domingo, 29 de octubre de 2017

DE LA CASA EN EL AIRE A CIEN AÑOS DE SOLEDAD


Desde siempre la música vallenata me causó ruido; porque más allá del respeto a su expresión cultural, dominaban los prejuicios, la mala fama bien ganada de algunos de sus nuevos exponentes y principalmente el flagrante secuestro mercantilista de una expresión musical vendida en vitrina de alcohol, sexo, lujos, drogas, violencia y muerte.

Y desde esos criterios el contenido musical del vallenato perdía todo sentido tradicional cultural, pues, viniendo desde la literalidad del fraseo llano y cotidiano, y marchando hacia un lirismo rebuscando solamente acetato y escenarios, huérfano del contexto social y cultural que define, sustenta y  sobretodo gesta las expresiones musicales populares; cuando mucho, no representaba más que pinturas musicales bonitas, llenas, a lo sumo, de virtuosas pinceladas instrumentales y vocales que morían cuando iniciaba el difuminato de la belleza hacia la cultura, tradición, sentimiento y vivencias.

Precisamente, esa visión tan estrecha  de las expresiones culturales latinoamericanas, principalmente las que han sido raptadas por el mercantilismo globalizador, sin los debidos contrapesos comunicacionales; nace de la ignorancia de sus auténticos orígenes sociales, que imposibilita sus justas comprensiones dentro del complejo y maravilloso fenómeno existencial  humano.

Siendo desde una de esas meritorias intencionalidades difusivas, que los reojos a las comedias televisivas fueron transformando aquel ruido del vallenato en simple y llana curiosidad.

Y dado que la curiosidad es el combustible del conocimiento, que reubica existencialmente al ser humano, le plantea otras perspectivas de su ser individual y social, y una más sensata, justa y cierta ponderación de la cultura; faltaba solamente el ignitor apropiado para iniciar la búsqueda de la verdad de esa expresión cultural.

Luego así, en la oscura travesía carretera, el canto de Vives en el autorradio sonaba ya diferente, tenía otro sentido; una escondida poética afloraba en aquellas frases que pretendían construir una casa en el aire, asentada en las nubes y sostenida por ángeles, para que nadie molestase a la preciada Ada Luz.

De esa manera, la versión “moderna” lleva al encuentro con la expresión cultural auténtica, haciendo la vivencia poesía y la poesía esperanza y la esperanza vida y la vida canto Y con el canto el acordeón, y con acordeón y canto el hombre, y con el hombre el juglar, y con el juglar, llenos de vivencias, esperanzas, poesías y vida, los acordes y melodías bajando con los aires de la montaña para hacerse vallenato.

Ahora comenzaba a descubrir la profunda filosofía y el sentido existencial mágico tras aquellos fraseos tan simples y cotidianos. Ya comprendía la elegía al amigo; sabía por qué a Moralito le cayó la gota fría; entendía el sufrimiento por lo que se llevaba el cero treinta y nueve; y compartía el lamento del cantor, sosegando penas, recriminando amistades y purgando culpas por la muerte de su Alicia adorada.  

Ya ubicaba el origen maravillosamente existencial de aquellos cantos, en la cosmovisión mágico religiosa, lamentosa, melancólica y esperanzadora, que solamente puede engendrase bajo la intimidad cómplice de la montaña, para luego nacer a las faldas piloneras de su madre.

Porque el canto de aquellos pioneros era tan íntimo y cargado de esa sublime entremezcla de realismo, magia, sentimiento y espiritualidad, que solamente podía ser expresado desde la fusión de la trinidad: poeta, músico y cantor, en una sola expresión: el juglar; quien no escribe frases para cantarlas acompañado del instrumento; sino que hace sus vivencias cantos y acordes, casados en un mismo sentimiento hecho vallenato.

Es ese origen del vallenato, lo que define su valor y evolución cultural, sin el cual su historia habría sido ordinariamente diferente. El canto abierto y franco, sin preciosismos vocales, más que al oído busca llegar al alma; el instrumento hecho amigo, compañero y confidente; la vivencia hecha poesía, y la poesía expresión colectiva, sencillas y cotidianas, pero tan sentidas y profundas como la espiritualidad que el juglar riega por veredas y caminos.  

Ojalá no se deje morir el concepto del juglar, como se dejan extinguir las nacientes de los ríos.


“Cien Años de Soledad”
Cuando por requerimiento de la tarea escolar leí esa grandiosa obra latinoamericana, en verdad no ubiqué la lógica tras el desarrollo enrevesado, aunque magistral, de un argumento tan simple, de una “realidad mágica” que es cotidiana en nuestra cultura latinoamericana, y, como si apremiase la disponibilidad de cuartillas, narrado en frases cortas, en estilo cuasi periodístico, yuxtapuestas, sin la interconexión pincelada, sin los claroscuros y difuminados entre conceptos, sin la germinación de ideas dentro de las ideas, sin desarrollos narrativos dentro de otros, con un manejo muy lineal y simple, y se pudiera decir que algo tosco, de la dinámica discursiva del narrador, quien pareciera no comprender los hechos que narra. .

También seguramente predisponía a ese criterio, las particularidades de la vida del Gabo: Revolucionario amigo íntimo de la Cuba comunista, pero igualmente gozoso usufructuario de la dulce vita capitalista; y de guinda, periodista juerguero y parrandero, amigo de sus amigos y de sus enemigos, de quien debía y de quien no debía.

Sin embargo, aquella “Casa en Aire” que me llevó  “a los cantos de Rafael Escalona, el sobrino del  obispo, heredero de los secretos de Francisco el Hombre”; también me enseño la invaluable obra cultural de la Cacica, y desde ella llegue a la frase que hace de partida de nacimiento de Cien Años de Soledad, dicha por su padre: “Cien años de soledad no es más que un vallenato de 350 páginas".

Porque ciertamente, era ese el fundamento que faltaba para comprender al Gabo y a su grandiosa obra. El autor conoce, mejor dicho, ha vivido lo narrado, porque su obra, más que producto de una imaginación prodigiosa, es resultado del prodigio de ver, sentir, interpretar y convivir una realidad, y fundamentalmente de poder expresarlo; sin siquiera intentar comprenderlo, pues entonces degeneraría en especulación filosófica, buscando la verdad para destruir la realidad percibida; al contrario del propósito de plantear la percepción de lo real como verdad existencial. Por lo que la preocupación del narrador, más que la hilaridad magistral de ideas hacia un desarrollo argumental, es por la expresión de toda la complejidad del comportamiento de seres individual, social y culturalmente determinados, deshebrando hechos en espacio sin tiempo propio, que pudiere ser de un siglo o de todos los siglos, y en tiempo sin espacio específico, que va y viene, que está y no está, que se mueve junto con el narrador y su testimonio, quien se traslada también temporalmente en la obra, pues forma parte de ella, ya que no es su creación sino su vivencia más íntima.

Y es el querer expresar la complejidad de una realidad hecha mundo, y un mundo con todos los tiempos, todos los espacios y toda la realidad; lo que apremia al narrador, quien no quiere naufragar en un océano de ideas, sino manifestar, como el juglar, en una sola idea todo ese mundo mágico, hecho realidad.   

Por eso el  fraseo corto, no buscando interconectar pensamientos sino el expresar vivencias, en lenguaje franco, llano, comedido y discreto, cediendo la pretensión filosófica al acontecer mismo, es el del juglar. Por eso el ir y venir en el desarrollo temporal de la obra, el estar para irse y el irse para volver, estando siempre aquí; no es sino el impulso vital que anima los acordes del canto vallenato.

De manera que  Gabriel García Márquez también fue uno de aquellos juglares, y Cien Años de Soledad su aire vallenato, en fuelle de un siglo  y de pluma por canto.

Así pues, la genialidad literaria de Cien Años de Soledad, más allá de los aspectos técnicos, está en expresar la realidad socio cultural no como simple sujeto, ni como observador privilegiado, sino desde el ser mismo de la compleja y mágica espiritualidad que la anima; conociendo todo desde siempre y por siempre, los personajes y hechos, o existieron o podrán existir en cualquier tiempo.

Por eso el “realismo mágico” es ante todo una forma de plantear la realidad desde la cosmovisión y espiritualidad que la animan. Siendo desde allí que lo mágico y lo real se confunden en una sola vivencia, en una misma expresión cultural.

Es que en verdad el ser humano siempre ha vivido en una realidad mágica, lo que cambian son los criterios, pues aún cuando pretenciosamente crea haber salido del “oscurantismo” gracias al saber científico, es la propia ciencia que derrumba sus creencias, la que le replantea otras, amenazando incluso con  demoler el concepto mismo de la realidad, gracias al desvelamiento del maravilloso mundo cuántico. Por eso, mientras el ser humano no tenga la perspectiva racional total del universo, y por ende, de su ser, toda realidad a él será creencia, aprehendida del existir o validada por razones científicas, pero creencia en fin; que más que condición de ignorancia o conocimiento, es un acto de fe, una expresión espiritual que le posibilita el existir a un ser infinitesimalmente pequeño en un mundo sin linderos imaginables.

Quizás la sabiduría del vivir consista en poder elevarse hasta al ser espiritual para conformar una “realidad mágica”, o como se le pretenda llamar, que exprese la sociedad en toda su imperfección y autenticidad cultural. Porque la cultura, más que la suma disgregada de factores, es la integración de hechos, acciones y sobretodo posibilidades, en un acontecimiento espiritual que eleva al ser humano, como a Ada Luz, por sobre la durezas y crudezas de la realidad “real”; y proyecta, como en Macondo, por sobre los tiempos y más allá de los espacios, la cotidianidad del existir.

De allí la magia de Cien Años de soledad, una realidad construida desde y hacia una expresión espiritual; la misma que se aposenta desde las alturas en el juglar, para regarse por los valles en cantos vallenatos.


Javier A. Rodríguez G.

jueves, 12 de octubre de 2017

Separatismo Catalán ¿Desintegración de los Estados Nacionales?






Indudablemente el establecimiento del Estado, en cuanto razón superior que ordena, cohesiona, integra y proyecta el cuerpo social desde y hacia un ser histórico común, ha constituido uno de los grandes descubrimientos políticos  de la humanidad.

Es que el Estado no solamente delimita las sociedades, en tanto expresiones culturales, sino que, por ello, las  posibilita. Valga decir, ubica al ser humano dentro de un ámbito existencial, cultural, histórico y geográfico, en función de una razón común de justicia, libertad, igualdad, solidaridad y paz; permitiendo el existir en su plenitud  histórica evolutiva y contextualizando el ser dentro de una posibilidad superior, de la que es expresión.

Es de lugar común en la perpetua insatisfacción existencial del ser humano, las quejas respecto de la conformación política del mundo actual; sin considerar que jamás fue tan justo, libre, igualitario y pacífico el modus vivendi de las sociedades humanas; que nunca los pequeños grupos humanos han estado tan protegidos de la depredación y  hasta aniquilación por parte de las inmensas urbes; que ya no parten a diestra y siniestra  naciones a devorar a otras; que ahora las culturas se suman, no se restan.  Que hoy, el individuo es ciudadano del mundo, y no el mundo propiedad de un individuo.

Pongámosle todos los peros del mundo a esos criterios, con todas las cifras que se quieran, y al final concluiremos ratificándolos como la gran verdad que son. Es la perspectiva histórica  evolutiva de la humanidad, la que permite ponderar en su justa medida el estatus político de las sociedades contemporáneas. Si se considera, como lo creyeron los romanos, los renacentistas y, en general, diversas  sociedades en sus tiempos, que  se está en el cenit de la racionalidad y del “progreso” social, pues en verdad bien poco se ha hecho  por el justo, libre, igualitario y pacífico convivir, no quedando otra cosa que continuar ahogando las esperanzas en el tarro del pesimismo. Empero, si se acepta con humildad al ser humano como un animal racional que de traspiés en traspiés ha ido imponiéndose a su destino: la extinción,  en lucha maravillosa contra sí mismo, por adelantar su promedio existencial hacia mejores realidades; pues entonces no queda sino agradecer la horabuena de nuestra realidad evolutiva, que por real siempre ha de ser la mejor posible, y por posible siempre podrá ser mejor.

Por eso causa asombro la ligereza, irresponsabilidad y hasta torpeza, con que muchos personajes políticos, intelectuales y comunicacionales han considerado el actual intento secesionista de Cataluña. Porque lo que está en juego no es solamente la integridad física y geográfica, sino la razón de lo del Estado, la conciencia misma de lo político, que han permitido la configuración, y más que ello, la posibilitación de las sociedades humanas hasta esta actualidad evolutiva.

No se diga de las “razones” de los catalanes para aspirar a ser “independientes”, pues, si a ver vamos,  entonces serían miles las regiones  que podrían esgrimir manojos de argumentos para separase de sus Estados. Por supuesto, existen casos flagrantes de invasiones sin vínculo histórico alguno que amerite siquiera el beneficio de la duda respecto de lo justo de su redención del cuerpo político cultural extraño a su ser histórico; pero inclusive, desde sus excepciones se revela la suma importancia para la estabilidad y paz de la sociedad mundial, del preservar la integridad de los Estados.

En cuanto a la descentralización, la Constitución española en ciertos aspectos es más avanzada que la venezolana, pues la subdivisión por regiones autonómicas ha permitido potenciar e integrar maravillosamente sus expresiones culturales hacia el todo de la cultura española. Mientras que la intención enrevesada del Estado unitario descentralizado en la que nos hemos empeñado los venezolanos, al final no ha resultado ni en chicha ni en limonada. La gran lección, es que el centralismo sobredimensionado coarta la libertad y paraliza el desarrollo de las regiones, y el exceso de “autonomía” degenera en libertinaje separatista.

Habiendo sido racional y democráticamente tratado el propósito secesionista catalán, por parte del gobierno español; el día del referéndum separatista las aguas obviamente se desbordaron, aunque no tanto como se esperaba, considerando que se pretendía un pronunciamiento popular para nada más y nada menos separarse del Estado y, por ende, romper los vínculos políticos, jurídicos, económicos, históricos y culturales con la nación y el Estado español.

Algunos argumentan “razones históricas”, otros  se fundamentan en  la poderosa economía de Cataluña, que, como insólitamente dijera un famoso periodista venezolano, director de un prestigioso diario, “le merece su independencia”; sin faltar  quienes  lo asimilan a los procesos independentistas de nuestros países latinoamericanos, en tal desubicación histórica, y hasta mental, que no vale siquiera comentar.

Las “razones históricas”, valdrían si hubiesen ellos estado sometidos manu militari, segregados de la cultura española, y lo principal, sin aceptación expresa o tácita de su pertenencia al Estado español. Porque entonces sería muy fácil para cualquier región de cualquier Estado, quedarse a la calladita mientras pasan las verdes, para cuando lleguen las maduras, largarse del barco común del Estado, sin importarles el destino de la nación, que debería ser el de todos.

El Estado no es un club del que se entra y se sale a conveniencia, pues por su naturaleza, su fuerza jurídica trasciende la voluntad del ente social actual, para expresar el ser histórico de la sociedad, proyectado transgeneracionalmente; valga decir, el deber y responsabilidad jurídica y ética del Estado se extiende hacia las generaciones por venir.   

Una de las inmensas virtudes del Estado es que colectiviza la propiedad del suelo de la nación, es decir, la tierra de Cataluña no es propiedad exclusiva del catalán, sino que cada puño de tierra catalana, como la madrileña o la andaluza, es propiedad común de todos los ciudadanos españoles. Este es un principio fundamental a la constitución del Estado, la  integración de las conciencias, voluntades y expresiones culturales desde y hacia un mismo propósito existencial, que, bueno o malo, es el de todos.

Y es bajo esos mismos principios y criterios, que siempre se han criticado las iniciativas separatistas de nuestro estado Zulia, pues las tierras zulianas también son de todos los venezolanos, como son de ellos las montañas de los andes y las aguas que bajan por sus faldas, y el hierro, aluminio, oro y diamantes de las otras veredas del país, como propiedad de todos los venezolanos son  las riquezas  materiales, intelectuales, culturales y espirituales del Estado.

Siendo precisamente ese el aspecto ético del asunto. Cataluña ha logrado tal desarrollo económico, que, por supuesto,  le conviene desprenderse de la comunidad nacional para disfrutar de su “prosperidad” a solas, para comerse las maduras en solitario, mientras sus ex conciudadanos sortean dificultades.  Es un acto egoísta tan elemental que no requiere mayor consideración.

Planteémoslo de otra forma ¿Qué pasaría si la catalana fuese la región económicamente menos favorecida de la nación española? ¿Estarían planteando la separación o andarían exigiéndoles auxilio al Estado español?

A todas luces la susodicha separación, más que jurídico es un problema  fundamentalmente ético, determinado por intereses políticos-económicos asentados en grandes corporaciones. Es el manejo y disposición de las rentas, dinero, plata, biyuyo, la mano que mece la cuna.

¿Cómo terminará todo eso?  Ni Dios lo sabe. Ojala que no sea como siempre ha ocurrido, en guerra fratricida. Lo cierto es que la comunidad internacional debe estar pendiente en el actuar y destino del Estado Español, cuyo deber y derecho de legítima defensa es de no permitir bajo ningún concepto su desmembramiento, pues no solo estaría en peligro su existencia sino la estabilidad y la paz mundial; ya que la depredación capitalista mundial  pudiere andar en el propósito no solo de seccionar de los Estados “tercermundistas” aquellas regiones ricas en recursos naturales, sino también  los motores productivos y financieros del “primer mundo”, para así desligarse de la comunidad material, espiritual y ética que impone y propone jurídicamente el Estado, avanzando de esa forma hacia el desbaratamiento de la actual configuración política del mundo, que tanto esfuerzo, lucha, sangre y sufrimientos ha costado, y que aún con todas las críticas que sin excusa se le pueden hacer, es lo mejor que hasta ahora la humanidad ha podido tener.

Ahora, en el supuesto de que Cataluña lograre separase de España y constituirse en  Estado soberano, se da por hecho el no reconocimiento por la comunidad europea, pues sería como escupir parriba, a ellos que tanto les costó unificar sus naciones. Los Estados Unidos por razones obvias jamás lo avalaría. En tanto China y Rusia se mirarían en ese espejo y permanecerían calladitos la boca, como lo estarían también la India y todos los países del medio y lejano oriente, amén de África, que sufren procesos separatistas o los trasnochan esos ruidos. Y respecto de nuestros terruños latinoamericanos, el reconocimiento implicaría moverle las trojas a viejos fantasmas que deberían más bien continuar descansando en paz.


LA ANECDOTA

En un acto oficial, el Presidente "independentista" de Cataluña le dice al de Cantabria: No soporto tanto calor con esta corbata  --¿entonces por qué viniste en corbata?--  Porque me dijeron que el Rey vendría con corbata, y si el Rey trae corbata, todos debemos usar corbata…

Entre autonomistas, separatistas e independentistas te veas.


NO HAY BIEN QUE POR MAL  NO VENGA

Pero como en la patria de Bolívar todo está al revés, patas arriba; ocurre que el gobierno “bolivariano” ha resultado furibundo defensor del secesionismo, independentismo o  separatismo nacionalista,  anunciando  su apoyo absoluto a la causa  catalana.

Por esa razón, y aunque no se esté de acuerdo, como nunca el camino está abierto para la independencia del estado Zulia, pues si el gobernante es coherente con su ideología, en ese caso debería prestarle toda colaboración a la "justa causa" zuliana, poniendo, por ejemplo, a la orden el Ministerio de Comunicaciones, cuyo titular, desde sus apasionadas apologías al separatismo catalán, se ha revelado radicalmente secesionista.

Bordeando un inmenso y hermoso lago, con sus extremos enlazados por cordel de acero que anuda las gargantas de puro sentimiento, mientras el esplendor del catatumbo retrata en una misma misma historia y querencias, urbes y poblados, agua y petróleo, ganadería y agricultura, creencias y tradiciones, bregas y parrandas, gaita y chinita; el Zulia, conforme a la lógica fundamental del caso Cataluña, lo tiene todo para ser independiente, libre al fin.

Luego y ya con más razón, los orientales extremos apelarán también a su independencia, seguidos por los llaneros, la tierra falconiana, Amazonas, Bolívar, continuados por  las urbes industrializadas del centro, terminando con los andinos y rematando con la Nueva Esparta.

Además, con esta actitud del actual gobierno, pro secesionista y anti Estado, se da por hecho el reconocimiento de la autonomía del territorio esequibo. O sea…

Definitivamente no se pierde capacidad de asombro con este gobierno, pues cada vez los disparates y embarradas son más grandes.

Pero la culpa no es de ellos, pues justo es presumir la buena fe. Son las taras conceptuales y aberraciones ideológicas, las que los hacen ir políticamente del timbo al tambo, sin resultados eficaces y eficientes concretos y sustentables. Son los fantasmas de las prepotencias y resabios por los fracasos históricos, que nublan sus racionalidades, corrompen sus voluntades y sumen en el más profundo abismo de los sinsentidos, despropósitos y sin razones, sus conciencias.




  Javier A. Rodríguez G.

domingo, 1 de octubre de 2017

LA CULTURA. Q.E.P.D.




República Bolivariana de Venezuela
30 de septiembre de 2017

Nosotros, los cantores y cultores de la patria de Bolívar:

Considerando, la orden pública y notoria del ciudadano Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, mediante la cual el Poder Ejecutivo se dispondría a crear un programa cultural musical llevar el joropo llanero a cada una de las escuelas del país.

Considerando, que el joropo llanero forma parte integral e inseparable del riquísimo  patrimonio cultural de la nación venezolana.

Considerando, que la Constitución Nacional, en su artículo 3, establece como  fin esencial la defensa y desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, siendo la música tradicional expresión existencial  fundamental del ser humano y, por ende, conformante de su más íntima libertad de ser, de proyectarse existencialmente en cuanto sujeto individual y social, material y espiritual, moral y ético.

Considerando, el carácter pluricultural de la sociedad venezolana y el derecho ciudadano a la igualdad y a la cultura, en su diversidad,  sin discriminación ni subordinación alguna; propósitos fundamentales enunciados por  la Constitución Nacional en su preámbulo.

Considerando, que las expresiones culturales son factor cohesor, integrador y  armonizador de la familia, cuyo espacio social es fundamental para el desarrollo integral de las personas; siendo su protección deber prioritario del Estado,  tal como lo establece la Constitución Nacional en su artículo 75.

Considerando, que los valores culturales constituyen un bien irrenunciable y un derecho fundamental; siendo deber del Estado reconocer y respetar la interculturalidad de la nación venezolana, bajo el principio de la igualdad, garantizando la emisión, recepción y circulación de la información cultural. Tal como la establece la Constitución Nacional en sus artículos 98, 99 y 100.   

Considerando, que tanto la pluriculturalidad como la interculturalidad enunciadas por la Constitución nacional, son instrumentos metodológicos para expresar tautológicamente un solo concepto: la cultura, en toda su complejidad y diversidad. Pues constituyendo la nación un hecho cultural y la cultura un acontecimiento espiritual; el cultivo de la espiritualidad crea cultura y reafirma la nacionalidad. Siendo precisamente desde la libertad ínsita a la espiritualidad, que la cultura se explaya en su paleta infinita de colores y matices, para plasmarse armoniosamente en un solo hecho vivencial espiritual: la nación. Y  por eso el derecho a la diversidad es condición sine qua non para la integración cultural, la confirmación de la nacionalidad y el cultivo de la espiritualidad.

Considerando, que, conforme al artículo 21 de la Constitución Nacional, es deber del Estado la real y efectiva concreción del derecho ciudadano, la no discriminación, anulación o menoscabo de sus libertades, en condiciones de igualdad.

Considerando, que la educación es el gran acontecimiento cultural de la sociedad, y por lo tanto, en este caso, debe comprender todo el espectro de las manifestaciones musicales de nuestra patria, a los fines de la formación integral de la persona, de la redención de su espíritu crítico y de la cohesión ciudadana en torno a un ser nacional común.

Considerando, que es derecho de los niños, niñas y adolescentes, el no ser forzados hacia criterios nacionalistas desarraigados del ámbito vivencial inmediato, que es donde se forja  y se templa el espíritu y carácter de la nacionalidad. Siendo esto de suma importancia, sobre todo en tiempo cuando la comunicación global exige suma sensatez y sindéresis en la armonización de la complejidad del mundo real  y la practicidad de la realidad virtual.

Considerando, que nuestros cantos y expresiones musicales tradicionales populares, por sobre sus valores y caracteres intrínsecos, expresan en sus particularidades la riqueza cultural integral que los cualifica, identifica y proyecta al todo expresivo del ser social venezolano.

Considerando, que  la diversidad musical, más que por los criterios o elementos técnicos, nace desde la intimidad de la existencialidad del ser humano, que expresan; desde el ser siendo humano en su grande y concreta circunstancia existencial, que manifiestan; y  desde las historias evolutivas de una nación hacia su espiritualidad, que entretejen. 

Considerando, que la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce el derecho de las personas a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad; es decir, a crear, construir, impulsar y disfrutar la cultura sin coacción ni imposición alguna.

Considerando, que la defensa y promoción de la cultura no implica solamente el espectáculo que se disfruta y aplaude, sino también el compromiso ético histórico con los cantores, cultores, hacedores y amantes de nuestras tradiciones. Porque entonces qué decirle a Laudelino, a Pio, a Canela, al Catire, a Rugeles, a Arredondo, a Sojo, a Serrano, a Estévez, a María en su oración, a los Tucusitos, a las Chacín, a Sevillano, a Carreño, a Aguirre, a Galíndez, a Carrillo, a Vivas Tolero, a Hugo y su moliendo café, a Cecilia, a Chelique, a Gualberto, a Lila, a los Guaraguaos, a los Golperos, a los Serranitos, a Morillo, a Alirio y su guitarra, a la Serenata, a Los Antaños, a Un Solo Pueblo, al Quinteto, a los Gómez, a Luis Mariano; qué decirle a Alí y a tantísimos hombres y mujeres que sumieron y sumen sus vidas en el quehacer cultural de esta tierra; cuando sus obras ya no sean tradición en su patria. Pero sobretodo, qué decirle a los niños y niñas con un futuro aberradamente monocultural, y por ende, monótono y gris, como lo serán sus existencias, sin los matices, los colores y la vida de las expresiones culturales humanas, en toda su diversidad, complejidad, complementariedad y riqueza. 

Considerando, que al contrario de imponerle a troche y moche al país una de sus expresiones culturales; en sano juicio procedería la creación en cada estado, de centros de investigación, documentación, recopilación, rescate, preservación, fomento e integración de la cultura; incluso, con tecnología de punta para grabar y registrar, en nuestro caso, las diversas expresiones musicales, tanto en estudio como en campo, con especial atención en aquellas tradiciones extinguidas o a punto de extinción, cuyas huellas, vestigios, evidencias, documentaciones, registros y testimonios, constituyen eslabones imprescindibles en la conformación y anclaje definitivo de la venezolanidad.

Considerando, que tanto orgullo siente el llanero por su joropo, como el zuliano por su gaita; el larense por su golpe; el andino por su vals, su bambuco, su parranda, sus cantares campesinos; el oriental por su polo, su malagueña, su galerón, su calipso; los tuyeros por su joropo; el barloventeño por su fulía y golpe de tambor; el caraqueño por sus valses, merengues y pasodobles etc. etc. etc. Pero no sólo el orgullo por la heredad histórica, sino por la apropiación de lo vivido; pues la música es manifestación existencial, dentro de un contexto social cultural y geográfico histórico. Por eso el individuo, más allá de valorarla, sentirla e incluso de simplemente vivirla, la posee, pues ella es parte de su ser más íntimo.

De esa manera. La irreverencia del tambor costeño, al melodioso fraseo oriental, pendulando entre pescador y mar, llama. En tanto el recio reto llanero a la adversidad, pretende de mañanita enlazar la luna con susurros de tonada. Mientras la dulce melodía de los valses y bambucos andinos, es cálida caricia que enamora y llega hasta el alma; de su faena redime al campesino, el son de violines, mandolinas y acordeones en parranda. Sin decir del entrevero del tamunangue y del refunfuñar de las tamboras de Lara, que llevados por destellos del catatumbo en caravana, se funden con la fe y el sentimiento de la gaita…

Considerando, que resulta  torpe restringir la cultura musical del venezolano a la visión arquetípica del capitalino, gustoso del rock y fanático de la “salsa, desmemoriado de las melodías de sus valses y cambiando el “rucaneo” de sus merengues por el desenfreno de la salsa brava, limita al joropo llanero la música venezolana, delatándose supino desconocedor de la cultura musical de la patria.


POR LAS RAZONES EXPUESTAS Y CON EL DEBIDO RESPETO 
ACORDAMOS:

Solicitar al ciudadano Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, el cambio de la denominación del predicho programa cultural musical, por  el  de Corazón Musical Tradicional Venezolano.


LA RESPUESTA

Negado. No estoy de acuerdo. ¡¡¡ La música llanera  es la música venezolana y punto !!!
Regístrese y publíquese.



Comentario:
Este post desarrolla imaginariamente la propuesta que le hiciera un cantor popular al Presidente de la República en el estado Portuguesa; en solidaridad venezolanista con dicho cultor popular, ante la insólita respuesta del Primer Mandatario.

Respuesta inaudita; empero política e ideológicamente es muy de lugar común con la izquierda comunistóide.

Porque al muro de Berlín lo derribó sobretodo la  conciencia cultural nacionalista; es decir, la espiritualidad hecha vivencia, la vivencia espiritual hecha cultura y la cultura arraigada en el ser nacional. Contra la fuerza de esa verdad histórica evolutiva, ningún muro ideológico perverso ha podido ni podrá.  


Javier A.Rodríguez G.

EL HUMANISMO SOCIALISTA