jueves, 12 de octubre de 2017

Separatismo Catalán ¿Desintegración de los Estados Nacionales?






Indudablemente el establecimiento del Estado, en cuanto razón superior que ordena, cohesiona, integra y proyecta el cuerpo social desde y hacia un ser histórico común, ha constituido uno de los grandes descubrimientos políticos  de la humanidad.

Es que el Estado no solamente delimita las sociedades, en tanto expresiones culturales, sino que, por ello, las  posibilita. Valga decir, ubica al ser humano dentro de un ámbito existencial, cultural, histórico y geográfico, en función de una razón común de justicia, libertad, igualdad, solidaridad y paz; permitiendo el existir en su plenitud  histórica evolutiva y contextualizando el ser dentro de una posibilidad superior, de la que es expresión.

Es de lugar común en la perpetua insatisfacción existencial del ser humano, las quejas respecto de la conformación política del mundo actual; sin considerar que jamás fue tan justo, libre, igualitario y pacífico el modus vivendi de las sociedades humanas; que nunca los pequeños grupos humanos han estado tan protegidos de la depredación y  hasta aniquilación por parte de las inmensas urbes; que ya no parten a diestra y siniestra  naciones a devorar a otras; que ahora las culturas se suman, no se restan.  Que hoy, el individuo es ciudadano del mundo, y no el mundo propiedad de un individuo.

Pongámosle todos los peros del mundo a esos criterios, con todas las cifras que se quieran, y al final concluiremos ratificándolos como la gran verdad que son. Es la perspectiva histórica  evolutiva de la humanidad, la que permite ponderar en su justa medida el estatus político de las sociedades contemporáneas. Si se considera, como lo creyeron los romanos, los renacentistas y, en general, diversas  sociedades en sus tiempos, que  se está en el cenit de la racionalidad y del “progreso” social, pues en verdad bien poco se ha hecho  por el justo, libre, igualitario y pacífico convivir, no quedando otra cosa que continuar ahogando las esperanzas en el tarro del pesimismo. Empero, si se acepta con humildad al ser humano como un animal racional que de traspiés en traspiés ha ido imponiéndose a su destino: la extinción,  en lucha maravillosa contra sí mismo, por adelantar su promedio existencial hacia mejores realidades; pues entonces no queda sino agradecer la horabuena de nuestra realidad evolutiva, que por real siempre ha de ser la mejor posible, y por posible siempre podrá ser mejor.

Por eso causa asombro la ligereza, irresponsabilidad y hasta torpeza, con que muchos personajes políticos, intelectuales y comunicacionales han considerado el actual intento secesionista de Cataluña. Porque lo que está en juego no es solamente la integridad física y geográfica, sino la razón de lo del Estado, la conciencia misma de lo político, que han permitido la configuración, y más que ello, la posibilitación de las sociedades humanas hasta esta actualidad evolutiva.

No se diga de las “razones” de los catalanes para aspirar a ser “independientes”, pues, si a ver vamos,  entonces serían miles las regiones  que podrían esgrimir manojos de argumentos para separase de sus Estados. Por supuesto, existen casos flagrantes de invasiones sin vínculo histórico alguno que amerite siquiera el beneficio de la duda respecto de lo justo de su redención del cuerpo político cultural extraño a su ser histórico; pero inclusive, desde sus excepciones se revela la suma importancia para la estabilidad y paz de la sociedad mundial, del preservar la integridad de los Estados.

En cuanto a la descentralización, la Constitución española en ciertos aspectos es más avanzada que la venezolana, pues la subdivisión por regiones autonómicas ha permitido potenciar e integrar maravillosamente sus expresiones culturales hacia el todo de la cultura española. Mientras que la intención enrevesada del Estado unitario descentralizado en la que nos hemos empeñado los venezolanos, al final no ha resultado ni en chicha ni en limonada. La gran lección, es que el centralismo sobredimensionado coarta la libertad y paraliza el desarrollo de las regiones, y el exceso de “autonomía” degenera en libertinaje separatista.

Habiendo sido racional y democráticamente tratado el propósito secesionista catalán, por parte del gobierno español; el día del referéndum separatista las aguas obviamente se desbordaron, aunque no tanto como se esperaba, considerando que se pretendía un pronunciamiento popular para nada más y nada menos separarse del Estado y, por ende, romper los vínculos políticos, jurídicos, económicos, históricos y culturales con la nación y el Estado español.

Algunos argumentan “razones históricas”, otros  se fundamentan en  la poderosa economía de Cataluña, que, como insólitamente dijera un famoso periodista venezolano, director de un prestigioso diario, “le merece su independencia”; sin faltar  quienes  lo asimilan a los procesos independentistas de nuestros países latinoamericanos, en tal desubicación histórica, y hasta mental, que no vale siquiera comentar.

Las “razones históricas”, valdrían si hubiesen ellos estado sometidos manu militari, segregados de la cultura española, y lo principal, sin aceptación expresa o tácita de su pertenencia al Estado español. Porque entonces sería muy fácil para cualquier región de cualquier Estado, quedarse a la calladita mientras pasan las verdes, para cuando lleguen las maduras, largarse del barco común del Estado, sin importarles el destino de la nación, que debería ser el de todos.

El Estado no es un club del que se entra y se sale a conveniencia, pues por su naturaleza, su fuerza jurídica trasciende la voluntad del ente social actual, para expresar el ser histórico de la sociedad, proyectado transgeneracionalmente; valga decir, el deber y responsabilidad jurídica y ética del Estado se extiende hacia las generaciones por venir.   

Una de las inmensas virtudes del Estado es que colectiviza la propiedad del suelo de la nación, es decir, la tierra de Cataluña no es propiedad exclusiva del catalán, sino que cada puño de tierra catalana, como la madrileña o la andaluza, es propiedad común de todos los ciudadanos españoles. Este es un principio fundamental a la constitución del Estado, la  integración de las conciencias, voluntades y expresiones culturales desde y hacia un mismo propósito existencial, que, bueno o malo, es el de todos.

Y es bajo esos mismos principios y criterios, que siempre se han criticado las iniciativas separatistas de nuestro estado Zulia, pues las tierras zulianas también son de todos los venezolanos, como son de ellos las montañas de los andes y las aguas que bajan por sus faldas, y el hierro, aluminio, oro y diamantes de las otras veredas del país, como propiedad de todos los venezolanos son  las riquezas  materiales, intelectuales, culturales y espirituales del Estado.

Siendo precisamente ese el aspecto ético del asunto. Cataluña ha logrado tal desarrollo económico, que, por supuesto,  le conviene desprenderse de la comunidad nacional para disfrutar de su “prosperidad” a solas, para comerse las maduras en solitario, mientras sus ex conciudadanos sortean dificultades.  Es un acto egoísta tan elemental que no requiere mayor consideración.

Planteémoslo de otra forma ¿Qué pasaría si la catalana fuese la región económicamente menos favorecida de la nación española? ¿Estarían planteando la separación o andarían exigiéndoles auxilio al Estado español?

A todas luces la susodicha separación, más que jurídico es un problema  fundamentalmente ético, determinado por intereses políticos-económicos asentados en grandes corporaciones. Es el manejo y disposición de las rentas, dinero, plata, biyuyo, la mano que mece la cuna.

¿Cómo terminará todo eso?  Ni Dios lo sabe. Ojala que no sea como siempre ha ocurrido, en guerra fratricida. Lo cierto es que la comunidad internacional debe estar pendiente en el actuar y destino del Estado Español, cuyo deber y derecho de legítima defensa es de no permitir bajo ningún concepto su desmembramiento, pues no solo estaría en peligro su existencia sino la estabilidad y la paz mundial; ya que la depredación capitalista mundial  pudiere andar en el propósito no solo de seccionar de los Estados “tercermundistas” aquellas regiones ricas en recursos naturales, sino también  los motores productivos y financieros del “primer mundo”, para así desligarse de la comunidad material, espiritual y ética que impone y propone jurídicamente el Estado, avanzando de esa forma hacia el desbaratamiento de la actual configuración política del mundo, que tanto esfuerzo, lucha, sangre y sufrimientos ha costado, y que aún con todas las críticas que sin excusa se le pueden hacer, es lo mejor que hasta ahora la humanidad ha podido tener.

Ahora, en el supuesto de que Cataluña lograre separase de España y constituirse en  Estado soberano, se da por hecho el no reconocimiento por la comunidad europea, pues sería como escupir parriba, a ellos que tanto les costó unificar sus naciones. Los Estados Unidos por razones obvias jamás lo avalaría. En tanto China y Rusia se mirarían en ese espejo y permanecerían calladitos la boca, como lo estarían también la India y todos los países del medio y lejano oriente, amén de África, que sufren procesos separatistas o los trasnochan esos ruidos. Y respecto de nuestros terruños latinoamericanos, el reconocimiento implicaría moverle las trojas a viejos fantasmas que deberían más bien continuar descansando en paz.


LA ANECDOTA

En un acto oficial, el Presidente "independentista" de Cataluña le dice al de Cantabria: No soporto tanto calor con esta corbata  --¿entonces por qué viniste en corbata?--  Porque me dijeron que el Rey vendría con corbata, y si el Rey trae corbata, todos debemos usar corbata…

Entre autonomistas, separatistas e independentistas te veas.


NO HAY BIEN QUE POR MAL  NO VENGA

Pero como en la patria de Bolívar todo está al revés, patas arriba; ocurre que el gobierno “bolivariano” ha resultado furibundo defensor del secesionismo, independentismo o  separatismo nacionalista,  anunciando  su apoyo absoluto a la causa  catalana.

Por esa razón, y aunque no se esté de acuerdo, como nunca el camino está abierto para la independencia del estado Zulia, pues si el gobernante es coherente con su ideología, en ese caso debería prestarle toda colaboración a la "justa causa" zuliana, poniendo, por ejemplo, a la orden el Ministerio de Comunicaciones, cuyo titular, desde sus apasionadas apologías al separatismo catalán, se ha revelado radicalmente secesionista.

Bordeando un inmenso y hermoso lago, con sus extremos enlazados por cordel de acero que anuda las gargantas de puro sentimiento, mientras el esplendor del catatumbo retrata en una misma misma historia y querencias, urbes y poblados, agua y petróleo, ganadería y agricultura, creencias y tradiciones, bregas y parrandas, gaita y chinita; el Zulia, conforme a la lógica fundamental del caso Cataluña, lo tiene todo para ser independiente, libre al fin.

Luego y ya con más razón, los orientales extremos apelarán también a su independencia, seguidos por los llaneros, la tierra falconiana, Amazonas, Bolívar, continuados por  las urbes industrializadas del centro, terminando con los andinos y rematando con la Nueva Esparta.

Además, con esta actitud del actual gobierno, pro secesionista y anti Estado, se da por hecho el reconocimiento de la autonomía del territorio esequibo. O sea…

Definitivamente no se pierde capacidad de asombro con este gobierno, pues cada vez los disparates y embarradas son más grandes.

Pero la culpa no es de ellos, pues justo es presumir la buena fe. Son las taras conceptuales y aberraciones ideológicas, las que los hacen ir políticamente del timbo al tambo, sin resultados eficaces y eficientes concretos y sustentables. Son los fantasmas de las prepotencias y resabios por los fracasos históricos, que nublan sus racionalidades, corrompen sus voluntades y sumen en el más profundo abismo de los sinsentidos, despropósitos y sin razones, sus conciencias.




  Javier A. Rodríguez G.

No hay comentarios:

EL HUMANISMO SOCIALISTA