla que cabuya. Y amén del viaje alrededor del
mundo del Presidente de la República buscando desesperadamente auxilio
financiero para una economía ahogada por la baja de los precios del petróleo,
cuando unos dos meses atrás el gobierno anunciaba en cadena nacional, en otra
sin razón, que la baja de los precios en nada afectaban las rentas del Estado,
aún devaluándose a un dólar por barril (¿?).
En esos y estos momentos es cuando cabe preguntarse
¿hacia quién va dirigido el discurso del gobierno?, mejor dicho ¿cuál es su
verdadera intencionalidad al anunciar a los cuatro vientos esas
irracionalidades?... Sea a quien sea, la acción de negar lo obvio resulta
insultante al sano juicio de la colectividad; además de peligroso, pues pudiere
resultar en el detonante de situaciones sociales difíciles.
Actualmente el gobierno ha anunciado ciertas medidas
económicas escuetamente concebidas y torpemente implementadas. Algunas han
debido tomarlas hace un año, otras nunca, y el resto no son sino paliativos,
meros apósitos al mal de trasfondo del actual gobierno: su incoherencia
procedimental respecto del socialismo que presume.
Por ejemplo, la medida del establecimiento y marcaje
del precio máximo de venta al público (PMVP) la gran mayoría de los venezolanos
la solicitábamos desde hacía años y las esperábamos vigente para marzo del año
pasado a más tardar. Pero le tomó un año al reloj revolucionario del gobierno
comprender la necesidad de tal medida. Por supuesto que para los del gobierno
ese lapso no es significante, pues su calendario de acción política está
marcado en medio siglo, luego así, un año es nada dirán los gobierneros.
(Mañana, lunes 02 de febrero, ningún producto debería ser facturado a precio
superior del marcado por el importador o productor según las directrices del
Estado, so pena de prisión y las sanciones administrativas y mercantiles que
correspondan para los responsables. Luego de un año de espera y tres meses de
prórroga, es lo menos de esperar. Aunque, por los paseos de los “imputados” por
Miraflores, el gobierno como que reculó…).
O CAMBIAS O TE VAS O TE CAMBIO
Presumiendo la buena fe, el problema del gobernante es
la incomprensión del acontecimiento económico en su más justa, precisa,
legítima y fundamental expresión, todo producto de las aberraciones, prejuicios
y falaces dogmas conceptuales que conspiran contra la eficacia de cualquier
acción política de sana intención; siendo expresión de ello el desconocimiento
adrede (para no “descuadrar” las teorías marxistas leninistas y su cohorte) del
ser humano en toda su magnitud existencial, y con él de la sociedad y del
Estado y su institucionalidad.
Empero, vayamos por algunos ejemplos de los tantos
miles que enriquecen nuestra interminable colección de torpezas políticas.
Dicha medida del establecimiento del PMVP ha debido estar enmarcada
dentro una acción integral jurídica, mercantil, económica y sobre todo
comunicacional y educativa. No es con el simple anuncio gobiernero, egoísta y
chucuto que se debe proceder, no, es con la integral y eficaz acción
comunicacional mediante una campaña de enseñanza crítica ética, jurídica,
mercantil, de sano juicio y máximas de experiencia, que racionalicen,
concienticen y eduquen respecto de su acontecer existencial al ciudadano.
Empero aquí volvemos a la pregunta ¿hacia quién va dirigido el discurso y
acción del gobierno?
Bueno, en verdad ya lo sabemos: al pueblo. El asunto
es que el consabido pueblo, hermoso concepto en que su acepción auténtica
expresa una historia, una cultura, un modo de ser, una manera de luchar, de
afrontar la realidad y de mirar al futuro; cuando se concreta históricamente,
cuando se hace de carne y hueso, cuando se especifica en cada ser humano, en
cada hombre, en cada mujer, en cada niño y niña, pasa a llamarse ciudadano, es
decir, el pueblo sujeto de derechos, deberes y principalmente de la conciencia
de ser rector de su propio destino. Siendo precisamente esa la cualidad que
separa al pueblo de súbditos del pueblo de ciudadanos.
Y en ello radica primordialmente el milagro de la
política desde los tiempos del “rey sol”. El Estado no secuestrado por
cualquier reyezuelo papanatas sino surgiendo desde la intimidad existencial de
cada ser humano, volcados jurídica, institucional, humanística, axiológica y
espiritualmente el propósito, necesidad y destino del convivir en sociedad.
Y es desde esa cualidad jurídica y existencial que
recoge y reconoce nuestra constitución, que hoy podemos plantearnos qué hacer
con el Presidente y su gobierno sin temor ni inhibición alguna.
Constitucionalmente se le puede solicitar pacíficamente la renuncia, estando en
sus facultades acceder o negarse a ello conforme a sus criterios y el de
quienes lo apoyen, pues constitucionalmente es su derecho concluir el período
por el cual fue electo. También es posible revocar su mandato, aunque la
experiencia ha evidenciado la inconveniencia del referendo revocatorio para los
grupos políticos opuestos al gobierno de turno, pues más bien pareciera
servir como vehículo de legitimación en vez de revocación, al menos en
los casos en que el gobierno cuenta con suficiente respaldo electoral. La
opción más obvia y natural es la de esperar a que el gobernante concluya el
período para el cual fue electo, siempre y cuando la ineficacia no desate los
fantasmas de la conflictividad social…, algo que nadie quiere pero tampoco
puede evitar, pues su génesis expresa el extremo radical del poder soberano y
derecho humano político por excelencia: El derecho a la rebelión.
Luego entonces las alternativas reales y eficaces ante
el cuestionamiento de tal o cual gobierno son de carácter eminentemente
político. En realidad nada nuevo. La oposición a relucir hasta el mínimo
detalle los errores del gobierno, a “darle en el huesito del codo” con cualquier
acción política pacífica que revele las incoherencias, errores, contradicciones
y falsedades del gobernante, utilizando para ello todos los medios de
comunicación, publicidad y propaganda que dispongan, sin caer en la trampa y
mucho menos ceder al chantaje de que deben publicitar las obras del gobierno,
no, que cada quien cuide lo suyo. El gobierno cuenta con toda la maquinaria y
recursos del Estado para anunciar y promover sus obras, aunque la mejor
publicidad es la eficacia, pues ésta supone una acción integral que aún en
pequeñas escalas o niveles significa cambios notables en la vida social. De
esto se infiere que un proyecto social grande inconexo pudiere ser menos
relevante que varias pequeñas acciones ligadas estratégica y metodológicamente
a una cadena de acontecimientos proporcional, diferencial e integralmente
controlados.
AUTO-SEGREGACIÓN COMUNICACIONAL
Así, luce peregrina la consecuente queja del gobierno
de que está aislado comunicacionalmente, cuando lo correcto sería decir “autosegregado”,
cuando no lisiado estratégicamente. Si luego de 15 años en el poder, de
emisoras televisivas fuera del aire (y del “cable”), otras “compradas”
misteriosamente por grupos económicos afines al gobierno que las “silencian”
hasta neutralizarlas casi totalmente. Si todavía se queja el gobierno por no
tener voz luego de haber posibilitado la creación de cientos de emisoras
comunitarias de nuevo cuño ético y legitimidad comunicacional social. Si
teniendo al aire casi una docena de televisoras nacionales, multiplicadas en
cada estado y municipio; más la red de Radio Racional en tres versiones y
frecuencias en todo el territorio nacional, amén de la televisora internacional
latinoamericana Telesur. Si a pesar de tener dos satélites “revolucionarios” orbitando
al planeta y trasmitiendo servicio televisivo a cientos de miles de hogares
venezolanos, mención aparte de las cadenas nacionales cada dos días. Si a pesar
de todo ello y de los cientos de miles de millones gastados en folletos, pitos
y pancartas para los actos de masas, el gobierno se siente aislado
comunicacionalmente, entonces estamos ente un grave caso de baja autoestima y
de incapacidad comunicacional crónica.
Es que el proceder político sano y conveniente es
tener a una oposición seria, sí, pacífica, sí, proactiva, sí, pero también
restregándole en la cara todos los días, a cada hora minuto segundo, sus yerros
u omisiones, en buena lid y sin “salidas” violentas. El gobierno por su parte
debe hacer lo suyo, para eso es gobierno.
Otra alternativa política necesaria, lógica, racional
y fundamental, debe surgir desde las propias instancias del proceso
revolucionario. Siendo pertinente que una dirección calificada y legítima tome
el control político del gobierno, a los fines de reorientarlo por el cauce
socialista, y en todo caso, para asumir la responsabilidad histórica por el
triunfo o fracaso del proyecto, teniendo en cuenta que éste no pertenece a
ninguna persona o grupúsculo.
Tal vez ese sea uno de los grandes vuelcos que deba
dar la acción política de nuestra patria, más aún bajo la óptica socialista: El
compromiso ético y el sometimiento del gobernante a las directrices del
proyecto político al cual debe su elección y asunción del cargo que ostenta.
Bajo esta premisa cuántos alcaldes, diputados y gobernadores estarían
políticamente de “patitas en la calle”, bajo el criterio de que es más sano y
conveniente un pillo y su pequeño séquito fuera del partido, que carcomiéndolo
desde adentro.
AMARGA y TRISTE Y REALIDAD. IMPUNIDAD, BENDITA
IMPUNIDAD
Ahora, volviendo a nuestra realidad, no existe
explicación, lógica, racional, coherente, sensata y hasta del más elemental
sentido común, para el extraño contubernio entre el Gobierno y los sectores
económicos importadores y distribuidores. Es que esa relación ya raya en el
sadomasoquismo. Insultos, gritos, dolor, llanto, “guerras”, allanamientos,
detenciones…, para luego terminar abrazados en el Palacio, firma que te firma
acuerdos y más acuerdos. Cada vez que se plantea un reajuste económico los
susodichos se presentan a Miraflores con carpetica y lápiz mongol nuevecitos…
¡¡ buscando dólares!! Lo insólito es que el gobierno, triste, dolido,
compungido, “bravo” y queja que te queja por la “guerra” de los tales sujetos;
al final, entre “guisquesitos” y las consecuentes carcajadas, les
aprueban cientos de millones de dólares ¡¡sin control alguno!! Bueno, uno que
otro allanamiento y alguna denuncia histérica del “golpe económico”. Cosa que
no es de temer, pues todo es asunto de padrinos. Al final, luego de imputarles
en cadena nacional al menos seis delitos de diversa tipología, los vemos muy
frescos en el Palacio con el Vicepresidente, a quien ya tildan de “Alibabá”,
pues recibe en su despacho a todos los peces gordos imputados de especulación y
acaparamiento que les manda la Superintendencia de Precios Justos… Sería
interesante saber cómo le hacen para sustraerse de la acción de la justicia y
además recibir en premio la distribución de “mi casa bien equipada”. El
mundo al revés, como diría Galeano.
Precisamente es la impunidad institucionaliza y
reforzada por criterios “socialistas” pervertidos la que está destrozando a
este nuestro país. Ya no vale un comino amenazar al delincuente de que se va a “pudrir
en la cárcel”, pues el sujeto bien sabe que con el padrinazgo político, el
rosario de “beneficios” procesales, la “vista gorda” de los cuerpos policiales,
la voluntad blanda de fiscales y jueces, amén del encompinchamiento de la
“ministra de los choros”…, la sentencia, en un lejanísimo supuesto, no
significaría más que un retiro espiritual…
En este país las cosas comenzarán a cambiar el día en
un Presidente de la República anuncie al país la destitución y sometimiento a
la acción judicial de un ministro o alto funcionario de su más profunda
confianza y afecto personal, en vez de la tradición cuartorepublicana
continuada al caletre por los bolivarianos: La solicitud disimulada del cargo y
la remisión del responsable a un puesto diplomático, para que recapacite, según
ellos.
Impunidad, bendita impunidad. Todo gobernante o
funcionario bolivariano es inocente y libre de cualquier atisbo de sospecha
hasta que se corra políticamente de bando, pareciera ser la premisa del
gobierno actual. Pruebas fehacientes en los señalamientos de corrupción en
contra de los funcionarios del gobierno, exigen los diputados en el congreso;
es decir, no basta que el ciudadano tenga “fundados indicios” para ejercer su
control soberano sobre la administración pública, sino que debe hacer de fiscal
del ministerio público y de los cuerpos de investigación policiales… El mundo
al revés.
Cuanta falta nos hacen los ejemplos... De Bolívar
existen docenas. Pero recordemos el reseñado por Cicerón, de aquel General que
habiendo prohibido la toma de botín, tuvo que ejecutar a su propio hijo por
haber desobedecido su mandato... Las auténticas revoluciones son esencialmente
éticas y culturales.
GUERRA AVISADA…
Ya son dignas de los mejores teledramas las
repetitivas llorantinas del gobierno por la perengana “guerra económica”,
mientras prácticamente no hace nada para solucionarlo. Aparte de sosa es
de lugar común esa argumentación, pues de suyo el capitalismo está en
permanente guerra con cualquier modelo político económico que se le contraponga
y hasta consigo mismo. Siendo este precisamente el principalísimo factor
estructural desestabilizador del sistema político económico capitalista: su
tendencia naturalmente irremediable al monopolio y la consecuente eliminación
de la competencia, atentando contra uno de sus fundamentos ideológicos: el
libre mercado. De tal forma que sorprenderse porque la mapanare sea venenosa no
tiene gracia.
El sistema capitalista es genéticamente perverso y
pervertido. Eso ningún pensamiento sensato puede hoy en día refutarlo. La gran
depresión mundial de los años treinta lo evidenció descarnadamente. De allá
para acá toda la acción política ha rondado respecto a la morigeración o
replanteamiento de las ecuaciones económicas y de las políticas liberales.
Empero, una cosa es el capitalismo como sistema y otra el capital, en cuanto
expresión política, social, cultural, histórica evolutiva y sobretodo humana.
Por eso también ya nadie con dos dedos de frente se atreve a plantear su
abolición de la sociedad, junto al Derecho, a las instituciones y al Estado
mismo, amén de la “opiácea” religión.
Sabido esto, resulta un tanto inocente y hasta
hipócrita el asombro del gobierno porque el cochino en el sartén resulte en
chicharrón. Esta “crisis” o “ataque económico “era de esperar tanto como el
Relámpago del Catatumbo. La cuestión está en el cómo enfrentarla.
Una opción es lo que está haciendo el gobierno:
someterse masoquistamente a ella y cobardonamente tratar de “sobrellevarla”,
con unas reunioncitas y acuerditos por aquí, jaladitas a los poderosos grupos
económicos por allá, manteniéndolos contentos con su inmensa tajada de dólares
mientras procura paliar en algo la molestia popular con aumentos de salario
insignificantes, “ferias” de alimentos subsidiados y algunas loterías de
bienes… La otra opción es lo que no se ha hecho ni se hará: el aprovechar la
crisis para introducir cambios radicales en la estructura económica con el
menor trauma posible. Esa es la paradoja de las crisis.
La bondad de de las crisis es que abren veredas para
los cambios. Pero no el cambio torpe, radicalizado y ciego a troche y moche.
No. Es la transformación sosegada, pertinente, racional, realista, espiritual,
humanísticamente conceptualizada y estratégicamente implementada. Sin prejuicio
alguno. No protegiendo ni persiguiendo ni “sancionando” a lo pretoriano, pues
eso, aún dando resultados pírricos en lo momentáneo, a la final lo que hace es
correr la arruga del problema, además de evidenciar la debilidad del gobierno
ante la desestructura económica social. Es con la seguridad y contundencia del
que está claro en su proceder, y la cordial severidad del que actúa en términos
estrictos de justicia, que se debe trasformar el modelo económico ¡¡Con las
mismas armas del contendor!! verbigracia ¡¡Participar a la buena del juego
capitalista!! A los jugadores de naipes no se derrota persiguiéndolos ni
allanado sus garitos, sino ganándoles a los naipes.
Acción conceptualmente clara y estratégicamente eficaz
es lo que se requiere. Pero mientras el gobierno siga con esa quejadera
adolorida artrítica, y la Fiscalía y el TSJ en ese mundo de maravillas con
Alicia pasando las de Caín; mientras el defensor del pueblo se empecine en la
tradición de los activistas de los derechos humanos de proteger primeramente a los
victimarios y no a las víctimas; y mientras el presidente de la Asamblea
Nacional, en vez de estar controlando al poder ciudadano y judicial,
estudiando, planteando y aprobando leyes estratégicas para salir de la crisis e
impulsar al país, haga las veces de aquella articulista de farándula “Chepa
Candela, revelando a viva voz los informes confidenciales de los cuerpos de
inteligencia del Estado, desde hechos de gravedad hasta las más triviales
menudencia: que si lo que comió fulano , que si el color de la corbata etc. Sin
entender que al resaltar mas allá de lo pertinente, obsesivamente, las
carencias del adversario, evidencia sus propias debilidades; además de que el
relajamiento de las garantías ciudadanas a la privacidad causa inseguridad,
pues el traspaso de los límites de la arbitrariedad, sea por los fines que sea,
afecta subconscientemente a todos los ciudadanos en las expectativas de su
libertad; una vez abierto el grifo de la arbitrariedad, es prácticamente
imposible contenerlo “aguas abajo” (Los cuatorrepublicanos saben mucho al
respecto). Mientras todo eso siga en ese estado de cosas, mantener la
revolución es tan posible como contener agua en un manare.
EL ESTADO DE DERECHO
He aquí el elemento clave para la sustentación de
cualquier modelo político de buena voluntad: el sometimiento irrestricto al
Estado de derecho (que en términos prácticos políticos implica no hacer hoy lo
que no quieres que te hagan mañana). El Estado de derecho limita las prerrogativas
circunstanciales de unos en función de una razón social histórica evolutiva
superior común: El Estado. Es algo tan simple pero a la vez tan difícil de
comprender e implementar dentro de la estrategia política, siendo el camino
fácil hacerlo a un lado en aras de propósitos políticos “superiores” (cuando
media siquiera la buena intención). Craso error, pues el Estado es el único
camino de la sociedad y del ciudadano posible. Entiéndase, la facultad del
individuo del pueblo a la reivindicación histórica de sus derechos implica no
solamente el pedazo de tierra, o la vivienda o a la pensión, sino
principalmente el ser ciudadano, en toda la extensión de su significado, con
derechos progresivos en lo material e inmaterial.
Y es esa progresividad en los derechos lo que
determina la dinámica evolutiva de las sociedades, del Derecho y del Estado y
su institucionalidad. Y fue ese status evolutivo de conciencia jurídica y
política la que en su momento y circunstancia le voló de un tajo la testa al
tataranieto del rey que se creía el Estado; la que gestó la libertad de
nuestras cinco naciones y la que estalló en febrero de 1989. Pero también la
que hoy, en los albores de este año deja entrever algunos fantasmas de la
rebelión popular del 89… Todas situaciones políticas diferentes pero
dentro de la misma línea evolutiva política jurídica: la progresividad de los
derechos, que siempre, de la forma que sea, deja en la saga la inercia
anquilosante de los proyectos políticos.
Ese estatus de conciencia progresivo hacia sus
derechos del ser humano y de la sociedad, está determinado por diversos
factores que lo modelan históricamente: el conocimiento, la conveniencia, la
conformidad y sobretodo la necesidad de vivir. Sí, de vivir, en cuanto única
posibilidad actual de la humanidad, que dota al ser humano de ese animus
evolutivo instintivo de existir a plenitud, de allanar caminos y de pasar por
sobre lo que sea, teorías políticas, hechos de fuerza o chantajes económicos.
Por eso la dominación y el avasallamiento político, siembra la
ignorancia, apela a la necesidad y promueve el conformismo.
La ignorancia se puede también cultivar con libros, si
éstos no están abiertos en contenido e interpretación al más auténtico y libre
espíritu crítico, arrastrando al individuo hacia la conveniencia y el
conformismo. Por tanto, las ideologías cerradas, hasta la actualidad
todas, ahogan el espíritu crítico pretendiendo perpetuarse irracional y
antihistóricamente. Pero los “pueblos”, ahora sí, ¡pueblos! en su significado
histórico, siempre allanan caminos y los dejan atrás.
Por eso es un contrasentido invocar y promover la
conciencia y derechos del “pueblo” y a la vez pretender maniatarlos a los
criterios políticos de unos cuatro sujetos. La torpeza y la ineficacia hacen
trizas las” buenas intenciones” políticas junto al proyecto que las
pretenda. La historia de las sociedades lo evidencia, y en tanto seamos
“humanos” continuará siendo así.
Y es ese “desconocimiento” del ser humano el que no
permite plantear modelos políticos económicos justos, sensatos y factibles.
Así, el poder del ciudadano llevado a instancias institucionales deviene en
poder político, y por tanto, en carroña partidista. También, el ánimo de
especulación y de enriquecimiento fácil no respeta ideologías ni credos ni
clases sociales, si se rompen los hilos sociales y del Estado de derecho que
los mantienen dentro de sus márgenes mínimos para la sana convivencia social.
Ello explica porque la inoperancia y aberración del
cacareado “poder popular”, porque al final son instancias partidistas, por ende
sometidas a “disciplina”, por ende no libres y plurales, por ende pervertidas y
pervertidoras del orden social. Sin desmeritar que al principio luzcan el
frescor y esplendor de la novedad. Pero luego que se asientan y reacomodan los
intereses se le comienzan a ver las costuras a esas instancias sociales.
“Consejos Comunales” que legal y solidariamente gestionan viviendas o cualquier
otro beneficio social para personas ciertas en estado de necesidad, pero una
vez obtenidos los recursos los subastan al mejor postor. Por supuesto que
existen algunos grupos comunales que funcionan, y seguramente muchísimos. El
problema es que la perversidad subyacente de esos galimatías que pretenden
conformar fuerzas sociales apolíticas desde instancias políticas para tengan
poder político libre, resulta en el error garrafal de partidización de la
sociedad.
LA VENTANA DE OBERTON
Al final, más allá de cualquier planteamiento teórico,
siempre lo que nos acompaña es la ineludible cruda realidad. Ante ella podemos
resignarnos estoicamente, amoldarnos convenientemente o enfrentarla
incómodamente. Sea lo que sea, siempre cada ciudadano, expresando
históricamente su conciencia política como pueblo, es quien decide. Cuatro
décadas tardó para lanzar por la borda a un sistema “democrático” de
relativamente buen y esperanzador comienzo, pero de creciente corrupción ética,
moral y estructural. Oportunidades tuvieron aquellos para rectificar. Mesas de
acuerdos iban y venían, pero la estructura del Estado estaba deshecha, y el
recomponerla implicaba inevitablemente el replanteamiento de los privilegios, y
antes de perder los privilegios, que quiebre el Estado.
Hoy el actual gobierno juega políticamente con fuego,
apostando a que el enorme liderazgo heredado del presidente Chávez lo hace
ignífugo a los problemas sociales. Hasta cierto alto grado tal expectativa es
válida, pero como en toda acción humana existe un punto de quiebre, en el cual
lo inmediato existencial, la pura intención de sobrevivencia y la necesidad
ontológica intuida de buscar y construir la existencialidad plena, lanza a los
pueblos en busca de caminos de sosiego, ciertos o errados pero son sus caminos.
“Tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe”. El
primer año de este gobierno fue de gracia. El segundo se les pasó completico
sin hacer práctica y eficazmente nada. Ahora, en el tercero, jura por un puñado
de cruces que hará al fin algo. Aunque las medidas anunciadas no son muy
halagüeñas, pues mientras no se dé un vuelco conceptual y en consecuencia
procedimental a la acción de gobierno, su corrosión interna será inevitable. Es
que aún “estabilizando” precariamente esta grave crisis con los actuales
criterios y procederes, el gobierno quedaría en una condición de debilidad
política manifiesta.
La solución, no salida, a la crisis la hay, más aún
cuando la llamada “Ventana de Oberton” es para el verdadero socialismo un
inmenso portal a capricho y gusto del ser humano y no del capital. El asunto es
usarlo.
EL MILAGRO: ¡LA MULTIPLICACIÓN DE LA POBREZA!
Empero, en todo caso el aprendizaje político social y
jurídico que nos deja esta crisis es invaluable. Resulta asombroso ver cómo los
ciudadanos de un país en cuestión de un mes reducen a la mitad su capacidad de
compra, duplicando su “pobreza”; cómo cada semana al ir al mercado o a la
panadería el tamaño de la bolsa se reduce a la mitad; cómo en todas las
páginas de venta web del mundo se ofrecen artículos que en nuestro país son
vendidos hasta en cien veces su precio etc. etc. etc. Y no obstante ¡¡¡el
gobierno permanece indolente!!! ante semejante aberración económica y
perversión moral generalizada en el país.
Gracias a las omisiones del actual gobierno en
Venezuela no existen motivos para no acaparar y especular. El acaparamiento y
la especulación constituyen el gran negocio en nuestra patria. Los
cientos de nuevos establecimientos comerciales que se aperturan únicamente con
las expectativas del sobreprecio, generan perturbaciones al sistema económico
muy difíciles y socialmente costosas de erradicar. Si a eso se le suman los
aumentos pírricos consecutivos de salario tratando de “compensar” tal
aberración económica, se va conformando paulatinamente un punto de no retorno a
la crisis, que pareciera ser la intención del gobierno, dejar las cosas tal
como están, con el añadido de algunos paliativos más o menos acentuados según
la proximidad de alguna elección.
Lo insólito es que el mismísimo gobierno participa de
esa carroña. La prueba la tenemos en los plácemes del gobierno por la altísima
recaudación del impuesto sobre la renta y al valor agregado, sin mencionar que
en gran parte ese dinero es producto de la sobrefacturación especulativa, y por
ende de procedencia ilícita. O sea, el gobierno “reparte” “equitativamente” los
recursos del petróleo y luego los retorna merced a la actividad especulativa de
los entes privados. Además, la mayor especulación se da con las divisas del
Estado que gerencia el gobierno… Más aberración imposible.
Las instituciones controladoras del gobierno y el
Ministerio Publico solamente actuando de oficio tendrían trabajo de sobra. Por
ejemplo, si se tomasen las medidas pertinentes, las facturas legales deberían
servir de plena prueba del delito de especulación, ni se diga de las
publicidades y promociones pública y descaradamente especulativas.
MEA CULPA
Definitivamente las acciones del gobierno ante esta
grave crisis han fracaso y fracasarán en tanto el gobernante no acepte su
responsabilidad en la generación y sustentación de la crisis, y mientras se
empecine en actuar a la defensiva típica de la izquierda históricamente quejosa
y llorona, y no en la acción segura y contundente de quien ejerce el gobierno
para ¡¡gobernar!!
Si pone al Indepabis (o como se llame esta
semana) y al ejército a controlar los establecimientos de la arremetida
acaparadora y especuladora privada, al poco tiempo le surge un monstruo
tricéfalo de complicidades tres veces más difícil de erradicar. Si lanza a la
calle a cientos de militantes partidistas a “fiscalizar” los establecimientos
comerciales, el average a lo sumo le resulta de 7- 3, siete extorsiones o
sobornos y tres sanciones. Cabe repetirlo hasta mil veces: otro proceder
conceptual y estratégico es necesario.
Es en estos momentos de crisis cuando los prejuicios
pesan. Pues pareciera que al actual gobierno solamente le concierne el
suministro precariamente periódico de la canasta básica y alguno que otro
“beneficio “de los recursos que sobren de la rapiña cambiaria. Sin contar con
la otra Venezuela, la que desea participar de las artes, ciencia, tecnología y
cultura a nivel mundial, pero que no puede porque el gobierno le entregó el
país a los designios, caprichos e intereses de cuatro burgueses rancios. Un
software o cualquier componente o kit electrónico, expresión de la maravillosa
democratización en el acceso a la creación, manejo y control de la tecnología,
en el resto del planeta son vendidos a precios bajísimos como misceláneas
de entretenimiento y formación tecnológica; mientras en nuestro país
constituyen productos exóticos de imposible adquisición por todos los sectores
de la sociedad exponencialmente empobrecidos, que dejan los riñones, y restos
de su dignidad, en larguísimas colas al sol inclemente, que les pudiese traer
también algún melanoma, para completar.
Es que el ánimo especulativo pareciera no tener
límites, pues responde a una irracionalidad egoísta primaria, que sin la
atemperación natural y eficaz por la sociedad y por el Estado, se podría desbordar
hasta los linderos de la conflictividad social. Ofrecer por 12.000 Bs un
simple buje para motor, que por ser de “marca” a lo sumo debería costar 200 Bs,
constituye la aberración de las aberraciones. O el teléfono celular de “último
modelo” que en Europa o en los Estado Unidos cuesta al cambio 8.000 Bs., en
tanto aquí es facturado por 150.000 Bs. ¿Verdad que resulta increíble?
amigos lectores de otras naciones. Pues eso constituye apenas un botón de la
gravedad de la crisis que padecemos. Con lo que se compran cuatro kilos de la
mejor carne Uruguaya en cualquier país europeo tradicionalmente “costosos”,
nosotros apenas compramos un kilito de hueso blanco.
Es más. Venezuela es el único país del mundo en el que
no se cumple la llamada ley de Moore, o disminución del precio en función de la
reducción del costo de producción de los equipos tecnológicos. Es decir, un
televisor de plasma, que en todos los países de la tierra ha bajado
paulatinamente su precio, en Venezuela se multiplica trimestralmente. Inclusive,
se ha llegado al colmo de revertir el abaratamiento propio de la integración de
los llamados circuitos integrados electrónicos, vendiéndolos ya por el desglose
especulativo de cada uno de sus componentes internos. Da tristeza ver a los
compradores de los Estados Unidos o de los países más pudientes de
Europa, todos salvajes capitalistas, quejarse por el costo “rapiña capitalista”
de una miscelánea electrónica de unos 20 $ (o su equivalente en euros); y no
saben los inocentes que aquí, en tierra “socialista” los pagamos hasta en
700 dólares… Todo gracias a una estructura económica concebida para control y
retraso manipulado de la tecnología, que les permita su usufructo monopólico;
siempre y cuando sean alcahueteados por el gobierno de turno.
¿PÁJARO EN MANO? TULLIDO ¡¡NO!!
En fin, ¿Cuándo entenderán los gobernantes que más
allá de las teorías, promesas y esperanzas, los pueblos en general y los
ciudadanos en específico, lo que quieren es vivir? y vivir bien. Que no
deseamos pasarnos nuestra existencia con banderín y pito aplaudiendo esperanzas
sino viviendo hechos. Que no queremos pedirle permiso ni el visto bueno de
nuestros actos a los políticos de la esquina (en lo que han devenido los grupos
comunales) sino desarrollarnos en lo queramos dentro del sometimiento al
Estado de derecho. Que el obrero debe ir a su oficio, el panadero a su pan, el
zapatero a sus zapatos y el político a la política. Que la estabilidad social
se logrará cuando cada venezolano nos dediquemos a lo nuestro, verbigracia, a
lo que nos venga en gana, y dejemos los enfrentamientos absurdos, las
hipocresías, las alcahueterías y medias verdades para los gajes del oficio del
político.
Cuatro décadas vivió nuestra patria del
amamantamiento, infancia, pubertad, desarrollo y muerte de la corrupción y
degradación moral del modelo liberal capitalista. Y hoy ya llevamos 15 años de
un “socialismo" que no termina de “prender”, cuajado de errores que
engendran más errores. Las promesas ahora no se sustentan tanto en la novedad y
esperanza sino en el terror a la pérdida de los logros sociales. La “venta” del
modelo político ya no se dirige al mejor sino al menos malo, forzando al
ciudadano a aferrarse al “pájaro en mano”, aunque éste no cante ni vuele y esté
tullido.
Tras década y media del proceso, y con todos los
acontecimientos que lo merecen y desmeritan por delante, ya es posible hacer un
balance político. En primer lugar se ha patentizado históricamente que “no hay
mal que dure 100 años ni pueblo que lo resista”, cuando vemos a los
todopoderosos “cuartorepublicanos” arrastrando las suelas cual ciudadano
común y corriente. También se demostró irrefutable e irrevocablemente que es
posible la repartición, mejor dicho, el disfrute equitativo de los recursos
comunes de la nación (que sería creciente y no se estancaría si las cosas se
hicieran eficazmente bien). Tampoco queda duda de que el modelo capitalista
defenestrado popularmente hace 15 años ya no es siquiera pronunciable; así que
los venezolanos de sana voluntad que comulguen con los lineamientos políticos
liberales de derecha deberán replantear en buena lid sus ofertas políticas.
Empero también se ha evidenciado, sin opinión válida
en contrario, que las hermosas ofertas teóricas posibles, ciertas y justas de
la izquierda socialista son tergiversadas, frenadas, pervertidas y anquilosadas
por ciertos “grupúsculos” de seres humanos , que pregonan la comunidad pero
ellos son los menos “comunes”; que luchan por la igualdad pero “secuestran”
cargos públicos por décadas, sin el relevo estratégico fundamental; que se
dicen de palabra radicalmente socialistas pero que de hecho se comportan como
“buenos” capitalistas con sentido de “justicia social”, o en todo caso son
socialistas en lo “social” y terriblemente capitalistas salvajes en lo
económico.
LO QUE NO PUDO EL SOCIALISMO
Igualmente ya sería hora de enumerar lo que no pudo
hacer el socialismo: No pudo hacer funcionar a sus cooperativas, merced a
criterios tan torpes y pervertidos como los de la cuarta o el de los mejicanos.
No pudo crear un sistema de mensajería y transporte de mercancías moderno y
eficiente en el país (aunque Chávez lo anunció y lo dispuso, los recursos se
esfumaron junto con la lógica y sana intención). Tampoco pudo este proceso
conformar un movimiento político amplio, abierto, democrático y libre sentado
estrictamente sobre principios éticos y humanistas, creando, al contrario, un
partido donde se atrincheran los buenos y los malos, los honestos y deshonestos,
en un mutualismo que anquilosa las buenas intenciones, pero que no se atreven a
romper por no afectar sus estatus quo egoístas. No pudo tampoco hacer de los
centrales azucareros, ni de las cementeras, ni de los emporios de
telecomunicaciones empresas socialistas, aún con control absoluto sobre ellas.
No pudo en 15 años crear un sistema de distribución eficiente de primer orden
del gas para uso doméstico, teniendo el gobierno el monopolio absoluto de la
fabricación, envasado y distribución. No pudo crear una estructura productiva
eficaz, por culpa del mismo yerro elemental cuartorrepublicano: su politización
y partidización. No pudo crear una estructura educativa de primerísima calidad
y de estrictísimo control… Estando el país anegado entre el modelo obsoleto,
ineficaz e ineficiente tradicional y la improvisada y la académicamente
relajada “misión” educativa, pelándose ambas por el puesto de la menos mala. Y
ni se diga de la negación política que significan los hospitales, que continúan
siendo dignos de un país de mineros preocupados más por su riqueza personal que
por el bien común; feos, sucios, menguando más que de los equipos e insumos,
del criterio moderno, gerencial, técnico, humanista, ético y sobretodo
socialista. Argumentarán los gobierneros que es muy poco tiempo para
tales cambios…; el problema es que ni siquiera han comenzado. Con puro “mentol”
no se cura la tuberculosis.
Pero lo que en verdad le descose el camisón al
gobierno es el fracaso de cacareado “poder popular”. Por una razón muy sencilla,
ese poder devino, deviene y devendrá en politiquería. Es que no se pueden
contar esas nuevas instancias institucionales como “populares” cuando de una ya
son controladas por fracciones políticas; vitoreadas por unos hoy y mañana por
otros, pero cada vez más alejada de su origen, el poder popular. Poder que a
todas estas cabe preguntarse ¿dónde está, en qué consiste y cómo se expresa y
ejerce?
En fin, estas notas, nacidas de la más pulcra
intención y de la más libérrima conciencia intelectual y espiritual, no
pretenden más que ser testimonio de un momento histórico que ha de ser juzgado
por el porvenir, sin verdades absolutas ni mentiras piadosas, solamente siendo
expresión del pensamiento libre de todo aquél que siendo ciudadano con plena
conciencia espiritual, histórica y social, y de sus derechos y garantías
constitucionales, que al individualizarlo lo hacen verdaderamente comunitario;
no es considerado sino uno más del túmulo confuso, acrítico y manejable del
“pueblo”, del mismo “pueblo” que dicen los gobernantes es suyo. ¿Suyo?, suyos
los errores, la prepotencia, lo timorato, lo complaciente y la ineficacia.
Tres siglos han trascurrido desde que el “rey velita”
se creyera el Estado. Y a pesar de los prodigiosos avances de la humanidad en
lo social, político y jurídico, aún la razón de Estado sigue respondiendo a
criterios de pequeños grupúsculos. Hoy, bajo la misma luna y el mismo sol pero
a luz del evolucionar histórico, nos preguntamos de nuevo ¿Será humanamente
posible un modelo político mejor que el anterior y que el actual? ¿Podrá la
mente y la voluntad humana gestar y desarrollar una estructura política social
sensatamente posible? ¿Existirá manera de concebir una economía socialista con
ecuaciones de planteamiento y resolución social, político y humanista y no
meramente matemático? ¿Será que podrán haber gobernantes que actúen y procuren
la razón de Estado y no tener ellos la razón? ¿Será que es posible hacer un
Estado de derecho y no pretender tener derechos sin Estado?
¿TODOPODEROSOS? ¡ABSOLUTAMENTE NADIE!
Trescientos años desde que aquellos “tipos” y “tipas”
al afirmarse de “sangre azul” negaban en sí el oxígeno y la vida de sus
glóbulos rojos. Creíanse dueños de las tierras y de los seres humanos y
ni lo eran de sus actos y mucho menos de sus conciencias. Retahíla de ineptos,
malvados, ególatras, miserables, locos, prostitutas y otras cosas, que
pretendían regir a su voluntad los destinos de los pueblos. “Majestades” que
creyéndose todopoderosos a veces ni sus esfínteres podían contener.
Dos mil catorce años del nacimiento de aquél cuyo
padre (como lo ha reseñado magistralmente un sacerdote español) no puede ser
todopoderoso porque entonces de él serían las guerras y las calamidades. Es
decir hasta la voluntad de Dios está sujeta a la magia sublime de la
probabilística evolutiva que nos posibilita un abanico infinito de
oportunidades, siempre convergiendo en el indescifrable maravilloso que él
representa.
Sin embargo todavía nos empecinamos en la complacencia
y adulancia vasalla y miserable del gobernante de turno, en ser capirotes de
una estructura política que nos depreda.
El cumplimiento del deber debe ser el lema, sin
hipocresías ni medias tintas ni chantajes ni amenazas. Quien no la debe no
teme, y quien lo quiere lo promueve y lo defiende. Los cubanos están pagando
hoy el precio de no haberse dicho las verdades a tiempo.
Y no se trata del simplismo gobierno vs oposición sino
de la sociedad y del Estado. La conflictividad política y social solamente
puede superarse con el sometimiento irrestricto al Estado de derecho. Que el
funcionario corrupto, que el desestabilizador de la paz social, que el
acaparador y especulador sean condenados a 30 años de presidio sin opción
a beneficios, ni a alcahueterías procesales.
Así las cosas, mientras el gobernante deshoja la
margarita entre hacer y no hacer, entre capitalismo y socialismo, entre
alcahuetear a los choros de smoking o imponer el Estado de derecho, el “pueblo”
suma tristezas, frustraciones, malestar y sobretodo necesidades; en tanto
clarea en su conciencia el qué hacer con el gobernante. Ojalá que bajo esos
parámetros tan negativos prive la cordura y la sensatez y no se pretenda
resolver esa ecuación por vía de hechos y no de Derecho, porque ya sabemos el
resultado.
Javier A. Rodríguez G.
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