República
Bolivariana de Venezuela
30
de septiembre de 2017
Nosotros,
los cantores y cultores de la patria de Bolívar:
Considerando, la orden
pública y notoria del ciudadano Presidente de la República Bolivariana de Venezuela,
mediante la cual el Poder Ejecutivo se dispondría a crear un programa cultural musical
llevar el joropo llanero a cada una de las escuelas del país.
Considerando, que el joropo
llanero forma parte integral e inseparable del riquísimo patrimonio cultural de la nación venezolana.
Considerando, que la
Constitución Nacional, en su artículo 3, establece como fin esencial la defensa y desarrollo de la persona y
el respeto a su dignidad, siendo la música tradicional expresión existencial fundamental del ser humano y, por ende, conformante
de su más íntima libertad de ser, de proyectarse existencialmente en cuanto
sujeto individual y social, material y espiritual, moral y ético.
Considerando, el carácter
pluricultural de la sociedad venezolana y el derecho ciudadano a la igualdad y
a la cultura, en su diversidad, sin
discriminación ni subordinación alguna; propósitos fundamentales enunciados por la Constitución Nacional en su preámbulo.
Considerando, que las
expresiones culturales son factor cohesor, integrador y armonizador de la familia, cuyo espacio
social es fundamental para el desarrollo integral de las personas;
siendo su protección deber prioritario del Estado, tal como lo establece la Constitución Nacional
en su artículo 75.
Considerando,
que los
valores culturales constituyen un bien irrenunciable y un derecho
fundamental; siendo deber del Estado reconocer y respetar la
interculturalidad de la nación
venezolana, bajo el principio de la igualdad, garantizando la emisión,
recepción
y circulación de la información cultural. Tal como la establece la
Constitución
Nacional en sus artículos 98, 99 y 100.
Considerando, que tanto la
pluriculturalidad como la interculturalidad enunciadas por la Constitución
nacional, son instrumentos metodológicos para expresar tautológicamente un solo
concepto: la cultura, en toda su complejidad y diversidad. Pues constituyendo la
nación un hecho cultural y la cultura un acontecimiento espiritual; el cultivo
de la espiritualidad crea cultura y
reafirma la nacionalidad. Siendo precisamente desde la libertad ínsita a la
espiritualidad, que la cultura se explaya en su paleta infinita de colores y
matices, para plasmarse armoniosamente en un solo hecho vivencial espiritual:
la nación. Y por eso el derecho a la diversidad es condición sine qua
non para la integración cultural, la confirmación de la nacionalidad y el
cultivo de la espiritualidad.
Considerando, que, conforme
al artículo 21 de la Constitución Nacional, es deber del Estado la real y
efectiva concreción del derecho ciudadano, la no discriminación, anulación o
menoscabo de sus libertades, en condiciones de igualdad.
Considerando, que la
educación es el gran acontecimiento cultural de la sociedad, y por lo tanto, en
este caso, debe comprender todo el espectro de las manifestaciones musicales de
nuestra patria, a los fines de la formación integral de la persona, de la
redención de su espíritu crítico y de la cohesión ciudadana en torno a un ser
nacional común.
Considerando, que es derecho
de los niños, niñas y adolescentes, el no ser forzados hacia criterios
nacionalistas desarraigados del ámbito vivencial inmediato,
que es donde se forja y se templa el espíritu
y carácter de la nacionalidad. Siendo esto de suma importancia, sobre todo en
tiempo cuando la comunicación global exige suma sensatez y sindéresis en la
armonización de la complejidad del mundo real y la practicidad de la realidad virtual.
Considerando, que nuestros
cantos y expresiones musicales tradicionales populares, por sobre sus valores y
caracteres intrínsecos, expresan en sus particularidades la riqueza cultural integral
que los cualifica, identifica y proyecta al todo expresivo del ser social venezolano.
Considerando, que la diversidad musical, más que por los
criterios o elementos técnicos, nace desde la intimidad de la existencialidad del ser humano, que expresan; desde el ser
siendo humano en su grande y concreta circunstancia existencial, que manifiestan;
y desde las historias evolutivas de una
nación hacia su espiritualidad, que entretejen.
Considerando, que la Declaración Universal de los
Derechos Humanos reconoce el derecho de las personas a tomar parte libremente
en la vida cultural de la comunidad; es decir, a crear, construir, impulsar y
disfrutar la cultura sin coacción ni imposición alguna.
Considerando, que la defensa y promoción de la cultura no
implica solamente el espectáculo que se disfruta y aplaude, sino también el
compromiso ético histórico con los cantores, cultores, hacedores y amantes de
nuestras tradiciones. Porque entonces qué decirle a Laudelino, a Pio, a
Canela, al Catire, a Rugeles, a Arredondo, a Sojo, a Serrano, a Estévez, a
María en su oración, a los Tucusitos, a las Chacín, a Sevillano, a Carreño, a Aguirre, a
Galíndez, a Carrillo, a Vivas Tolero, a Hugo y su moliendo café, a Cecilia, a Chelique, a
Gualberto, a Lila, a los Guaraguaos, a los Golperos, a los Serranitos, a Morillo, a
Alirio y su guitarra, a la Serenata, a Los Antaños, a Un Solo Pueblo, al Quinteto, a los
Gómez, a Luis Mariano; qué decirle a Alí y a tantísimos hombres y mujeres que sumieron y sumen sus
vidas en el quehacer cultural de esta tierra; cuando sus obras ya no sean
tradición en su patria. Pero sobretodo, qué decirle a los niños y niñas con
un futuro aberradamente monocultural, y por ende, monótono y gris, como lo
serán sus existencias, sin los matices, los colores y la vida de las
expresiones culturales humanas, en toda su diversidad, complejidad, complementariedad
y riqueza.
Considerando, que al contrario de imponerle a troche y
moche al país una de sus expresiones culturales; en sano juicio procedería la
creación en cada estado, de centros de investigación, documentación, recopilación,
rescate, preservación, fomento e integración de la cultura; incluso, con tecnología
de punta para grabar y registrar, en nuestro caso, las diversas expresiones
musicales, tanto en estudio como en campo, con especial atención en aquellas
tradiciones extinguidas o a punto de extinción, cuyas huellas, vestigios,
evidencias, documentaciones, registros y testimonios, constituyen eslabones
imprescindibles en la conformación y anclaje definitivo de la venezolanidad.
Considerando, que tanto
orgullo siente el llanero por su joropo, como el zuliano por su gaita; el
larense por su golpe; el andino por su vals, su bambuco, su
parranda, sus cantares
campesinos; el oriental por su polo, su malagueña, su galerón, su calipso; los
tuyeros por su joropo; el barloventeño por su fulía y golpe de tambor; el
caraqueño por sus valses, merengues y pasodobles
etc. etc. etc. Pero
no sólo el orgullo
por la heredad histórica, sino por la apropiación de lo vivido; pues la
música es manifestación existencial, dentro de un contexto social
cultural y geográfico histórico. Por eso el individuo,
más allá de valorarla, sentirla e incluso de simplemente vivirla, la posee,
pues ella es parte de su ser más íntimo.
De esa manera. La irreverencia
del tambor costeño, al melodioso fraseo oriental, pendulando entre pescador y
mar, llama. En tanto el recio reto llanero a la adversidad, pretende de
mañanita enlazar la luna con susurros de tonada. Mientras la dulce melodía de
los valses y bambucos andinos, es cálida caricia que enamora y llega hasta el
alma; de su faena redime al campesino, el son de violines, mandolinas y
acordeones en parranda. Sin decir del entrevero del tamunangue y del refunfuñar
de las tamboras de Lara, que llevados por destellos del catatumbo en caravana, se funden con
la fe y el sentimiento de la gaita…
Considerando, que
resulta torpe restringir la cultura
musical del venezolano a la visión arquetípica del capitalino, gustoso del rock
y fanático de la “salsa, desmemoriado de las melodías de sus valses y cambiando
el “rucaneo” de sus merengues por el desenfreno de la salsa brava, limita al
joropo llanero la música venezolana, delatándose supino desconocedor de la
cultura musical de la patria.
POR LAS RAZONES EXPUESTAS Y CON EL DEBIDO RESPETO
ACORDAMOS:
Solicitar al ciudadano
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, el cambio de la
denominación del predicho programa cultural musical, por el de
Corazón Musical Tradicional Venezolano.
LA RESPUESTA
Negado. No estoy de acuerdo.
¡¡¡ La música llanera es la música
venezolana y punto !!!
Regístrese y publíquese.
Comentario:
Este post desarrolla
imaginariamente la propuesta que le hiciera un cantor popular al
Presidente de la República en el estado Portuguesa; en solidaridad
venezolanista con dicho cultor popular, ante la insólita respuesta del Primer Mandatario.
Respuesta inaudita; empero
política e ideológicamente es muy de lugar común con la izquierda comunistóide.
Porque al muro de Berlín lo
derribó sobretodo la conciencia cultural
nacionalista; es decir, la espiritualidad hecha vivencia, la vivencia
espiritual hecha cultura y la cultura arraigada en el ser nacional. Contra
la fuerza de esa verdad histórica evolutiva, ningún muro ideológico perverso
ha podido ni podrá.
Javier A.Rodríguez G.
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