domingo, 1 de octubre de 2017

LA CULTURA. Q.E.P.D.




República Bolivariana de Venezuela
30 de septiembre de 2017

Nosotros, los cantores y cultores de la patria de Bolívar:

Considerando, la orden pública y notoria del ciudadano Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, mediante la cual el Poder Ejecutivo se dispondría a crear un programa cultural musical llevar el joropo llanero a cada una de las escuelas del país.

Considerando, que el joropo llanero forma parte integral e inseparable del riquísimo  patrimonio cultural de la nación venezolana.

Considerando, que la Constitución Nacional, en su artículo 3, establece como  fin esencial la defensa y desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, siendo la música tradicional expresión existencial  fundamental del ser humano y, por ende, conformante de su más íntima libertad de ser, de proyectarse existencialmente en cuanto sujeto individual y social, material y espiritual, moral y ético.

Considerando, el carácter pluricultural de la sociedad venezolana y el derecho ciudadano a la igualdad y a la cultura, en su diversidad,  sin discriminación ni subordinación alguna; propósitos fundamentales enunciados por  la Constitución Nacional en su preámbulo.

Considerando, que las expresiones culturales son factor cohesor, integrador y  armonizador de la familia, cuyo espacio social es fundamental para el desarrollo integral de las personas; siendo su protección deber prioritario del Estado,  tal como lo establece la Constitución Nacional en su artículo 75.

Considerando, que los valores culturales constituyen un bien irrenunciable y un derecho fundamental; siendo deber del Estado reconocer y respetar la interculturalidad de la nación venezolana, bajo el principio de la igualdad, garantizando la emisión, recepción y circulación de la información cultural. Tal como la establece la Constitución Nacional en sus artículos 98, 99 y 100.   

Considerando, que tanto la pluriculturalidad como la interculturalidad enunciadas por la Constitución nacional, son instrumentos metodológicos para expresar tautológicamente un solo concepto: la cultura, en toda su complejidad y diversidad. Pues constituyendo la nación un hecho cultural y la cultura un acontecimiento espiritual; el cultivo de la espiritualidad crea cultura y reafirma la nacionalidad. Siendo precisamente desde la libertad ínsita a la espiritualidad, que la cultura se explaya en su paleta infinita de colores y matices, para plasmarse armoniosamente en un solo hecho vivencial espiritual: la nación. Y  por eso el derecho a la diversidad es condición sine qua non para la integración cultural, la confirmación de la nacionalidad y el cultivo de la espiritualidad.

Considerando, que, conforme al artículo 21 de la Constitución Nacional, es deber del Estado la real y efectiva concreción del derecho ciudadano, la no discriminación, anulación o menoscabo de sus libertades, en condiciones de igualdad.

Considerando, que la educación es el gran acontecimiento cultural de la sociedad, y por lo tanto, en este caso, debe comprender todo el espectro de las manifestaciones musicales de nuestra patria, a los fines de la formación integral de la persona, de la redención de su espíritu crítico y de la cohesión ciudadana en torno a un ser nacional común.

Considerando, que es derecho de los niños, niñas y adolescentes, el no ser forzados hacia criterios nacionalistas desarraigados del ámbito vivencial inmediato, que es donde se forja  y se templa el espíritu y carácter de la nacionalidad. Siendo esto de suma importancia, sobre todo en tiempo cuando la comunicación global exige suma sensatez y sindéresis en la armonización de la complejidad del mundo real  y la practicidad de la realidad virtual.

Considerando, que nuestros cantos y expresiones musicales tradicionales populares, por sobre sus valores y caracteres intrínsecos, expresan en sus particularidades la riqueza cultural integral que los cualifica, identifica y proyecta al todo expresivo del ser social venezolano.

Considerando, que  la diversidad musical, más que por los criterios o elementos técnicos, nace desde la intimidad de la existencialidad del ser humano, que expresan; desde el ser siendo humano en su grande y concreta circunstancia existencial, que manifiestan; y  desde las historias evolutivas de una nación hacia su espiritualidad, que entretejen. 

Considerando, que la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce el derecho de las personas a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad; es decir, a crear, construir, impulsar y disfrutar la cultura sin coacción ni imposición alguna.

Considerando, que la defensa y promoción de la cultura no implica solamente el espectáculo que se disfruta y aplaude, sino también el compromiso ético histórico con los cantores, cultores, hacedores y amantes de nuestras tradiciones. Porque entonces qué decirle a Laudelino, a Pio, a Canela, al Catire, a Rugeles, a Arredondo, a Sojo, a Serrano, a Estévez, a María en su oración, a los Tucusitos, a las Chacín, a Sevillano, a Carreño, a Aguirre, a Galíndez, a Carrillo, a Vivas Tolero, a Hugo y su moliendo café, a Cecilia, a Chelique, a Gualberto, a Lila, a los Guaraguaos, a los Golperos, a los Serranitos, a Morillo, a Alirio y su guitarra, a la Serenata, a Los Antaños, a Un Solo Pueblo, al Quinteto, a los Gómez, a Luis Mariano; qué decirle a Alí y a tantísimos hombres y mujeres que sumieron y sumen sus vidas en el quehacer cultural de esta tierra; cuando sus obras ya no sean tradición en su patria. Pero sobretodo, qué decirle a los niños y niñas con un futuro aberradamente monocultural, y por ende, monótono y gris, como lo serán sus existencias, sin los matices, los colores y la vida de las expresiones culturales humanas, en toda su diversidad, complejidad, complementariedad y riqueza. 

Considerando, que al contrario de imponerle a troche y moche al país una de sus expresiones culturales; en sano juicio procedería la creación en cada estado, de centros de investigación, documentación, recopilación, rescate, preservación, fomento e integración de la cultura; incluso, con tecnología de punta para grabar y registrar, en nuestro caso, las diversas expresiones musicales, tanto en estudio como en campo, con especial atención en aquellas tradiciones extinguidas o a punto de extinción, cuyas huellas, vestigios, evidencias, documentaciones, registros y testimonios, constituyen eslabones imprescindibles en la conformación y anclaje definitivo de la venezolanidad.

Considerando, que tanto orgullo siente el llanero por su joropo, como el zuliano por su gaita; el larense por su golpe; el andino por su vals, su bambuco, su parranda, sus cantares campesinos; el oriental por su polo, su malagueña, su galerón, su calipso; los tuyeros por su joropo; el barloventeño por su fulía y golpe de tambor; el caraqueño por sus valses, merengues y pasodobles etc. etc. etc. Pero no sólo el orgullo por la heredad histórica, sino por la apropiación de lo vivido; pues la música es manifestación existencial, dentro de un contexto social cultural y geográfico histórico. Por eso el individuo, más allá de valorarla, sentirla e incluso de simplemente vivirla, la posee, pues ella es parte de su ser más íntimo.

De esa manera. La irreverencia del tambor costeño, al melodioso fraseo oriental, pendulando entre pescador y mar, llama. En tanto el recio reto llanero a la adversidad, pretende de mañanita enlazar la luna con susurros de tonada. Mientras la dulce melodía de los valses y bambucos andinos, es cálida caricia que enamora y llega hasta el alma; de su faena redime al campesino, el son de violines, mandolinas y acordeones en parranda. Sin decir del entrevero del tamunangue y del refunfuñar de las tamboras de Lara, que llevados por destellos del catatumbo en caravana, se funden con la fe y el sentimiento de la gaita…

Considerando, que resulta  torpe restringir la cultura musical del venezolano a la visión arquetípica del capitalino, gustoso del rock y fanático de la “salsa, desmemoriado de las melodías de sus valses y cambiando el “rucaneo” de sus merengues por el desenfreno de la salsa brava, limita al joropo llanero la música venezolana, delatándose supino desconocedor de la cultura musical de la patria.


POR LAS RAZONES EXPUESTAS Y CON EL DEBIDO RESPETO 
ACORDAMOS:

Solicitar al ciudadano Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, el cambio de la denominación del predicho programa cultural musical, por  el  de Corazón Musical Tradicional Venezolano.


LA RESPUESTA

Negado. No estoy de acuerdo. ¡¡¡ La música llanera  es la música venezolana y punto !!!
Regístrese y publíquese.



Comentario:
Este post desarrolla imaginariamente la propuesta que le hiciera un cantor popular al Presidente de la República en el estado Portuguesa; en solidaridad venezolanista con dicho cultor popular, ante la insólita respuesta del Primer Mandatario.

Respuesta inaudita; empero política e ideológicamente es muy de lugar común con la izquierda comunistóide.

Porque al muro de Berlín lo derribó sobretodo la  conciencia cultural nacionalista; es decir, la espiritualidad hecha vivencia, la vivencia espiritual hecha cultura y la cultura arraigada en el ser nacional. Contra la fuerza de esa verdad histórica evolutiva, ningún muro ideológico perverso ha podido ni podrá.  


Javier A.Rodríguez G.

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EL HUMANISMO SOCIALISTA