viernes, 25 de marzo de 2011

Libia, la Onu y la Guerra Necesaria.

Es casi un axioma que los Estados poderosos cuando atraviesan dificultades de orden económico, con sus consecuentes conflictos sociales y políticos, apelan a la confrontación armada con otras naciones como mejor opción para solventarlos o al menos paliarlos. Cualquier pretexto sirve a los tres propósitos básicos: Distraer la atención hacia el “estado de guerra”, a los fines de usufructuar la solidaridad y unión que ello acarrea entre los nacionales. Aumento en mayor o menor medida de productos y bienes que movilizan la cadena económica. Y principalmente, la Inyección de recursos a la economía producto del “botín de guerra”, mas todos los “agregados”  que se derivan del poder persuasivo de la demostración de fuerza militar.

Ese constituye el primer elemento a considerar en la guerra declarada por algunos países contra la nación Libia. Las grandes potencias occidentales atraviesan por una inmensa crisis económica, que  por primera vez no lograron trasladar sus consecuencias a los países “subdesarrollados”. Esto ha desestabilizado sus estructuras sociales. Reducción de sueldos y de beneficios sociales, incremento del desempleo, manifestaciones, huelgas, descontento social e  inestabilidad política, es decir, todos los elementos necesarios para que se cumpla el axioma y hacer nacer una guerra.

La excusa: La violación de los derechos humanos y la protección de la “población civil”.

La forma: Grupos rebeldes toman efectivamente el control de una ciudad y forman grupos  de asalto en otras, a los fines de dar la impresión de una guerra civil. Empero, la rápida recuperación del control por el Estado Libio, en la mayoría de las ciudades tomadas, desvirtúa la guerra civil y presenta  la versión de grupos rebeldes minoritarios y específicos. Luego la acusación de violación de los derechos humanos  y  el paso siguiente:

La legitimación: La ONU. Un club exclusivo fundado por 5 socios durante una “partida de póker” en Dumbarton Oaks, una lujosa mansión de Washington, en 1944, donde convinieron la estructura  según su concepción feudal  del mundo, reservándose el derecho de veto  para garantizar el respeto reciproco de sus intereses. Se pagaron y se dieron el vuelto. Ah, luego invitaron al resto de países a “integrarse”, es decir, la carta constitutiva de la ONU (1945) en realidad fue un vulgar contrato de adhesión. Y para aparentar democracia,  a los 5 propietarios le suman diez miembros para conformar el inefable Consejo de Seguridad, que en el caso de Libia, democráticamente, con 10 votos a favor y 5 abstenciones, incluyendo dos propietarios (Rusia y China), decidieron declarar la guerra contra el Estado Libio.

El segundo elemento: La resolución del club ONU. Imprecisa y vaga. Respeta la soberanía y el territorio  Libio pero decide que ese gobernante no le conviene a su pueblo. Lo invade y lo despoja de su espacio aéreo, congela los activos de los bancos y empresas del Estado Libio, que son propiedad de una nación libre y soberana,  y lo mas grave es que autoriza a cualquier país para atacar a Libia, desde el exterior  “sin violar su territorio” (¿?), tomar embajadas, barcos, aviones, empresas y activos de cualquier tipo, bajo la presunción de que pueden ser usados en contra de la “población civil”. Pero dejando claro siempre el respeto irrestricto a la soberanía del  Estado Libio. ¡Qué barbaridad!

¿Y el Derecho? A la porra. A la luz del Derecho internacional esa resolución es nula de toda nulidad. Porque violenta flagrantemente la razón de ser de la ONU: La soberanía de las naciones (el respeto a  los Derechos Humanos es un “agregado” que la ONU no comprende correctamente). Porque decide inaudita parte, sin las correspondientes pruebas, en base a supuestos y especulaciones. Porque niega el  legítimo derecho de los Estados a defenderse contra los grupos que se rebelen  en armas contra su autoridad. Porque al no especificar las acciones en cantidad, modo  y lugar, y autorizar a cualquier Estado a actuar a su real arbitrio para hacer cumplir la resolución; los convierte en mercenarios, actuando no en base a principios y reglas jurídicas sino a sus conveniencias e intereses, siendo el único requisito “notificar” a la directiva de la ONU. Todo ello crea las condiciones de indefensión del Estado Libio, despojándolo del resguardo del Derecho internacional.

Si nos tragamos la imposición manu militari del derecho al veto de los cinco grandes y el antidemocrático Consejo de Seguridad, en donde solo 15 países pueden decidir sobre la soberanía y existencia misma de cualquier nación en la tierra, a la vez de establecer lo que ellos consideran como derechos humanos y  cuándo y quiénes lo ejercen. Si pasamos eso, consideraríamos que la susodicha resolución para tener cierta legalidad y legitimidad ha debido:

Actuar solo previos informes, datos y evidencias de una comisión evaluadora  neutral. Si procediese la medida, debería ser estrictamente proporcional a la gravedad y extensión de las violaciones comprobadas cometidas por el gobierno Libio, siempre respetando el derecho del Estado Libio a la legítima defensa, dentro de la necesidad y proporcionalidad que la justifiquen. Cualquier acto de fuerza debe ser escrupulosamente soportado por los medios probatorios pertinentes y ejecutados única y exclusivamente por las personas y medios que especifique  y autorice la ONU para tal fin, que actúen bajo las directrices  de la ONU, de tal manera de investir de carácter institucional  la acción y poder establecer las responsabilidades de los órganos actuantes. Hay que  considerar que tanto el Secretario General como el Consejo de Seguridad de la ONU son susceptibles de ser enjuiciados por sus decisiones y acciones, inclusive por los crímenes de lesa humanidad que  de ellas se pudieren derivar.

El Botín: Sustancioso y apetecido por todos: El petróleo. Un colirio para las trastocadas economías de las potencias, sobre todo para la del prostituto Sarkozy. Es lógico que el país con el índice de desarrollo humano más alto de África, inclusive por sobre la elitista Sudáfrica, sea acechada por los buitres. Hasta otros países Árabes ven con malos ojos el mal ejemplo que significa para sus súbditos un país como Libia en el que los ciudadanos si le han visto el queso a la tostada petrolera y tienen un estándar de vida apetecido por sus todos sus vecinos. Los grandes grupos de desplazados simplemente consistían en el retorno a sus países de origen de los inmigrantes que llegaban a Libia en procura de un mejor futuro. ¿Increíble, no?   Las estadísticas no mienten.

En fin, las potencias están de fiesta. El club ONU les regaló la piñata y cada quien pide su turno. España ha manifestado querer “honrar sus compromisos internacionales” y lanzarles también sus bombas y misiles a la nación Libia. Lo que pretende es que “por política” la vean en la fiesta para poder reclamar luego su trozo de torta. Y los Estados Unidos, como siempre dirigiendo la orquesta, tienen la batuta y seguro ya negociaron con Francia los “beneficios” extras  de su iniciativa. Mientras el “negrito” Obama continúa  presentándose como un hibrido entre Abraham Lincoln y Luther King ¿Hasta cuándo le durará "el tira la mano y esconde la piedra”?

Y  la  Colombia… (zamuro cuidando carne…, con una situación similar a la que motiva la resolución, que justificaría la misma medida de exigirle que no les disparen a la guerrilla, con zona de exclusión aérea y todo);  bailando al ritmo que le toquen.

¡Qué miserables, cobardes y sanguinarios demuestran ser los países “desarrollados”! Después de armar y negociar hasta la saciedad con el estado Libio, hoy, cual Bruto al Cesar, le caen a puñaladas traperas para despojarlo de sus legítimos bienes. En verdad con todas nuestras dificultades, el “tercer mundo”, con sus excepciones,  es la reserva moral de la humanidad.

Para estos análisis debemos despojarnos de cualquier  ideología que subjetive los criterios alejándolos de la cuestión concreta y real del problema: La violación del derecho internacional y de los derechos humanos de una nación libre y soberana, por parte de la ONU. En una acción que desconoce los derechos humanos, al relativizarlos y hacerlos a la medida de cada interés y conveniencia.

Es que  la ONU se fundamenta en el principio de autodeterminación de los pueblos, el cual es un derecho humano. ¿Y el derecho de veto? ¿El Consejo de Seguridad? ¿Las autorizaciones genéricas a acciones de guerra contra una nación? ¿La confiscación de los bienes de un Estado, sometiendo y exponiendo a la población a penurias  y enfermedades? ¿No  constituyen violaciones primarias de los derechos  humanos, lesivas a la humanidad y a la soberanía? Entonces ¿Quién viola qué…?

Pero seamos objetivos. La culpa no es de los 5 u ocho “grandes”, sino de todos los  “pequeños”. El día que nos unamos, modificamos la ONU o fundamos un organismo nuevo, democrático, justo, equitativo y  honesto, y nadie nos detendrá. ¿Hasta cuando lo haremos?

Mientas tanto la dignidad rezuma en los pueblos. Los iraquíes han ofrendado su sangre contra la violación de sus derechos humanos y de su soberanía. Y el pueblo Libio debe hacer prevalecer ese espíritu guerrero milenario para soportar este nuevo tipo de invasión: atacar desde el exterior con aviones y misiles, aislarlos del resto del mundo, confiscarles sus bienes y  cortarles el suministro de alimentos para paralizar  su economía y hacer que se maten entre ellos, asediados por el hambre y la desesperación. Resulta horroroso  que seres humanos maquinen estrategias tan atroces, pero es  una realidad.

Ojalá que la cordura se imponga, todavía estamos a tiempo. Mientras, es deber de todo ciudadano Libio hacer lo imposible para que cada soldado que horade su territorio regrese a su país con los pies por delante. Y así como el club ONU dice que los Estados deben hacer cumplir la resolución, también  los ciudadanos del  “tercer mundo”  tenemos el deber de actuar de la forma que sea contra esas fuerzas de ocupación. Exigiendo a nuestros Estados  que rechacen contundentemente tal agresión y mayor dignidad a la hora de tratar con los “grandes”, cualesquiera  que éstos sean.

Rusia y China han demostrado al lado de quien están. Sus abstenciones los convierten en “pilatos”. Luego de hecho el mal, se dan golpes de pecho para disimular su  complicidad y cobardía ante sus “mercados tercer mundistas”. Resulta inocente creer que el no ejercicio de sus derechos a vetar la aplicación de la resolución de marras, haya sido gratis. Son muchos los intereses en juego para que los Estados Unidos y sus acólitos tomaran ese riesgo. Como siempre, rusos y chinos obtienen jugosos réditos de su condición de potencias, sin quitarse el disfraz de “amigables y respetuosas de la autonomía de los pueblos”. El que tenga ojos que vea…

No hay mal que dure 100 años… La ONU ya tiene 65… y  ya son otros los vientos que soplan.

Por ahora lo que nos queda es observar los acontecimientos, como miraban aquellos aldeanos a las legiones romanas prepotentes e inclementes arrasar pueblos en nombre del Imperio, a quien también luego vieron en su ocaso devorado por sus propios monstruos internos.

Y no es que seamos tan ilusos como para aspirar que la ONU sea una congregación de las hermanitas descalzas. No. Ni que piensen todos igual ni que tengan la misma ideología. Eso sería muy aburrido además de  contradictorio con la naturaleza humana. En el mundo hay espacio para diversas ideologías, sistemas políticos y económicos, religiones y credos. Todos  son expresiones culturales y, por ende, patrimonio de la humanidad. Los pueblos eligen su camino y deciden. Es su derecho humano.

Lo que se espera de la ONU, es que sustentado en el verdadero y efectivo respeto a los derechos humanos y a la soberanía de los pueblos, con base a los principios de justicia, equidad, igualdad y del derecho internacional, sea el garante de la paz  en esta enorme esfera giratoria en la que coexistimos. Sólo se requiere voluntad  y unión para iniciar la marcha hacia ese propósito. Pero ello amerita investir a la ONU de un valor que  brilla por su ausencia: La honestidad.

Javier A. Rodríguez G

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