jueves, 26 de abril de 2018

LA POLÍTICA DE LO ABSURDO


El gran salto evolutivo de la humanidad, el cultural, es relativamente  reciente, apenas unos diez mil años, cuando el ser humano, más allá del simple sobrevivir comenzó a preocuparse del vivir, en toda la potencialidad que desconocía, y desconoce, pero que intuye.  Descubriendo de esta forma una expresión integradora y potenciadora de su existencialidad: la cultural; y una dimensión  superior de su ser: la espiritual.

La cultura  funde la existencia humana hacia un acontecimiento que la trasciende, la humanidad; y la proyecta hacia un estatus superior: la espiritualidad. Valga decir, la humanización expresa existencialmente la espiritualización del ser humano, pues a éste, al contrario del animal no racional, quien agota su posibilidad existencial dentro de los linderos evolutivos; lo impulsa la implenitud de ser que lo caracteriza, ese "apetito" por ser cada vez más humano, esa "hambre" espiritual que a la vez de sustanciar su vivir, le da el desasosiego, la incertidumbre, el asombro, que motorizan su conciencia y razón hacia la pasión de un acontecimiento existencial que comenzó recogiéndolo en la religión, continuó tratando de resumirlo en la ciencia, intenta comprenderlo desde la espiritualidad, y siempre estará con él como acto de esperanza y fe.

Paradójicamente la conciencia cultural, en cuanto expresión existencial colectiva, antes que todo y por su esencia, individualiza al ser humano, en toda su unicidad, potencialidad existencial y posibilidad evolutiva; para luego integrarlo holística y sinérgicamente al gran acontecimiento político de su existir, que es la sociedad. Siendo ese precisamente el cambio de paradigma que convulsiona a las sociedades contemporáneas.

Una sociedad tan posible como lo sea el ser humano y tan amplia como lo sea la libertad de sus individuos, implica un vuelto total a los criterios filosóficos, políticos, jurídicos y sociológicos tradicionales, pues supone la consideración del cuerpo social no como la mera suma indiferenciada de voluntades hacia un propósito en común, sino en cuanto manifestación sinérgica de un acto existencial íntimo, exclusivo de un individuo que lo integra holísticamente a un acontecimiento existencial  colectivo que lo trasciende.  

Siendo desde esos criterios que lejos van quedando las posturas tradicionales del Derecho, subsumidos en el foso de la racionalidad descontextualizada del acontecimiento existencial humano y cada vez más distantes de la buena nueva que implican los Derechos Humanos, al anteponer el Derecho a la razón,  pues preexiste a la conciencia que se tenga de él, en cuanto facultad del ser individual, que a la vez que lo posibilita existencialmente por sobre sus propias limitaciones evolutivas, lo integra sinérgicamente a la posibilidad de su concreción evolutiva que le significa la sociedad.

Así, la política fundamentada en criterios maquiavélicos luce trasnochada ante el nuevo paradigma que se abre paso entre chamizal de sofismas y criterios rancios.  En ese sentido, los  conatos jurídicos como el de Hammurabi y la maravillosa obra jurídica romana, no fueron puntos de partida del Derecho, sino inicios referenciales de un descubrimiento que monta y desmonta estructuras "racionales", en busca de verdades evolutiva y probabilísticamente funcionales a su ser individual y social. Quehacer en el cual, desde un Derecho esencialmente formalista ha mutado hacia la consustanciación, sobretodo, con la sinergia que impulsa al cuerpo social; y desde un Derecho como simple producto racional, tal cual la locomotora o el telar  o la licuadora, se ha entrañado hasta  la mismísima cualidad de ser del individuo.  Acontecimientos que han ido desbaratando los criterios clásicos del Estado.

La cultura construyendo al individuo, el individuo fundamentando el Derecho, el Derecho instrumentando la justicia y concretando el Estado, el Estado posibilitando la sociedad;  y la sociedad, el Estado, el Derecho y la justicia, con una sola razón de ser fundamental: el pueblo hecho individuo, el individuo hecho ciudadano y el ciudadano protagonista del acontecimiento social.

Estado de Derecho y de Justicia
Indudablemente, el gran acontecimiento político de la modernidad, es el establecimiento del Estado de Derecho y de justicia, en cuanto razón natural a la convivencia  social humana. Siendo inmenso su valor evolutivo, porque eleva la racionalidad humana hasta los niveles  del existir espiritual, que no se ve, pero que es tan real como la estrella que orbitamos con nuestro planeta.

El Estado de Derecho y de justicia implica la obsolescencia del señor feudal, faraones, zares, reyes, caciques y los caudilluelos y sus formas intelectualmente edulcoradas del "gendarme necesario", para reconocer el poder generatriz de lo del Estado en el ciudadano.

En verdad todo auténtico Estado por antonomasia es de Derecho y de justicia, libertario e igualitario.

Es la Economía, “Mijito”
De la economía ni se diga. La ciencia económica naufraga si se prostituye al contubernio de intereses bastardos y refinamientos intelectualoides., desvinculándose de su epicentro de acción: el ser humano y su buen vivir en sociedad.

Cuando los conceptos y los fines están claros, la acción política es simple. La economía es tanto más compleja, cuanto más se distancie de su razón natural. De manera que el  problema de la política  económica no está en el accionar, sino en la conceptualización que origina la acción.  Por supuesto,  los criterios en materia económica no han escapado de la hilaridad evolutiva, que progresivamente va deshebrando conceptualmente las complejidades de la vida social.

Para Adam Smith el epicentro de la acción económica radicaba en la nación, en cuanto acontecimiento histórico-cultural-político; por lo que el individuo  resulta vasallo de un acontecer histórico cuya gloria, riqueza y esplendor está referenciada a un “todos” etéreo, sin sustancialidad real, concreta, en la sociedad  y el ser humano que la integra. Es un criterio anti ético, por distanciarse del ser humano y así hacerlo presa de su egoísmo y antivalores, mientras pretende una "riqueza" que no alcanza y que además nunca podría ser suya.

Mientras que para Carlos Marx, la acción económica era un proceso social injusto determinado históricamente y, por  ende, revertible mediante la ubicación  y conciencia  del estatus evolutivo del cuerpo social.  Por esa concepción el individuo resulta en protagonista soso de la historia, cuando no espiritualmente miserable. Forzado históricamente a su condición social, basta el enroque revolucionario, ilustrado por los iluminados, para alcanzar el último estatus del proceso evolutivo del cuerpo social. Resulta en una postura anti ética, por negar al ser humano en su ser espiritual y en su potencialidad y libertad evolutiva; prepotente, por pretender imponer la voluntad a la realidad evolutiva; insuficiente, porque enfoca al ser humano desde una sola de sus aristas existenciales; discriminatoria, por imponer un credo a un acontecimiento histórico social cuya diversidad expresa a diferentes individuos que al fin y al cabo resulta en un mismo ser humano y su realidad, que los abarca a todos; y  por eso es torpe, pues al escindir los credos y el obrar humano para conceptualizar la acción política, se infertilizan las ideas y se atrofia la acción.

A todas estas cabe preguntarse ¿Si no es para posibilitar la plenitud existencial, el buen vivir en sociedad; si no es para que la sociedad desarrolle en toda su posibilidad su promedio evolutivo; si no es para que el individuo se desenvuelva en toda su potencialidad; si no es para que la familia disfrute los momentos maravillosos que le regala el existir; si no es para que el hambriento coma y el sediento beba; si no es para que el cantor cante, el pintor pinte, el poeta sueñe, el escritor escriba, el jugador juegue, el deportista compita, el bailarín baile, el productor produzca, el artesano cree; si no es para justificar la racionalidad que corona el instante maravilloso, único e irrepetible, que le regala la existencialidad al ser humano? Entonces  ¡¡¿Para qué carajos es el Estado?!!

Es que sobran, estorban las ideologías cuando la acción política es ética y honesta; cuando se valora el acontecer social desde la intimidad del ser humano y no desde los hechos que lo manifiestan ni de los procesos que los integran; cuando se promedia el cuerpo social a su óptima expresión; cuando la política se desarrolla dentro de un Estado de Derecho, de justicia, de igualdad y de paz.

Por supuesto, es la forma de comprender y conceptualizar el mundo la que pervierte el juicio social a sofisma, y es el sofisma el que inutiliza la acción política. Por eso el principal enemigo del actor político es él mismo, son las falacias de su credo, es la estrechez de su visión política, son los prejuicios políticos que arrastra, es la prepotencia intelectual de plantear su perspectiva política como la verdad del ente social y, por ende, mirar al adversario político como el enemigo a vencer y no como el complemento a integrar. Por eso las sociedades sometidas a esos regímenes políticamente miopes, resultan evolutivamente discapacitadas, ineficaces e ineficientes.

A la luz de lo dicho, el dilema en  las sociedades contemporáneas no es entre el ser rico o pobre, del capitalismo; ni entre el ser proletario o burgués, del socialismo tradicional; y mucho menos entre capitalismo o socialismo. Resulta absurdo que en una actualidad evolutiva en la que el ser humano conoce más que nunca sobre sus orígenes; cuando se sabe pariente muy cercano del chimpancé; conoce que evolutivamente ha compartido la misma ubre que la cebra, y que igual al cují,  genéticamente expresa una versión del mismo acontecimiento maravilloso que los origina: la vida. Cuando las diferencias físicas, culturales y raciales han sido  relegadas a meras manifestaciones patrimoniales de un mismo camino evolutivo, cuya estrechez, biológica genética  en el pasado, y física y cultural en la actualidad, convergen a los seres humanos hacia una única expresión existencial, cuya diversidad no es sino evidencia de su riqueza y posibilidad. Cuando las sociedades humanas no son ya calabozos al libre albedrío, ni predestinaciones históricas que marionetizan al ser humano, ni medios para instrumentar el egoísmo, ni mero contrato de no agresión, ni instrumento de dominación y poder; sino que constituyen expresiones  necesarias, complementarias y sobretodo posibles, de un único ser humano. Cuando, el Apolo 11 le restregó en la cara a la humanidad lo poquita cosa que es, un granito de arena en el océano infinito del universo; pero también  le reveló  como nunca nada a su conciencia, la inmensidad y posibilidad infinita de la maravillosa cualidad existencial que lo privilegia: la vida.

Cuando todo ello, resulta absurdo continuar desperdiciando la política parcelándola en credos tan cortitos de eficacia real como menguada se revela la intelectualidad de sus proponentes. No se trata de "erradicar" la pobreza y menos de "empoderar" a los pobres, sin definir la riqueza; pues entonces cualquier planteamiento resulta falaz. Tampoco  se trata de hacer de la sociedad una gallera; el palenque en el que las "clases sociales"  pretendan destruir recíprocamente en la otra los efectos de los males sociales; en vez de integrarse y complementarse para comprender, corregir o readaptarse a las causas que le impiden mayor eficacia y eficiencia al cuerpo social. Mucho menos se trata de poner al ser humano a orbitar una estructura ideológica que por su esencia es parcializada, incompleta y desechable. Y no se diga de la perversión intelectual de hacer de los criterios políticos de ciertos sujetos históricos, catecismos a seguir a pie de letra, con santiguado y todo.

Sin Excusas
No existe excusa intelectual posible  para semejantes entuertos políticos que padecen las sociedades hoy en día. Las deficiencias y sofismas conceptuales de un Adam Smith o un Carlos Marx, se explican por los "años luz" que distan sus momentos históricos a los exponencialmente acelerados tiempos contemporáneos. No tenían manera esos personajes de mirar al ser humano, a las sociedades y al universo, fuera de la estrecha perspectiva  y retrospectiva que les permitía su ubicación histórica evolutiva. Si hubiesen podido ojear nuestra actualidad, en el conocer mejor, biológica, genética, social, política, cultural y espiritualmente al ser humano, y en el mirar con mayores argumentos el  transcurrir evolutivo de sus sociedades; no habrían desperdiciado tanta tinta, papel, horas de sueño y ginebra, en  los disparates asentados en sus excelentes obras, que los siglos cada vez promedian hacia regulares. Pero el que hoy en día un sujeto con un promedio de capacidad intelectual se aferre a criterios políticos torpes y obsoletos de hace siglos, no tiene excusa posible; o es un incapaz o es un soberano embustero.

No existe excusa para que en un país entre los diez más grandes productores de petróleo y con la más grande reserva petrolera del planeta, además de inmensas riquezas minerales, forestales, ganaderas, agrícolas y pecuarias; sus ciudadanos vivan en condiciones tan miserables. Un país en donde un jabón o una taza de mantequilla valen el salario mínimo. En donde enfermarse es prácticamente sentencia de muerte, por la falta de medicamentos y equipamiento en los hospitales. En donde los neonatos son despojados de la posibilidad de vivir,  por la ineficiencia de la administración de lo público. En donde el parque automotor está paralizado por el exorbitante costo de los repuestos y de los lubricantes que deberían sobrar en una potencia petrolera. En donde la producción está proscrita; limitándose el ciudadano a esperar la eventual dádiva gobiernera, cuando no a  la reventa de dólares, alimentos o dinero; amén del usufructo del privilegio de poseer un "punto de venta". En donde cunde el desasosiego, crece  la desesperanza y día a día aumenta la emigración. En donde la voluntad del Estado ha sido sustituida por voluntad de unos sujetos, y la carta magna ha sido abrogada por una ANC erigida como la fuente misma del poder soberano. En donde prácticamente no existe Estado ni impera el Derecho y la justicia auténtica brilla por su ausencia.

No existe excusa para que las embajadas rebosen de venezolanos queriendo huir de la desesperanza, del vacío de futuro que les asfixia la existencia, de la segregación criminal por un proyecto político que los niega existencialmente, de la fuerza centrípeta de una ideología  falaz de pretensiones hegemónicas, que todo ineluctablemente lo destruye; comenzando por el individuo, su  conciencia y capacidad crítica,  pasando por la familia, la productividad, la creatividad, la libertad y hasta la vida, terminando con el derrumbe estrepitoso de la sociedad misma.

No existe excusa para la desintegración familiar que acontece en la patria de Bolívar, por conseja de unos sujetos que hace siglos propusieron su erradicación como célula fundamental de la sociedad, para sustituirla por un ente comunal cohesionado (faces) por un vínculo político; sin considerar que el aglutinante conceptual fundamental de la familia no es el consanguíneo per se, sino fundamentalmente la necesidad evolutiva de enraizar lazos sociales inmediatos, posibles y eficaces, dentro del marco afectivo y trascendente que implica para el individuo y para la especie la preservación genética.

Más que rabia, da tristeza ver a la otrora altiva y ostentosa juventud venezolana, apesadumbrada buscando en otras patrias lo que le niega la suya. A venezolanos que jamás se habían alejado unas centenas de kilómetros de sus pueblos y barrios, tomando aviones, cuando no balsas y "caminos verdes", dejando atrás, junto a las lágrimas de las madres, el palmazo dolido al hombro, del padre, la melancolía de la familia y el extrañamiento de la comunidad; los sueños y esperanzas que le quedaban de su patria; llevándose, aparte de su mochila, lo único de lo que la ideología imperante no los pudo despojar: su dignidad y su fe.

No existe excusa para el insultante caradurismo de los actuales gobernantes, para la alegría que rebosa sus robustos rostros en medio de la gigantesca crisis económica que azota al país.

La Virtud del Disimulo
Es que en política hasta las apariencias deben guardarse.

Si alguien habiéndose ganado el premio mayor de la lotería le tocase asistir a un funeral, estaría ante el problema de con cuál rostro presentarse a cumplir con ese acto de solidaridad humana: con la alegría, sonrisa y despreocupación del multimillonario reciente, o con la adustez, respeto, consideración y solidaridad del caso. Indudablemente ese sujeto debería mantener la compostura  y pertinencia de su actitud, para al menos no insultar a  los dolientes y asistentes al evento mortuorio.

Al menos igual actitud se espera de los actuales gobernantes, quienes deberían evitar insultar al ciudadano venezolano, al presentarse con la frescura y despreocupación de quienes disfrutan las mieles encumbradas del poder, en el escenario de  padecimiento por la hambruna generalizada; de horror por la falta de medicamentos y la precariedad de los servicios de salud; de terror por la inseguridad imperante y por la inexistencia del Estado de Derecho; y desolación, por el derrumbe de la institucionalidad, la desintegración del núcleo familiar y el desmantelamiento de las bases históricas que asientan la venezolanidad. Al menos mantener las apariencias.

Al respecto decía un miembro de la cúpula del partido gobernante; el mismo que se ocupa de todos los cargos públicos habidos y por haber, el mismo que permutó la delgadez forzada por la robustez generosa al estilo "Quaker", el mismo que tiene gran parte de su árbol genealógico enraizado en la administración pública, el mismo que ha sido sacado por derrotas estruendosas de todos los cargos de elección popular que ha ejercido. Ese actor político aseguró recién entre carcajadas, que él “jamás se había sentido tan feliz”. Así cualquiera... La cuestión no  es lo que sienta o no, que es asunto de su exclusiva incumbencia; el problema es el contexto en el que lo dice. Al menos debería haber el mínimo respeto y apariencia de consideración y solidaridad ante el duelo de la sociedad venezolana.

Son los absurdos de la política vasalla de una ideología y desvinculada del ser humano. Resulta criminal que quien ejerce el poder y tiene la facultad para iniciar a terminar el padecimiento de la sociedad venezolana al día siguiente, si así lo quisiese, no lo haga por no contradecir los postulados de su ideología. No tiene perdón de Dios -al menos- el preferir que fallezcan neonatos por docenas por la falta de asepsia  en los hospitales, que padezcan penurias los adultos mayores y que mueran los ciudadanos por la falta de medicamentos y atención médica.  No admite absolución moral alienarse tan miserablemente a una ideología, solamente por el orgullo de no aceptar los errores, por la prepotencia de no evidenciar las ignorancias,  por el orgullo de no reconocer el sin sentido racional de muchas de las luchas históricas, por simplemente no querer o no poder mirar al ser humano desde una perspectiva  más amplia que la de la ranura de su ideología.

No tiene sentido un Estado en el que el trágico drama de la potencia petrolera mundial pinte escenas como estas: A un joven enfermo de apendicitis, lo ruletearon por tres hospitales hasta que murió por  indisponibilidad de quirófanos aptos. O esta otra: Un chofer que se ganaba la vida "ruleteando" con su  viejo Ford, ante la ausencia de clientes y por la imposibilidad de siquiera sostenerlo en el servicio básico del cambio del lubricante, lo vendió al precio irrisorio que le pudieron pagar, para adquirir medicinas y  alimentos hasta donde le alcance...; así, sin por ahora y sin después; en una desesperanza en la que no  existe más porvenir que la muerte. O este otro: El ciudadano enfermo que debe trasladarse semanalmente desde su pequeña población hasta la ciudad para su tratamiento médico –privado, porque público no hay- debe cancelar por transporte dos millones de bolívares; es decir, ocho millones mensuales gasta ese ciudadano solamente para trasladarse hasta el sitio médico; situación ante la cual, junto a su esposa y con un desasosiego escalofriante, optaron por ir vendiendo todos sus bienes hasta que, igual que ya la esperanza, se les agoten; y luego… la nada...

¡¡ Por Dios!!
Que esta élite gobernante tome conciencia de la gravedad de situación que padece el ciudadano, y en actitud fundamentalmente ética, sopesen el costo humano, social y político de  preservar los sofismas de una ideología, por sobre el sufrimiento de la sociedad entera. 

Es que es tan simple posibilitar el buen vivir de la sociedad, que no existe  escusa válida para no hacerlo. Por supuesto, ello implica un proceso que,  por ser toda posibilidad, no se concretará nunca a plenitud; pues es la implenitud, la insatisfacción existencial, lo que  impulsa la evolución social. Es decir, las sociedades humanas no llegan nunca a nada, no tienen un hasta aquí o hasta allá, pues ellas simplemente evolucionan, en una determinación probabilística que las impulsa. De manera que todo momento y toda circunstancia  será el momento y la circunstancia del ente social, no existen otros.

Por eso la política debe ser histórica, evolutiva y humanamente realista. La mejor ideología es la que no existe como tal, sino hecha fundamentales preceptos de vida. 

Así, la lucha no debe ser contra el capitalismo sino por el correcto uso del capital. No contra los ricos ni por los pobres, sino por la justa conceptualización y cualificación de la riqueza. No contra los molinos de viento de imperios que expían las culpas ajenas, sino contra las propias carencias conceptuales, vicios  y antivalores que pervierten la acción política.

La justicia a la "gruesa" puede ser desastrosamente injusta; mientras que la justicia auténtica o concreta, la equidad, como la llamaron los griegos y desarrollaron jurídica y políticamente los romanos, constituye un valor social, porque trasciende la igualdad formal, asentando en la realidad la acción política, pero también a la vez representa un estorbo a las facciones ideológicas, que por su naturaleza le huyen a la realidad que las encuentra y complementa con las demás. Valga decir, la auténtica justicia es por su esencia  democrática, libertaria y posibilitadora de lo social.

Ciertamente, la equidad desmonta cualquiera de esos mamotretos ideológicos  que se tejen desde las visiones parcializadas de la realidad, pues el primer acto auténticamente justo es el reconocer la existencia y validez relativa de las otras posturas ideológicas, ya que de lo contrario, relativamente se negaría también la suya  y se pondría a contramarcha de la democracia. La justicia auténtica determina la equidistancia entre las diversas ideologías o propuestas políticas referidas a la realidad histórico evolutiva de la sociedad, merced al instrumento  político que lo posibilita: la institucionalidad.

De manera que la convergencia democrática de diversas ideologías hacia el mismo propósito del Estado, atiende a una racionalidad superior, por realista y sensata, a las parcialidades que expresa y cuya suma excede. Es la inmensa virtud de las democracias, conciliar al ser humano y a las sociedades consigo mismos.

Por eso las sociedades con gobiernos de tendencia hegemonista resultan peligrosamente inestables. También por eso es que el "capitalismo", que absorbe sincréticamente los valores de otras ideologías, que ha demostrado capacidad incluso para vestir sus hábitos, y que, casos más, casos menos, ha demostrado pertinente y conveniente capacidad de tolerancia; ha logrado establecer sociedades más estables y posibles que los gobiernos de corte socialista tradicional, quienes por su naturaleza ideológica políticamente hegemónica y social y culturalmente excluyente, como la moda simplemente transcurren, sin gloria y generalmente con muchas penas acuestas.

La Terquedad Tiene Nombre y Apellido
A todas estas ¿Habrán reflexionado sobre ello los sujetos que nos gobiernan? ¿Estarán enterados de que es una reverendísima torpeza política el absurdo de pretender imponer los criterios de una parcialidad política a todo un país,  exterminando cualquier contrapeso ideológico? ¿No se habrán visto en el espejo de Cuba, que comenzó comunista  enseñoreada por la calle del medio, y está terminando puteando en la esquina con el capitalismo? ¿En verdad serán tan incapaces de lograr las sinapsis suficientes para  comprender y aceptar  al ser humano y a las sociedades en  todas sus dimensiones existenciales?

Algo anda mal en los predios neuronales de esos sujetos. No pueden estar juntas tanta ignorancia y torpeza. Si no entienden, que pregunten; y si se empecinan en proceder, que las voces sensatas de los suyos les adviertan. Pero nooo, todos agarraditos de las manos autómatamente cantando al unísono: A la víbora de la mar, por aquí podrán pasar, los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán...

¡Ahh, el poder! Cuando está en las buenas le sobran taitas, pero cuando cae en desgracia, resulta huérfano.

Abolición del Billete
En esos desatinos. Ante la escases drástica de billetes por la descomunal pérdida de valor de la moneda, que obliga a disponer de más billetes para comprar lo mismo; en vez de proceder ipsofacto a corregirlo, negaron esa realidad matemática y optaron por culpar al "imperio", aprovechando para suprimir el uso del papel moneda, ese instrumento del "demonio capitalista"  causante de tantos males sociales bla bla bla.  Todo ello sin considerar  que la sustitución total del papel moneda por transacciones digitales implica un proceso tecnológico, político, jurídico y sobretodo cultural.

De tal forma que ese empecinamiento del gobernante de sepultar vivos los billetes lo ha pagado caro la sociedad venezolana, por el incremento bestial en la ola inflacionaria, que ha generado. Hay que reconocer al gobernante el haber creado una fuente de negocios y lucro: la venta de dinero, la conformación de un círculo vicioso de la moneda, que depreda el sudor  de los muchos para en cada peaje ponerlo en las manos de unos pocos. Solamente se vieron forzados a desistir de semejante locura,  cuando la propuesta del nuevo cono comenzó a sonar como oferta electoral desde los predios opositores.

Igualmente, el permitir el encarecimiento exorbitante de los lubricantes y repuestos básicos para los vehículos, ha contribuido sobremanera al proceso inflacionario, por el incremento de los costos de trasporte de las mercancías y por influir en la oferta y la demanda, ya que, al restringirse considerablemente la movilización de las personas y los bienes, los mercados se estrechan, reduciendo la disponibilidad de productos, y por ello de opciones para el comprador.

El Dólar ¿La Alternativa?
Hace algunos años, pensar en el dólar como moneda de curso legal, era una locura; por la fortaleza histórica del Bolívar y por el sentido natural hacia la preservación de todo aquello que exprese la identidad nacional; más aún cuando la moneda tiene el nombre de El Libertador. Empero, actualmente la visión es otra. Un Bolívar devaluado en su valor y prostituido en su significado por sobre los extremos inimaginables, el cambio incipiente en el comercio y las transacciones financieras por medios electrónicos, y el auge de las monedas virtuales, lento pero ineluctable; generan otra visión estratégica respecto de esa divisa. 

Aunque suene duro; abandonar el aferramiento terco al Bolívar, es el primer paso para el cambio financiero definitivo de Venezuela. La globalización ha fortalecido inmensamente el dólar y debilitado considerablemente la gran mayoría de las otras divisas. Europa escapó de esto renunciando a sus monedas regionales para crear una en común. Latino América no tiene la madurez política ni la solidez económica ni la estabilidad social para emular a la Europa; por eso la opción para Venezuela no debe ser de enfrentarse al dólar, sino de unírsele; mejor dicho, aprovechar su fortaleza y estabilidad para ir cimentando todos los tipos, conocidos y por conocer, de transacciones comerciales y financieras electrónicas; a la par de apostar por las monedas virtuales; incluso avanzando hacia la creación del Bolívar virtual.

La dolarización implica disciplina monetaria y sinceridad administrativa: Se tendrían y se gastarían los dólares que se producen; con la ventaja de que al ser Venezuela un país fundamentalmente de exportación petrolera y minera, pues obviamente tendría parte del trabajo hecho. La dolarización también permitiría una economía más justa; por el acceso abierto a la divisa, sin los antros de privilegiación y corrupción en que se constituyen los controles de cambio.

En definitiva. El abrirse sin prejuicios pendejos al dólar, constituiría la excusa y el instrumento para la consolidación de otra forma de concebir y plantear la economía, el orientarse conceptualmente hacia la perspectiva existencial de las sociedades humanas que clarea el tercer milenio. Cuando el dólar pierda su hegemonía, seguramente nadie lo notará, porque habrá sido un proceso gradual y porque entonces la preocupación de los países sería otra: La hegemonía de una o varias monedas virtuales; tal vez el Washington o quizás  un Trump.

Sin Parangón
Para que el lector  de otros países referencien sus “crisis”  respecto de la espantosa que padece Venezuela: Sería como que si una taza de 500 gr de margarina costase en Argentina 7.000 pesos, en Colombia 560.000 pesos y en España  524 euros. O un neumático nro. 14, en Argentina: 600.000 pesos, en Colombia: 47 millones de pesos y en España: 42.000 Euros. O un litro de aceite lubricante mineral para automotores: en Argentina: 28.000 pesos, en Colombia: 2.200.000 pesos y en España: 2.000 euros. 

Contrástense las condiciones de penurias que padece la mayoría de la sociedad venezolana, con la frescura, despreocupación y felicidad de la élite gobernante...

Definitivamente a estos políticos gobernantes el opio ideológico los ha alejado de la realidad. ¿Qué les pasará a esos directores económicos por la cabeza? ¿Tendrán las redes neuronales suficientes para entender y comprender las verdaderas causas de esta atroz crisis, y para actuar en consecuencia? ¿O será que los muy… se hacen los “pistolos” y saben muy bien lo que están haciendo: destruir el país para fundar el suyo, en versión bolivariana de la Unión Soviética?

Sin Conocimiento la Voluntad Naufraga
Es que resulta tan fácil iniciar el vuelco  para bien de este estado de cosas criminal que padece Venezuela. Solo hace falta un poquito de conocimiento, un poquito de sensatez, un poquito de voluntad, un poquito de humildad y un poquito de ética. Asentarse en la institucionalidad para posibilitar que la sociedad inicie por sí sola su transformación.

El problema es que el restituirle el poder al Estado y su institucionalidad, implica renunciar a su control y manipulación en función del credo, y sin ello la hegemonía ideológica no es posible,  y por tanto, tampoco la concreción del proyecto histórico socialista, tal cual ellos lo conciben.

Es decir, estos gobiernos de corte socialista tradicional terminan arrastrados hacia los mismos sofismas que orbitan, antes que desprenderse de ellos para buscar otras realidades y posibilidades respecto de las cuales gravitar.

Ese precisamente es el quid del asunto. Si estos sujetos proceden a los cambios que deben hacer, necesariamente entrarían en contradicción con gran parte de los postulados de la ideología que profesan; prefiriendo hundir el barco antes que cometer semejante sacrilegio.

Para iniciar  el gran viraje político que exige el país, se deben establecer algunos puntos de acción: Garantizar el respeto equitativo de la propiedad privada.  Hacerle caso a Adam Smith; es decir, comprender la verdadera naturaleza del mecanismo de la oferta y la demanda y del libre mercado, para aprovecharlos al bienestar social. Entender que al Estado le importa un pito la humana intencionalidad del actor económico; o sea, si lo hace por altruismo, amor a la patria, conciencia y solidaridad social, egoísmo, el sólo desarrollo tecnológico, puro enriquecimiento, ánimo de explotación capitalista etc.; simplemente porque resulta inoficioso ocuparse de ello, en desmedro de su verdadera preocupación: converger todas esas voluntades productivas en un solo hecho económico, posibilitado gracias a la institucionalidad, la justicia, la igualdad, la libertad y a la autoridad de la ley. Aceptar que  los bienes y servicios tienen un costo, que se deben pagar a precio lo más  justo posible, pero se deben pagar. Abandonar de una vez por todas el criterio estúpido de la lucha de clases, que siempre termina en un quítate tú para ponerme yo; apostando más bien por el reencuentro social en un mismo propósito: la mayor plenitud posible en el buen vivir. Aceptar la evidencia histórica y la realidad evolutiva, de que las sociedades humanas siempre, en mayor  o menor grado y por diversos factores, terminan estratificándose socialmente; lo cual al contrario de ser un problema, constituye una ventaja que expresa la riqueza existencial del ser humano y, por ende, su potencial de desarrollo, estabilidad y paz.

También se debe echar al albañal esa intención absurda de derrotar al imperio para iniciar el reino de los países libres... , y dedicarse más bien a  que reine en el país el buen vivir, que es la mejor manera de que el mundo cambie.

Porque el problema no son los imperios sino el fundamento político sociológico que los legitima. 

En el sur estadounidense, veinte "blancos" controlaban a quinientos esclavos "negros", no porque tuvieran el poder físico para ello, sino porque los "negros" tenían encadenadas sus conciencias. Igualmente, una sola "potencia"  no podría contra ciento ochenta países que lo superan en disponibilidad de armamento, recursos humanos y estratégicos; a no ser que éstos lo permitan. El actual gobernante denuncia cuasi histéricamente los crímenes de los marines y la posibilidad de que invadan a Venezuela; pero a la vez les regala el combustible, asfalto, gas y alimentos a las familias de esos marines, en gran parte de origen “afrodescendiente” y latinoamericano; procreando los hijos y sobrinos que sustituirán a sus consanguíneos en las huestes imperialistas… Es decir, los imperios expresan la conformación política, sociológica, cultural que los posibilita y sustenta.

El Cambio del Cambio
El primer gran cambio que debe hacer un socialista tradicional, es el de sus falacias ideológicas. La casi totalidad se niega a ello; luego entonces son cambiados, cuando no  extirpados socialmente. Otro, como Cuba,  no da brazo a torcer y simplemente agoniza, mientras recula ideológicamente, con la anti ética de no aceptar sus yerros, que objetivamente sopesados con sus logros y contextualizados histórica y culturalmente, legitimarían sus luchas de cara al porvenir y harían del aprendizaje del fracaso, el  basamento de la nueva sociedad cubana. Otro,  como China, ha mutado desde el comunismo radical hasta un socialismo duro, enyuntando la dictadura institucionalizada de un partido, con los criterios capitalistas más salvajes; ello merced a la configuración cultural de la sociedad china, históricamente sometida a dinastías y, por ende, con un criterio  tan relativizado de la libertad, que toca incluso los linderos del vasallaje.

Si esta gente que nos gobierna tuviese alguna forma de sacar avante eficazmente al país con los criterios y acciones que exponen; en honor a la objetividad habría que reconocerlo. Pero es que pensando como piensan, creyendo en lo que creen y actuando como actúan, no tienen  posibilidad alguna de éxito.  Todavía, si tuvieran el 95% del apoyo social, al menos la violencia social probabilísticamente estaría  más distante; pero con el país seccionado en dos partes, los augurios de la paz social no son buenos.

La realidad es que el “proceso bolivariano está agotado”. No da más. Han intentado y experimentado socialmente con todo; y luego de 20 años lo que pueden exhibir es la crisis económica más gigantesca de la historia del país y una las más atroces que tenga registro la humanidad.

Es criminal permitir el encarecimiento de los productos alimentarios básicos hasta niveles inaccesibles por la mayoría de los ciudadanos. También es inmoral limitarse a lanzar, cual caramelo en carnaval, un “beneficio” que a la sociedad le resulta en maleficio, pues, aparte de que apenas le alcanza para el paquetico de arroz, es pólvora para la inflación, por incrementar la brecha entre demanda y oferta, y porque, desde la inacción e irresponsabilidad social que expresa, quiebra definitivamente la conciencia, voluntad y goce del esfuerzo productivo, a favor del envite y del azar a la riqueza fácil;  además de revelar la disponibilidad de recursos y su torpe administración, por las taras conceptuales de los actores políticos del momento.  

Tarea pendiente es revelar toda la estructura comunicacional de manipulación sicológica que delata la actuación del gobernante; amén de la intencionalidad real oculta tras la indolencia y desidia ante los padecimientos sociales y ante la emigración desbordada, que pudieran responder a criterios eugenésicos muy elaborados de prevalencia del más apto para conformar la sociedad revolucionaria “perfecta”… Cuidado con eso. Los judíos se dieron cuenta muy tarde del verdadero propósito tras la “bien intencionada”  hegemonía nacional socialista...

El cambio es la premisa. Otro modo de hacer política se requiere. Otra forma de plantear la sociedad, el Estado, la institucionalidad, la economía y las leyes, es necesaria. Otra  perspectiva ontológica, filosófica, epistemológica, política, jurídica,  sociológica, histórica y evolutiva del ser humano y de su ser social, se exige.

Otra manera más lógica, racional y espiritual de plantear la política y de concebir y posibilitar el Estado de Derecho y de justicia.

Otra forma de amar al ser humano.

Javier A. Rodríguez G.

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EL HUMANISMO SOCIALISTA