domingo, 16 de junio de 2013

¿Quién Fue Juan Vicente Gómez?

Puede resultar difícil y frustrante el estudio y análisis de los personajes históricos, dada la multiplicidad de hechos, acciones, posturas existenciales, condiciones y situaciones individuales, sociales, políticas y culturales que entretejen los criterios que llevarían a aproximaciones más o menos válidas, pero que en todo caso estarían sometidas al reenfoque desde cada perspectiva histórica, pues los acontecimientos, y junto a ellos, los personajes que los concretizan, cambian en su valoración y significado a medida que se comprenden o hilan su lógica existencial dentro de las grandes etapas o bloques en que va configurando su andar evolutivo el ser humano.

Por eso, en vez de tratar de establecer lo que un personaje determinado fue históricamente desde su ser individual, que nos adentraría en un abanico infinito de potencialidades y posibilidades, y limitaría el estudio a la perspectiva histórico existencial del individuo; error frecuente en este tipo de análisis, sustraer al personaje de su circunstancia y endosarle posibilidades, opciones, facultades y virtudes, en niveles, integración y proporciones no ajustadas a las posibilidades reales de su humano existir. Es más sensato y prudente, por tanto, procurar establecer a ese personaje desde su significado histórico , es decir, ubicarlo dentro del contexto histórico evolutivo que lo determina, configura y expresa como experiencia existencial del ser viviente que llamamos humanidad; siendo así más justos, amplios y transcendentes en cuanto a las responsabilidades individuales y colectivas respecto a determinado acontecimiento histórico. 

Así, por ejemplo, el “genio” individual de Napoleón no tiene sustento existencial real sin la revolución francesa y sin la subyacente conciencia monárquica del gentilicio francés. Luego entonces, Napoleón hizo por cualidad propia lo que su circunstancia histórica le permitió hacer. Por tanto, Napoleón fue lo que pudo ser y no todo lo que hubo querido ser. Siendo la mayor o menor correspondencia entre el querer y el poder ser, lo que cualifica la ecuación social que lo concretiza como personaje histórico, y a su vez lo hace factor de otras ecuaciones evolutivas, traspasando así, el ser como posibilidad del individuo hacia el ser como producto y significado histórico. 

De cualquier forma los personajes históricos públicos, y sobretodo los lideres políticos, tienen algunas ventajas que permiten acometer con mejores expectativas la difícil faena de descifrarlos existencialmente.

La primera es precisamente el estar evidenciado públicamente en acción y pasión dentro de un marco histórico, que a la vez determina la perspectiva del análisis o estudio, al alejarlo de particularidades intimistas para convergerlo en el significado histórico cultural que representa, por cuya comprensión y entendimiento las sociedades se conocen a sí mismas, y pueden así replantearse con sensatez y buen juicio desde nuevas formulas existenciales.

La segunda ventaja es el tiempo que media entre la existencia real y concreta del personaje y la actualidad desde donde éste se pondera, lo que ofrece una perspectiva valorativa ética histórica que se enfoca y reenfoca, define y redefine, plantea y replantea en cada actualidad, siendo que el impulso evolutivo se sustenta y fortalece no sólo con el conocimiento per se, sino con la reinterpretación justa y pertinente de la historia, redimensionando los hechos y personajes históricos a su justa perspectiva evolutiva, ubicándolos en su contexto histórico, para entenderlos existencialmente; correlacionándolos con las realidades devenidas, para comprenderlos históricamente; y abstrayéndolos de sus particularidades, para hacerlos aprendizaje evolutivo.

La tercera ventaja de los personajes históricos es que, precisamente y por razones obvias,  ya no pueden cambiar de criterios y hacer que las manos de algún temerario se achicharren.

También cabe considerar que todo personaje histórico, líder político en nuestro caso, tiene como cualidad esencial, comprender su momento histórico y actuar en consecuencia; y aún con el margen de acción que dispone el líder para seguir u orientar o tergiversar las exigencias y fuerza social que lo legitima, aún así, siempre su acción y obrar será un producto socio cultural, siendo absolutamente imposible que algún líder haya podido cambiar la historia, pues ésta se construye  a cada actualidad evolutiva, y por tanto, es imposible cambiar lo que no existe, lo que ocurren son posibilidades evolutivas que se concretizan, siendo esa la cualidad esencial del líder, ser expresión, posibilitador y motor de cambios históricos, para bien o para mal.

De esta forma, Nerón es producto de un vientre con una ubicación sociopolítica privilegiada, y de haber nacido en cualquier aldea romana, seguramente no habría pasado de atormentar lagartijas o de ser un poeta loco de plaza, en el mejor de los casos. Asimismo, Abraham Lincoln, por sus virtudes y cualidades fue erigido por una circunstancia histórica como el hombre necesario para imponer la visión, valores, principios e intereses del norte en aquella atroz guerra civil; luego, esas mismas cualidades se evidenciaban como obstáculo para los intereses de ambos bandos. Hasta Ulysses Grant, un oficial retirado sin pena ni gloria, siendo dependiente en el comercio de pieles de su padre, brilló por sus cualidades de estratega y principalmente por la forma pertinente y eficaz con que actuó frente a una guerra entre hermanos; sin esa guerra, Grant a lo mejor no figuraría más allá de la memoria convencional del epitafio. Hitler, rechazado dos veces por una institución de artes plásticas elitista y excluyente, se hace recluta hasta alcanzar el relevante pero tristísimo papel en la historia contemporánea; a lo mejor, de haber sido admitido en la institución de arte, algunas pinturas serían su memoria; o si hubiese muerto de hambre, quizás habría servido a la humanidad de incognito en alguna escuela de medicina. El mismo Bolívar, en otras circunstancias históricas probablemente no habría pasado de ser un “buen” terrateniente idealista y disconforme ante su realidad social; o si hubiese muerto en la caída del fuerte de Puerto Cabello, que estaba a su mando, la historia lo reseñaría por su discreto papel en los sucesos históricos precedentes; o si lo hubiesen asesinado o caído en batalla antes de la campaña admirable, sería hoy visto como un precursor y no como El Libertador.

En fin, la historia es un complejo entramado evolutivo  de hechos y acciones que expresan posibilidades concretadas dentro de marcos concéntricos de circunstancias, próximas o amplias, inmediatas o distantes, que las configuran y determinan. Y es dentro de ese entramado donde el líder político histórico se concretiza, como expresión de una posibilidad que posibilita posibilidades, es decir, surge como producto de un trascurrir evolutivo y se desenvuelve dentro de un ramal de opciones determinadas por un momento histórico, que a su vez responde a tiempos o etapas evolutivas delimitadas por las perspectivas que le revela al ser humano su conciencia histórico evolutiva.

Siendo precisamente desde allí, desde esta perspectiva evolutiva y desde esta conciencia histórica, que se intentará establecer con la mayor justeza posible el perfil político, social y cultural de Juan Vicente Gómez, como personaje principalísimo en la conformación de la Venezuela contemporánea.

Juan Vicente Gómez

Respecto a Juan Vicente Gómez existen entreverados criterios; desde los abortos mentales lisonjeros de notables intelectuales, que lo elevan a niveles santificados, hasta las proclamas de monstruo, salvaje y sanguinario, de sus adversarios políticos; pasando por la aprobación sincera o interesada de unos, la resignación al mal menor, de otros; amén de la aceptación como algo necesario y natural al orden y a la paz social. Pero ¿quién en realidad fue política y culturalmente este personaje? y  ¿cuáles hechos y circunstancias lo configuraron históricamente y le permitieron  ejercer el poder  “absoluto” durante 27 años?

Las Circunstancias Históricas

A la ascensión al poder de Gómez lo preceden 78 años de la estructura caudillista heredada de la independencia. Estructura que, como tal, no se circunscribía a los cabecillas o caudillos que se hacían con el poder central, sino que comprendía a un rosario de jefes "caudillitos" regionales que expresaban el criterio feudalista del poder, y por ende, una conciencia casi inexistente del Estado como expresión natural del poder soberano. Luego, ante la precaria fuerza del Estado, es el poder de los diversos grupos o facciones el que se impone y la suplanta, por lo tanto, siempre serán gobiernos de facto, carentes de toda legitimidad auténtica, aunque sí validadas por su aceptación como forma natural de funcionamiento de la sociedad. Así como se justificaba el duelo por honor, el vencedor en los campos de batalla tenía derecho a ejercer el poder político.

Era la cruda realidad social que imponía la lid del machete al mandato de una Constitución que, como siempre, hacía de simple guirnalda a una República falsa, pues era la voluntad del caudillo la que al final prevalecía; aunque por su esencia, las leyes, derechos y garantías, expresaban una conciencia subyacente hacia el Estado, que debía ir horadando los asientos sociales del Caudillo.

En ese ambiente caudillista se observa un denominador común: Hasta la llegada de la revolución restauradora con Cipriano Castro y Gómez, la lucha se produce entre los tres estamentos del poder social y político, configurados y definidos desde 1830: Uno: la estirpe de los “héroes” independentistas, sobrepasados por su obra y ya doblegados por las nuevas circunstancias político sociales. Dos: los aristócratas terratenientes de casta, supervivientes de la Capitanía General, que buscaban un reacomodo entre la realidad social y la forma tradicional en que ellos concebían el acceso, control  y usufructo del poder político y social. Tres: la burguesía evolucionada desde los planteamientos de la república burguesa de 1810, liberal de pensamiento y conservadora de acción, pero definitivamente con formas más sutiles de dominación y persuasión sociopolítica.

El entrecruzamiento y enfrentamiento entre esos tres estamentos configuraran casi ocho décadas de agitada historia caudillista, con trío de personajes que en mayor o menor medida los expresan: José Antonio Páez, Guzmán Blanco y Joaquín Crespo. Tres líderes que sustentan el aparato económico político del caudillismo. Tres expresiones del mismo mal: la inexistencia del Estado. Tres depredadores de los bienes de la nación. Tres “autoridades” militares, intelectuales y sociales pero no éticas. Tres grandes caudillos que aún juntos no alcanzaban el mínimo nivel de conciencia político social y ética para asumir la exigencia histórica de configurar el Estado venezolano. Por eso el tiempo, mejor dicho, sus hechos, los fueron deslegitimando hasta morir en potencias extranjeras, inmensamente ricos pero cascarones espirituales y éticos. El último sí moriría en su patria, asesinado por una estructura político social que se negaba a cambiar, pero también, por su ambigüedad ante la definición y desprendimiento que las circunstancias sociales le imponían.

Es que desde 1830 hasta 1890, el control del poder consistió en enroques entre eso tres estamentos, que al final concluían en el sostenimiento del mismo mal que los originaba: la estructura político social feudalista. Cuyos vaivenes o inestabilidad conformaban un modus vivendi  que sostenía el círculo vicioso que impulsaba falazmente los pequeños cambios sociales, hasta el punto de constituirse el caudillismo como una gran “empresa” nacional, cuyo producto era el botín del poder, suculento para unos pocos y migajas para la gran mayoría de acólitos, pero al fin y al cabo  mejor que la nada a la que estaban condenadas las grandes mayorías paupérrimas de esa Venezuela.

Esa concepción caudillezca primitiva, pragmática y fácticamente justificada de la política y el acceso al poder como forma de beneficio personal y no de servicio al bien común, mutatis mutandis ha prevalecido hasta la actualidad, configurando a los partidos políticos surgidos desde el primer tercio del siglo XX, siendo, en consecuencia necesaria, la causa primera de su deslegitimación y estrepitosa caída, la autodepredación que sus criterios subyacentes acarrean.

Empero, esa empresa caudillista se fue agotando en tanto y cuanto las exigencias sociales se incrementaban, en parte, merced a los cambios sociales leves que ella misma propiciaba; además del alejamiento generacional del hecho independentista, de la inevitable concientización progresiva hacia el Estado y  del revolucionar cultural, científico y tecnológico que comenzaba a sacudir a la humanidad.

Es innegable que el caudillismo tiene un componente ideológico subyacente inspirado del hecho independentista, valorado como simple producto de la voluntad y no de un proceso evolutivo, lo cual explica la miopía político social del caudillo. Resultando que la retahíla de revoluciones de los dos últimos tercios del siglo XVII en Venezuela no fueron sino meras pantomimas del proceso independentista, donde cada actor pretendía encarnar al héroe preferido de la independencia, un inconsciente juego social que constituía una piedra de Sísifo, una empresa de tontos, en la que la gran mayoría se robaba a sí misma y solamente una minoría usufructuaba realmente el poder.

Pero el alejamiento generacional de la independencia fue ampliando la perspectiva histórica de ese hecho, y con ello la conciencia de su valor, significancia y ubicación histórica, pasando de la simple imitación al válido y lógico usufructo de esa magna gesta, es decir, a su auténtico y legítimo aprovechamiento evolutivo; ya no ser iguales a aquellos héroes de otros tiempos y otras circunstancias, sino, desde su obra potenciar mejores realidades. Estaba naciendo la conciencia evolutiva como nación, y con ella las nociones intuitivas del poder soberano, gestándose así los rudimentos del Estado, que paulatinamente irían deslegitimando la estructura político social y cultural del caudillismo.

También debe considerarse la influencia, sin lugar a dudas determinante, del impulso exponencial de lo que sería la gran revolución científico tecnológica del siglo XX, que empezaba a moldear las mentalidades de aquellas gentes, desde los simplismos de vida conformistas y paretianas, hacia abstracciones  existenciales que replanteaban y o configuraban conceptos como la nación, la patria, la sociedad y el Estado, lo que implicaba un inobjetable cambio cultural.

Todos estos elementos configuran una aspiración verdaderamente revolucionaria que es recogida en la Constitución de 1878: La votación universal, aunque pública, de todos los ciudadanos, hombre y mujeres mayores de 18 años. Afirmación de un Derecho Humano fundamental que implica el reconocimiento tácito del poder soberano de cada ciudadano, de su igualdad política, de la sociedad como promotora  y proyección axiológica de la persona y del Estado como entidad superior que la factibiliza, arrogándose y regulando el poder por sobre cualesquiera intereses individuales. Implicancias  que significaban artera estocada a una estructura de privilegios y explotación atroz, que debía, tenía que hacer algo para evitarlo.

De tal forma que para la última década del siglo XVIII Venezuela evidenciaba los efectos desestabilizadores del enfrentamiento entre esas dos concepciones culturales; entre un feudalismo que se resistía a morir y un Estado de derechos y garantías que iniciaba a nacer, de forma muy lenta pero natural. Situación que exigía la existencia de un liderazgo fuerte, capaz de asumir las nuevas demandas sociales y poder así contrarrestar la inercia del feudalismo y de su expresión política: el caudillismo. Papel que le correspondería ejercer timorata y ambiguamente a Joaquín Crespo, quien no tuvo el suficiente desprendimiento de sus intereses hacia el propósito que las circunstancias le exigían, contribuyendo a la mayor desestabilización político social, lo que aprovecharon los criterios conservadores y reaccionarios, inclusive de su propio bando político, para desaparecerlo de la escena política, percatados del potencial rol decisivo que podría jugar en esos momentos cruciales de sobrevivencia pura y simple del feudalismo.

El Mocho Hernández y el Fraude Electoral

En este ambiente político social y económico endeble y enrarecido se producen las elecciones presidenciales del año 1897. Los viejos caudillos, enfermos, deslegitimados y caducos apostaron al juego electoral y no a la fuerza de los machetes, más que por ellos, por el instinto de sobrevivencia de la estructura, principios y valores que representaban; pero la evolución no los perdonó, sepultándolos definitivamente políticamente. Es electo un civil, intelectual discreto en liderazgo y apadrinado por Joaquín Crespo, con 406.603 voto contra 2.203 del caudillo llamado el Mocho Hernández, y la insignificancia de 152 votos para Guzmán Blanco…. Resultado alegado como fraudulento por el Mocho Hernández (quien hubo recorrido todo el país en la que es reseñada como la primera campaña electoral propiamente dicha, con “mítines” políticos y todo). En consecuencia Hernández desconoce al gobierno electo y se alza en armas, evidenciando la farsa de su pretendida participación democrática, pues la diferencia astronómica entre la votación obtenida por el ganador y la suya, 0,6% de aquella, no da margen para la mínima sensatez argumentativa, pues en todo caso demostraba una debilidad política que en buena lid, en sano criterio y en astuta estrategia, debía ser solucionada políticamente. Ese era el rol político que pudo haber jugado Hernández; pero su instinto caudillezco, o acaso sus verdaderas intenciones, prevalecieron, apelando a la inmediatez del machete cuando la realidad le exigía la sutil estrategia del político que mira a largo plazo. Porque finalmente Hernández no era sino, como todos los activos en esa época de decadencia del caudillismo, un caudillo de segunda o tercera monta,  venido en actor principal por las vacantes de una estructura que se derrumbaba. Al final pasaría sus últimos días donde todos: a la sombra del imperio yanqui.

 

La Revolución Restauradora… (¿Del caudillismo?)

En ese ambiente de inestabilidad e incertidumbre social y política; con el caudillo Joaquín Crespo recién asesinado, el "alzao" Mocho Hernández bajo rejas y los pequeños caudillos regionales con más fama que poder real; la oligarquía, confusa y con sus flancos conceptuales justificatorios y legitimatorios hechos pedazos, necesita urgentemente una salida que coarte definitivamente los nacientes derechos y libertades políticas que, desde sus intereses y privilegios, les implicaban el caos y la anarquía social, consecuencias comunes con las que se descalifican la libertad, igualdad y justicia autenticas; por ello debían ser relativizadas en procura del orden , la paz y el bienestar social , lo cual, desde el planteamiento de grupos intelectuales conservadores, únicamente se logra mediante la instauración de gobiernos “duros” que garanticen el orden y la paz, vale decir, el mantenimiento de los estamentos sociales con los privilegios que implica, a la vez que se crean ciertas condiciones, ilusorias unas ciertas otras, que mantengan el saldo social en el mínimo permitido para la "estabilidad" del sistema. Esa ha sido la salida común de todas oligarquías ante el a veces muy lento pero avasallante al fin, evolucionar político y cultural de las sociedades, la creación ilusoria del gobierno duro y bueno, el surgimiento del “gendarme necesario”, tal como años después lo justificarán los acólitos intelectuales del régimen gomecista.

Precisamente la oportunidad dorada se les presenta con el triunfo de una “revolución” cuyo nombre parecía hecho a la medida de las aspiraciones de los estamentos conservadores: la "Restauradora". Pues ciertamente, ésta venía a dar al traste con los inmensos logros políticos que pugnaban por imponerse, reviviendo los ya caducos criterios caudillistas, dándole así el oxigeno necesario a esta estructura para mimetizarse y configurar a su conveniencia el incipiente Estado que insoslayablemente se les venía encima; sobretodo por un elemento que ya se vislumbraba  como determinante en ese cambio político social, y al cual había que ponerle la mano y controlarlo: el petróleo.

El monigote de caudillo que sin quererlo específicamente ellos ni él, les serviría la mesa, estaba presente: Cipriano Castro. Sujeto audaz y temerario que estiraba sus posibilidades intelectuales tanto como lo hacía con su cuerpo para aparentar mayor estatura y prestancia. Era la sangre fresca para el acometimiento de tal atavismo político, con la suficiente sed de poder, por haber sido marginado de él durante décadas, y con el necesario atractivo financiero para reactivar la corporación caudillezca, merced a grupos depauperados que frente a unos nacientes derechos constitucionales etéreos reapostaban a las monedas y al botín del caudillo.

Cuando la historiografía reseña esta revolución restauradora como la campaña épica de algo así como 60 hombres que marchan hacia Caracas y toman el poder… Cabe pedirles luego que cuenten una de vaqueros…Nomás vale analizar algunos elementos para dar al traste con tan adulador sofisma.

Hacía ya diez años que Castro, exiliado en la ciudad de Cúcuta, en Colombia, asimilaba su fracasado alzamiento; resultando ilógico que ahora viniese con romanticismos y heroicidades a lanzarse a otra aventura con únicamente sesenta hombres. Tal vez alguien argumente el carácter temerario y explosivo de Castro, lo que pudiere ser considerado como una posibilidad, pero no así el caso de algunos terratenientes que lo acompañaban, para quienes el “alzamiento” era literalmente una “empresa”, con sus riesgos lógicamente, pero con sus evidentes y concretas posibilidades de éxito, pues capitalista no invierte si no va sobre seguro. De tal manera que en esa década de exilio los gochos, con un olfato acertado de su realidad política, estuvieron al acecho, esperando “en la bajadita” el declive de la estructura; contactos, promesas, uniones pautadas previos avances o triunfos e inacciones compradas... En fin, la revolución restauradora no fue esa acción romántica y épica que nos pretenden hacer ver, sino una empresa orquestada y planificada con capitales nacionales y Colombianos, no siendo de extrañar, aunque suene paradójico, que de alguna forma en ella haya estado metida la mano yanqui… Y a lo mejor, la “entrega” de la Guajira por el tratado Santos-López de 1941, no fue sino el simple pagarse y darse el vuelto…

Lo cierto es que con la entrada triunfal de Castro a Caracas se daba al traste con el incipiente Estado y se volvía al gobierno caudillista, intransigente y sectario, constituyendo la justificación ideal para movilizar a los sectores conservadores hacia el derrocamiento de “el Cabito” y la instauración del buen gobierno duro, que ya la realidad conceptualizaba en aquella sociedad. Así, marchan todos esos sectores de terratenientes y burgueses comandados esta vez por un caudillo económico, el verdadero poder detrás de poder caudillista. Pero el carecer de liderazgos legítimos y sin autoridad moral para movilizar las masas hacia sacrificios mayores, le sirvieron en bandeja de plata la heroicidad a un campesino analfabeto que se constituiría en el benemérito pacificador e instaurador de la unión, la paz y el trabajo, el buen y duro gobernante, el gendarme necesario.

Del “bueno y bruto” al “Pacificador” y “Benemérito”

Así pudo Juan Vicente Gómez regir a Venezuela durante 27 años. Llegado sumiso de la mano de Castro (por cuenta y liderazgo propio jamás lo hubiese hecho). Impulsado por su apoyo financiero, que de una vez le otorgaba condición privilegiada dentro del movimiento. Y por esa característica  de inteligencia y astucia expresadas lo necesario  y disimuladas lo conveniente, para no retar intereses que evidencien sus carencias ni causen conflictos inútiles que resten en vez de sumar, característica típica del terrateniente del lado de acá de la verja con Colombia. Esas cualidades las expresaría y puliría Gómez en los nueve años que fungió como la sombra de Castro. Mientras “el Cabito” se peleaba con la oligarquía local y con las potencias extranjeras, el “bueno y bruto”, como lo tildaba sinceramente su compadre Presidente, alternaba con la oligarquía y con los representantes de las trasnacionales.

Cipriano Castro fue el mentor político y responsable del ascenso hasta el poder de un campesino analfabeta como Gómez. El desarrollo posterior, su sostenimiento en un entretejido de intrigas, adulancias, hipocresías y traiciones, seria obra de las cualidades y capacidad de este personaje para manejar el poder; aflojando y estirando las riendas cuando es necesario, siendo bueno y generoso cuando le es conveniente, y malvado cuando las circunstancias lo ameriten; jugando excepcionalmente sicológicamente a la incertidumbre de sus interlocutores respecto de sus reacciones, cuya inseguridad los pone enseguida en desventaja; creando una barrera emocional con su entorno, lo que abre las puertas para la reverencia y la mitificación. Condiciones muy comunes a los gobernantes de su estilo, la aplicación de las consejas maquiavélicas por pura intuición.

Pero hay una cualidad imprescindible a la existencia histórica de Gómez: la amoralidad, la ausencia de cuestionamiento ético alguno respecto de sus actos, respondiendo éstos solamente a intereses, conveniencias y hasta a responsabilidades afectivas, pero sin sometimiento alguno a directrices morales y espirituales. Esa es la condición sine qua non para el triunfo de un autócrata, jefe mafioso y todo por el estilo. Empero no se trata de la maldad por maldad, sino de una maldad justificada, mejor dicho, de la legítima defensa ante un proyecto honesto (sincero), es decir, gajes del oficio, la maldad como función necesaria que se realiza en horario laboral.

Por eso lucen intencionalmente falaces algunos historiadores que exaltan en Gómez las cualidades gerenciales y el amor por su familia, como atenuantes de su responsabilidad en el terror y violaciones de los derechos y garantías fundamentales que necesariamente debían sustentar su régimen, lo cual evidencia, o intencionalidad engañosa o desconocimiento supino acerca del comportamiento de estos personajes (Al respecto cabe decir que algunos de los jefes del nazismo que ordenaban y presenciaban la masacre atroz de miles de mujeres y niños, eran reconocidos por ser excelentes padres de familia y “amantes de los niños”. El mismo Goebbels y su esposa Magda se suicidaron luego de asesinar a sus 7 hijos, por amor a Hitler, quien “adoraba” a esos niños…)

En cuanto a su experiencia de gerente exitoso; ubiquémonos en aquel contexto de  1895. ¿A qué se podía reducir la labor de un pequeño hacendado heredero, con actividades productivas muy reducidas y regidas por la tradición?, cuya riqueza, además, era muy relativa, dados sus estilos de vida tan austeros.

También se argumenta ante el analfabetismo de Gómez, la dificultad de acceder a la educación, aún para las clases adineradas. Lo que es cierto, pero también es verdad que la cultura se abre paso por veredas y atajos, y en las fechas contemporáneas a la de Gómez hallamos a pequeñas familias propietarias que sabían muy bien leer y escribir con excelente caligrafía; y hasta hacían versos, inclusive, alguno que otro llegaban a bachilleres y a la universidad. Ejemplo de ello fue José Gregorio  Hernández, surgido de una pequeña familia propietaria en una zona menos próspera para la época que las fronterizas tierras tachirenses. Esto sugiere que Gómez provenía de labriegos natos, sin ninguna inclinación intelectual, lo cual permitiría el despliegue de su inteligencia innata sin cortapisas ideológicas, elemento definitorio de la eficacia elemental y primitiva que sustentaría su régimen. Tal como lo requería la burguesía ilustrada.

Para 1908, Juan Vicente Gómez está persuadido de que los estamentos sociales privilegiados, en connivencia con intereses foráneos y convencidos de su ignorancia, ambición, falta de escrúpulos y de esa forma tan burda pero eficaz de manejarse en el poder; desean hacerlo el tonto útil al establecimiento del régimen de fuerza, complaciente y servil, que les permita retomar el poder mediante la instauración de un Estado a su real antojo, mientras se deshacen de él por sus propias torpezas e incapacidades.

Así, Gómez espera la concreción de la circunstancia que ha venido labrando durante años, que le permitirá ser protagonista principal de la historia contemporánea de Venezuela, en un régimen de casi tres décadas, en el cual coexistirán la configuración progresiva del Estado burgués venezolano  y la figura del buen padre de familia, bondadoso y justo, y severo e inflexible, el nuevo Taita, el último gran caudillo, el gendarme necesario, maquinado y justificado desde la intelectualidad conservadora.

El Gendarme Necesario, el Estado Liberal Burgués y la Tutela Militar Democrática


El primer paso para la consolidación del Estado Burgués era la conformación inmediata de un poder institucional que se impusiera definitivamente a las distintas fuerzas fácticas regionales que  servían de sustento al caudillismo, concretándose así su muerte formal. Pero esto no hubiese podido ocurrir sin la paulatina deslegitimación y degradación del caudillismo como estructura político social, que ya era un hecho. Sin la estructuración de una fuerza militar que impusiera y defendiera sin cortapisas el poder instituido. Y sin el fortalecimiento económico del Estado, para cubrir los costos operativos de sus entes burocráticos y para hacer atractivo al interés colectivo el rudimentario Estado de bienestar regido por un gendarme necesario, que promovían bajo el eslogan de unión, paz y trabajo; y esto lo garantizaba el “oro negro” que guardaba en su vientre esta tierra de Dios.

Precisamente, el pecado original de la Fuerza Armada es haber nacido a la luz de una autocracia y haberse constituido en su sustento de fuerza, y por ende, cómplice necesario de sus crímenes y atrocidades. Lo curioso es que la fuerza militar siempre se justificó en la defensa de la institucionalidad que subyacía y no del régimen autocrático al cual soportaba... Así se presentaron con sus caras muy lavadas a la muerte de Gómez, asumiendo el protagonismo en la llamada “transición”.

El problema para los estamentos conservadores, es que Gómez permaneció más en el poder de lo debido, cuando lo quisieron sacar no pudieron, y cuando pudieron no les convenía. De tal forma que el "campesino analfabeto" se las jugó muy bien a su interés y conveniencia, con seguridad y claridad asombrosas. Tan consciente estuvo de su rol, que no se preocupó en nombrar  ni promover cualquier forma de sucesión, pues bien sabia que el gomecismo, del cual desde hacía ya rato en fuerza real, en ánimo y disposición se sentía un simple adorno, moriría con él. Jamás pretendió ir más allá. Desde su ascenso al poder en 1909, sabía que la jugada consistía en sobrevivir a su traición, y así jugó y ganó.


Empero, la burguesía al fin y al cabo salió bien librada de esa especie de mutualismo político: Ganó tres décadas para su replanteamiento existencial, conformando una fuerza militar a su servicio bajo obediencia debida, recapitalizándose merced a las rentas petroleras, privilegiándose en el acceso, disfrute y control de las nuevas tecnologías, y  formando en las universidades un nuevo tipo de caudillo que les garantizaría el mantenimiento y perpetuación de sus privilegios: los caudillos políticos, expresados en la llamada generación del veintiocho.

La Transición

Hasta la primera etapa de la transición todo marchaba conforme al rumbo aspirado, es decir, la sepultura del gomecismo y la instauración progresiva del Estado liberal capitalista burgués. El problema se presentó cuando comenzó a perder fuerza el necesario consenso dentro de los grupos de poder. Resultando que la inercia política llevó a que en realidad el gomecismo continuara gobernando durante muchas décadas más. Primero, en manos del sector proclive al gobierno duro, a la cabeza de Eleazar López Contreras. En segunda instancia, en manos del sector más garantista y democrático representado por Medina Angarita y Uslar Pietri, ambos pro gomecistas moderados y burgueses de línea dura. Y finalmente, expresándose difusamente en una dictadura militar.

Luego entonces, al tira y encoge de los dos sectores gomecistas se les presentan obstáculos políticos no previstos en esas magnitudes: Grupos comunistas de creciente fortaleza política; surgimiento de varios movimientos políticos liderizados por algunos burgueses o aburguesados de la generación del 28, de pretendida inspiración de izquierda y de un incipiente descaro populista; la presión manifiesta de los ultraconservadores del gomecismo; y las aspiraciones crecientes de grandes sectores sociales. Todo lo cual, ante liderazgo endeble de los personajes llamados a culminar la conformación del Estado burgués de línea dura, encabezados por Medina Angarita como soporte militar y Uslar Pietri como legitimación ideológica, pero principalmente, por la mezquindad de cuidar y trastocar en lo menos los intereses burgueses y el carácter de Estado fuerte que aspiraban; le hizo alfombra roja a la última camada de oficiales gomecistas, bajo directrices ideológicas y procedimentales subalternas a intereses foráneos, y aliada con nóveles movimientos políticos socialdemócratas, para imponer de cualquier forma el tutelaje militar sobre el Estado, que luego, ante el creciente oleaje de exigencias y reivindicaciones sociales, sería llevada por la derecha hacia la conformación de una dictadura militar de corte fascista.


Y sería al final de esa dictadura (1958), última expresión política directa del gomecismo, que se instauraría el Estado liberal burgués. Empero, lógicamente ya con “nuevos hombres”: los caudilluelos políticos de la “generación del 28”. “Nuevos ideales”: la socialdemocracia, ideología de derecha enmascarada de izquierda. Y “nuevos procedimientos”: el populismo. Pero siempre con el mismo fin: la prevalencia e imposición de la burguesía como verdadera usufructuaria del poder …   El problema fue un simple error estratégico, pues la burguesía gomecista hubo planificado conforme a los tiempos evolutivos de comienzos de siglo, que ya eran rápidos en relación al pasado reciente, sin considerar la aceleración exponencial del siglo XX. 


El Gomecismo

De manera que el gomecismo, como estructura ideológica sociopolítica, determinó la vida política de la Venezuela del siglo XX: En cuanto a la creación y justificación del “gendarme necesario”, primero personificado por la figura de Gómez, y luego progresivamente asumida por la institución militar, bajo la figura del tutelaje militar democrático, que persiste en la actualidad. En cuanto a la necesidad de gobiernos fuertes que garanticen el orden y la paz, entendiendo el orden como el mantenimiento de los estamentos y privilegios  sociales, por ser naturales y necesarios, y la paz como la aceptación o resignación a las desigualdades básicas estructurales naturales en la sociedad; cuya mejor expresión eufemística fue la llamada “democracia con energía”. En cuanto a la justificación y legitimidad del uso de la fuerza, por sobre derechos y garantías individuales, para preservar la unión, la paz y el trabajo. En cuanto al criterio caudillista en la actividad política.

La coexistencia de una autocracia y una institucionalidad creciente, justificadas por la figura del gendarme necesario, dotan al gomecismo de características especialísimas que lo prologaron en sus efectos durante todo el siglo XX. Es por ello la gran variedad y cuasi contradictoria gama de acólitos, amigos, simpatizantes, colaboradores, beneficiarios y defensores del régimen. Siendo la gama amplia, desde un López Contreras hasta un Medina Angarita; un Vallenilla Lanz o un Gil Fourtoul, hasta un Uslar Pietri o un Briceño Iragorry.

Ciertamente Gómez y el gomecismo son consecuencias necesarias del caudillismo, por una parte, y de los intereses burgueses, por otra. Concebido desde la óptica de unos estamentos privilegiados que pretendían sobrevivir o imponerse a toda costa, implicando en todo caso un retroceso en las perspectivas políticas que se vislumbraban en el alba del siglo XX.


Así, muchos factores coadyuvaron en su concreción: La ausencia de liderazgo fuertes consecuentes con las circunstancias y exigencias políticas de ese momento. El impulso y triunfo de la revolución restauradora y el restablecimiento del caudillismo. La torpezas de Cipriano Castro, al pecar de nacionalista, enfrentándose a la vez con potencias extranjeras y con poderosos grupos financieros internos, lo que decretaba de facto su caída; pero principalmente, por la prepotente y torpe subestimación  del “bueno y bruto” de su compadre, obviando detalles reveladores de su intencionalidad; siendo su principal desatino, haberle dado el protagonismo en el enfrentamiento de la Revolución Libertadora, un error fundamental que pagaría con creces.  La creciente demanda de petróleo que hacía de Venezuela un blanco de apetencias trasnacionales. Y la existencia del personaje  apropiado en el momento justo y dispuesto a actuar en consecuencia: Juan Vicente Gómez.

Entre al constituciones de 1878, 1901,1909, 1931 y la de 1945, existen diferencias conceptuales abismales. La de 1878, recoge magistralmente como progresión evolutiva natural, la muerte de una estructura, la caudillista, y el surgimiento de una conciencia política que se pretendía tan alta como lo es el reconocimiento del derecho al sufragio universal y libre (aunque público). La de 1901, expresa el restablecimiento del caudillo autócrata, pero ya no sustentado fuertemente en los caudillos regionales, sino atomizando sus liderazgos en expresiones municipales, tal vez más cerca del creciente ciudadano, tal vez  ahora más fácil de controlar, merced a los “nuevos procedimientos”; se eleva la edad del sufragio a 21 años, se suprime la elección directa y el derecho al voto de las mujeres, amén de establecer insólitamente de forma expresa, la posibilidad del “preso político”. La de 1909  es de evidente espíritu, propósito y razón caudillista, legalizadora de la autocracia; vuelve a la elección del “Presidente de la Unión” por el cuerpo legislativo, devolviéndole alguna fuerza a los caudillos regionales. La de 1931 pinta con detalle  al gomecismo: Una autocracia concebida para fenecer junto a su titular, a la par de una acción institucionalizadora hacia el Estado Burgués, conformado ilegítimamente bajo la fuerza de un gendarme necesario; expresada ya en ciertos indicios de centralización política y en regulaciones laborales y de industria; develando ella misma uno de los motivos impulsores de su “preocupación” por lo social y laboral, sobretodo: La proscripción del “comunismo”. La de 1945, recoge claramente el Estado burgués en formación; las “contradicciones” entre el Estado querido y el posible; su “legítima defensa” con puñalada trapera enmascarada en jugada política: levantando la proscripción del comunismo pero a la vez manteniendo la elección presidencial de segundo grado, limitando el derecho del sufragio de la mujer al ámbito municipal, y la aberración de las aberraciones, coartando el derecho al voto a la población analfabeta, es decir, a las grandes mayorías.

El Petróleo. La Revolución Silente

La historia político social del siglo XX no puede comprenderse sin el elemento que la configuraría y  determinaría para siempre: El petróleo. Especialmente la figura de Gómez, como personaje histórico, está enyuntada a los intereses que por el oro negro comenzaron a mover el ajedrez político internacional desde los albores del siglo XX. Inclusive, el asedio de las potencias europeas durante el gobierno de Cipriano Castro respondió, sin duda alguna, al inicio de la rapiña de las potencias por el combustible llamado a mover la maquinaria industrial y tecnológica del siglo que nacía, y con ello, a configurar en adelante una forma existencial del ser humano.

Más allá de las acciones injerencistas de las potencias, de las concesiones complacientes de Gómez, de la rapiña a los relativamente exiguos ingresos petroleros, y de las consecuencias del “enroque” del centro de gravitación de la explotación petrolera, desde un inestable y radicalmente nacionalista México, hacia una complaciente Venezuela; existe un elemento que generalmente pasa por debajo de la mesa: La revolución social silente que el petróleo hacía fluir desde los estratos desposeídos de la sociedad, para arrasar definitivamente al feudalismo como estructura político social.

Es que aparte de todo el historial de explotación y de la amplia gama de atrocidades sufridas por los obreros pioneros en la extracción petrolera, es indudable que relativamente los ingresos acumulados que obtenían significaban buenas fortunas en comparación con los ingresos ordinarios de cualquier obrero o jornalero para la época, con las expectativas de beneficio económico de los grandes masas depauperadas, y con la lerda e ineficiente capacidad productiva de la estructura económica sustentada en los terratenientes. Porque, cabe recordar que en esta estructura de corte feudal, la riqueza radica esencialmente en el privilegio de la mera tenencia de la tierra, en cuanto  provee los medios inmediatos de subsistencia, garantizando la sobrevivencia dentro un sistema económico productivamente estancado y de un Estado prácticamente inexistente; por lo cual el terrateniente se erige, para su entorno inmediato, en sinónimo de estabilidad y garantía de subsistencia, siendo esa la fuente de su fuerza y significado social, y, en nuestro caso, el sustento del caudillismo: la disgregación del Estado en expresiones regionales fácticas que soportan el poder en la “estabilidad” y “seguridad” de sus tierras y en el precario “orden” establecido en torno del privilegio de su tenencia.

De tal forma que si nos alejamos de la visión típica burguesa de mirar y contar la historia desde la fachada que es Caracas, “la sucursal del cielo”, y un "interior del país" que es “puro monte y culebras”; y sin el discriminatorio, excluyente y absurdo criterio que afirma de carácter nacional todo lo ocurrido en la capital, e inexistente o de poco valor lo que ocurre allende del valle de los caracas; encontramos el caso común en diversas regiones, de peones de haciendas y “muchachos de mandados” que luego de laborar en la industria petrolera, sea como sea, regresaron a sus ciudades, poblaciones y caseríos con mayores medios económicos que los que pudieron haber generado sus antiguos patrones terratenientes durante décadas, incluso, muchos les adquirieron sus casas y tierras, otros establecieron negocios y comercios, conformando progresivamente una nueva burguesía. En definitiva, la estructura productiva y la relación de riquezas se trastocaron tanto que, de hecho, muchísimos pequeños y algunos grandes terratenientes y sus herederos no pudieron amoldarse a la nueva realidad y exigencias productivas y generadoras de riquezas, terminando en la inopia, empleados de sus antiguos vasallos o de sus descendientes, y hasta en caridad pública…

Toda esa revolución económica y social comenzó formalmente durante el régimen de Gómez. Cierto que a la forma en que inició la explotación petrolera en Venezuela le calzan cualquier tipo de críticas, pero sus efectos y consecuencias, buenas o malas, son realidad cruda que nos acompaña en nuestros actos y en nuestros pensamientos. No podemos negar nuestra esencia, de allá venimos, arrastramos esos hechos y a esos personajes como acción y experiencia de vida.


¿Que si las concesiones fueron en realidad donaciones? Ciertamente pudieron ser mejores, pero ¿hasta cuánto? ¿Qué posibilidades de exigencia tenía un país de analfabetos con un grupo de sujetos queriendo tomar el poder a punta de machete y con potencias militares acechando en sus costas? Siendo justos, ese era el precio que las circunstancias imponían, pues así como las personas pagan el costo de su inexperiencia o de su situación económica precaria, aceptando salarios o labores degradantes; los países recogen en sus currículos sus vicisitudes evolutivas. Más válido, justo y ético resulta criticar el uso dado y la rapiña sobre los considerables recursos ingresados a las arcas del país  desde esos años, y las negociaciones entreguistas, ya en otras condiciones, en décadas posteriores.


 Nuestro karma al tratar nuestra historia es siempre terminar hablando del petróleo.

Concluyendo

De tal forma que Juan Vicente Gómez, como ser individual, con sus vicios, virtudes, valores, antivalores, capacidades o incapacidades, se quedó en su circunstancia existencial. Empero, como significado político, social y cultural, continúa determinando nuestra contemporaneidad. Pues desde su régimen se truncó definitivamente un camino evolutivo institucional natural que avizoraba la constitución de 1878. Se decretó la muerte del caudillismo militar tradicional y el surgimiento de otro tipo de caudillo: el político. Se deslegitimó irremediablemente el feudalismo, al iniciar a configurarse definitivamente el Estado liberal burgués, con la doctrina transmutada del criterio del gendarme necesario, que determinaría toda la historia política hasta el presente: la tutoría militar democrática. Y Se inició lo que aún somos hoy: la gran gasolinera de los imperios.

Porque el gomecismo implicó un concubinato entre el caudillismo que moría y la burguesía que solapadamente iniciaba la configuración de su institucionalidad. Siendo por eso que los personajes y los hechos desde allí se desdibujan política, social y éticamente. Resultando que ocurrieron pero no ocurrieron, fueron pero no fueron, estuvieron pero no estuvieron, convalidaron pero no convalidaron, hicieron pero no hicieron… Y es de ese concubinato repudiable que nace la Venezuela contemporánea, y es desde allí donde se configura definitivamente nuestro ser político, social y cultural.

Porque al final del final, dictaduras fascistas, democracias falaces, constituciones e “institucionalidades” de oropel, “revolución” y “socialismo” ineficaces de por medio; hasta ahora todo sigue siendo lo mismo: Caudillos apropiados de sus feudos políticos, burgueses, viejos y nuevos, de las formas más torpes y vulgares hasta las más eficientes y refinadas, depredando al Estado; mientras las grandes mayorías recibiendo pocas o inmensas migajas, pero conceptualmente siempre migajas.

Javier A. Rodríguez G. 

lunes, 13 de mayo de 2013

El Fascismo. Lo Que No Dice Un Panfleto.

El tema del fascismo ha estado muy activo en el foro político del país. Los dimes y diretes giran en torno a quién es más fascista. En estos ambientes políticos tan radicalizados, el saber y la verdad se desmigajan para que cada quien tome lo que le convenga. En ese contexto, publica un prestigioso escritor venezolano, un artículo que enumera en 8 párrafos  los caracteres del fascismo, en flagrante configuración panfletaria.

Por eso precisamente se ha escogido dicho artículo para desarrollar estos comentarios, a los fines de evidenciar lo que oculta, lo que no dice y lo que miente, un excelente panfleto propagandista concebido desde una parcialidad ideológica.

Terminan estos textos con algunos planteamientos acerca de la política, a los fines de ampliar los horizontes del análisis crítico respecto del fascismo o cualesquiera otras ideologías y procesos políticos. Buscando siempre la creación de con-ciencia y no la dependencia y sumisión.

Recalcando el profundo respeto por las personas, sus criterios y pensamientos, que nos nutren y enriquecen; pero también, reafirmando la irreverencia ante el conocimiento como primera condición para la aproximación a la verdad.

LO QUE NO DICE UN PANFLETO.


1.- Hollywood representa el fascismo como pandilla de malencarados en uniforme que agitan estandartes y gritan órdenes. La realidad es más perversa. Según Franz Leopold Neuman en Behemoth: The Structure & Practice of National Socialism, 1933-1944, el fascismo es la complicidad absoluta entre el gran capital y el Estado. Donde los intereses del gran capital pasan a ser los de la política, anda cerca el fascismo. No es casual que surja como respuesta a la Revolución comunista de la Unión Soviética.

Esa complicidad se produce por vía de contingencia, es decir, aunque el Estado fascista niega de plano el dejar hacer, dejar pasar; y por su parte, el gran capital aspira un Estado reducido a su mínima expresión, ambos convergen en un falso mutualismo que al final los llevaría irremediablemente a enfrentarse.

La revolución anti-monárquica antizarista de Rusia, como todas las de su tipo, de burgueses y de campesinos, al mutar artificiosamente hacia una revolución obrera sin obreros, y la conformación del Estado comunista con la fuerza de las balas, se convirtió en el “coco” de las sociedades  liberales capitalistas, de todos los regímenes de derecha, y hasta de izquierdas sensatas, por no decir “decentes”.

En consecuencia, la influencia del “peligro rojo” en la conformación del fascismo como ideología  y estructura político-social  de extrema derecha, es obviamente natural y lógica; si consideramos que aquellos no solamente buscaban “exportar” su “ejemplo” sino la revolución misma, interviniendo a fuerza de balas en las soberanías y estatus quo de esos países. Aún más, si tomamos en cuenta que en la Alemania e Italia de esos tiempos, sí existían verdaderos movimientos obreros de corte socialista… Entonces, ante la dictadura del proletariado…, la dictadura de la Burguesía.

Es que había un trasfondo histórico y unas condiciones político-sociales, que fueron el basamento para la estructuración del Fascismo. Una Alemania derrotada en la guerra y la prepotente Europa asolada por el hambre y la miseria,  por culpa de un liberalismo demócrata capitalista que había trastocado el soporte “natural” del orden, la paz y del trabajo, merced a una libertad que degenera los valores, las tradiciones y la cultura, pervierte al Estado y corrompe al individuo, desligándolo del vínculo emotivo histórico con su patria.

Así, en dos naciones, Italia y Alemania, entradas  tarde  a la unificación de sus nacionalidades, y sin poder aún acceder al estatus de grandes superpotencias, al nivel de España, Inglaterra o Francia, tenían pues, de alguna forma, los resabios de la gloria añorada y de la “supremacía” biológica no aprovechada en su potencialidad. Sobretodo Alemania, quien luego de lograr un auge económico y  un desarrollo tecnológico muy importantes (lo que hubo amentado su ego hasta el extremo de tratar de hacer de Venezuela su colonia,1902-1903), estaba en el más absoluto desastre económico, sufriendo el lastre de la derrota en la llamada “primera guerra mundial” (consideremos que hacia 1923 se emitieron billetes de un millón de marcos, y que, por ejemplo, reponer el cristal de la ventana de una fonda, costaba el monto de construcción de la fonda más sus ingresos en lo últimos 20 años).

Así pues, todos los elementos de esa situación político social van a buscar como punto de convergencia la nación, en cuanto expresión evolutiva histórico cultural, manifestada esencialmente como un vínculo emotivo del “origen y destino en común”, concretada en principios y valores que la definen y cualifican.

Siendo allí precisamente donde germina el criterio de la “fascia” (Mussolini), o “unión” de las masas “populares”, a través de un instrumento político que la permita, exprese y potencialice: el partido. Porque un carácter evidente del fascismo es el “convencimiento” de sus partidarios y defensores de que obran por principios y valores históricamente justificados.

De otra parte, cuando los intereses del gran capital pasan a ser abiertamente los del Estado: se llama: Sinceridad; pues el capitalismo es polimorfo y se mimetiza perfectamente con el “medio ambiente” imperante. Si no preguntémosle a China.


2.- El fascismo niega la lucha de clases, pero es el brazo armado del capital en ella. Aterroriza a la baja clase media y la marginalidad con el pavor a la crisis económica, a la izquierda y la proletarización y las enrola como paramilitares para reducir por la fuerza bruta a socialistas, sindicalistas, obreros y movimientos sociales. Mussolini fue subvencionado por la fábrica de armas Ansaldo y el Servicio Secreto inglés; Hitler financiado por las industrias armamentistas del Ruhr; Franco, apoyado por terratenientes e industriales, Pinochet por Estados Unidos y la oligarquía chilena.

No es que niegue la lucha de clases, simplemente las considera innecesarias y aberrantes, pues, como buen criterio de derecha, el  “orden” imperante es “justo”, necesario e inevitable. Pero además,  el “corporativismo”, o sea, la “fascia” de trabajadores y empresarios, suma dos instancias supuestamente antagónicas hacia el vasallaje ante la supremacía del Estado, el cual es llevado a su máxima distorsión funcional, tomando el control de todo el ente social; por lo que la lucha del ciudadano ha de ser la del Estado, por sobre su persona, su familia y cualesquiera otros (de ahí el carácter militarista del fascismo). Porque la “fascia” no es un vínculo o “unión” entre personas o grupos de personas, sino directa y exclusivamente es un compromiso, o más bien una servidumbre naturalmente justificada y necesaria, del individuo hacia el Estado, determinada por las especificidades que diferencian unos “fascismos” de otros. Consideremos nomás que un Alemán es por sobre todo Alemán; diferente a lo que ocurre en nuestros países latinoamericanos, que nos dividimos en “sociedad civil”, “pueblo” y “chusma”…

En cuanto a la creación de “pavor a la crisis económica y a la proletarización”. Cabe tener mucho cuidado con esas afirmaciones, sobre todo para el aprendizaje de las nuevas generaciones, porque crean la idea de regímenes impuestos por grupos de “malvados” sobre pueblos castos y puros; despojándolos de la riquísima enseñanza de la historia, la evolución, la cultura, la sociedad, del Derecho y del ser humano.

En el caso del fascismo Alemán, como se ha dicho, su establecimiento  más bien se sustenta en situaciones sociales deprimidas, con alto porcentaje de baja autoestima individual y social, arraigándose como salvación (otra cosa es magnificar propagandistamente las malas condiciones socioeconómicas) Parecido a lo ocurrido en la Edad Media con los Señores Feudales, ante quien, el vasallo sometía su libertad, su libre albedrío y hasta su vida, a cambio de sosiego existencial. Así, el Estado fascista representa el tronco a la deriva al cual todos y cada uno, unidos por el lazo de la nación, se aferran, en medio de un gran lago histórico-evolutivo que los origina pero amenaza con devorarlos. Siendo que el fortalecimiento del “tronco” o Estado, justifica  la supresión de los partidos políticos, la libre competencia, el sometimiento de los grupos y movimientos sociales de choque, y por supuesto, la reducción por la fuerza bruta, de los “brutos” socialistas que anunciaban el establecimiento en dos cuotas de algo muy parecido al paraíso terrenal, no en hermosa misión de llegar a las conciencias y espiritualidad de las gentes con la buena nueva, no,¡¡a punta de balas!!...

Es que aquí mismo en nuestro país, hace unos 60 años tuvimos un régimen de derecha fascista, e insólitamente, durante muchas décadas se escuchaban las añoranzas  de esos tiempos de “seguridad”, “orden” y “paz”, no sólo de burgueses sino también de simples asalariados de ciudades y pueblos, inclusive, a más de un dirigente de izquierda se le han escuchado alabanzas y hasta llamar al dictador: “mi General” ¡¡Válgame Dios!!  Ese régimen, tratando de acallar la historia, destruyó grandes obras históricas y estancó el  andar evolutivo país, creando una gran fachada de tranquilidad, bienestar y progreso; resultando que a su caída, la verdad social abofeteó la conciencia aletargada de muchos; empero, no obstante, otros siguieron suspirando por los tiempos de hermosos carnavales y del andar tranquilo y seguro por las calles…

Debemos aprender…, aprehender; que esos regímenes de ultraderecha generalmente se configuran y concretan  merced a etapas sociales de gran conflictividad, caos sociales y defraudaciones políticas. Entendámoslo, los pueblos que luchan, enfrentan y vencen las más terribles adversidades, degüellan reyes, derriban muros y enfrentan y vencen imperios; también en tiempos parecieran cansarse, sometiendo su libertad y hasta su dignidad al más puro instinto de sobrevivencia, traducido en sosiego existencial. Y esos regímenes de extrema derecha le ofrecen a cambio una paz falsa (que en realidad expresa las relativas calma, seguridad y tranquilidad del vasallo), fundamentada en la inercia social, es decir, dejar las cosas tal como están, respetar el orden “natural” de las sociedades.

Ciertamente, el fascismo es algo más que caras gruñonas y fusiles, pero también es muchísimo más grave que un concubinato entre el gran capital y el Estado. Es la resignación por siempre al orden establecido, es el estancamiento de la dinámica evolutiva social natural, es la intoxicación del entendimiento y la perversión de la razón, y es la consignación a perpetuidad que hace el ser humano de su dignidad, a un estamento que le garantiza una falsa supremacía, ser un “superhombre” de alcornoque, que llega a la prepotencia de pretender deslastrarse inclusive de Dios.


3.- El fascismo convoca a las masas, pero es elitista. Corteja y sirve a las aristocracias, sus dirigencias vienen de las clases altas e instauran sistemas jerárquicos y autoritarios. Hitler establece el Führer-Prinzip: cada funcionario usa a sus subordinados como le parece para alcanzar la meta, y responde solamente ante el superior. El caudillo falangista responde solo ante Dios y la historia, vale decir, ante nadie.

Como se ha dicho, no sólo convoca a las masas sino que se sustenta en ellas. La responsabilidad del caudillo se funda principalmente, como todo Estado fascista “preciado” de serlo, en un compromiso “ético”, en el “deber ser” determinado por una historia, cultura  y circunstancias que lo obligan irremediablemente, por eso no pueden sentir remordimiento alguno ante el deber cumplido…

De otra parte, si de “élites” hablamos, la izquierda tiene como uno de sus defectos congénitos, el soportarse extremadamente en élites intelectualoides, quienes supuestamente comprenden cómo y por qué se librarán las clases obreras de la opresión burguesa, por eso le dan apenas ciertas” capsulas de conciencia”  de lo que “necesitan conocer” (a un grupo, pues  otro es sólo escoria social o lumpen); lo demás es pérdida de tiempo… Generalmente se reúnen en conciliábulos para planificar el destino de los pueblos, ¡¡sin pueblos!!

En nuestro país también la responsabilidad de los funcionarios está en el limbo. Los juramentan en nombre de Dios y la patria, ¡¡válgame Dios!! Con toda razón a los funcionarios  no “les quita el sueño” la responsabilidad administrativa, claro, si la patria es ante todo un sentimiento, y las cuentas con Dios eventualmente serían en otro mundo… En verdad el mundo de las ideas es pequeño, hablando de fascismo tal vez estamos concluyendo que la corrupción en nuestro país se inicia desde la misma juramentación, que en sí misma es corrupta…


4.- El fascismo es racista. Hitler postuló la superioridad de la "raza" aria, Mussolini arrasó con libios y abisinios, y planeó el sacrificio de medio millón de eslavos "bárbaros e inferiores" a favor de 50.000 italianos superiores. El fascismo sacrifica a sus fines a los pueblos o culturas que desprecia. Los falangistas tomaron España con tropas moras de Melilla. Albert Speer, el ministro de Industrias de Hitler, alargó la Segunda Guerra Mundial de dos a tres años más con la producción armamentista activada por 3 millones de esclavos de razas "inferiores.

Son segregacionistas por esencia y racistas por consecuencia. Pues el  mismo origen de sobrevivencia cultural y social, los lleva a repudiar a quienes representen otros valores y creencias. Tal como ocurrió con el “problema judío”, que en principio lo fue principalmente cultural y financiero, pero luego de varios tanteos fue “evolucionado” hacia la solución final.  El carácter racista del fascismo le vendría sobretodo desde su gentilicio europeo; porque, consideremos que el racismo en la Europa es congénito en sus sociedades, llegando hasta el punto de “cuadrar”  teorías y hasta falsificar partes de fósiles humanos, al propósito de justificar el origen autóctono de su raza….


5.- Fascismo y capitalismo tienen rostros aborrecibles que necesitan máscaras. Los fascistas copian consignas y programas revolucionarios. Mussolini se decía socialista, el nazismo usurpó el nombre de socialismo y se proclamaba partido obrero (Arbeiter); en su programa sostenía que no se debía tolerar otra renta que la del trabajo. Por su falta de creatividad, roban los símbolos de movimientos de signo opuesto. Los estandartes rojos comunistas y la cruz gamada, símbolo solar que en Oriente representa la vida y la buena fortuna, fueron confiscados por los nazis para su culto de la muerte.

No necesariamente, los rostros de esas ideologías pueden ser afables y cordiales, como el de Piñera, hipócritamente humanista y pacífico, como el de Obama, y ardientemente sensual, como  París Hilton. No nos confundamos, ellos van a misa los domingos, le piden la bendición a sus padres y también “rezan cuando montan en el avión” desde donde lanzan sus bombas criminales

No  copian las consignas y los programas revolucionarios, no; los usan legitimados desde su postura existencial. Esos programas y propuestas políticas, una vez enunciados, constituyen patrimonio no sólo de un país sino de la humanidad, y políticamente las aplica quien le dé la g…O es que la izquierda no usa las sociedades anónimas, marcas comerciales, empresas con patronos y obreros etc., ni se diga de la teoría económica capitalista, a la que tienen que apelar por no haber podido configurar una propia políticamente factible… Orden, paz y trabajo son “valores” de la Derecha fascista, y deberían serlo de las tesis socialistas. No se trata de términos, sino de significados… Esto debe entenderlo la izquierda de una vez por todas, no se trata de decirse socialista o revolucionario, sino de  serlo verdaderamente. La revolución soviética terminó masacrando a sus líderes, siendo todo menos socialista, rematando en una dictadura de Estado sustentada por muchos de los caracteres del fascismo. ¿Entonces?

En cuanto a lo del trabajo y de los partidos obreros, ya se han señalado algunas características del origen del nacionalsocialismo, agreguemos que durante la crisis capitalista del 30, Alemania estaba a menos del 60% de su capacidad productiva y con casi 6 millones de desempleados… Hay que reconocerlo, es un insulto a la historia y a la razón no decirlo, un alcance que presentó el régimen nacionalsocialista es haber logrado absorber gran parte de esa masa de desempleados y apuntalar la economía, no en “índices” y “papeles” sino palpable en las mesas y platos…

Recordemos el origen de Hitler: Hijo de un funcionario público de bajo nivel y alcohólico. Rechazado por la academia de artes, no tanto por sus cualidades artísticas (que en promedio sí las tenía), sino por ser pobre, hasta harapiento y vagabundo, sin hogar, sin comida y con sólo un sueño: ser un artista. Pintaba en las plazas para comer, flacucho, desnutrido, más que de alimento, del afecto  y la justicia de una nación  y una sociedad que lo habían olvidado, como a tantos otros… Un día, a las puertas de un convento, con hambre y azotado por el crudo invierno, la buena monja lo auxilia, le da sopa y abrigo, al hombre que luego, siendo el más poderoso de Alemania y  de la Europa, dejaría morir a cientos de miles por la más atroz inanición, y asesinaría a millones con las más horribles de las horribles formas concebidas por  la humanidad.

Por eso fue “Hitler”, por eso llegó a ser el Führer, porque representaba el ideal del Alemán pobre y de las clases medias empobrecidas, el surgido de la nada, el de la voluntad inquebrantable que reclamaba y buscaba en la nación el vínculo, el afecto, la fortaleza para ser todo los grandes que podían ser…

Ha sido un error consecuente asignar a los líderes atribuciones que no les corresponden, y así Hitler, y detrás de él su camarilla, termina siendo el único responsable de los millones de  muertos en las invasiones  y por la limpieza racial y hasta de los muertos de las expresiones fascistas hasta nuestros días, cuando en realidad hubo todo un entramado político social cultural detrás de él.

La moraleja es que los Hitler no expresan nombres, ni individuos, sino conceptos, engendrados por la naturaleza humana y gestados por la sociedad, que se manifiestan en cualquier momento y en cualquier lugar,  solamente cambiando los términos, pero la esencial conceptual es la misma, inclusive, al final llegan a estar entre los extremos derecha e izquierda, juntos o por separado, ¿o es que Stalin fue un bebe de pecho?

En todo caso, lo justo sería la mutua compensación, vía reconocimiento: Los fascistas lo que hubiesen tomado  o tomen de la izquierda socialista y  éstos lo que usaron o usen del fascismo para solventar sus torpezas en lo conceptual y en el proceder.


6.- El fascismo es beato. Los curas apoyaron a los falangistas que salían a matar prójimos y fusilar poetas. El Papa bendijo las tropas que Mussolini mandó a la guerra; nunca denunció las tropelías de Hitler. Franco y Pinochet fueron idolatrados por la Iglesia. 

Por su mismo criterio generatriz, tomando como referencia al alemán, al fascismo le estorba todo tipo de credo o religión que entorpezca el vínculo de sumisión entre el ciudadano y el Estado. No obstante, ha sabiendas de su poder sugestivo, la toleran y la usan a sus propósitos; mientras al alto clero, con su criterios de derecha, poco les cuesta sacrificarse por el “orden”, la “paz”, “trabajo” y “salvación” de las almas de sus feligreses, lo demás sería puro “daño colateral”. Además, como se ha dicho, cada uno de esos regímenes tienen sus características particulares; por ejemplo: las relaciones del nacionalsocialismo  y del Franquismo con la jerarquía eclesiástica, son totalmente diferentes.


7.- El fascismo es misógino. Para las mujeres, Kirche, Küche, Kinder: iglesia, cocina, niños. Nunca figuró públicamente una compañera al lado de sus líderes; quienes las tuvieron, las escondieron o relegaron minuciosamente. Nunca aceptaron que una mujer ascendiera por propio mérito o iniciativa.

Esto se debe ubicar en su contexto. La Italia fascista y la Alemania nacional-socialista, se desarrollan en los años 20 y 30, por lo que la discriminación casi absoluta de la mujer en esa época es la regla en el mundo “civilizado” y más allá. Por tanto, en las versiones modernas del fascismo, no sería de extrañar encontrar damas de hierro, de aluminio y hasta de hojalata dirigiéndolas.


8.- El fascismo es antiintelectual. Todas las vanguardias del siglo pasado fueron progresistas: la relatividad, el expresionismo, el dadaísmo, el surrealismo, el constructivismo, el cubismo, el existencialismo, la nueva figuración. A todas, salvo al futurismo, las trató como "arte degenerado". El fascismo no inventa, recicla. Solo cree en el ayer, un ayer imaginario que nunca existió. El fascismo asesinó a Matteotti, encarceló a Gramsci, fusiló a García Lorca e hizo morir en la cárcel a José Hernández. Pinochet asesinó a Víctor Jara. Cuando oigo hablar de cultura, saco mi pistola, decía Goering. Cuando oigamos hablar de fascismo, saquemos nuestra cultura. 

Es anti-intelectual en el sentido de que pretende restringir el conocimiento a sus propósitos y  creencias, exigiéndoles a sus intelectuales  se ajusten y amolden a ello. Lo cual no es novedoso, pues es tendencia de los regímenes de gobierno de cualquier ideología, tratar de dominar el conocimiento, retrotraerlo y manejarlo  a su conveniencia.

En cuanto a los muertos, debemos tener mucho cuidado en sacarlos de su contexto histórico y sustraerlos de las responsabilidades específicas de su circunstancia, y de la riqueza de la memoria de la humanidad. Poniéndolos, así por así, en fosa común, solamente para engrosar ejemplos que desinforman, confunden, ocultan o soslayan las responsabilidades específicas de las sociedades, pues al final será el “pobre” Hitler quien cargue con todos esos difuntos.

A algunos también nos provoca sacar un arma, pero cuando oímos hablar de personas “cultas”…  

Sí, saquemos nuestra cultura, pero la plena, la verdadera, la de todos, no la parcializada, la  falsa, la secuestrada e “interpretada” por unos pocos.



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Desde el fascismo Alemán hasta hoy en día, ha transcurrido mucho mundo; pero, por supuesto, seguimos reaccionando a nuestras “circunstancias” históricas. Vasallos libres, iguales en la desigualdad y justamente injustos, en un mundo dominado por unas cuantas potencias. Al final es la misma intención del fascismo pero con más sutileza, vericuetos políticos, institucionales y jurídicos, acción “intelectual” y “cultural”.
No obstante la verdad se abre paso, a veces muy lentamente, pero siempre se abre paso. La URSS, queriendo instaurar la sociedad comunista, terminó pareciéndose al fascismo y justificando y fortaleciendo al capitalismo; hasta el punto que su derrumbe y desaparición, ha significado el comienzo de una severa crisis del capitalismo. La verdad se abre paso…
Así vemos cómo la propaganda sigue siendo un instrumento de manipulación. Goebbels sigue asesorando a unos y a otros.
“La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas... Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.






FASCISMO HUMANO

Hemos tratado de ubicar al fascismo dentro del contexto social, histórico y humano. Sí, humano, porque tan humano fue Hitler como Gandhi, y tanto tenemos que aprender de uno y de otro. El fascismo, en sus caracteres generales,  es una posibilidad  humana, y absolutamente ninguna, ninguna  sociedad está exenta de tenerlo presente, de una u otra forma, en sus expresiones políticas, sean de derecha o de izquierda. Porque, el hecho del origen burgués del fascismo no puede ser usado por los grupos políticos de izquierda “tradicional” como “chivo expiatorio” para justificar impunemente la aplicación de muchos de sus instrumentos de dominación, manipulación, “programación” y exclusión.


LA DERECHA Y LA IZQUIERDA EN EL PLANO POLÍTICO.

Lo peculiar de la clasificación política referenciadas entre izquierda y derecha, extendida hacia sus respectivos extremos, además de las expresiones intermedias; es que  surge, o mejor dicho, se expresa fácticamente en las asambleas de la revolución Francesa, cuando los grupos revolucionarios conservadores se sentaban a la derecha, mientras los más radicales lo hacían a la izquierda; y luego, por extensión, llegó a expresar dos posturas políticas que formulan sendas visiones y actitudes existenciales de los grupos sociales.

Veamos las diferencias esenciales entre “izquierda” y la “derecha”:

La derecha defiende el orden establecido, por ser natural y  justo y querido por la voluntad divina. Por tanto,  la lucha de clases no tiene sentido, pues el orden natural, lógico e irremediable en la sociedad, ha colocado a cada cual en su lugar, de tal forma que el hijo del banquero será banquero y el del obrero será obrero, resultando en una movilidad social muy restringida. La igualdad  está relativizada por el orden natural. El trabajo se constituye en elemento cohesor del “orden” social, por tanto, su ponderación ética pasa por sobre el individuo y se centra en el sostenimiento y potenciación de ese orden. La paz es estática, condicionada al no hacer. Por ende, el Derecho no busca la justicia ni la igualdad, sino el orden natural que las expresa. El Estado y todas sus instituciones se configuran de acuerdo a esa postura existencial, garantizando  “orden”, “paz” y “trabajo”.

Por su parte, la izquierda considera que el orden social prevalente es injusto y terriblemente desigual. Por eso plantea invertir sus factores, a los fines de alcanzar mayor justicia e igualdad. De esa forma, el “orden” se trasforma en “acción” social, adquiriendo así un papel preponderante la sociedad.  Esto crea un enfrentamiento entre clases, necesario e inevitable, que se expresa en una movilidad social que tiende a la anarquía. La igualdad  se convierte en motor social. El trabajo cohesiona y potencializa  la sociedad en su dinámica, pasando de medio de subsistencia a expresión existencial. La paz es dinámica, conflictiva por esencia y con tendencia a ser peligrosamente inestable. El Derecho debe propender a la auténtica justicia e igualdad, lo que origina reacciones que se inclinan a la inestabilidad social. El Estado, en la izquierda democrática, teóricamente  es de “Derecho y de justicia y con preeminencia de los Derechos Humanos”.

Esas notas diferenciadoras amplias de ambas perspectivas políticas, suponiéndolas honestas, se expresan en dos opciones políticas fundamentales, que se explayan en una gama de posibilidades, demarcadas por caracteres ideológicos. Tales opciones, en principio e idealmente, deberían estar ubicadas en línea recta con sus diferentes valoraciones o grados, como se ilustra en la fig. 1; creándole a los grupos de derecha e izquierda, la ilusión de poder proyectarse en su orientación política  excluyentemente y sin límite alguno; no considerando que el desconocimiento absoluto de los otros grupos, aún como posibilidad, niega a la sociedad y al ser humano mismo en toda su complejidad existencial.   


EL PLANO POLÍTICO BAJO LA LUPA SOCIAL

Usemos mejor un símil gráfico para comprenderlo: En óptica, los lentes gran angulares (en forma sencilla: los que abarcan un ángulo de visión superior al de la visión humana) tienden a distorsionar  sobremanera las imágenes, curvándolas en sus bordes, al punto de aparentar cerrarse…

En forma parecida se distorsiona la recta ideal absoluta de la fig. Nro. 1, cuando se enfoca desde el lente de la realidad existencial evolutiva del ser humano, tendiendo a curvarse sus extremos hasta quedar yuxtapuestos en formación prácticamente circular, como se representa en la fig. 2.

Es que la solución al “problema” de la coexistencia humana en sociedad no es tan simple como limitarlo a un mero asunto de dos posturas existenciales divergentes; no, pues sería cuestión de elegir una y listo, contraponerla a la otra y asunto arreglado. Porque existe una variable que da al traste con cualesquiera previsiones: el ser humano; en cuanto expresión evolutiva imperfecta y torpe existencialmente, que se expresa en todas sus capacidades e incapacidades, valores y antivalores, virtudes y vicios, verdades y mentiras, aciertos y errores, amores y odios, materialismo y espiritualidad, etc. Porque es ese ser humano quien va a concretar y a medir como acción de vida, esas posturas políticas; generándose inevitablemente la variable distorsionante, que constituye el factor de “error” de toda propuesta política; la cual, se acepte o no, necesariamente queda circunscrita a la expresión existencial del ser humano. Así, el sistema político  ideal posible, en realidad se halla en la justa y pertinente divergencia de visiones existenciales y en la honesta convergencia hacia el ser humano.


EL FASCISMO BAJO LA LUPA SOCIAL


El fascismo constituye una desviación extrema de la postura política de derecha; mientras la Dictadura de Estado, hasta ahora se ha evidenciado como un extremo de la izquierda. El problema radica en que ambas prácticamente se tocan, cerrando el arco del plano político en un círculo. Esto tiene una repercusión extraordinaria, pues, desde criterios fácticos, relativiza las propuestas políticas y las “condena” a la coexistencia y entremezcla de sus factores. Todo ello por un hecho obvio: cualquier intención política, presumiendo su honestidad, al final confluye en un ser humano concretándose en su “circunstancia” evolutiva, y por tanto, dinámico y cambiante. Así, la dinámica social de la izquierda siempre conspira contra los regímenes  de derecha; mientras  la inercia y estabilidad, anquilosante pero  “segura”, de la derecha, atenta contra los regímenes de izquierda.

Ubicar el “centro” del círculo pareciera la solución salomónica y “moderada”, pero ocurre que el “centro” en realidad no es centro, sino sólo un punto referencial entre dos posturas políticas sujetas a cambios relativos y evolutivos. Porque ese círculo político es dinámico, y en sus análisis priva la realidad, la acción política concreta, por sobre  los supuestos o postulados ideológicos, merced a la falta de eficacia ideológica de los postulados políticos y al pragmatismo y maquiavelismo imperantes  en la política contemporánea; evidenciándose así el verdadero sentido de una propuesta política determinada, y el desfase  entre el dicho y el hecho de los grupos o partidos que pretenden concretarlas en la sociedad.

Hace 100 años, los enunciados entre derecha e izquierda eran absolutamente excluyentes. Hoy en día, la derecha ostenta muchos de los postulados de la izquierda (en materia laboral, por ejemplo), a la vez que la izquierda ha venido concediendo su justo espacio al capital en sus postulados. Como se observa, la relación entre derecha e izquierda ha cambiado sobremanera en un siglo; paradójicamente la verdad evolutiva los ha coincidido en muchos aspectos; sin embargo, la confrontación ideológica, en cuanto expresión de visiones existenciales humanas esencialmente contrapuestas, persiste, ya comparativamente más afinada, más profunda, más sensata y más honesta.    

De esa forma, diferentes sociedades pueden tener de hecho diversas relaciones fácticas de valor entre derecha e izquierda, más allá de sus postulados teóricos (tal como ocurre en España y Francia). Ocurriendo, por ejemplo, que si en una sociedad determinada, el gobierno se “corre”  un poco desde la derecha moderada hacia la derecha, luego entonces, la diferencia absoluta entre esa propuesta política y la izquierda (con opción electoral) se incrementa; siendo que, éticamente ese diferencia debería mantenerse para asentar su lucha principista desde allí; no obstante, en la realidad tiende a ocurrir un corrimiento  compensatorio buscando el favor electoral, lo que, en su mínimo perjuicio, mantiene la  proporción de sus diferencias, en desmedro ideológico del sector que cede posición, y en ganancia del sector que propicia el corrimiento hacia su zona. Son los efectos del imperio del pragmatismo y de la prostitución ética, característicos de la política contemporánea. 

Así, siguiendo el ejemplo,  todo  o parte de los grupos de izquierda, tenderían a “moderarse”, tratando de ofrecer mayor atractivo electoral de su propuesta, desdiciendo su ideología. Pero a la vez, ese corrimiento de la izquierda, pudiere causar la reacción de sus sectores extremos, disconformes, que, si llegaren a tener fuerza suficiente, activarían los correspondientes sectores de extrema-derecha. En cambio, si el gobierno fuese de izquierda, generalmente hay una tendencia hacia aglutinamiento de todos los sectores moderados hacia la derecha, y un arreciamiento del “choque”  social; y solamente si llegase a sentirse muy disminuida, iniciaría la derecha el corrimiento compensatorio, yendo inclusive mas allá de lo esperado…Tal como ocurrió con la llamada “social democracia”, que en realidad es una ideología “camaleónica” de derecha, es decir, el uso de grupos cismáticos de izquierda como punta de lanza para ofrecer políticamente muchas de los planteamientos sociales de la izquierda, pero bajo el control y usufructo real de la derecha, generándose el hoy devaluado populismo. Cabe aclarar que todo sería posible siempre como tendencias de grupos o sectores.

Tanto la izquierda como la derecha, no solamente se enfrentan entre sí, sino que ellas libran sus propias luchas internas. Pues para la extrema-derecha, un gobierno de derecha moderada, raya en izquierda. Igualmente, para la extrema-izquierda, un gobierno de izquierda moderada, son camuflados de derecha. Así, evidentemente, la lid democrática institucionalmente “sana”, sólo es posible con los factores extremos del plano político en su mínima expresión. Por tanto, cuando la elasticidad política social se fuerza más allá de su capacidad, por sus roturas se escapan los fantasmas del extremismo, y ello es sinónimo de caos, inestabilidad y muerte.

El día que grupos mayoritarios de izquierda en el nuestro planeta, renuncien al plano político ideal absoluto (Fig.1) y se ubiquen honesta y éticamente en el plano político real; comenzarán a constituirse en verdadera opción de gobierno. Porque “aterrizarán” ideológicamente; dejarán de ser capirotes de la derecha; sabrán dónde están y entenderán qué hacer; renunciarán a sus clásicas medidas arbitrarias  restrictivas de la libertad en nombre del bien común, sin considerar al ser humano en su integralidad (esto les entra por un oído y les sale por el otro); configurarán su propia teoría económica (aspecto en el que se les extravió la brújula), y tal vez, a lo mejor se reencuentren con el Cristo…; entre otras cosas.

  

 



En definitiva, consideremos que en ese plano político real, existen factores, vicios y perversiones, enmarcados por circunstancias históricas que especifican cualquier acción política, haciéndola única e irrepetible; lo cual es lógico, pues de lo contrario, negaríamos la evolución social. Por tanto, todo proceso político puede reproducirse históricamente en procesos parecidos, concordantes en muchos o pocos aspectos o con tendencias hacia ellos, pero jamás iguales. Por eso, es muy  diferente desde el punto de vista del aprendizaje humanístico, político, jurídico, social y cultural, un Hitler a un Franco, ni de decir de un Videla, un Pinochet o un Pérez Jiménez. Porque la importancia de su significado, más allá de los “efectos” en común, radica en sus causas, al revelar las complejidades y simplezas de los comportamientos de los individuos y de las sociedades, que traspasan inclusive las ideologías para crear realidades políticas imprevistas, exigiendo replanteamientos ideológicos y correcciones en la acción, que determinan el andar evolutivo político de las sociedades.   

De manera que, los instrumentos del fascismo tienen mil excusas, no discriminan ideologías y pueden presentarse por separado, completos, parcializados, crudos, o diluidos por eufemismos intelectualoides. Al menos el fascismo y la dictadura de Estado comunista, en cuanto expresiones políticas, son perversiones  aprendidas, y ya con anticuerpos suficientes en las conciencias de los pueblos para evidenciarlos, darles lucha y contrarrestarlos. Es a sus nuevas mutaciones y manifestaciones sofisticadas, complejas y enrevesadas, a las que hay que temerle, pero no sólo en segunda sino en primera persona y en tiempo presente; porque, quien esté libre de caer en las perversiones fascistas, que lance la primera piedra.

Los Hitler, los Stalin, los Pinochet y los Pérez Jiménez, no son íncubos, engendros del demonio, no; son seres humanos  existiendo en cualquier plaza, cualquier cuartel, cualquier  patronal o cualquier partido político. Es la sociedad en sus procesos sociopolíticos, quien los engendra políticamente y desata sus perversiones. Hitler, en otras circunstancias históricas, no hubiese pasado de ser un pintor de plaza, o a lo máximo, un solícito cabo reservista; Stalin un agricultor próspero o un agrio dirigente sindical; Pinochet un amargado General más en retiro, y Pérez Jiménez un ex oficial mañoso y de casino.

Así pues, la enumeración generalizada y parcializada de caracteres, indudablemente constituye un instrumento propagandístico y panfletario muy  eficiente, que puede ser manipulado expertamente en uno u otro sentido del plano político. Empero, el conocer críticamente sus trasfondos sociales, culturales, políticos, jurídicos, históricos y evolutivos, es lo que nos dota de la conciencia social, ética, humanista y espiritual, para un sano discernimiento político.

Todo se resume en la ética. La ética le crea a la política: un compromiso con la verdad: en la palabra, obra u omisión; un deber con el ser humano: no como estadística electoral, sino en su más intimo de su ser: su dignidad; y un compromiso con la sociedad: su eficacia. El político principista tiene, debe  imponerse al pragmático, para que su ubicación en el plano político no se negocie ni se “corra” hacia posturas acomodaticias que lo contradicen en la acción y reniegan de su ideología. La política debe hacer de la eficacia su razón de ser; porque la eficacia la legitima en su raíz social; porque la eficacia la autentifica ontológicamente; porque la eficacia  hace que el inicio: el ser humano y la sociedad; se reúna con  el fin: la justicia, la igualdad, la libertad, la paz y la felicidad.

El artículo referido se halla en:  http://www.ultimasnoticias.com.ve/opinion/firmas/pare-de-sufrir---luis-britto-garcia/fascismo.aspx



Javier A. Rodríguez G.




 





EL HUMANISMO SOCIALISTA